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El policía más condecorado de Nueva York: "Maté a cuatro hombres y no me preocupa"
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Una charla con un patrullero del bronx

El policía más condecorado de Nueva York: "Maté a cuatro hombres y no me preocupa"

El agente con más premios y medallas civiles narra sus años de experiencia en "el peor barrio del mundo", Fort Apache, a pocos días de publicar sus memorias en Estados Unidos

Foto: Ralph Friedman, el patrullero del Bronx más condecorado de Nueva York.
Ralph Friedman, el patrullero del Bronx más condecorado de Nueva York.

El tatuaje en el dorso de la mano derecha de Ralph Friedman (Nueva York, 1951), el policía más condecorado de la policía de Nueva York, avisa: “Justificado cuatro veces”. Se refiere a los cuatro hombres a los que mató a tiros. “Fue todo legal. Nunca me importó mucho. Estaba en peligro”, es lo primero que replica cuando se le pregunta por la sensación de acabar con la vida de un hombre. Friedman atiende a El Confidencial a través de su teléfono móvil desde su domicilio secreto, al que se mudó desde su Bronx natal hace un par de años. “Si no les mato, me hubieran matado a mí. Defensa propia”, insiste sin querer entrar en otras consideraciones.

El veterano expolicía creció en Fort Apache, “probablemente el peor barrio del mundo”, entre chicos de origen italiano. Desde los 12 años comenzó a levantar pesas. Había que estar fuerte para sobrevivir. Nadie en su familia es policía, “tampoco ladrón”, dice con una risa algo cascada por los años. No tenía particular vocación, pero lo que sí sabía es que no iba a ir a la universidad: “Quería vivir a mi aire, tener dinero, hacer mi propio camino". Un día, dos colegas del barrio le dijeron que se iban a presentar a las pruebas para ingresar al cuerpo de policía de Nueva York. Tenia 18 años y se dedicaba a ayudar en mudanzas. Pero decidió acompañarlos. De aquello han pasado 47 años.

"Fue todo legal. Nunca me importó mucho. Estaba en peligro”, es lo que replica cuando se le pregunta por la sensación de acabar con un hombre

Unos años en los que “todo ha cambiado muchísimo”. En la década de los setenta, la parte del Bronx por la que patrullaba Friedman, en ocasiones camuflado de taxista, era “el peor vecindario del mundo, un auténtico infierno". “Tenías que estar listo para el combate”, dice ahora al describir un panorama de pandilleros y balaceras permanentes. Fue la época de la eclosión de la droga, cuando muchas partes de la ciudad más cosmopolita del país quedaron vedadas para sus propios ciudadanos y en muchos casos hasta para los agentes.

placeholder Friedman, con un compañero en 1975.
Friedman, con un compañero en 1975.

Rudolph Giuliani [alcalde de Nueva York entre 1994 y 2001] cambió completamente la ciudad, le dio la vuelta. Hizo un gran trabajo”, estima Friedman, pero cuando le obligaron a colgar la pistola y retirarse aún quedaban 10 años para la llegada al consistorio de Giuliani, polémico por sus expeditivos modos para reducir el crimen en la megalópolis estadounidense. El policía se retiró en 1984. Para entonces le había dado tiempo a ser el más laureado del cuerpo y a coleccionar aventuras y tatuajes.

36 medallas al mérito civil

La primera, al poco de abandonar las oficinas donde obligatoriamente pasó sus dos primeros años de agente por no tener la edad (21 años) reglamentaria para salir a las calles, fue cuando observó cómo un chiquillo le pedía dinero a un hombre. El hombre ignoró al muchacho, que le llamó “bastardo”. La respuesta fue fulminante: un disparo en el pecho al crío. Friedman le persiguió mientras el asesino rodaba por el capó de un coche cargando de nuevo el arma. Luego se giró y disparó contra Friedman. Este respondió con nueve disparos a la tripa. Por esa acción ganó la primera de su extensísima colección de medallas.

No fue el único tiroteo en el que ha participado. “Estuve en 15 enfrentamientos a tiro limpio, herí a ocho hombres y maté a cuatro”, rememora. Tiene 219 premios policiales y 36 medallas al mérito civil. Arrestó a más de 2.000 delincuentes.

Conoció a una mujer con la que tenía pensado “tener un poco de sexo”, pero fue detenida antes de consumar la cita: pretendía asesinarle

Su habilidad con la pistola se hizo legendaria. Hasta el punto de evitar un disparo con la culata de su propio revolver, lo que le rompió la mano. Estuvo ocho semanas de baja. Pero no solo era un extraordinario tirador, también era un detective con olfato e intuición. Y suerte. En 1977 conoció a una mujer con la que tenía pensado “tener un poco de sexo”. Los planes se frustraron varios días seguidos. Finalmente, la mujer fue detenida antes de consumar la cita: pretendía asesinarle. Era la hermana de uno de los hombres, Manny Rivera, a los que Friedman había liquidado. “Tenía un cuerpo escandalosamente atractivo”, resume el policía.

El principio del fin de su carrera vino por una circunstancia inesperada. Acudió a una llamada de emergencia en su coche y fue embestido por otro vehículo policial que también iba a atender la misma urgencia. El resultado fue un coche como un acordeón y 23 huesos rotos. “Me dijo el médico que solo había sobrevivido por la fenomenal forma física en la que estaba”, explica, al tiempo que recuerda que no podía “mover ni un centímetro del cuerpo sin que me muriese de dolor”.

Un tipo duro

Ese paso por el hospital tuvo otra consecuencia complicada. Un día fueron a verle siete mujeres al mismo tiempo. “Al principio pensé que tenía alucinaciones, pero luego me di cuenta de que había estado viendo a esas mujeres de manera regular durante todo ese año. ¡No podía creer que aparecieran todas a la vez!”. Una de ellas se lo tomó con sentido del humor. Al poco, se convirtió en su mujer y siguen juntos.

Él también es un hombre simpático y bromista por teléfono, aunque advierte de que el trabajo en Fort Apache le hizo un tipo duro. “He visto gente sin brazos o con el cuerpo destrozado y al poco me he ido a tomar una pizza tranquilamente, no me molestaba. El trabajo era así”.

He visto gente sin brazos o con el cuerpo destrozado y al poco me he ido a tomar una pizza tranquilamente

La portada del libro de Friedman.Ahora dedica el tiempo al gimnasio. Y a veces echa de menos su tarea en las calles. Si ve películas de policías de la época, echa algunas lagrimillas. En el fondo es un sentimental que ha escrito junto a un antiguo compañero del cuerpo, Patrick Picciarelli, unas memorias que verán la luz a finales de este mes en Estados Unidos en la editorial Saint Martin Press: ‘Street Warrior. The True Story of the NYPD’s Most Decorated Detective and the Era That Created Him’.

Friedman está contento con el resultado: “Es un buen trabajo. Hemos pasado unas cuantas copias y a la gente le gusta”. Desde luego, aventuras no le faltan. Ni tatuajes ni disparos "justificados por cuatro".

El tatuaje en el dorso de la mano derecha de Ralph Friedman (Nueva York, 1951), el policía más condecorado de la policía de Nueva York, avisa: “Justificado cuatro veces”. Se refiere a los cuatro hombres a los que mató a tiros. “Fue todo legal. Nunca me importó mucho. Estaba en peligro”, es lo primero que replica cuando se le pregunta por la sensación de acabar con la vida de un hombre. Friedman atiende a El Confidencial a través de su teléfono móvil desde su domicilio secreto, al que se mudó desde su Bronx natal hace un par de años. “Si no les mato, me hubieran matado a mí. Defensa propia”, insiste sin querer entrar en otras consideraciones.

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