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Cómo es la vida de un hombre de mediana edad en la cárcel
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AQUÍ SÍ QUE VALEN LA EDAD Y LA EXPERIENCIA

Cómo es la vida de un hombre de mediana edad en la cárcel

Hace más de 50 años que un célebre libro puso de manifiesto que en las prisiones suelen emerger figuras carismáticas que lideran al resto. Algo que sigue ocurriendo hoy en día

Foto: Las relaciones paterno-filiales también se dan en la cárcel. (iStock)
Las relaciones paterno-filiales también se dan en la cárcel. (iStock)

Las ideas que tenemos sobre lo que ocurre en la cárcel están condicionadas tanto por las ficciones que conocemos (novelas o películas) como por nuestros prejuicios. Por una parte, tendemos a imaginar las celdas como un mundo sin ley –al fin y al cabo, quienes están en ellas son los que no la han respetado– en el que reina la violencia, los favores y la inmoralidad. Por otra, sospechamos que existen ciertas jerarquías, reglas y principios que deben respetarse si uno no quiere terminar mal, de manera en ocasiones idealizada. Dejemos a un lado que ahora parezca un lugar ideal para hacer negocios.

Como lamenta un grupo de investigadores estadounidenses en un trabajo publicado en 'American Sociological Review', no son muchos los esfuerzos que se han realizado durante los últimos años para entender cómo funciona la jerarquía social de las cárceles y de qué forma se establecen las relaciones de poder o amistad entre los presos. Pero como desvelan en su último trabajo, que se centra en una prisión de Pensilvaina de media seguridad, está casi más cerca de parecerse a 'Cadena perpetua', con su Red interpretado por Morgan Freeman, que a los infiernos imaginados por tantos. Al menos en lo que se refiere al respeto y el estatus.

Se venera a los que muestran lealtad y respeto hacia la propiedad ajena, que saben tratar con el personal de la prisión y no dan problemas

Lo que pone de manifiesto el trabajo, realizado a partir de 142 entrevistas, es que son los prisioneros de mayor edad los que terminaban convirtiéndose en los líderes del grupo, respetados y queridos por otros presos más jóvenes, que ven en ellos una guía. Algo que ocurre en otras épocas y en otros lugares: la clásica investigación 'The Society of Captives' de Gresham Sykes, publicada en 1958, ya ponía de manifiesto que en mitad del caos solían aparecer “tíos legales” ('right guys') que se encontraban en lo más alto de la jerarquía por su capacidad de “trabajar en beneficio de la comunidad para aliviar el dolor que supone vivir en prisión y mantener la paz”.

Foto: La legislación de cada país intenta evitar, a través de la separación de los presos, que se produzcan abusos sexuales. (Reuters/Robert Galbraith)

Algo semejante ocurre en las cárceles inglesas, que fueron estudiadas en 2009 por Ben Crewe en su libro 'The Prisoner Society'. A través de las palabras de los presos, este describía cómo se venera a aquellos que “mostraban lealtad, sinceridad y respeto hacia el espacio personal y la propiedad, que tratan habilidosamente con el personal de la prisión, que no dan problemas a los demás, que muestran estoicismo ante la provocación y que mantienen buenos niveles de higiene personal”. ¿Quiénes son? Por lo general, los presos de mayor edad, los que han pasado más tiempo entre rejas.

La experiencia cuenta

¿Por qué ocurre esto? Parece obvio: otras investigaciones han recordado que los presos que han pasado mucho tiempo en la cárcel terminan intentando sacar el máximo partido a su vida entre rejas, aceptándola, evitando el estrés, cuidándose y cuidando a los que les rodean con empatía y la sabiduría que proporciona la experiencia. De ahí que muchos de los nuevos y más jóvenes prisioneros terminen encontrado en ellos guía, consejo y ayuda tanto para ser respetados ante otros presos como a la hora de conseguir ciertas ventajas.

Un 'viejales' ha tenido mi edad pero yo nunca he tenido la suya, así que ya ha pasado por eso y puede enseñarte

“Soy el prisionero más joven de mi bloque, así que si me meto las manos en los calzoncillos o llevo los pantalones caídos, me lo dicen”, explica un preso negro de 22 años. “Algunos son como figuras paternas”. Y, como tales, les dicen cuándo deben subirse los pantalones o no hacer lo incorrecto. Puede parecer banal, pero en realidad, es un síntoma de su función a la hora de mostrar a los demás las reglas de la prisión, tanto las explícitas como las implícitas. De ahí que sean respetados: “Un 'viejales' ha tenido mi edad pero yo nunca he tenido la suya, así que ya ha pasado por eso y puede enseñarte”, explica otro preso.

En muchas ocasiones, este estatus superior es una mera cuestión de edad, ya que se percibe que “han acumulado un importante conocimiento institucional a lo largo del tiempo”. Ellos mismos lo reconocen, como explica en el estudio un hombre que ha pasado 16 años entre rejas: “Te granjeas el respeto según el tiempo que has pasado, porque sabes qué pasa aquí, mientras que los chavales que entran ahora no son más que mocosos que arruinan las cosas de los mayores”. Poco a poco, no obstante, estos presos de más edad comienzan a conformar relaciones de tutor y pupilo con los nuevos internos irrespetuosos.

placeholder Cuanto más tiempo pasas, más respeto obtienes. (iStock)
Cuanto más tiempo pasas, más respeto obtienes. (iStock)

Sobre todo, porque el respeto es un factor importante para aumentar tu estatus. Sobre todo, en la manera en que uno se comporta con los demás, como explica un preso hispano de 29 años: “A todo el mundo le gusta que le respeten, así que la mejor manera de ser respetado es respetar”. En un mundo que puede deslizarse fácilmente hacia el caos, los hombres mayores capaces de hacer que el código tácito se contemple gozan del cariño de los demás, gracias a su contribución al “bienestar general de la unidad, interacciones sociales positivas, apoyo, siendo modelos o impartiendo conocimiento”. Con una peculiaridad: esto no suele limitarse a unos pocos presos, sino que es su actitud general.

“Sé por lo que has pasado...”

Uno de los personajes más memorables de 'The Wire' era 'Cutty', un expresidiario que abría un gimnasio para que los chicos pobres de Baltimore pudiesen entrenar en él en lugar de vagar por las calles. La figura descrita en los testimonios de los presos se parece sustancialmente a los suya, ya que se trata de “hombres mayores y con experiencia que enseñan a los jóvenes a valorar el respeto hacia uno mismo, la urbanidad y los éxitos convencionales ante la adversidad económica”.

Garantizar la estabilidad de la comunidad es más importante que los antecedentes a la hora de establecer la jerarquía

En su papel de mediadores, resultan también particularmente útiles a la hora de tratar con los guardas, la verdadera autoridad cotidiana en las cárceles. Como recuerda un preso de 44 años, son “tíos que se sientan con los oficiales”. Algo esencial tanto para gozar de un mayor estatus, puesto que esta relación les proporciona “acceso a recursos, información y poder” como para convertirse en idóneos aliados a la hora de desenvolverse en el día a día. Si necesitas un favor, ellos están ahí: “Los oficiales les conocen, así que les resulta más fácil conseguir algo”, explica un preso de 40 años. En caso de que ocurra alguna cosa sospechosa, serán los primeros a los que los guardas preguntarán, así que mejor caerles bien.

Los investigadores recuerdan que es curioso que el crimen por el que cada cual se encuentra entre rejas apenas sea relevante a la hora de gozar de este respeto por parte de los demás (salvo por el hecho de que, obviamente, nadie envejece entre rejas por un delito menor). Como recuerda el estudio, “el conocimiento de la cárcel y las contribuciones a la estabilidad de la comunidad parecen tener más importancia que el historial criminal de los presos a la hora de determinar la jerarquía”. Esta microsociedad, por lo tanto, se rige por leyes y valores muy distintos a los de la calle; paradójicamente, mucho más parecidos a los de la sociedad civil. ¿Por qué? Como sugieren los autores, porque entre rejas todo el mundo necesita protección y ayuda, y la violencia y el odio raramente sirven para conseguirlo. Ni siquiera entre delincuentes.

Las ideas que tenemos sobre lo que ocurre en la cárcel están condicionadas tanto por las ficciones que conocemos (novelas o películas) como por nuestros prejuicios. Por una parte, tendemos a imaginar las celdas como un mundo sin ley –al fin y al cabo, quienes están en ellas son los que no la han respetado– en el que reina la violencia, los favores y la inmoralidad. Por otra, sospechamos que existen ciertas jerarquías, reglas y principios que deben respetarse si uno no quiere terminar mal, de manera en ocasiones idealizada. Dejemos a un lado que ahora parezca un lugar ideal para hacer negocios.

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