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Humanidades: una propuesta para volver a integrarlas en la educación
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Humanidades: una propuesta para volver a integrarlas en la educación

Soy catedrático de Filosofía y estoy de acuerdo con los que reclaman mayor presencia de las humanidades. Pero esta convicción es inútil si no se explican bien las razones

Foto: ¿Qué lugar deben ocupar las letras en nuestros currículos? (iStock)
¿Qué lugar deben ocupar las letras en nuestros currículos? (iStock)

Un tema importante para el futuro de nuestra educación es la consideración que han de tener las humanidades. El sábado pasado, participé en un debate sobre este tema, en el programa de mi amiga Pepa Fernández, en Radio Nacional. Entre los numerosos escuchantes que intervinieron, había una gran preocupación por lo que se considera un “declive generalizado de las humanidades” en nuestras leyes educativas. Sin embargo, no era una opinión unánime, porque una parte significativa se quejaba de que eran las ciencias y las matemáticas las que estaban siendo descuidadas. Me gustaría trasladar aquí esa polémica porque es un asunto de vital importancia para nuestro futuro. En casi todos los países, se está dando un gran protagonismo a las llamadas STEM (Science, Technology, Engineering, Mathematics). En la Unión Europea, hay una campaña para fomentar vocaciones científicas y técnicas porque vamos a tener un déficit en profesionales competentes en estas materias.

Periódicamente, se nos dice que debemos introducir en los planes educativos más de todo -más inglés, más informática, más ciencias, más deporte, más historia, más filosofía, más lectura, música, plástica, teatro, educación vial, latín, griego, ajedrez, emprendimiento, creatividad, historia del arte o de las religiones-. El problema está en que tenemos 1.000 horas lectivas al año, un 10% más que la media de la OCDE. Y tenemos unos currículos sobrecargados, interminables y pedagógicamente disparatados. Antes de introducir algo nuevo, tenemos que eliminar algo viejo. No hay buena organización educativa sin una clara gestión del tiempo.

Lo primero que deberíamos hacer los que reivindicamos las humanidades es definir lo que entendemos con ese nombre y justificar su necesidad

Volvamos a las humanidades. Martha Nussbaum, una gran intelectual, Premio Príncipe de Asturias, ha escrito: “Estamos en el centro de una crisis de proporciones masivas y significado global. No me refiero a la crisis económica que comenzó en 2008. Todo el mundo la conoce y los líderes mundiales se han enfrentado a ella. No. Me refiero a un crisis oculta, como un cáncer, una crisis que, a largo plazo, puede dañar el futuro del sistema democrático: una crisis educativa mundial”. El epicentro de esa crisis es el abandono de las humanidades.

Soy catedrático de Filosofía y estoy de acuerdo con Nussbaum, y con todos los que reclaman una mayor presencia de las humanidades en la escuela. Pero esta convicción es inútil si no se explican bien las razones que la avalan, y si no se tiene en cuenta el contexto educativo entero. Lo primero que deberíamos hacer los que reivindicamos las humanidades es definir lo que entendemos con ese nombre y justificar su necesidad. Como ya he comentado varias veces en esta sección, es imprescindible que los docentes sepamos contestar a la pregunta que constantemente nos plantean los alumnos y sus padres: "¿Y eso para qué sirve?". Y necesitamos saber responderla.

La historia del término 'humanidades' es curiosa. En el Renacimiento se opusieron las 'letras humanas' a las 'letras divinas'. En ese momento, la ciencia pertenecía a las 'letras humanas'. Pero más tarde, estas se dividieron en 'ciencias de la naturaleza' y 'ciencias del espíritu o de la cultura'. Es esta división la que se ha traducido en la oposición entre 'ciencias' y 'letras' que hemos introducido en los planes educativos. Admite que un humanista puede no saber nada de ciencia y ser un tecnófobo, y que un científico no tiene que saber nada de literatura, historia o filosofía. La inevitable especialización hace que ambas culturas vayan separándose cada vez más, en especial en la universidad. Mi propuesta es que no deberían hacerlo en la educación obligatoria. ¿Pero es posible?

Las humanidades integran cuatro áreas. La primera tiene que ver con el lenguaje, la expresión y la comunicación. Nuestra inteligencia es lingüística y nuestra convivencia también. La torpeza lingüística se traduce en múltiples torpezas vitales. La segunda área se centra en aprender a pensar y aprender a pensar críticamente. La tercera, en conocer la historia de la evolución cultural humana. Para comprender lo que somos tenemos que conocer lo que hemos creado a lo largo de la historia. La ciencia, las matemáticas, las artes, la literatura, las mitologías, las religiones, los sistemas políticos, el derecho nos definen como seres humanos. Por último, la cuarta área es envolvente, porque introduce las actividades humanas dentro de un marco ético. Lenguaje, pensamiento crítico, cultura, ética. Ese es el contenido de las humanidades.

¿Habrá científicos humanistas y humanistas científicos capaces de elaborar estos nuevos programas?

La manera que propongo de unificar de manera realista los campos ahora antagónicos de las ciencias y de las letras consiste en estudiarlas todas como creaciones de la inteligencia humana. De la misma manera que las galaxias surgieron del Big Bang inicial y desde entonces se separan vertiginosamente, todas las actividades humanas emergieron de la inteligencia y se van distanciando. Hacerlo nos exige un gran esfuerzo a los que nos consideramos humanistas. Seguir ese proceso a partir del conocimiento de cómo funciona la inteligencia humana nos permitiría una integración en el origen de la ciencia y las humanidades. ¡Ya tendrán tiempo de separarse a lo largo del proceso educativo! Diseñar este modelo integrador exige un colosal esfuerzo a los que nos consideramos humanistas. No se trata de pelear por unas asignaturas, sino por la permeabilización humanista de todas las asignaturas. Muchos estamos trabajando -hasta ahora con poco éxito- para conseguir currículos integrados, que nos permitan aprovechar de modo más eficaz el tiempo de nuestros alumnos. Poco a poco, sin embargo, se va imponiendo la idea. En Finlandia, se va a implantar el 'Phenomenon-based structure', un currículo que exige la integración de diferentes temas y de distintas asignaturas, algo que en España hacen ya muchos centros, por ejemplo los de los jesuitas.

El cultivo en la escuela de cada una de las cuatro áreas humanistas puede justificarse con facilidad. El lenguaje es la herramienta que tenemos para analizar la realidad, para comunicarnos con los demás, para dirigir nuestro propio comportamiento y para pensar. Pensamos para comprender, inventar, orientarnos, distinguir lo verdadero de lo falso y lo trivial de lo relevante, para convencer y para gestionar las emociones. Conocer la evolución de las culturas, los intereses y preocupaciones que han dirigido la actividad del ser humano a lo largo de la historia es, como señaló el venerable Wilhem Dilthey, el único modo que tenemos de conocer nuestra naturaleza. Una visión humanista de las matemáticas no consiste en saber solucionar ecuaciones diferenciales, sino en comprender la belleza y la función de esa creación humana. Por último, sin una reflexión que sitúe cada una de esas actividades en un marco ético, la historia de la humanidad continuará siendo el libro de cuentas de un matadero. ¿Habrá científicos humanistas y humanistas científicos capaces de elaborar estos nuevos programas? Aquí tienen su casa.

Un tema importante para el futuro de nuestra educación es la consideración que han de tener las humanidades. El sábado pasado, participé en un debate sobre este tema, en el programa de mi amiga Pepa Fernández, en Radio Nacional. Entre los numerosos escuchantes que intervinieron, había una gran preocupación por lo que se considera un “declive generalizado de las humanidades” en nuestras leyes educativas. Sin embargo, no era una opinión unánime, porque una parte significativa se quejaba de que eran las ciencias y las matemáticas las que estaban siendo descuidadas. Me gustaría trasladar aquí esa polémica porque es un asunto de vital importancia para nuestro futuro. En casi todos los países, se está dando un gran protagonismo a las llamadas STEM (Science, Technology, Engineering, Mathematics). En la Unión Europea, hay una campaña para fomentar vocaciones científicas y técnicas porque vamos a tener un déficit en profesionales competentes en estas materias.

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