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La fotógrafa Isabel Muñoz muestra la cultura de la violencia de los "maras" salvadoreños
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La fotógrafa Isabel Muñoz muestra la cultura de la violencia de los "maras" salvadoreños

Más que una exposición, más que un catálogo, Maras. La cultura de la violencia trata de plantear una reflexión y mostrar a través de las fotografías

Foto: La fotógrafa Isabel Muñoz muestra la cultura de la violencia de los "maras" salvadoreños
La fotógrafa Isabel Muñoz muestra la cultura de la violencia de los "maras" salvadoreños

Más que una exposición, más que un catálogo, Maras. La cultura de la violencia trata de plantear una reflexión y mostrar a través de las fotografías de Isabel Muñoz una realidad, la de la subcultura urbana que se apoya en los lenguajes corporales del tatuaje con símbolos que marcan en la piel de los pandilleros una identidad agresiva.

Inaugurada este jueves en la Casa de América, la exposición ha sido organizada en colaboración con la Sociedad Estatal para la Acción Cultural Exterior y Caja Duero y en ella se exhiben sesenta imágenes en blanco y negro de la serie "Maras" y cincuenta y cuatro a color de mareros en sus celdas y con sus familias.

Isabel Muñoz (Barcelona, 1951), considerada como una de las fotógrafas más importantes de España, consiguió con la ayuda del padre salesiano Pepe Moratalla, encargado de rehabilitar pandilleros en El Salvador, introducirse en las cárceles y trabajar en contacto directo con los presos pertenecientes a las diferentes maras.

Testigo de una realidad

En este viaje al infierno de las cárceles salvadoreñas, la fotógrafa ha captado rostros inquietantes y cuerpos repletos de tatuajes. Calaveras, dragones, cruces gamadas o tumbas cinceladas representan sus códigos secretos.

Para Isabel Muñoz se trata de una exposición complicada por su temática "en la que hay que reconocer la valentía de los que la han organizado. Es un trabajo fotográfico en el que he querido contar una realidad, ser testigo de ella y, a la vez, hablar de una cultura que esta desapareciendo, ya que con el "Plan de Mano Dura" cualquier persona que esté tatuada puede ir a la cárcel".

A la autora le interesó también el hecho de que en el siglo XXI, con cantidad de medios al alcance de la juventud, "utilicen el cuerpo como medio de lenguaje, como un libro que habla de ellos mismos", comentó, y reconoció que aunque le trataron bien cuando hizo el trabajo "siempre hay miedo. Son maras que se deben a su mara y si el jefe manda que te maten, secuestren a un hijo o maten a un familiar, ellos lo hacen". En este panorama "las mujeres, incluso, son más duras y sanguinarias".

La concepción de la muerte, como algo muy presente para los miembros de estas bandas, se refleja en una terrible imaginería, en la que el demonio y la propia muerte conviven con escenas de sexo y con referencias más personales, como retratos familiares o los nombres de las personas amadas, además de los símbolos de identidad de su mara.

Matar por matar

"Es un canto al mal. Los miembros de las maras consideran que la sociedad es el mal y solo piensan en destruir y en matar. Para ellos, el poder de la muerte es superior y matan por matar. Las maras están formados por un grupo de líderes adultos y por una gran mayoría de adolescentes que, una vez entran, ya no pueden salir porque saben que les matan", comentó Pepe Moratalla, quien alertó de la extensión de estas mafias.

El comisario de la muestra, Publio López Mondéjar, reconoció que tuvo dudas antes de aceptar el encargo al tratarse de un trabajo, de unas fotografías, que hablaban de lo más sombrío y peligroso del hombre. "Me inquietaban, es una violencia que amedrenta, más incluso que la terrorista, porque no tiene ninguna razón o sentido".

Isabel Muñoz, premio World Press Photo, es "una de las mejores fotógrafas del mundo" que ha creado un lenguaje propio y en esta exposición se exhibe "el mejor conjunto de retratos que ha dado la fotografía española en los últimos años", según el comisario.

Más que una exposición, más que un catálogo, Maras. La cultura de la violencia trata de plantear una reflexión y mostrar a través de las fotografías de Isabel Muñoz una realidad, la de la subcultura urbana que se apoya en los lenguajes corporales del tatuaje con símbolos que marcan en la piel de los pandilleros una identidad agresiva.