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"Hemos hecho entre todos un daño brutal a los jóvenes"
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ENTREVISTA CON BELÉN BARREIRO

"Hemos hecho entre todos un daño brutal a los jóvenes"

La autora de "La sociedad que seremos" desvela en su nuevo libro las cuatro Españas en las que nos estamos dividiendo y advierte de los cambios que vamos a sufrir

Foto: Belén Barreiro. (Daniel Merino)
Belén Barreiro. (Daniel Merino)

Belén Barreiro fue directora del CIS y ahora dirige la consultora MyWord. Es una de las sociólogas más importantes de esa corriente salida de la Fundación Juan March. Acaba de publicar 'La Sociedad que seremos' (Ed. Planeta), un recorrido por la España actual y sus tendencias a partir de los análisis de encuestas y datos.

PREGUNTA. Una de las características esenciales de nuestro tiempo es que tener trabajo ya no nos ofrece ninguna seguridad. En épocas recientes tampoco, pero donde entonces había una mayor confianza, ahora lo sustituye el temor. ¿En qué nos está cambiando socialmente que este sentimiento sea dominante?

RESPUESTA. La crisis ha introducido nuevos elementos. En España hay mucho paro, y a eso se añade un factor psicológico devastador, que es el miedo a perder el empleo. Antes de la crisis no había mucha gente que tuviera ese miedo, mientras que ahora son mayoría. Por supuesto, es algo psicológico, porque que pienses que puedes perder tu empleo no significa que eso vaya a ocurrir, pero emocionalmente daña mucho a las personas. Y hace que consuman menos, lo que a su vez es un obstáculo para la recuperación, con lo cual entramos en un círculo vicioso. Y hay otro elemento importante, que es cómo los jóvenes viven su vida laboral. De todas las generaciones es la que más ha visto caer su salario, y los que están en peores condiciones, de ahí que en las encuestas afirmen que van a vivir peor que sus padres. También es algo subjetivo, no significa que vaya a ocurrir, pero que lo vivan de esa manera los coloca en una situación de infelicidad laboral. De modo que sí, la inseguridad es un componente muy importante y muy negativo para las personas y para la sociedad.

P. ¿Cuáles son las consecuencias políticas de este aumento de la inseguridad? Porque es difícil desligar movimientos políticos como los de Le Pen o Trump de ese sentimiento.

R. Se mezclan dos elementos, la crisis económica que genera desigualdad y pobreza y la revolución tecnológica que divide a los digitales y analógicos, y que da lugar a una sociedad cuádruple: los analógicos acomodados, los analógicos empobrecidos, los digitales acomodados y los digitales empobrecidos. Este es un análisis que he hecho para España, pero que que explica mucho lo que pasa fuera.

Lo decisivo no es la edad, sino estar en internet: es como vivir en una casa con puertas y ventanas abiertas o hacerlo en otra con todo cerrado

En Francia, el voto de Le Pen tiene mucho que ver con los analógicos empobrecidos y el de Mélenchon con los digitales empobrecidos. Como estar conectado en la red permite compartir estados de ánimo, los digitales empobrecidos son más felices que los análogicos empobrecidos; los primeros traducen la frustración en rebelión mientras que los segundos la traducen en miedo: son esas personas que dicen “que no me cambien nada”.

P. Cuando se analizan los fenómenos políticos como los que señalas, hay ejes que se entienden esenciales, como los de jóvenes / viejos o urbano / rural. Tu doble división tiene puntos de semejanza con ellos.

R. Hay una coincidencia, pero no es una explicación. La edad no lo es. Si eres analógico y mayor de 40 años, te pareces mucho en comportamiento político y de consumo a los más mayores, opr ejemplo. Lo que cambia no es la edad, es estar en internet: es como estar en una casa con puertas y ventanas abiertas; si no estás, es como si vivieras con las ventanas cerradas. Y ocurre igual con lo rural / urbano. Al comparar datos de una gran encuesta de 8500 entrevistas que se hace sólo por internet, y datos del CIS con entrevistas presenciales y te das cuenta que todos los que están en internet tienen trabajos mejores, economías menos vulnerables, innovan más y son más felices. Con Internet pasará como con la alfabetización de la España franquista, que con el paso de los años todo el mundo se fue alfabetizando y dentro de poco ya no habrá analógicos puros. La diferencia no la establece si vives en el campo o en la ciudad, sino internet: estar abierto al mundo o vivir en un cascarón.

P. En el libro señala que los jóvenes buscar referentes que no se parezcan en nada a sus padres. Esa distancia entre generaciones suele ser frecuente. ¿Qué la hace especial en nuestra época?

Es brutal, hay una brecha generacional en el voto y las formas de consumo brutal. En las elecciones británicas se nota mucho, ya que los jóvenes están con los laboristas y los mayores con los conservadores. Hay que tener en cuenta que hemos hecho un daño brutal entre todos a las generaciones jóvenes, y viven ahora en malas condiciones. Se ha destruido mucho capital social, lo que provoca que se vuelvan más desconfiados.

Aunque estén frustrados laboralmente, los jóvenes no son infelices ni están amargados: han convertido su frustración en acción

No quieren pegarse golpes en la mismas paredes de siempre y van buscando referentes que no tengan nada que ver con lo anterior. Quieren crear un mundo que sea suyo. En España, en política, no eran gente que votase a IU y luego pasara al PSOE, sino que nada de lo que había les servía y han organizado un espacio político propio.

P. En los jóvenes también se nota mucho una ruptura de las expectativas. Esperaban que por cumplir con su parte (formarse, desempeñar pagados mal trabajos al inicio, etc.) iban a ser recompensados. Y cuando no ha ocurrido así, se ha generado un malestar evidente. ¿Hay en ellos algo de resentimiento contra las generaciones mayores por estas expectativas rotas?

Hay una frustración de expectativas evidente. Pero tampoco se puede decir, como hace alguna gente, que los jóvenes se quejan de vicio porque eso también lo vivieron ellos. Están en una situación muy compleja y creen que no va a cambiar: son una generación que está convencida de que vivirá peor que sus padres. Pero esa idea se canaliza en algo que emocionalmente no es negativo: dado que nadie me va a ofrecer soluciones me las busco por mí mismo, y apoyo una iniciativa diferente o acudo a grupos de consumo o plataformas de intercambio y trueque. En lugar de resignarse, toman las riendas de su vida y se hacen activos como votantes y como consumidores. Aunque estén frustrados laboralmente, eso no les hace infelices o amargados: psicológicamente están sanos porque han sabido canalizar su frustración y transformarla en acción.

P. Las expectativas también se han roto para las personas de más edad, sin embargo. Mucha gente en la cuarentena piensa que tardará mucho más años en jubilarse, o que cobrará mucho menos; gente de 50 está muy lejos de tener la vida resuelta, y sabe que si sale del mercado laboral a lo mejor no vuelve a entrar; personas que han gozado de un nivel de vida satisfactorio ahora ven cómo pueden ayudar malamente a sus hijos… Ellos también esperaban algo muy distinto de lo que han acabado encontrándose.

Los datos de empleo en salario señala que los mayores de 65 son los protegidos del sistema. Y hay una relación lineal entre edad y caída de salario en España: cuanto más joven, más ha caído. Pero la diferencia fundamental es esa relación entre analógico empobrecido y digital empobrecido, dos grupos con dificultades económicas, y que sin embargo viven de manera muy distinta, porque unos transforman el dolor en acción y otros lo transforman en miedo al futuro, al qué será de mis hijos.

Quienes son digitales tienen herramientas de defensa, porque podrán agarrarse a algo. Los analógicos no

Estos se agarran a lo que ya conocen, votan a los de siempre, porque creen que son los que mejor les va a defender, y no quieren que entre nada nuevo en su vida, ya sea la globalización o internet. Es la gente que coge el móvil y lo pone en la mesa camilla, al lado del teléfono fijo. Detrás de Trump y Le Pen hay eso, el miedo a los cambios.

P. Pero quizá el mayor problema no sea internet, sino la desigualdad, algo que parece que, en lugar de reducirse, va a aumentar en los próximos años.

R. No soy muy optimista. Así como creo que la revolución tecnológica tiene aspectos muy positivos y hace que la vida de los empobrecidos sea mejor, nada apunta a que nadie tenga en mente afrontar la desigualdad. La teníamos ya de antes, pero hay que prepararse para las desigualdades que va a traer la revolución tecnológica, que van a ser aún mayores. Los que sigan menos las nuevas tecnologías van a encontrar trabajos todavía peores. Por eso es importante entender que la sociedad es cuádruple y no dual. Quienes son digitales tienen herramientas de defensa, porque podrán agarrarse a algo. Los analógicos no. Y no hay señales de que nadie esté pensando en los nuevos perdedores.

P. ¿Esta lectura de la realidad no convierte Internet en un elemento terapéutico?

R. Lo tiene, pero también ofrece la consumidor la posibilidad de seguir consumiendo a un coste mucho más bajo, lo cual es una ambición común y compartida. La ventaja que le ven a Internet los acomodados es que ahorran tiempo, y los empobrecidos que ahorran dinero.

P. En esas cuatro Españas que dibuja en su libro, que corresponden también a los cuatro partidos, y dado que lo digital será común en el futuro, lo lógico es que las dos formaciones nuevas vayan creciendo con el tiempo y sean las viejas las que queden relegadas a un papel secundario. Al menos eso podría entenderse de esta descripción. ¿O va a ocurrir algo distinto?

Todos los partidos obtienen votos en esas cuatro Españas, aunque predominen en una. Obviamente, todo dependerá de cómo diseñen sus estrategias, entendiendo que esto no va de izquierda / derecha, sino de dónde quieres estar. Si quieres atraer a los empobrecidos, por ejemplo, tendrás que combinar discursos, porque tendrás que ganarte a la señora que es de izquierdas pero también católica con la joven ecologista que ha viajado mucho, aunque sea pobre. O a lo mejor quieres atraer a las cuatro Españas, al igual que antes había partidos que querían ser interclasistas. El PP y el PSOE son los partidos fuertes de esa España analógica, y por esto tendrán que hacer su transformación digital, que no está en Twitter, sino en ser más transparentes, lanzar mensajes más frescos, exhibir un mayor infantilismo, etc. Son decisiones estratégicas en las que la ideología será importante pero no fundamental. Si vas solo con la estrategia izquierda / derecha te perderás la mitad del cuadro.

Belén Barreiro fue directora del CIS y ahora dirige la consultora MyWord. Es una de las sociólogas más importantes de esa corriente salida de la Fundación Juan March. Acaba de publicar 'La Sociedad que seremos' (Ed. Planeta), un recorrido por la España actual y sus tendencias a partir de los análisis de encuestas y datos.

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