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Qué pasaría en 4 países europeos si la renta básica se implantase, según la OCDE
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“HABRÁ GANADORES Y PERDEDORES”

Qué pasaría en 4 países europeos si la renta básica se implantase, según la OCDE

Un informe recién publicado explica qué pasaría con Reino Unido, Francia, Italia y Finlandia si se implantase esta medida, con la cual, no todo el mundo saldría ganando

Foto: Un nuevo 'paper' muestra qué pasaría en Reino Unido, Francia, Finlandia e Italia si se implantase esta medida. (iStock)
Un nuevo 'paper' muestra qué pasaría en Reino Unido, Francia, Finlandia e Italia si se implantase esta medida. (iStock)

Hace ya tiempo que la reivindicación de la renta básica universal en España como forma de reparto más justo de la riqueza ha dejado de ser exclusiva de un sector de la izquierda, para convertirse en uno de los temas de debate más candentes del año. En enero fue uno de los asuntos sobre la mesa del Foro Económico Mundial en Davos, cuando el fundador del Economic Security Project Scott Santens defendió que se trataba de “la base sobre la que transformar un presente precario y construir un futuro más sólido”.

Ahora es la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) la que ha publicado un informe en el que intenta discernir si tal herramienta sería viable, en qué condiciones y, sobre todo, cuáles serían sus efectos inmediatos. Al fin y al cabo, por mucho que se haya hablado sobre el tema y por muchas pruebas piloto (limitadísimas) que se hayan llevado a cabo, ningún país la ha implantado a escala nacional ni en los términos exactos que sus defensores promueven.

Una mera redistribución económica sin nuevos impuestos perjudicaría a los sectores más desfavorecidos de la población

Según el análisis de los expertos de la OCDE, que han establecido cuatro posibles escenarios de futuro en Reino Unido, Italia, Finlandia y Francia, es imposible implantar un problema de estas características sin una reforma fiscal sustancial con nuevos impuestos. De lo contrario, si la renta se financiase únicamente con el presupuesto actual destinado a ayudas sociales, tendría un efecto tremendamente negativo entre las capas más bajas de la sociedad.

Incluso en ese caso, señala el informe, el sistema de renta básica garantizada crearía ganadores y perdedores (entre ellos, muchas personas que necesitan ayudas y subsidios por su situación personal), y no contribuiría a reducir los niveles totales de pobreza. Si simplemente se redistribuye el dinero destinado a ayudas, la situación sería aún peor, puesto que el sueldo recibido por cada una de las personas –tanto los ricos como aquellos en peligro de exclusión– se encontraría muy por debajo del umbral de pobreza. En 2016, este límite era en España de 8.209 euros en hogares de una persona y 17.238 en los compuestos por dos adultos y dos menores.

Un galimatías económico

La primera conclusión del informe es que una mera redistribución económica sin nuevos impuestos perjudicaría a los sectores más desfavorecidos de la población, aunque pudiese beneficiar a las familias con ingresos medios: “Sin más impuestos, una renta básica sin impacto en el presupuesto estaría muy lejos de erradicar la pobreza, y una renta básica que alcanzase el umbral de la pobreza sería muy cara”. Los individuos que, por ejemplo, dependan de las prestaciones por cuestión de discapacidad “saldrían perdiendo aún más en un sistema de renta garantizada”.

Italia y Finlandia, si la renta garantizada alcanzase el nivel del ingreso mínimo vital, podrían llegar a ahorrarse dinero

¿Cuáles son, por lo tanto, las alternativas? Por una parte, compaginar esta renta con la pervivencia de determinados subsidios, lo cual contradice el punto de partida de muchos defensores de la RBI, que consideran que debería llevar asociada la desaparición de las ayudas sociales, con un consiguiente ahorro en la gestión y la eliminación de su compleja burocracia. Por otra, el informe sugiere, en línea con Santens, crear nuevos impuestos asociados a la renta y acabar con las exenciones fiscales de los más ricos, que dejarían de tener sentido.

No obstante, el efecto de este nuevo sistema sería muy diferente en cada uno de los países examinados, lo que muestra la complejidad de su implantación. Por ejemplo, la simulación realizada en Italia y Finlandia muestra que si la renta garantizada alcanzase el nivel del ingreso mínimo vital (como el programa de 'Sostegno per l'inclusione attiva' italiano, semejante a la renta activa de inserción) estos países podrían ahorrarse dinero. Eso siempre y cuando se promoviesen nuevos impuestos y se aboliesen las exenciones fiscales.

La situación sería muy diferente en Reino Unido, donde un programa así superaría con mucho el dinero actualmente destinado a programas de ayuda. Para que resultase viable, el dinero recaudado en nuevos impuestos debería ser mucho mayor o la cantidad percibida por todos y cada uno de los ciudadanos, muy inferior al ingreso mínimo vital. Sea como sea, vuelve a recordar el informe, la implantación de la renta básica pasa necesariamente por una revisión profunda del IRPF en cada uno de los países. Para la mayor parte de la población, los impuestos se elevarían sensiblemente… y como recuerda el informe, “la ratio entre PIB e impuestos ya se encuentran en un máximo histórico”.

¿Quién saldría perdiendo?

Más allá de la posibilidad de ser implantada, el informe se pregunta por qué sectores de la población serían favorecidos y cuáles saldrían perdiendo, ya que la renta básica no es “neutral”. Por lo general, explica el informe, los que peor lo tendrían serían los prejubilados de entre 55 y 65 años (especialmente en Francia e Italia), así como muchos de los parados que perciben prestación por desempleo. También los hogares con menos ingresos y que suelen recibir menos ayudas, con la excepción de Reino Unido, donde muchas de las familias pobres que ahora no perciben apoyo económico se verían beneficiadas.

En aquellos países con muy pocas prestaciones sociales, como Italia, casi todas las clases sociales saldrían ganando

¿Quién ganaría? Como parece más o menos razonable, “aquellos que no tienen derecho a ninguna ayuda social según las condiciones actuales”, pero –obviamente– solo en caso de que el dinero obtenido a través de la renta básica superase los impuestos adicionales asociados a esta. En aquellos países con muy pocas prestaciones sociales, como Italia, casi todas las clases sociales saldrían ganando, mientras que en el resto (especialmente Francia y Finlandia), son las familias con ingresos medios quienes saldrían más beneficiadas.

Lo cual tiene una lectura interesante: ¿y si la reivindicación de la renta básica, al menos en un contexto actual (y no hipotético, en el que muchos trabajos desaparecerán por haber sido automatizados) estuviese ligada a las clases medias, en detrimento de las bajas? El informe sugiere entre líneas algo semejante, ya que en sus conclusiones recuerda que este sistema “muestra las fortalezas de los sistemas de protección sociales actuales”. Entre sus recomendaciones se encuentra, en caso de implantar dichos programas, no acabar con sistemas de protección social como ella paga por prejubilación. Algo difícil, puesto que aumentaría aún más el coste de la RBI.

La solución más realista pasaría por disminuir la cuantía destinada a la renta muy por debajo del ingreso mínimo vital, lo cual traicionaría el espíritu original de la RBI. También, sustituir su universalidad por unas determinadas condiciones de eligibilidad, como en la propuesta del Salario Participativo de Tony Atkinson, limitar los años que se percibe este ingreso o implantarlo tan solo entre las generaciones más jóvenes. En cualquier caso, como concluye el estudio, “no hay una solución que sirva para todos en los cambios presentes y futuros”.

Hace ya tiempo que la reivindicación de la renta básica universal en España como forma de reparto más justo de la riqueza ha dejado de ser exclusiva de un sector de la izquierda, para convertirse en uno de los temas de debate más candentes del año. En enero fue uno de los asuntos sobre la mesa del Foro Económico Mundial en Davos, cuando el fundador del Economic Security Project Scott Santens defendió que se trataba de “la base sobre la que transformar un presente precario y construir un futuro más sólido”.

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