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Esto no es 'Trainspotting': los heroinómanos españoles, hoy
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del 'glamour' a la miseria

Esto no es 'Trainspotting': los heroinómanos españoles, hoy

Los adictos son pocos y cincuentones, supervivientes de los años setenta y ochenta, cuando el consumo de esta droga llegó a tener enganchados hasta a 150.000 jóvenes

Foto: Un heroinómano prepara una dosis en un lugar indeterminado de EEUU. (Corbis)
Un heroinómano prepara una dosis en un lugar indeterminado de EEUU. (Corbis)

Ni cuarentones desencantados de un paisaje consumista, ni treintañeros abúlicos y aburridos de la vida, ni veinteañeros rebeldes que juegan a epatar a una sociedad narcotizada. Los heroinómanos en España son pocos, como se empeñan en demostrar las cifras año tras año a pesar del recurrente aviso de su repunte. Pocos y cincuentones supervivientes de los años setenta y ochenta, cuando el consumo de esta droga llegó a tener enganchados hasta a 150.000 jóvenes en España.

“El perfil más habitual del consumidor de heroína está por encima del medio siglo de vida”, confirma el doctor Descals, responsable de la clínica Triora, especializada en adicciones. Y aunque hay algunos que tienen una vida normalizada y un aspecto muy ajeno al del ‘yonqui’ clásico, lo más normal es que sean buscavidas que viven de los subsidios públicos y abreven en los bares de sus barrios. Es el caso de estos tres hombres que están aquí sentados.

"Cuando sales de la cárcel no te contratan ni los colegas. ¡Y tienen razón, porque te conocen, claro!", dice 'el Oso'

El bar de la cita está enfrente de un bazar oriental reconvertido a iglesia evangélica y tiene dos plantas. En la de abajo unos chavales juegan al billar y un tipo más bien torvo bebe tercios de cerveza sin descanso. El camarero es un joven con cuerpo de gimnasio que además de atender a las consumiciones trapichea con los chavales mientras se lamenta por la creciente inseguridad del barrio. “Cualquier día se esperan al cierre y me dan el palo”. Una vez se suben las escaleras del establecimiento, una mesa madera rectangular acoge a tres tipos que han sobrepasado ya la cincuentena. Entre todos suman miles de gramos consumidos. Se trata, y dan la mano muy ceremoniosos, del 'Coli', 'el Oso' y 'el Monstruo'.

Tres vecinos del madrileño barrio de Carabanchel, “de al lado de la comisaría, mira tú”. Al 'Coli' le gusta asegurarse. Por eso, cada frase la termina con un “¿me entiendes lo que te digo?”. Se oculta bajo una especie de forro polar con capucha. El 'Oso', en cambio, subraya las cosas que dice con un “claaaaaro” con muchas aes. Por ejemplo, cuando se queja de que “no te contratan ni los colegas cuando sales de la cárcel porque te conocen, ¡por eso no se fían y con razón!” Ángel, el 'Oso', tiene el pecho abultado y lleva una camiseta a rayas. Un recuerdo de los 15 años de prisión. “Todo mierdas de delitos contra la salud pública”, se lamenta.

Anticuerpos del VIH

El 'Monstruo', que es muy sentimental, además de llevar más de seis copas de whisky con limón, entrecorta las frases para sorberse las lágrimas y se interrumpe varias veces cuando hace las cuentas de los años que ha echado entre rejas: “pum, pum, pum, así hasta 20 años”. De eso y de casi cuatro décadas de adicciones se ha llevado de recuerdo una cirrosis hepática y los anticuerpos del VIH.

Los tres, sin embargo, tienen la misma costumbre de dejar en suspenso su discurso de vez en cuando para, un poco retirados pero no demasiado, inhalar el humo que sale de un papel de plata con una sustancia marrón y acuosa. Heroína, que ellos afirman que les gusta mucho, pero que “es una ruina”.

“Yo me lo he currado para ser esquizofrénico paranoide a mis 55 'perejes' y me dan algo más de 600 pavos por eso"

Han llegado a consumir hasta seis gramos diarios de esta droga. Viven de robar carteras, de hacer trabajos menores para narcotraficantes, de apuntarse a los negocios que les sopla algún colega. Aunque ahora, al doblar la cincuentena, su principal fuente de ingresos es estafar al Estado. “Yo me lo he currado para ser esquizofrénico paranoide a mis 55 perejes y me dan algo más de 600 pavos por eso. Me lo he currado de loco y tengo una paga para toda mi puta vida. Pero no me da para nada. Para mí no es dinero”, asegura el Monstruo.

Su vida no ha cambiado mucho desde la adolescencia. 'El Oso' empezó robando un radiocasette para comprar anfetaminas. Entonces iban a las discotecas de moda, como el 'Alex' o el 'Barrabás', donde oían “rock and roll y flamenquito, Los Burning y Los Chichos, Lou Reed, Zappa o Los Calis”, y pasaban hachís a los chavales. También se acercaban a los bajos de Aurrerá a vender droga. Trabajos menores, de chiquillos. “Llegó el 'boom' de la heroína y nos jodió a todos, menuda mierda lo del 'boom' de la heroína. Nos fuimos todos a tomar por culo”. Da igual quien diga esa frase de los tres. Incluso da igual quien diga esa frase de los escasos supervivientes que se engancharon a finales de los años setenta.

Trapicheos

El 'Monstruo' da detalles de los pequeñísimos lapsos que ha pasado fuera de la cárcel en los últimos años. “Siempre he trabajado solo. Nunca me he fiado del que viene conmigo de lo que va a declarar”, explica. “Trapicheaba en los bares y hacía mercados”, cuenta. ‘Hacer mercados’ es atracar mercados. “Nos llevábamos 50 o 60 jamones de pata negra. Y luego vendíamos el 'consumao' en Villaverde, en Las Torres, y luego ellos lo revendían más caro”. Pero entre lágrima y lágrima, el Monstruo quiere dejar claro un asunto: “Entrábamos en los mercados por la noche. Yo no he hecho daño a nadie jamás”.

'El Coli', además de ferrallista, se ha ganado la vida como caletero. Es un tipo de fiar. Ha guardado droga, dinero y armas en su casa. “Como era un 'choro', pero también un currito, pues los colegas se fiaban de mí y los maderos no sospechaban”. Uno de sus grandes socios de las épocas doradas fue el Francés. “Era un hijoputa, ¡menudo bicho!, un tipo de esos, cómo se dice, un psicópata que ni siente ni padece... Pero yo me llevaba de puta madre con él, nunca me faltó al respeto”, va cogiendo velocidad. “A un tipo le corto la oreja, a otro le quemó el coche y a otro le puso a la mujer de 'lumi'... Era un proxeneta, tenía a su chica y su hermana también de putas, pero movía una 'coca' de puta madre, tremenda. Con eso matabas a la gente, era veneno bueno”, continúa. “Pues yo le guardaba la mercancía”, concluye orgulloso su atropellado recuerdo. No es lo único que guardaba en su casa. También 18 millones de pesetas (108.000 euros), la recortada y “otros trastos”. Sus clientes, aparte del 'Francés', eran tres atracadores del barrio. “Gente seria, muy profesional”, aunque alguna vez tuvieron algún problema: “Una vez pillaron mucha pasta atracando un coba (banco). Yo les guardo el dinero y ellos me dan 300.000 pesetas cuando vienen a buscarlo, pero entonces se le cayó de la caja un revólver y me rompieron el gres del suelo. Mi mujer se puso que no veas”.

“Eran tíos con estilo y dinero, que se llevan a las mujeres de calle. Gente con clase, barnizada, que te mete 20.000 calas en el bolsillo"

“Eran tíos con estilo y dinero, que se llevan a las mujeres de calle. Gente con clase, barnizada, que te mete 20.000 calas en el grilo, el bolsillo, para que no vayas pelado. Eso es tener clase, ¿no me entiendes cómo te digo? Tenían cojones. Fueron a un barrio bravo, como el de La Fortuna, a meter cartuchazos en plena calle”, rememora con nostalgia.

Las drogas que más se consumen en España son el cannabis y la cocaína. La heroína se mantiene en niveles muy bajos desde hace décadas. Siempre amenaza con un repunte, pero las sombras de tipos como el 'Coli', 'el Oso' y 'el Monstruo', aún pesan para una droga que se ganó a pulso estar estigmatizada.

Chopped y buenos tiempos

“Hay que saber estar, Jose. ¿Te puedes callar ya? Déjame vivir”, dice 'el Oso'. –“Vivo y te dejo vivir. Perdón. Dame un cigarro”, replica 'el Monstruo'. Mientras 'el Coli' sigue a lo suyo, los buenos tiempos, los de la mortadela y el chopped Valle, y a sus muletillas: –“¿Me entiendes lo que te quiero decir?”, y como conclusión final, mientras los otros dos ya se levantan de la mesa tambaleándose un poco, se contesta a sí mismo: “Perfectamente, porque no eres tonto”.

Ni cuarentones desencantados de un paisaje consumista, ni treintañeros abúlicos y aburridos de la vida, ni veinteañeros rebeldes que juegan a epatar a una sociedad narcotizada. Los heroinómanos en España son pocos, como se empeñan en demostrar las cifras año tras año a pesar del recurrente aviso de su repunte. Pocos y cincuentones supervivientes de los años setenta y ochenta, cuando el consumo de esta droga llegó a tener enganchados hasta a 150.000 jóvenes en España.

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