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Aventura milagrosa del Doctor Aira
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Aventura milagrosa del Doctor Aira

La fascinación por el superhéroe, en el siglo XX, sólo encuentra parangón en la antigüedad clásica, con semidioses como Hércules que eran algo más que humanos,

La fascinación por el superhéroe, en el siglo XX, sólo encuentra parangón en la antigüedad clásica, con semidioses como Hércules que eran algo más que humanos, y que servían de ejemplo para quienes escuchaban al aedo cantar la cólera del pelida Aquiles. Algo parecido quiso hacer Stan Lee con Peter Parker, modelo de conducta para quienes nos criamos leyendo Amazing Spider-Man. No obstante, y a pesar de los tímidos intentos de novelizar las aventuras de las criaturas de Marvel a finales de la década de los ochenta, la relación del superhéroe con la literatura ha sido más bien tangencial, toda vez que los superhumanos la abandonaron por el cómic y, últimamente, por el cine y el videojuego.

El argentino César Aira, nacido en 1949, se crió sin duda con los cómics de la edad de plata de DC y su Liga de la Justicia y en parte esta novela es un ‘homenaje’ a los tebeos de aquella época pre-Marvel. El volumen está compuesto por cuatro aventuras que originalmente estaban concebidas como novelas independientes de una serie más amplia. La imaginación del argentino es muy adecuada para el proyecto; Aira no deja de inventar y en esta novela no se ha puesto límites pues si su modelo es el cómic, no debe hacerlo. En la primera aventura, un salmón más grande que el universo amenaza con sacar a la Luna de su órbita; en la segunda, el Presente se suprime; en la tercera, los juguetes se tornan reales y lo real se hace juguete; y en la última… la última es una completa locura de implicaciones cósmicas.

Todos estos decabellados planes son tramados por el profesor Frasca con la sana intención de dominar el mundo, pero Barbaverde, su “némesis”, siempre se lo impide. Si Frasca es un supervillano relativamente común, Barbaverde es un héroe atípico. Esquivo, apenas se le ve actuar y el protagonista llega a dudar de su existencia, achacando al mero azar los fracasos del archivillano. Sin embargo, los pocos datos que se nos ofrecen de él lo alejan del joven y atlético Superman o del incorruptible Capitán América: es un hombre de edad, algo pasado de kilos y con un olor muy particular, que recuerda al azufre, no especialmente desagradable pero que marea a quienes lo huelen. Los dos antagonistas, héroe y villano, no son sino “payasos de la cultura de masas” (p. 45), pese a todo su poder, pese a todo su ingenio. Como en la película Hombres misteriosos, se homenajea al poderoso al tiempo que se burla de él.

Lo normal es que los superhumanos actúen en condiciones que perturban la percepción de los simples mortales. Bien sean lluvias de átomos o la supresión del presente, “los cerebros quedaban todos agujereados, aunque con agujeritos tan sutiles que no impedían el funcionamiento (alterado) del pensamiento”, algo que se personaliza en el protagonista, Sabor, que conserva una permanente falta de atención, memoria y, en general, de percepción de la realidad que le obliga a reinventarla en sus artículos para El orden. Incluye una reflexión sobre la creación literaria, pues los reportajes de Sabor no dejan de ser piezas literarias, relatos sólo reales oblicuamente. Sabor reflexiona sobre el “poder demiúrgico” de la literatura y califica su trabajo periodístico de “cosa mentale” y “fusión onírica”.

Ello lleva al lector a plantearse, como hacen algunos personajes referidos en el texto, e incluso Sabor mismo, si Barbaverde es un personaje real o sólo es uno de los “nexos causales” que inventa el protagonista para reconstruir los hechos que su maltrecha mente ha creído presenciar. Eso “beneficiaba la comunicación pero hacía dudoso que ésta se refiriera a hechos realmente acaecidos” (p. 205), lo que en realidad no importa porque “todos buscaban la poesía de lo maravilloso, aun desde el fondo de la rutina cotidiana todos levantaban la vista al más allá de la imaginación, a lo sobrenatural, a la belleza” (p. 34). En Sabor se encarna el conflicto entre dos tradiciones culturales, la modernidad y la posmodernidad, en la que la realidad es más dúctil y está artísticamente concebida. De ahí que Barbaverde combata a Frasca, el científico loco, con creaciones artísticas, con “instalaciones”.

El resultado es divertido e inteligente, una mezcla de Julio Verne y Bill Finger que, con el aporte literario y argentino de Aira, se convierte en un modelo de literatura total. Ofrece varios niveles de lectura, desde el más superficial y lúdico hasta los más profundos, a los que se llega a través de la ironía, que el lector del primer nivel habrá confundido con mero humor. La pandilla del Tapita es una clara burla de las clases desencantadas de la Argentina del corralito, absolutamente desinteresados en las maravillas de “Egicto”, absolutamente indiferentes a todo lo que no sea ganar algo de plata, hecho por el cual serán perdonados. Al fin y al cabo, no son los únicos responsables de su abulia.

LO MEJOR: que la desbordante imaginación no es vacía.

LO PEOR: la excesiva densidad de la cuarta aventura.

La fascinación por el superhéroe, en el siglo XX, sólo encuentra parangón en la antigüedad clásica, con semidioses como Hércules que eran algo más que humanos, y que servían de ejemplo para quienes escuchaban al aedo cantar la cólera del pelida Aquiles. Algo parecido quiso hacer Stan Lee con Peter Parker, modelo de conducta para quienes nos criamos leyendo Amazing Spider-Man. No obstante, y a pesar de los tímidos intentos de novelizar las aventuras de las criaturas de Marvel a finales de la década de los ochenta, la relación del superhéroe con la literatura ha sido más bien tangencial, toda vez que los superhumanos la abandonaron por el cómic y, últimamente, por el cine y el videojuego.