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La rebelión de las redes
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La rebelión de las redes

Conviene pedir a esa filosofía del presente que aclare los tópicos que se están propagando sobre una realidad que parece tener vida propia. ¿Qué es la red? ¿Crea algo la red?

Foto: Una conexión invisible entre personas de todo tipo. ¿O no? (iStock)
Una conexión invisible entre personas de todo tipo. ¿O no? (iStock)

Hace tres cuartos de siglo, Ortega publicó 'La rebelión de las masas'. Con un lenguaje que ahora nos parece demasiado alquitarado y modernista, describe una situación social: lo que llama la hiperdemocracia. La llegada al poder de las masas. Dicho así, suena de lo más reaccionario y elitista, pero Ortega precisa lo que entiende por 'masa', que no tiene nada que ver con una clase social y, menos aún, económica. Divide la humanidad en dos clases de personas, “las que se exigen mucho y acumulan sobre sí mismas dificultades y deberes, y las que no se exigen nada especial, sino que para ellas vivir es ser en cada instante lo que ya son, sin esfuerzo de perfección sobre sí mismas”. “Lo característico del momento —añade— es que el alma vulgar, sabiéndose vulgar, tiene el denuedo de afirmar el derecho de la vulgaridad y lo impone dondequiera”.

En este momento estamos asistiendo a un fenómeno relacionado con el anterior. Vivimos el ascenso al poder de las redes. Se busca la presencia en las redes como si en ellas se diera un plebiscito cotidiano. Lo que me parece más sorprendente es que se está extendiendo la idea de que hay una 'superinteligencia en la red', de que 'las multitudes son inteligentes', de que la 'red produce conocimiento'. David Weinberger, del Berkman Center de Harvard, en su libro 'Too Big to Know', señala: ”El conocimiento está adquiriendo la forma de red, es decir, internet: Ahora el conocimiento no solo vive en las bibliotecas y museos y revistas académicas. Ahora el conocimiento es propiedad de la red”.

Vivimos en una sociedad en red, se dice. Esto no es nuevo. Toda sociedad es, por definición, una red comunicativa. Lo que ha cambiado es que la red se ha hecho más amplia, más rápida, más tupida y más barata. Pero conviene pedir a esa filosofía del presente que necesitamos que aclare los tópicos que se están propagando sobre una realidad que parece tener vida propia. ¿Qué es la red? ¿Crea algo la red? ¿Tiene una función política? Hagamos un poco de historia. A principio de los noventa, Clinton lanzó un programa de 'autopistas de la información', a partir del cual nació la red. El nombre era acertado, pues se trataba de un sistema de carreteras electrónicas, por donde la mercancía (información) podría transitar a velocidades nunca pensadas. El tráfico, el comercio, la interacción aumentaron colosalmente. Pero esa eficiencia no nos dice nada acerca de la calidad de las mercancías transportadas, ni de las interacciones. Los camiones que circulan por una carretera pueden ser camiones de basura. Las grandes 'concesionarias de autopistas de la información' introducen algunos controles de mercancías, y el revuelo político creado últimamente por las informaciones falsas —ya les he hablado de la posverdad— les está obligando a pensar en instalar controles más estrictos.

Lo más sencillo es que, como en las autopistas reales, sea el receptor quien acepte o no la mercancía. Es él quien debe tener los criterios de calidad

Pero los gestores de una autopista no pueden evaluar las mercancías, salvo a niveles muy elementales. Siguiendo con la comparación, pueden detectar materiales inflamables, pero no medicamentos inútiles. Los controles definitivos deben ser autónomos, y depender del tipo de contenidos. Todo lo que transita por la red debe tener sus propias reglas de evaluación. Por ejemplo, las noticias. En este caso, el control intentan hacerlo las instituciones de 'fact-check' que están apareciendo en todo el mundo. Me parece muy difícil establecer un control de entrada (salvo en casos muy claros, como páginas que animen a la violencia, a las drogas, etc.). Lo más sencillo es que, como en las autopistas reales, sea el receptor quien acepte o no la mercancía. Es él quien debe tener los criterios de calidad. Wikipedia es posiblemente la mayor creación de conocimiento compartido que ha emergido de internet, y se basa en un proceso continuo de autocrítica de lo publicado.

Ser la solitaria lechuza de nuevo

Esto es lo que está fallando en este momento. La nueva definición de 'masa' designaría el conjunto de quienes aceptan de forma acrítica lo que la red les ofrece o, lo que es peor, aceptando solo lo que favorece sus opiniones. Hace ya 20 años, Nicholas Negroponte, que estaba al frente del MediaLab del MIT, propuso la creación de un periódico 'Daily Me' absolutamente personalizado. Cada lector decidiría las noticias que quiere recibir. En la actualidad, es posible, pero produciría lo que se llama 'efecto cámara de eco' ('echo chamber'), un espacio donde la gente solo escucharía aquellas cosas con las que está de acuerdo. Una máquina de favorecer prejuicios, de crear tribus integristas, de alimentar el fanatismo. Conviene recordar que Donald Trump ha criticado el pensamiento crítico —el 'fact-chek'— como un engendro elitista. Tiene razón, va en contra de la masa. Pero no olvidemos que la verdadera democracia funciona no cuando todos los ciudadanos se convierten en masa moldeable, sino cuando todos los ciudadanos se convierten en élite crítica. Eso es lo que olvidan los populismos.

Sociólogos y políticos han estado siempre muy interesados en estudiar cómo se forma la 'opinión pública'. Ahora se ha extendido la idea de que la red ha democratizado la opinión y con eso la ha hecho más fiable, porque todos somos 'prosumidores'. Todos consumimos información y la producimos. Esto es de una ingenuidad alarmante. ¿Piensa alguien que cuando retuitea o aprieta un botón de 'me gusta' está 'creando conocimiento'?

El problema mas grave es que la red, sin ningún tipo de evaluación, se está convirtiendo en la mayor fuente de información del planeta. Y está adquiriendo una cierta legitimidad política. La opinión popular se transmite a través de la red, lo que produce un espejismo de democracia. Andy Warhol decía que todo el mundo puede tener sus 15 segundos de gloria. Eso se llama ahora 'trending topic'. Es la palpitación inmediata del corazón popular, el colmo de la democracia directa y espontánea. Pero la red es un sistema facilísimo de manipular y ha creado toda una industria para hacerlo. El 'marketing viral', la gestión de reputación, el 'astroturfing' (intoxicación introduciendo información trucada que parece espontánea), los 'spin' (técnicas de manipulación en la red), el partido de los 50 centavos (la contratación de profesionales por el Gobierno chino —o por cualquier institución poderosa— para esparcir rumores en internet), los ubicuos expertos en gestión de webs, de marcas, de presencia en la red, son buenos ejemplos.

Twitter tiene como símbolo un pájaro, pero recuerde cómo evolucionan las bandadas de pájaros

He definido 'masa' como ausencia de pensamiento crítico. Es un 'estado' en que podemos caer todos cuando nos dejamos llevar por el contagio emocional, por la disolución de la individualidad, por la equiparación de cualquier opinión. Jaron Lanier, un experto en informática considerado una de las 100 personalidades más influyentes del mundo en 2011 según la revista 'Time', al que la Enciclopedia Británica ha incluido en la lista de los 300 inventores más importantes de la historia, ha publicado un libro titulado 'Contra el rebaño digital', en el que afirma que, aparentando dar protagonismo a todo el mundo, las redes pueden acabar convirtiéndonos a todos en ovejas. Twitter tiene como símbolo un pájaro. Recuerde cómo evolucionan las bandadas de pájaros. Prefiero la solitaria lechuza, de ojos siempre abiertos, símbolo de la filosofía.

Hace tres cuartos de siglo, Ortega publicó 'La rebelión de las masas'. Con un lenguaje que ahora nos parece demasiado alquitarado y modernista, describe una situación social: lo que llama la hiperdemocracia. La llegada al poder de las masas. Dicho así, suena de lo más reaccionario y elitista, pero Ortega precisa lo que entiende por 'masa', que no tiene nada que ver con una clase social y, menos aún, económica. Divide la humanidad en dos clases de personas, “las que se exigen mucho y acumulan sobre sí mismas dificultades y deberes, y las que no se exigen nada especial, sino que para ellas vivir es ser en cada instante lo que ya son, sin esfuerzo de perfección sobre sí mismas”. “Lo característico del momento —añade— es que el alma vulgar, sabiéndose vulgar, tiene el denuedo de afirmar el derecho de la vulgaridad y lo impone dondequiera”.

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