Cómo combatir el asma: la terapia centenaria que sigue dando resultados

El asma es una enfermedad caprichosa, a veces leve, otras crónica y severa. A pesar de que se trata de una dolencia frecuente y conocida desde la antigüedad, no ha sido hasta el siglo pasado cuando hemos comenzado a conocer los mecanismos y las causas que la producen. Afecta a las vías respiratorias, que las inflama y estrecha, y causa periodos de sibilancias (un sonido silbante durante la respiración), dificultad para respirar, opresión en el pecho y tos. Un infierno.

En España afecta a una de cada diez personas, según informa la Sociedad Española de Neumología y Cirugía Norácica (SEPAR), oscilando entre el 5,5% de Pamplona y el 15,4% de Cádiz. Es una de las enfermedades crónicas más comunes, sobre todo en niños y adolescentes, y la tendencia, tanto en España como en el resto del mundo, sugiere que irá en aumento. Todo apunta los cambios en el estilo de vida, la demografía y el tabaquismo como las causas principales del agravamiento. Aunque rara vez llega a ser mortal por sí sola, suele debilitar a quien la sufra, deteriorar su calidad de vida y conducirles a una rutina desesperante de emergencias y hospitales, así como la aparición de dolencias adicionales.

No existe cura para el asma, pero la buena noticia es que los problemas asociados a ella pueden mitigarse a través del tratamiento, uno de los más costosos. El promedio anual del paciente asmático, quien como mínimo sufre un ataque al año, es de 1.950 euros, cifra que asciende a los 1.872 millones si se tiene en cuenta al conjunto de la población afectada en España. Por su parte, en Estados Unidos los pacientes más graves forman parte del llamado “grupo de platino”. Es decir, del 5% de los americanos responsables de la mitad del presupuesto en sanidad.

12 semanas en altitudes de 1.500 metros o más pueden ser tan efectivas para el asma como la budesónida inhalada

Asimismo, la enfermedad también responde a factores ambientales. Algunas de las terapias más eficaces que se conocen (y que ahora se están desarrollando) no implican necesariamente a ningún medicamento, pues se resumen en cambiar el ambiente en el que el paciente asmático vive.

Por qué la altitud es ideal para asmáticos

Bajo esta premisa, la revista estadounidense 'The Atlantic' ha analizado el insólito caso de Denver. Por lo general, el asma afecta en mayor medida a quienes viven en grandes núcleos urbanos, sobre todo debido a la polución. Se trata de una de las ciudades más contaminadas de EEUU -tiene el equivalente a la boina madrileña- y, sin embargo, ocupa un puesto alto en el ránking de las mejores poblaciones para asmáticos.

Esto se explica por dos factores. El primero, sus alrededores: mucho verde y montañas. El segundo, y más determinante, la altitud (es la ciudad más alta de EEUU, a 1.600 metros sobre el nivel del mar). Al contrario de lo que se pensaba hace años, un campo emergente de investigación sugiere que el aire propio de tales elevaciones puede ayudar a los asmáticos. De hecho, una investigación publicada el año pasado por el 'European Respiratory Journal' considera que 12 semanas de exposición prolongada a altitudes de 1.500 metros o más pueden ser tan efectivas en el control del asma como la budesónida, un medicamento que en su forma inhalada se utiliza para el tratamiento a largo plazo del asma.

Si trasladas a varios niños de ciudad a zonas altas, su asma mejorará. Y si haces lo contrario, empeorará

Esta característica ha hecho que algunas de las mejores clínicas de tratamiento se hayan trasladado a Denver o al Estado de Colorado. “Hay docenas de artículos sobre el asma y la altitud y, en general, señalan que los asmáticos mejoran cuando se trasladan a grandes altitudes”, asegura Peter Hackett, del Instituto de Medicina de la Altitud, a la revista americana. “De hecho, si llevas a varios niños de ciudad a zonas altas, el asma mejora. Y si haces lo contrario, empeora”, añade.

Los nuevos y los viejos métodos

El caso de Denver se utiliza en los círculos médicos para defender la terapia climática de elevada altitud, una de las más antiguas, que asegura que no solo se benefician de que en semejante altitud haya menos alérgenos, sino que uno se vuelve menos sensible a ellos. Este tratamiento natural está camino de convertirse en norma, al menos en EEUU.

No solo el paradigma de la medicación está cambiando, sino que el tratamiento convencional también está dando pasos de gigante. En este sentido, el análisis personalizado, no solo en función de edad, raza e historial médico, sino también según la rutina o cantidad de eosinófilos (un tipo de glóbulos blancos que participan en la defensa del organismo contra alérgenos) del paciente, parece el camino a seguir. Asimismo, se están empezando a administrar otros tratamientos, más allá de los esteroides inhalados, como el Omalizumab, que pertenece al grupo de anticuerpos monoclonales, y que puede ayudar incluso a aquellos enfermos cuyo desencadenante no es una alergia. Los expertos más optimistas señalan que podrían reducir los costes del tratamiento a la mitad.

Hace 60 años, la gran mayoría de la gente que padecía asma no podía llevar una vida normal. Hoy en día, gracias al progreso de las terapias y los tratamientos, se ha mejorado mucho su día a día. Lo curioso del asunto es que las opciones van desde la medicina más avanzada hasta algo tan viejo como darse un paseo por la montaña.