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El hombre que ha denunciado las malas prácticas de la industria alimentaria
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El hombre que ha denunciado las malas prácticas de la industria alimentaria

Este exempresario de la alimentación destapa los fraudes y estafas más comunes e impresionantes que ha visto y realizado a lo largo de su carrera

Foto: Christophe Brusset (Claude Gassian)
Christophe Brusset (Claude Gassian)

Christophe Busset, autor francés del libro '¡Cómo puedes comer eso!', ha trabajado durante más de veinte años en la industria agroalimentaria como ingeniero, comprador, bróker o director comercial en varios tipos de empresas francesas e internacionales. Brusset fue testigo y cómplice de muchas actividades fraudulentas que se cometían en las empresas y que ahora denuncia: "Ni siquiera estamos comprando lo que figura en la etiqueta", asegura.

El principal motivo de este tipo de actividades es ampliar los beneficios económicos. Heces de animales en las especias molidas, carne de caballo que se vende como buey, caracoles de Borgoña criados en Chernóbil y secados en Turquía, polvo de ladrillo en el azafrán o queso con solo 5% natural son algunas de las asquerosas "perlas" que se cometen con los alimentos.

Érase una vez la carne de "buey"

Quién no recuerda la noticia en la que la carne 100% de caballo se vendía como buey gallego. La investigación saltó a los medios y se extendió muy rápidamente. Tras 20 años trabajando para la industria alimenticia, este francés decidió que ya había soportado suficiente y que tanta mentira y corrupción debían acabar ya y explotar. Las hamburguesas que denuncia son solo el principio de una larga cadena de alimentos que engañan al consumidor, puesto que su etiquetado, indescifrable para la mayoría, esconde y engaña su fabricación.

Los trucos legales que maquillan el producto con aditivos y no declaran todos los ingredientes o utilizan marketing engañoso son la norma

Corrupción

El autor asegura que no se puede comparar a la industria tabacalera con la alimentaria. Esta última gasta miles de millones anuales en corromper a los políticos, científicos y empresarios que toman decisiones que promueven sus intereses para seguir acumulando beneficios económicos a costa de la salud de los consumidores.

"La industria y los supermercados, con la complicidad de las autoridades sanitarias, no quieren que el consumidor entienda las etiquetas y continúe comprando sin saber qué es en realidad lo que se expone en las baldas del súper. Las autoridades están bajo la influencia de unos cuantos poderosísimos lobbies de la alimentación existentes en cada país y, en el caso europeo, centralizados sobre Bruselas", comenta el autor en una entrevista concedida a 'Responsabilidad Social Sociosanitaria'.

China, un gran problema

La Comisión Europea reconoce que el alcance del fraude y las deficiciencias de los productos chinos es alarmante. "He trabajado durante más de 20 años, conozco este país, sus prácticas y sus actitudes, y un gran número de escándalos producidos allí. Lo digo con claridad: hay que evitar por completo los productos chinos. No son seguros y muchos son fraudulentos por lo que son baratos pero no tienen una buena relación calidad-precio", dice Brusset.

Al autor le es difícil escoger un fraude que contar, aunque la mayoría son productos importados de China. Si tiene que elegir uno, es el de la miel porque aún le sigue sorprendiendo. El 30% de la miel que se vende en los supermercados es fraudulenta, está mezclada con azúcar, cuando no es falsa al 100%. Pero también ocurre en el 50% de los filetes de panga congelado o el 30% de la merluza. "Los trucos legales que sirven para maquillar el producto con aditivos, no declarar todos los ingredientes o engañar a través del marketing, son la norma en casi todos los productos y todas las marcas", asegura.

"El nivel de equipamiento y conocimiento científicos que los chinos emplean para producir miles de toneladas de miel es absolutamente increíble. Tuve que visitar una factoría china exportadora y juro que su laboratorio estaba mejor equipado que el del más avanzado de los hospitales que puedas imaginar. La mayoría de la que se vende en Europa procede de allí pero nadie lo indica en su etiquetado", comenta.

El poder de cambiar las cosas está en manos de los ciudadanos

Otro de los ejemplos que comenta el autor es el del jamón en lonchas. La fábrica recibe cajas llenas de jamones bastante pequeños que después se someten a multitud de tratamientos de engorde para duplicar el tamaño. "una acelerada sesión de culturismo: una inyección intramuscular a presión que contiene polifosfatos, proteínas de sangre y gelificantes; azúcar, glutamato, aromas y humo líquido; ascorbato de sodio y nitrito", explica.

Cada fábrica tiene su propia receta para agrandar el tamaño de las piezas, después se retira la corteza y la piel, se cuece, se le añade una parte de la grasa retirada anteriormente y así se consigue un corte perfecto. Las "hierbas de la Provenza", según él, proceden casi siempre de Marruecos, Albania, Egipto o Túnez. “No se puede saber el origen de los productos porque el etiquetado se controla muy poco. Lo mejor es comprar marcas conocidas. Estas temen perder su reputación si hacen trampas”, explica.

Heces de animales

En '¡Cómo puedes comer eso!' se relata el caso de un lote de guindillas con excrementos, aunque se insiste que es un caso aislado y que con los controles de calidad que hay ahora no podría volver a pasar. "Fue un caso muy extremo, pero encontrar lotes de alimentos contaminados con heces de roedores, pelo, plumas o insectos es bastante común, por lo que las especias suelen tratarse con vapor para eliminar los gérmenes. La industria hace bien los controles, pero si dan con un problema, hacen todo lo posible por utilizar esos productos y no perder dinero. Lo he visto muchas veces", confiesa.

"A la industria no le importa dónde se obtienen los ingredientes que utiliza y la forma en que se producen, lo que cuenta es el precio para maximizar el beneficio. No piensan en las consecuencias. Tendría que tenerse en cuenta el impacto medioambiental y esto no es posible con los tratados de libre comercio, por ejemplo. El poder de cambiar las cosas está en manos de los ciudadanos", comenta.

Intoxicaciones y muerte

En Francia, dice Brusset, cada año mueren entre 250 y 700 personas por intoxicaciones alimentarias. “Estas cifras son oficiales. La OMS considera que hasta 23 millones de personas cada año en Europa sufren una enfermedad transmitida por la comida, y 5.000 de ellas mueren. Las infecciones por salmonela matan a más de 200 personas en Europa cada año”.

Un ejemplo de un producto fraudulento español sería el del pimentón, “En Murcia hay empresas muy conocidas que producen pimentón a partir de residuos de extracción, es decir, pimentón cuyo aceite esencial se extrae por medio de disolventes. Llegué a comprar centenares de toneladas de esa porquería, que envasábamos en bonitas latas de metal serigrafiadas”, explica.

Marcas

Brusset asegura que ha recibido amenazas de litigio si mencionaba algúna empresa en particular, por lo que solo puede hablar de lo que ha vivido por experiencia propia. "En la industria alimentaria las trampas y el fraude son muy frecuentes y nadie se preocupa de los escrúpulos. Pero esta industria no es un caso aislado, todas las grandes empresas e industrias lo hacen. Solo quiero enseñar al consumidor que debe tener cuidado, especialmente con las grandes marcas. Los fabricantes no son una ONG, sino sociedades cuyo objetivo es hacer la mayor cantidad de dinero posible", concluye.

Christophe Busset, autor francés del libro '¡Cómo puedes comer eso!', ha trabajado durante más de veinte años en la industria agroalimentaria como ingeniero, comprador, bróker o director comercial en varios tipos de empresas francesas e internacionales. Brusset fue testigo y cómplice de muchas actividades fraudulentas que se cometían en las empresas y que ahora denuncia: "Ni siquiera estamos comprando lo que figura en la etiqueta", asegura.

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