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EL DINERO LO MUEVE TODO

El poder oculto en España: cómo los Rothschild movieron los hilos

Este clan era el paradigma de sofisticadas intervenciones financieras que les llevaron a la palestra de las familias más denostadas y quizás odiadas del mundo

Schloss Hinterleiten, uno de los muchos palacios construidos por la familia Rothschild. (A. Wintschalek)

Los pañales y los políticos han de cambiarse a menudo… y por los mismos motivos.

George Bernard Shaw.

Aunque los antecedentes visibles se remontan a la financiación de las campañas de Wellington en España contra Napoleón, uno de los hechos económicos de mayor envergadura en tiempos de guerra por las alambicadas características y dificultades de la financiación que comportó en su momento, pues se produciría prácticamente en tiempo real y sin una planificación previa digna de tal nombre, haría que el clan Rothschild alcanzara una notoriedad singular por esta hazaña financiera sin precedentes.

Era el año de 1813 y la ofensiva del duque de Wellington desde el sur de Portugal, había quedado frenada en seco por la falta de la obligada lubricación que hace que exista un impulso natural sostenido en cualquier ejército. Los soldados estaban a la greña con los oficiales y estos con un cabreo monumental por la pérdida de iniciativa en el campo de operaciones.

La vulnerabilidad del país y la debilidad manifiesta tras la postración convirtieron a la administración pública en un coladero de nepoticas designaciones

El Tesoro británico, al alimón con la Casa de Rothschild, envía con carácter de urgencia 1.400.000 libras, que 'in extremis' aceitan la pulcra maquinaria del ejercito inglés en tareas de invasión. La “Familia”, obtendría, amén de concesiones 'a posteriori' por parte de un país con poca capacidad de negociación, habida cuenta la incompetencia supina del arrogante monarca hispano, el escaso margen de maniobra y la falta de aliento tras una guerra de resistencia y devastación sin precedentes en tan corto periodo de tiempo: unas contrapartidas leoninas.

La vulnerabilidad del país y la debilidad manifiesta tras la postración consiguiente convirtieron a la administración pública en un coladero de nepóticas designaciones a favor de los colaboradores de esta saga de banqueros europea con influencia universal.

A pesar de lo extremo del capitalismo salvaje puesto en pie de guerra con toda su panoplia de recursos al alcance , el clan Rothschild aportó a la economía española contemporánea, capitales, tecnología, iniciativas empresariales, trabajo sostenido y, todo sea dicho de paso, modernización a medio plazo en una España donde la miseria y el pensamiento plano campaban a sus anchas.

Este clan, que se ha significado por sus múltiples intervenciones, determinantes en la mayoría de las ocasiones en el decurso de la humanidad en tiempos recientes por su calado y dimensión geopolítica incontestable –sobre todo durante los siglos XIX y primera mitad del XX–, era el paradigma de sofisticadas intervenciones financieras, y su decantamiento por uno u otro estado “soberano” y sus cuestionadas acciones de guerra a través de su potente musculo financiero, ya fueran estas inducidas, programadas, o como meras apuestas de Black Jack revestidas de mero oportunismo; les llevaron en su momento a la palestra de las familias más denostadas y quizás odiadas del selecto orbe de los grandes magnates.

“Si hay un idiota en el poder, es por que quienes lo eligieron están bien representados”, decía el ínclito Mahatma Ghandi.

La permanencia en la Division de Honor de los manipulables –caso de Fernando VII–, no fue casual. La posición de los Rothschild en la Guerra de la Independencia española, era bastante más proclive a los liberales a pesar de los resultados desfavorables a estos en los albores del siglo. Pero lo que sí está claro, es que no querían un poder omnímodo en el continente y por ello, apostaron fuerte contra los Bonaparte; por ello, en primera instancia, el atusado reyezuelo de nariz elástica y crecimiento imparable , seria su candidato en los albores del siglo entrante .

Por otra parte, el innombrable rey felón español no era santo de su devoción, aunque su apuesta fue constante y sibilina contra él. A base de mecer la cuna, acaba ocurriendo la carambola si se es paciente. Tras su desaparacion, una serie de minas de alta rentabilidad (Riotinto, Peñarroya, etc), el monopolio del mercurio nacional, y la apuesta por dinamizar los ferrocarriles en el suelo patrio (Linea Madrid – Zaragoza y otras menores) adquirieron carta de naturaleza y los “desvelos inversores” de esta saga de magnates (es importante situar bien las consonantes para evitar malentendidos), dieron sus frutos en forma de copiosas participaciones en estas grandes sociedades mineras y apuestas medioplacistas.

Su éxito indiscutible se basa en apuestas mercantiles e inversoras inapelables en las que los flujos de información eran determinantes para “clavar” el éxito. La información es la clave del triunfo, ha sido y será el leit motiv de cualquier iniciativa bien orquestada que se precie de tener talla. Los Rothschild nunca fueron mercachifles, siempre se movieron en aquellos ambientes en los que el Tesoro Público era el avalista con la consiguiente garantía de que el cobro estaba asegurado sí o sí.

La moral no tiene carta de naturaleza ni espacio de actuación, ni se la espera

Sus techos de actuación siempre fueron supranacionales y los estados soberanos eran superados fácilmente con fintas y filigranas más propias de un estilo bizantino o, sencillamente, maquiavélico. En esas altas latitudes siempre hace mucho frio y los principios están sometidos a eso, a un permanente principio de congelación. La moral no tiene carta de naturaleza ni espacio de actuación, ni se la espera.

Estos tenebrosos personajes que estuvieron tras las bambalinas de la Revolucion Francesa ( léase la infiltración en la Gran Logia de Oriente Bávara), la rusa (el zar nunca se doblegó a sus designios), el pulso tremendo con el presidente norteamericano Andrew Jackson que les impidió implantarse en La Unión como banco de referencia, su intervención a dos bandas en la Guerra Civil americana, etc. acabaría definiendo en nuestro suelo patrio una red clientelar muy dispuesta a la mano tendida a cambio de generosas comisiones. Finalmente, España tuvo un acceso tardío a la Revolución Industrial gracias a los buenos oficios de estos magos del dinero.

Para bien y para mal, aquí dejaron su huella no solamente ellos, los Rothschild. También los Fugger, cuando los Austrias eran estelares y las quiebras nos acosaban sin concesiones, los Rockefeller cuando despuntaba el conflictivo siglo XX y el franquismo necesitaba de reconocimiento transfronterizo, los O´Shea encastrados en la saga Botín, los March, Salamanca, Matute, etc, etc… En definitiva, el poder real.

Nada nuevo bajo el sol. Al final, todo es un juego de títeres.

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