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El enemigo estaba dentro
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El enemigo estaba dentro

Después de la Segunda Guerra Mundial, el Partido Comunista soviético, a través de sus agentes en Occidente, intentó y consiguió infiltrarse en la Iglesia Católica. Esto

Después de la Segunda Guerra Mundial, el Partido Comunista soviético, a través de sus agentes en Occidente, intentó y consiguió infiltrarse en la Iglesia Católica. Esto no sería nada sorprendente, dado que uno de los fundamentos teóricos del marxismo es el ateísmo y una de las bases de su praxis la lucha contra la religión. Lo inesperado es que encontrara firmes aliados dentro de la propia Iglesia, aliados que adoptaron gustosos y animosos el discurso marxista y lo encajaron en el suyo propio hasta afirmar que “el mandato del amor no se puede disociar ya de la lucha de clases” y que “se ama a los oprimidos liberándoles, se ama a los opresores combatiéndoles”. Este aliado fue la Compañía de Jesús.

 

El eminente historiador Ricardo de la Cierva tenía este libro en mente desde hace años, aunque parte de sus pensamientos ya habían aparecido en trabajos previos. De hecho, como cuenta en las primeras páginas de este volumen, se trata de una deuda casi de honor con aquellos religiosos que no sólo le enseñaron, sino que también le formaron. De ellos obtuvo el espíritu crítico que le anima y que le ha llevado a escribir 152 libros de historia, todos ellos dedicados a Mercedes, su mujer. Más tarde, en 1990, recibió por medio de su amigo Monseñor Augusto Vargas Alzamora, un mensaje del Papa Juan Pablo II: “CANES DEBENT LATRARE, los perros están para ladrar. Desde entonces esas palabras son el lema de mi escudo y la norma de mi vida. Este libro escrito y publicado a los ochenta y dos años de edad es una respuesta a ese mensaje”.

 

Tras la derrota de los totalitarismos nazi y fascista, el comunismo gozó en Europa de muy buena prensa. Algunos, dentro de la Iglesia, pensaron que ante tan vertiginoso avance sólo quedaba adaptarse o desaparecer. Tales movimientos subversivos fueron advertidos muy pronto, entre otros por el Papa Pío XII, aunque sólo encontraron freno con la debacle comunista de 1989. Todas estas revelaciones vienen acompañadas, como es habitual en la obra del autor, de abundantes referencias. De la Cierva es un autor muy criticado, principalmente por motivos ideológicos, pero aunque se esté en desacuerdo con sus conclusiones nadie es capaz de negar que se trata de un historiador honesto, que acompaña sus libros con las fuentes que emplea, muchas veces transcritas bien como anexo bien intercaladas en su propio texto. En el presente volumen esto se ha llevado al extremo, formando los documentos una buena parte del total.

 

En el debe de este nuevo libro se debe citar la dispersión, resultado de la estructura de “documentos y conclusiones” que perjudica la unidad del texto; y algunas valoraciones subjetivas gratuitas, como tildar de “repugnante” a la pareja formada por Sartre y De Beauvoir. Se trata no obstante de uno de los libros más personales del autor, que obedece a un impulso íntimo –está repleto de apuntes autobiográficos, junto con el aviso de la más que interesante publicación de sus Memorias– y por tanto lo impregna de un valor humano que debe unirse a su valor histórico, pese a lo restringido del tema.

Después de la Segunda Guerra Mundial, el Partido Comunista soviético, a través de sus agentes en Occidente, intentó y consiguió infiltrarse en la Iglesia Católica. Esto no sería nada sorprendente, dado que uno de los fundamentos teóricos del marxismo es el ateísmo y una de las bases de su praxis la lucha contra la religión. Lo inesperado es que encontrara firmes aliados dentro de la propia Iglesia, aliados que adoptaron gustosos y animosos el discurso marxista y lo encajaron en el suyo propio hasta afirmar que “el mandato del amor no se puede disociar ya de la lucha de clases” y que “se ama a los oprimidos liberándoles, se ama a los opresores combatiéndoles”. Este aliado fue la Compañía de Jesús.