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'eta y la espiral del silencio en el país vasco'

El miedo a la violencia de ETA favoreció en las urnas al PNV y lastró al PP y PSE

Un informe del Memorial de Víctimas del Terrorismo refleja que los votantes no nacionalistas han tenido mayor temor a participar en política, lo que ha "perjudicado significativamente" a estas fuerzas

Amigos de Carlos Sáenz de Tejada, uno de los dos guardias civiles asesinados en 2009 en el último atentado mortal de ETA en España, se concentran en Burgos en repulsa por su muerte. (EFE)

Siendo el miedo social uno de las consecuencias más importantes del terrorismo, resulta extraño que apenas hay “contados” estudios que aborden la enorme influencia del miedo provocado por ETA y sus diferentes brazos en la sociedad vasca y navarra durante largas décadas. El periodista experto en terrorismo Florencio Domínguez lo reflejó de forma clara en 2003 en su libro ‘Las raíces del miedo’: “La historia de los últimos 25 años en el País Vasco no podrá entenderse en toda su complejidad si no se tiene en cuenta un factor que la atraviesa a lo largo de este periodo: el miedo. Una parte notable de su población, posiblemente la mayoría, ha vivido este tiempo bajo el temor, más o menos intenso según las épocas. Este sentimiento, negado y oculto las más de las veces, a menudo ha condicionado el comportamiento de los ciudadanos, ha alterado profundamente valores sociales básicos y ha distorsionado la vida pública”, constató.

Defiende el prestigioso profesor de Ciencia Política Max Abrahms que si el éxito del terrorismo se mide en base al miedo que provoca la táctica tiene un porcentaje de éxito del 100%. Su generalización produce en muchas ocasiones la aparición de la denominada espiral del silencio, a la que el País Vasco no ha sido ajeno, ya que los sectores no nacionalistas han visto durante cerca de medio siglo coaccionada su libertad de expresión por efecto de la violencia de ETA. ‘Las raíces del miedo’ ahondaba en esta cuestión, en el acoso sistemático que han sufrido los ciudadanos e innumerables grupos sociales, como los partidos no nacionalistas, la judicatura, los profesores universitarios o los periodistas, y el miedo que les ha generado la banda terrorista. “La influencia del miedo en la sociedad vasca es profunda: condiciona la vida diaria de los ciudadanos y determina las actitudes políticas de muchos de ellos”, señala Domínguez en el libro.

Ahora, al frente del Memorial de Víctimas del Terrorismo, Domínguez profundiza en esta estrategia del miedo en el que es el primer informe de investigación en cuestiones relativas a los efectos de la violencia terrorista que publica este centro. El estudio ‘La estrategia del miedo. ETA y la espiral del silencio en el País Vasco’ cubre un vacío existente, el de trabajos específicos cuantitativos, y aporta “datos empíricos” sobre las consecuencias que el temor provocado por la violencia de ETA ha tenido en la sociedad vasca a la hora de participar en la política. Para ello, se nutre de las 36 oleadas del sondeo de la Universidad Pública Vaca Euskobarómetro, entre 1995 y enero de 2016, con las respuestas de 44.036 personas preguntadas por la existencia de miedo a participar en política en Euskadi, y por su grado de libertad para expresarse libremente en cuestiones políticas.

El informe se nutre de las 36 oleadas del sondeo del Euskobarómetro, entre 1995 y enero de 2016, con las respuestas de 44.036 personas

El miedo ha sido una realidad cotidiana para una parte de la sociedad, principalmente para quienes se declaran no nacionalistas. El informe, elaborado por el director del Euskobarómetro, Francisco J. Llera, y el profesor en el área de Ciencia Política de la UPV Rafael Leonisio, refleja que los votantes de los partidos no nacionalistas y los nacionalistas percibían la realidad de forma “muy diferente”, ya que los primeros percibían más miedo a participar en política. Las personas que votaban a las formaciones constitucionalistas no sólo percibían más temor sino que eran también quienes sentían más miedo a nivel individual. “Aquellos que se definen como no nacionalistas, los que tienen una identidad nacional subjetiva en la que se incluye a España y los votantes socialistas y, sobre todo, del PP han sido quienes han percibido mayor temor a participar en política”, sostiene el informe, presentado esta mañana en Bilbao, y que ha sido realizado con el objetivo de acometer “un análisis pormenorizado” de la percepción del miedo a participar en política de la población vasca.

Este mayor temor en el espectro no nacionalista ha tenido un efecto trascendental: “El hecho de que ese miedo no fuera homogéneo, afectando de manera desigual a los diferentes electorados, lleva a pensar que las formaciones no nacionalistas (PP, PSE-EE, UPN, UA, etc.) partían de una posición de desventaja en la contienda electoral”. ¿Conclusión? “Esa percepción asimétrica ha sido totalmente determinante para considerar que el principio de igualdad política quedó en parte desvirtuado, perjudicando significativamente a partidos como PSE y PP vasco en beneficio de las formaciones nacionalistas”. En otras palabras, el miedo a la violencia de ETA ha favorecido de forma sistemática en las urnas al PNV y ha lastrado al PSE y al PP.

El informe refleja que la existencia de una asimetría en esa emoción “concuerda” con los objetivos de ETA y da cuerpo a “la hipótesis de que la libertad para participar en política, un pilar clave de cualquier sociedad democrática, se vio gravemente coartada en el País Vasco”. Esto es, el miedo que infundó ETA con su actividad “supuso una merma de los derechos democráticos más básicos de la ciudadanía”. Y no sólo a nivel político. Había temor a sufrir un daño físico, en ocasiones “irreversible”, o a la destrucción de las propiedades materiales, pero también a la “marginación” o al “vacío social”, incluyendo “la estigmatización como ‘español’, ‘españolazo’ o ‘españolista’, algo que en determinados ambientes era (o es) equivalente a enemigo a batir”. Además, la generalización del miedo no sólo ha afectado a la participación en la política sino también a la hora de expresar opiniones.

El hecho de que ese miedo no fuera homogéneo lleva a que las fuerzas no nacionalistas partían de "una posición de desventaja" en la cita electoral

El sentimiento de miedo ha sido por norma general algo específico a un determinado sector de la población y contrasta con el sentir en la población nacionalista. El electorado del PNV y de la izquierda ‘abertzale’ percibía de media que “existía poco miedo en su entorno a participar en política”. Los datos son elocuentes. Entre el periodo comprendido de 1995 a 2011 (año del fin de la actividad armada de ETA), el 79% de los votantes del PP y el 63% del PSE afirmaba tener mucho o bastante miedo a participar en política de media. Por el contrario, sólo uno de cada tres votantes del PNV (el 37%) ha percibido este sentimiento. El porcentaje cae hasta el 28% en el caso del electorado de la antigua Batasuna.

También percibían más miedo quienes “se sentían solo españoles o más españoles que vascos”. En este sentido, aquellos que se sentían nacionalistas vascos “estaban menos cohibidos que quienes no se definían como tales”, hasta el punto de que durante el periodo de actividad de ETA el 64% de las personas que se consideraban nacionalistas declaraba que en su ambiente existía “poco o ningún temor”.

Sólo uno de cada tres votantes del PNV (el 37%) ha tenido miedo a participar en política frente al 79% del electorado del PP y el 63% del PSE

El estudio fija 2009 como una fecha relevante. A partir de este año, con la actividad de ETA en sus niveles más bajos (su último atentado fue en marzo de 2010 con el asesinato de un policía francés), la variable del miedo comienza un paulatino descenso en todos los sectores ideológicos. Además, la línea que representa el temor de los no nacionalistas y los nacionalistas se va estrechando, en especial con el cese de la violencia armada de ETA de octubre de 2011, cuando la percepción del temor va “disminuyendo progresivamente”. Así, la inactividad de la banda terrorista ha “reducido el miedo en los dos grupos, pero más en los no nacionalistas que en los nacionalistas”. Aunque las dos líneas no llegan a cruzarse, la diferencia “deja de ser significativa” a partir de 2014, según pone de manifiesto el informe.

La sensación de miedo siempre menguaba en “los periodos de tregua o de cierta inactividad letal de ETA”. Por ejemplo, en mayo de 2001, tras la ruptura de la tregua de Lizarra, que dio paso al reinicio de los atentados, y en plena campaña de acoso a los partidos constitucionalistas coincidiendo con las elecciones autonómicas de ese año, un 70% de los vascos percibía miedo en el ambiente, mientras que cinco años después, con una situación de alto el fuego vigente, el porcentaje descendió hasta el 24%.

Y más allá del contexto general, en la percepción del miedo también ha influido el contexto particular de cada municipio en función del número de atentados de ETA (no necesariamente mortales) y las acciones de ‘kale borroka’. La cercanía física con las acciones terroristas ha incidido en el clima social, incrementando la sensación de temor en el ambiente. Según el modelo estadístico del Euskobarómetro, cada asesinato que cometía la banda terrorista seis meses antes de la encuesta elevaba 0,108 puntos la escala de miedo en toda la población. Es decir, si en el primer semestre de un año ETA no mataba a nadie y la percepción de miedo en la escala era de 2,3 puntos, que la banda terrorista cometiera cinco asesinatos en la segunda mitad del año se reflejaba en la siguiente encuesta elevándose la línea de temor a 2,84 puntos.

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