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Adolescentes en guerra contra el turismo de borrachera en Benidorm
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Adolescentes en guerra contra el turismo de borrachera en Benidorm

Un grupo de estudiantes de la Costa Blanca presenta una iniciativa para evitar el ocio de alcohol y discoteca que se ha adueñado de una parte de su ciudad

Foto: Un grupo de turistas en Benidorm.
Un grupo de turistas en Benidorm.

Hombres tocados con una chistera roja mostrando su culo blanco a los viandantes, sillas que vuelan, papeleras volcadas y mucha, mucha, gente ebria que canta a gritos y se ríe sin motivos aparentes. Eso, en su versión ‘light’, es lo que se ha denominado “turismo de borrachera” y que ha ido colonizando algunas de las zonas más clásicas del litoral español. Lo lideran lugares como Magalluf (Mallorca) o Lloret de Mar (Barcelona). ¿Y Benidorm? Hay quien dice que sí y hay quien dice que no. Y la paradoja es que todos tienen razón: depende la zona. El municipio emblema del desarrollismo turístico de los años cincuenta se mueve en un difícil equilibrio del que no se sabe si caerá hacia un lado o al otro.

“Es un tema de siempre. Hay accidentes, claro, ‘balconing’ y cosas de esas, pero en realidad son tres calles en lo que nosotros llamamos la ‘zona guiri’ y se queda muy diluido en una ciudad tan grande como es esta”. Este es el diagnóstico de Toni Mayor, presidente de los hosteleros de la ciudad de la Costa Blanca. Benidorm se divide en tres partes muy diferenciadas: el centro, predominantemente ocupado por turismo nacional (muchos vascos), Poniente (residentes de la ciudad) y Levante (extranjeros fundamentalmente). La última de estas partes, a su vez, tiene un pequeño triángulo colonizado, básicamente, por ingleses alborotadores, aunque no le hagan ascos chicos y chicas de otras nacionalidades, incluida la española.

Todo se circunscribe a “una calle de 100 metros a la que no tienes por qué ir y que no afecta para nada a los otros tipos de turismo”

Precisamente por esa parte "alborotadora" es por la que un grupo de adolescentes de varios institutos de la ciudad han elaborado un proyecto que pretende ser una alternativa a esos excesos etílico. “Turismo de emociones”, se llama la iniciativa que un grupo de jóvenes del municipio entre 14 y 17 años han elaborado con cuatro rutas en las que se proponen ideas distintas a beber alcohol y colocarse un falo en la cabeza mientras se berrea. Las rutas se pueden descargar con una aplicación y allí, en un mapa, muestran las emociones que sintieron otros jóvenes al visitar esos lugares.

No es la primera iniciativa que surge en la ciudad alicantina para paliar esta clase de turismo. El grupo municipal de Ciudadanos presentó a finales de 2016 un paquete de medidas para “desactivarlo antes de que sea demasiado tarde”. Sin embargo, hay vecinos como Lorenzo Álvarez, residente desde hace 51 años, que aseguran que no existe tal problema: “Son hechos puntuales. Cuando la gente bebe, pues se comporta con excesos, claro, pero eso siempre ha sido así desde hace décadas, no es nuevo”, dice este veterano miembro de una asociación de vecinos, que cree que todo se circunscribe a “una calle de 100 metros a la que no tienes por qué ir si no quieres y que no afecta para nada a los otros tipos de turismo”.

'Zona guiri'

Mayor coincide en ese punto. Dueño de varios hoteles, asegura que los establecimientos se han puesto de acuerdo para no acoger a despedidas de soltero, “que son los más problemáticos”, y que los británicos de cierta edad y situación económica siguen yendo a la ciudad y “no causan el menor problema”. Sin embargo, desde varias asociaciones, incluida alguna compuesta por británicos, se apunta en otra dirección: los robos y la inseguridad ciudadana. Un informe de Interior en 2015 apuntaba a que esta localidad alicantina tenía las mayores tasas de delito de España.

Precisamente por eso, por el aumento de los delitos, la ‘zona guiri’ ha inaugurado una oficina especial para denunciar los robos y otros incidentes. También tiene su grupo de policías locales que patrullan a pie toda la noche. “Es inevitable que esa zona no se contagie un poco de una moda a nivel general”, observa Mayor, que revela que recientes reuniones con los distintos actores, incluido el Cuerpo Nacional de Policía, están coordinándose para que el asunto no se les vaya de las manos.

La fiesta guiri empieza a las seis de la tarde y acaba a las cuatro de la mañana, pero según un vecino no pasa nada fuera de lo normal

“La fiesta guiri empieza a las seis de la tarde y acaba a las cuatro de la mañana”, describe Lorenzo, que asegura que él la frecuenta “para grabar vídeos y luego colgarlos en las redes sociales” y que gracias “a las medidas de la hostia” de seguridad y limpieza que se han implantado, “no pasa lo que se ve en otros sitios, que es para echarse las manos a la cabeza”. Mayor coincide en el optimismo: “las estadísticas mejoran, las noticias son buenas”.

Eso sí, la pasada primavera los británicos dieron el ‘sorpasso’ al turismo español y alcanzaron el 51% de todos los visitantes. Un hecho que algunos miembros locales de Podemos han criticado entendiendo que en mucha medida tiene que ver con estos viajes “para turismo mochilero que apenas deja dinero en el municipio y sí mala imagen”.

A ese respecto, sobre la imagen, los adolescentes de proyecto ‘Positive disrupters’, seguirán peleando porque su pueblo no sea conocido por el gamberrismo y los excesos, sino por las cosas que convirtieron en su día a Benidorm en el sueño de clase media de muchos españoles.

Hombres tocados con una chistera roja mostrando su culo blanco a los viandantes, sillas que vuelan, papeleras volcadas y mucha, mucha, gente ebria que canta a gritos y se ríe sin motivos aparentes. Eso, en su versión ‘light’, es lo que se ha denominado “turismo de borrachera” y que ha ido colonizando algunas de las zonas más clásicas del litoral español. Lo lideran lugares como Magalluf (Mallorca) o Lloret de Mar (Barcelona). ¿Y Benidorm? Hay quien dice que sí y hay quien dice que no. Y la paradoja es que todos tienen razón: depende la zona. El municipio emblema del desarrollismo turístico de los años cincuenta se mueve en un difícil equilibrio del que no se sabe si caerá hacia un lado o al otro.

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