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Entrevista a Francisco Veiga

"Que se vaya Putin no es la solución; dentro de lo que hay, es lo moderado"

El historiador y profesor Francisco Veiga publica 'Ucrania 22', un libro en el que, huyendo de categorías simplistas, analiza el contexto de la invasión rusa y el camino que ha conducido hacia la guerra

Francisco Veiga. (Cedida)

Francisco Veiga (Madrid, 1958) es uno de los principales especialistas de nuestro país en Europa del Este —no en vano domina varios de los idiomas de la región, a la que lleva décadas viajando con regularidad—, de la que se ocupa en varios libros, como el ya clásico La trampa balcánica (1995) o La fábrica de las fronteras (2011), sobre las guerras que desmembraron Yugoslavia. Este historiador y profesor se ha ocupado de temas tan variopintos como la Guerra Fría (La paz simulada, una obra de 1997 de la que es coautor) y su posguerra (El desequilibrio como orden, 2008), el fascismo rumano (La Guardia de Hierro. Rumanía 1919-1941, 1987) o la nueva ultraderecha occidental (Patriotas indignados, 2019), y ha dirigido diversas obras colectivas sobre la Primera Guerra Mundial, la geopolítica de Eurasia e incluso la historia de Yemen.

Las opiniones de este catedrático en Historia Contemporánea de la Universidad Autónoma de Barcelona, siempre propias y fundamentadas en sus experiencias e investigaciones, son a menudo heterodoxas. Y, en un país donde los intelectuales son rápidamente enclaustrados en las izquierdas y derechas, sus libros se resisten a las etiquetas. Ahora acaba de publicar Ucrania 22 en Alianza Editorial, un análisis de emergencia sobre el contexto, las causas, el periodo histórico y las razones que han conducido hasta la invasión rusa de Ucrania, no solo desde el punto de vista del historiador, sino también, a diferencia de sus obras anteriores, del testigo que asiste en tiempo real —a veces desde el despacho, a veces sobre el terreno— a un choque largamente anunciado.

PREGUNTA. El subtítulo de tu libro es La guerra programada. ¿Esto es porque crees que era inevitable?

RESPUESTA. No, ninguna guerra es inevitable, y esta menos. Bueno, muy al comienzo, la situación un poco la conduce Bill Clinton en el periodo 1991-1997, cuando dos días después de haberse aprobado en Bruselas el Partnership for Peace, la Alianza para la Paz, él se presenta en Kiev. Pero después también se va a Moscú y hace que se incluya a Rusia. En esa época hay esta idea de montar una especie de trío en vivo entre Rusia, Estados Unidos y Ucrania, un ‘vamos a ver cómo nos lo hacemos para no hacernos daño y llevarlo bien’. Ese fue un poco el momento en el cual se puede decir que se pudo haber logrado algún tipo de equilibrio que hubiera evitado que las cosas fueran tan mal como han ido. Pero después hay como una especie de esto que llamamos “conversación circular”, pero que en este caso es una bronca circular, en la cual Rusia y Estados Unidos están atizándose constantemente de una manera o de otra, hasta que finalmente llegamos a febrero de este año, con este escenario. Un poco el porqué el título de La guerra programada viene de esa especie de programación fatal, de alguna manera, como un camino hacia la guerra que se va desarrollando indefectiblemente. El título correcto hubiera sido "la guerra indefectiblemente programada" o algo así, que implicara un elemento de un mecanismo destructivo.

Y Ucrania 22 tiene un triple significado. Por un lado, es el año 2022, y por otro hace una referencia a la novela de Joseph Heller Trampa 22. Y 22 es también dos-dos, es decir, es el doble rasero. En todas las crisis de Europa del Este en los últimos años ha habido un doble rasero importante, aplicado por los dos grandes bloques, y tiene mucho que ver con las causas que van llevando hacia la guerra.

P. ¿Qué hueco consideras que viene a llenar tu libro, algo que no estuviera contado y que estés contando tú?

R. El libro es una continuación de toda una serie de libros que escribí para Alianza Editorial, como La fábrica de las fronteras o El desequilibrio como orden, que previamente iban estableciendo algunos fenómenos que finalmente se han desencadenado en Ucrania. Tiene ese componente de enlazar con los orígenes de la guerra, que también lo han hecho otros libros, desde luego, pero lo han hecho de una manera como más mecánica. Este versa no tanto sobre los conflictos que se van engarzando y que terminan en febrero del 2022, como sobre qué hay en la época. ¿Qué es lo que se hizo mal en el final de la Guerra Fría para que esto haya acabado tan mal? Esa es un poco la idea. Entonces ahí interviene un poco todo: el covid, la guerra en Nagorno Karabaj o una serie de fenómenos que han ido llevando hacia esta tragedia y que no los veíamos venir. Yo, al menos como historiador, no lo vi venir. Y claro, le dábamos mucha importancia a los Balcanes, dábamos mucha importancia al Donbás en 2014, pero no vimos que ahí, como se suele decir, la procesión va por dentro. Esto era muy gordo y no lo vimos. Estábamos muy, muy centrados en Croacia y en Bosnia, en Oriente Medio y otros conflictos, etcétera, cuando realmente este era un follón que realmente era muy peligroso y no le hacíamos el caso que se le tenía que haber hecho.

P. ¿Cómo salimos de esto? ¿Qué crees que va a pasar en la guerra de Ucrania?

R. Cuando me hacen esa pregunta, yo siempre digo lo mismo: que si tuviera la respuesta estaría en Estados Unidos, en la ONU, disfrutando de opíparas comidas y explicando cómo salir de esto. No lo sé, no tengo ni idea. Y creo que los protagonistas tampoco los tienen. Creo que en estos momentos ni en Moscú, ni en Washington, ni en Bruselas ni en Kiev saben muy bien cómo va a ir esto. Las guerras se empiezan, pero nadie sabe cómo acabarlas, y nadie monta una guerra para perderla, lógicamente.

"Ni en Moscú, ni en Washington, ni en Bruselas ni en Kiev saben muy bien cómo va a salir la guerra"

Lo único que tengo bastante claro es que es una guerra en la que no va a poder ganar nadie, al menos no va a poder ganar nadie por KO. Porque, si la OTAN intenta ganar por KO, Rusia reaccionará de malas maneras, y, si son los rusos quienes lo intentan, y esto creo que lo saben perfectamente, pues será la OTAN la que va a reaccionar así. Por tanto, es una guerra que necesitaría una salida diplomática, pero una salida diplomática mayor. Es decir, necesitaríamos volver un poco a los grandes acuerdos internacionales, tipo la Paz de Viena. Algo que realmente contara con la participación de muchos países, en unas conversaciones de altísimo nivel con unas múltiples garantías entrelazadas, y que esto llevara a una situación de pacificación, al menos temporal.

P. Hay quien alega que una negociación sería una mera pausa solo jugaría en favor de Rusia. Ucrania quiere seguir combatiendo.

R. Creo que Ucrania necesita parar un poco porque se ha convertido en un zombi, con infraestructuras destruidas, el sistema energético hecho polvo. En fin, están muy, muy tocados y, por tanto, tienen que parar porque, si no, al final el resultado será peor. Claro, ¿cómo parar sin que los otros te coman, sin que los rusos te pasen por encima? Ahí está el problema. Pero sería el momento, al menos un tiempo para recuperarse. Y ese parón tendría que estar suficientemente bien montado a escala internacional, con participación de países no directamente implicados, en la cual buscar una salida que fuera buena para todos, pero sobre todo para bueno para Ucrania, que es el perdedor principal y quien está sufriendo los golpes.

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P. ¿Cómo ves el futuro de Rusia?

R. Rusia es una potencia en transición. Para nosotros son muchos años ya desde la disolución de la Unión Soviética, pero en realidad, para los términos que usamos los historiadores, ha pasado poco tiempo. Putin es un tío que no será comunista o lo que tú quieras, pero que se ha formado en aquel mundo, que ha estado en un servicio de inteligencia del mundo soviético, y entonces tiene unos mecanismos que son muy difíciles de cambiar. Y como él muchas muchas personas. Por lo tanto, tiene que pasar un tiempo para que esa generación sea desplazada. Eso es un poco lo que hemos visto en otros muchos conflictos de larga duración, lo que hemos visto en Irlanda del Norte, en el País Vasco... Hasta que no se produce realmente una transición, hasta que no se produce realmente un cambio generacional, puedes poner parches a la situación, pero no puedes arreglarla de una manera radical.

"Asianizar a Rusia es una tentación que han tenido muchos; no funciona"

Lo que hay que hacer es evitar tener prisa, evitar los dramas y los juegos peligrosos que nos pueden llevar a una situación sin salida o irreversible. Y tener paciencia, en el sentido de que hay que dejar pasar un tiempo, hay que aguantar, y por sí solo los sistemas irán cambiando y abriéndose. La tentación de "asianizar" a Rusia es una tentación que han tenido muchos, como Napoleón. El considerar que Rusia es una potencia asiática, y le paramos los pies ahí en los Balcanes. Pero eso no funciona: Rusia es un monstruo con dos cabezas, una que mira hacia Asia y otra hacia Europa, y, por lo tanto, no creo que sea posible decapitarla. Lo que hay que tener es la paciencia de esperar 50 o 60 años más para que las cosas vayan cambiando de una manera provechosa. Y sobre todo, no cerrar Rusia demasiado. Yo creo que un error que se ha cometido estos años es dejar que Rusia se putinice, cerrándolo, imponiéndole bloqueos, sanciones y demás. Ábrelo, que les entren allí todo tipo de mercancías, que les entren todo tipo de personas, que los estudiantes rusos tengan acceso a nuestras becas, que vengan a estudiar aquí, que haya mucho movimiento de intercambio. Y entonces al final la sociedad se moderniza. Si les intentamos cerrar ahí en su cubículo, lo único que hacemos es generar estos rencores que se retroalimentan, tan típicos de los nacionalismos.

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P. ¿Y la legitimidad de Putin?

R. La obsesión de Putin por devolver ojo por ojo y diente por diente llega a extremos curiosísimos. Él mismo lo recalcó: Kosovo por Crimea, Ucrania por Bosnia. Pero es que ya el mismo título de "operación especial" lo dice: es lo mismo que cuando los americanos montaban aquellas operaciones que llamaban "Esperanza" y no sé qué para intervenir donde fuese. Ahora el planteamiento de Putin es: ‘Os corto el gas para que los países del Este en especial, que tenían tanta prisa por irse a la Unión Europea, que vean que tampoco la UE es la solución para sus problemas’. Esta es la política que tiene, que es muy vengativa, pero después no hay nada más. Esto alimenta el orgullo de los rusos, que piensan: ‘Fíjate, les estamos dando de su propia medicina’. Vale, pero, detrás de eso, ¿qué hay?, ¿qué construcción social hay? ¿Qué estado social tenéis pensado? Tú vas a Moscú y es como Metrópolis, de Fritz Lang: en la superficie, los mejores coches que hay, las mejores marcas, los restaurantes más caros y tal, pero te metes en el metro de y hay gente claramente pobre, entra un mendigo con uniforme de alguna guerra tipo Chechenia pidiendo dinero...

Al principio Putin, no voy a decir que acertó, pero digamos que su salida fue de alguna forma solucionar los desastres de la era Yeltsin. Intentar organizar un poco el dinero que se perdió con los negocios de los oligarcas, intentar paliar la situación haciendo que el Estado o los oligarcas aliados sigan con el control del resto, y con los beneficios que se obtienen de Gazprom y demás tratar de remendar un poco la economía. Pero, a partir de eso, no se hizo mucho más. La seguridad social rusa no es ninguna maravilla y los sueldos en Rusia son un desastre, es un país muy caro. En fin, es un país que socialmente tiene mucho que rascar todavía.

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P. ¿Entonces?

R. Putin está viviendo de sus dos grandes inventos: una transición en la cual engloba todo, engloba al mismo nivel el Imperio ruso que la Unión Soviética, el zar Nicolás II y Stalin, personajes de la misma valía para los rusos, a quienes se les dice que ‘el destino de Rusia es inmortal’, y por otro lado, el orgullo herido y la idea, como diría Trump, de Rusia primero y Rusia ha vuelto.

Pero, claro, esto tiene que tener algún tipo de salida para él y de momento no la está teniendo. Ahora, de ahí a decir que el Gobierno de Putin puede terminar... Hombre, como todo el mundo, tiene su vida y tendrá achaques, y tendrá su momento de decadencia. Pero yo no creo que ahora se vaya a ir, porque, además, con los resultados que hemos visto con los años y con otras guerras, a veces es peor el remedio que la enfermedad: se va el tío que había montado todo el follón, pero el que viene o es más radical o no es capaz de enmendar la plana, y tenemos un foco de guerras civiles. De momento yo creo que una de las cosas que nos benefician un poco a todos es que Putin ha logrado ir desmontando los sectores más radicales, como los eurasianistas, porque en algún momento también ellos eran un problema, aunque no una amenaza. Pero a estos dos sectores de ultra-ultra-ultra derecha, los eurasianistas, o el mismo Alexander Dugin, los ha ido apartando, y también asumo que se ha sacado de encima a los elementos más peligrosos del ejército. Y dentro de lo que hay ahora, Putin es, de alguna forma, lo moderado. Por lo tanto, si saltara por los aires no creo que fuera una solución.

P. Se está hablando sobre cambios en los polos de poder en Europa a raíz de la guerra, con un reforzamiento de un bloque del este-norte, que incluye a Polonia más los bálticos, al tiempo que se produce una pérdida de influencia de Alemania. ¿Tú cómo lo ves?

R. Yo creo que es cierto, y esto sí que se veía venir. Polonia no es solo Polonia, sino también el proyecto Tres Mares, en el que están invirtiendo un dineral. Es el viejo proyecto Intermarium, de la época de Jozef Pilsudski, que es la reconstrucción de Polonia como eje de unas potencias del Este, una especie de escudo frente a los rusos, que agruparía también a los países bálticos, Ucrania y Georgia, que sería la gran plaza fuerte. Hay otros países que quizá no están tanto por la labor, como Rumanía o Bulgaria, pero este eje sí. Y tiene todo el sentido porque siempre que hablamos de Ucrania hemos de pensar que Ucrania es eso, un cruce este-oeste, pero también es un cruce norte-sur. Las comunicaciones entre los países bálticos, el mar Negro y el Cáucaso, son esenciales.

El problema está en que ese proyecto nos va a llevar a una doble Unión Europea, claramente, la Unión Europea occidental y una Unión Europea oriental. Y esta última va a aprovechar las circunstancias para enfrentarse a Berlín y a Bruselas, en el sentido de que los polacos y los húngaros tenían enormes problemas con Bruselas hasta hace poco por las leyes anti-LGTB y por apoyar unas modificaciones de la judicatura que la dejaban muy en manos del Estado. Y precisamente ese tipo de línea, un tanto autoritaria o reaccionaria, si quieres, van a aprovecharla para imponer este tipo de cosas, como restricciones a la inmigración. Y eso va a generar una bipolarización en la Unión Europea que no sé dónde va a llegar. Aparte de que eso también está bastante roto. Los húngaros ahora están derivando hacia Rusia de una manera clara, los eslovacos no se sabe muy bien... Es decir, que al final, en vez de esa capacidad de unión que tenemos en Europa Occidental, en el Este se impone su identitarismo que tiende a la ruptura, y en vez de generar un escudo, puede acabar creando más problemas.

Y lo que a mí me da más miedo es que este liderazgo polaco está muy apoyado por Estados Unidos. Los americanos utilizan mucho a técnicos, académicos, políticos, que han estudiado en sus países y se han formado en universidades americanas. Mijaíl Sakhasvili habría sido uno de estos casos, así como varios ministros de Estonia y Polonia. Los estadounidenses utilizan mucho a este tipo de gente para controlar esa especie de proyecto Tres Mares. E, insisto, ahí están muy detrás Gran Bretaña y Estados Unidos. Lo describe bastante bien [el exconsejero de Seguridad Nacional de la Administración Carter] Zbigniew Brzezinski en su libro El gran tablero mundial de 1997, donde se refiere de una manera muy tácita, habla de controlar zonas, hay mapas para que se vea de qué manera Estados Unidos puede entrar en Eurasia y en Europa del Este contando con los polacos, etcétera. En ese sentido, no sé, yo no lo veo muy claro.

P. ¿Qué va a cambiar tras la guerra? ¿En qué medida la invasión de Ucrania está transformando el mundo?

R. Yo creo que lo que está cambiando es que la globalización de tipo liberal está saltando por los aires. Los angloamericanos le están dando vueltas a una posible globalización personalizada y por sectores, pero eso es como la famosa señora embarazada que o está embarazada o no lo está. O sea, la globalización es globalización o no lo es, pero globalización a medias es un contrasentido. El resultado que no sé cuál va a ser. Y eso sería el principal cambio si no vamos a mayores, si la guerra no se complica y entonces alguien tira ahí un artefacto nuclear y media Europa queda pringada, que eso ya sería una catástrofe espantosa.

Después, hay un cambio social aquí que no sé cómo va a salir, porque el conflicto primero pasó desapercibido mucho tiempo y entonces, cuando estalló, no hubo mucho debate sobre el tema. No hubo mucha participación ciudadana, que se supone que tendría que haberla, sobre cómo se plantea el día después. El objetivo de guerra ucraniano está claro, es expulsar a los rusos, recuperar sus fronteras. Pero la OTAN no tiene un objetivo de guerra. ¿Se va a quedar solo en esto? Y si va a ir más allá, ¿qué van a hacer? ¿Se va a producir una invasión de Rusia? ¿Se van a promover elementos disolutorios dentro de Rusia? ¿Cuáles son los objetivos de guerra de la OTAN y en general de Occidente? Pues no sabemos cuáles son. Es decir, puede que haya este cambio, pero también debido a la memoria histórica de pez que tienen las sociedades, pues puede que dentro de tres años ni nos acordemos de esta conversación, de la misma manera que hoy en día mucha gente ya no se acuerda de lo que ha pasado hace tres o cuatro años. Hay una desmemoria descomunal. Por tanto, a lo mejor resulta que no cambian tanto las cosas.

Pero a lo mejor resulta que esto supone un replanteamiento muy severo de la Unión Europea, de la posición rusa en Eurasia, de lo que pasa en Estados Unidos, y entonces todo eso se junta. Y dices mira, fíjate, en 2022 empezó una nueva era en que ya se empezó a utilizar otro tipo de energía. Empezamos a dejar de lado los hidrocarburos, el mundo cambió. Estados Unidos se partió en dos, Europa se partió en tres... Ya esto ya es un poco hablar por hablar, ciencia ficción. Porque yo, como historiador, te puedo decir cómo hemos llegado hasta aquí, pero como dice Nassim Nicholas Taleb, intentar predecir el futuro mirando al pasado es un poco como conducir mirando el retrovisor. Yo mirando el retrovisor, aunque te puedo decir la dinámica que hemos llevado para haber llegado hasta aquí, no te puedo decir cómo vamos a salir de la curva ni que va a haber detrás de ella. Así que no sé muy bien cómo se va a salir de esto. Espero que con las menores pérdidas posibles, y espero que con una Ucrania recuperada y unida.

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