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Cervera, un almirante para el recuerdo en un episodio de la Historia para el olvido
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cUBA, Una isla entre dos imperios

Cervera, un almirante para el recuerdo en un episodio de la Historia para el olvido

Lo que se perdió en Cuba no fue, en definitiva, valores materiales, que también; sino la ficción de ser todavía uno de los grandes poderes coloniales

Foto: El almirante Cervera fue un excelente estratega.
El almirante Cervera fue un excelente estratega.

"Cuando hay vientos de cambio, unos construyen muros y otros, molinos".

Proverbio chino

Era el almirante Cervera, un hombre refinado, afable, culto en extremo –algo inusual en la milicia de la época–, excelente gestor y mejor estratega, y a la postre, un héroe caído al mejor estilo homérico, condenado por la incompetencia de una camarilla de políticos de visión estrábica a protagonizar uno de los hechos que más han marcado la historia reciente de España.

Es famosa la alocución dirigida a sus oficiales y marinería antes de entrar en combate, una arenga vibrante, dramática, poética, de tono funeral y épica al tiempo. No queda ninguna palabra que dé lugar a la esperanza de vencer. Solo resta morir con honor ante un despropósito largamente anunciado...

Allá, donde habitan nuestros hermanos cubanos, hace más de cien años, y para sofocar una rebelión evitable que con un poco de mano izquierda no habría llegado ni a la esquina, el gobierno turnista del momento envió al general Valeriano Weyler en 1896 a La Habana para imponer una férrea y represiva política contra unas gentes que llevaban años clamando por la abolición del esclavismo y una autonomía con reivindicaciones de fácil concesión.

El papel de la prensa

El que quizás podría ser el líder mas destacado de la resistencia junto con Martí, Maceo, perdió la vida el 7 de diciembre de ese año en una emboscada tendida por los españoles, y la prensa norteamericana -con Pulitzer y Hearst a la cabeza-, se encargó de exagerar las crueldades cometidas por los españoles dirigidos por Weyler, que no cabe duda de que había aplicado una política de mano dura, pero también solapando ligeras concesiones. Era la guerra y Estados Unidos venía financiando a los insurgentes cubanos desde hacía años.

Mientras la prensa en EEUU distorsionaba las noticias para ayudar a ganar la guerra, la prensa española hacía lo mismo, pero para perderla

En aquel tiempo, en España coexistían dos versiones de la cuestión cubana; una, era la España oficial, que conocía muy bien que en caso de conflicto con los EEUU no habría la más mínima posibilidad de victoria, y por otra parte, la España real que vivía tranquila y de espaldas, confiada, no admitiendo los hechos y a la espera de una victoria militar que distaba mucho de la ecuación de un observador con criterio. El periodista y escritor Manuel Vázquez Montalbán llegó a decir que “mientras la prensa en EEUU distorsionaba las noticias para ayudar a ganar la guerra, la prensa española hacía lo mismo, pero para perderla”.

De todos es sabido que EEUU haría varias ofertas para comprar Cuba y que todas ellas serían rechazadas desde la Península. Tal vez operaba en las mentes españolas del momento una extraña miopía, un ego nacional desmesurado y engordado por los 400 años de historia que obraban en su poder desde que América fue descubierta, o quizás una estrechez de miras ante el terremoto que se avecinaba.

Los españoles no volaron el Maine

El caso es que tras la explosión accidental del Maine, el Gobierno americano no aceptaría la presencia de observadores españoles en la primera investigación, determinando de manera taxativa e inequívoca que la deflagración fue producida desde el exterior del casco del barco. Sin embargo, las autoridades españolas informaron no haber encontrado peces muertos en el puerto, dato más que revelador, determinando que la explosión fue interna, probablemente iniciada en las carboneras. Con el paso de los años, y a través de una tercera comisión de investigación dirigida por el almirante Rickover, se determinó por los daños del casco que la explosión a bordo del Maine fue causada por la combustión espontánea del algodón pólvora del acorazado.

Para primeros de abril de 1898 la situación era tan abrumadora que no se podía demorar el alistamiento de la escuadra. Cervera insistiría en ir a Madrid para entrevistarse con el ministro de Marina y preparar un plan de operaciones actualizado, pero el 'surrealismo' en aquellos días alcanzaba las cotas del esperpento. El ministro le envió a Cervera un telegrama que adelantaba un panorama desolador por su contenido simbólico en el que le decía textualmente “en este momento de crisis internacional, no hay nada que se pueda determinar con precisión”, lo que indujo a Cervera a pensar que el Gobierno entero había perdido el juicio.

Días más tarde, recibiría la orden de partir con la escuadra para las islas de Cabo Verde, en donde le esperarían a su llegada instrucciones precisas; era el 8 de abril de 1898. Cervera llegaría a estas remotas islas atlánticas sin instrucciones y en un ambiente de incertidumbre desgarrador. A muchos de los que tenían que tomar decisiones en aquel tremendo momento, se les veía en el Café Gijon como intervinientes en tertulias literarias sin que al parecer lo que se estaba fraguando fuera con ellos.

Destinados a acabar mal

Cuando Cervera llegó a Cabo Verde no recibió las esperadas instrucciones. En su lugar, se le ordenaba embarcar el máximo de carbón que pudiera, víveres y pertrechos, y partir hacia Puerto Rico para cooperar en su defensa marítima. El desasosiego de navegar en un momento tan trascendental hacia un destino incierto y sin el apoyo de sus superiores jerárquicos, con una nebulosa de pensamientos encontrados en un momento histórico tan determinante, es más que probable que hicieran mella en el sereno talante de este taciturno y equilibrado marino.

Convencido como estaba de la inutilidad del sacrificio y del desastre que se antojaban inevitables, del estado de sus buques, que era por calificarlo de manera educada mas que deficiente como venia advirtiéndolo desde muchos meses atrás, Cervera y las dotaciones a su mando se encontraban ahora completamente abandonadas y claramente destinadas a afrontar un destino fatal. Tal vez esa condición de vocación militar que los civiles no alcanzamos a comprender en su justa dimensión, hicieron que el concepto de patriotismo e integridad aceptaran, no sin amargura, la inevitable inmolación.

Los prisioneros de guerra fueron tratados por Cervera con tanta humanidad que, al terminar la guerra, EEUU dedicó un memorial en su nombre

La navegación antes de arribar a Santiago de Cuba se realizó con gran cantidad de incidentes, calamidades e innumerables carencias dado que no pudo conseguir los apoyos logísticos y el carbón que le había prometido el Gobierno de Madrid.

Llegando a Cuba, con una argucia inteligente pero fallida, los norteamericanos trataron de embotellar la escuadra de Cervera provocando el hundimiento del vapor Merrimac, cargado de carbón en el canal de entrada de Santiago. El buque sería descubierto por los centinelas recibiendo varias descargas cerradas que lo dejarían en fuera de juego, provocando el hundimiento del navío. Gracias a esta acción, la entrada al puerto quedaría expedita .

En una asistencia rápida, los norteamericanos serían rescatados del mar, hechos prisioneros de guerra y tratados por Cervera con tal grado de caballerosidad y humanidad que, al terminar la guerra, se dedicó al almirante un memorial firmado por miembros del Senado de los Estados Unidos, sociedades y particulares en reconocimiento de este hecho, agradeciéndole por su conducta sobresaliente el trato dispensado al Comandante del Merrimac y sus hombres.

El 2 de julio, víspera del combate naval definitivo, Cervera envió a tierra un gran paquete sellado conteniendo documentación oficial, cartas y telegramas cruzados con el Gobierno. Dejó estos documentos en custodia del arzobispo de Santiago, el cual, bajo palabra, se obligó a guardarlos en lugar seguro y enviarlos posteriormente al almirante si sobrevivía al combate, o a sus familiares en caso de que muriese.

Un día después, Cervera recibió del general Blanco a la sazón al mando de la isla, la orden última de salir de Santiago. Todos eran conscientes de que iban a la muerte. Una flota de combate de última generación –la norteamericana–, se iba a enfrentar con buques en algunos casos manifiestamente obsoletos y sin mantenimiento, en otros aunque mas veloces, sin el suficiente artillado en un deja vu similar al de Trafalgar. Así, a las 9 de la mañana del 3 de julio, se dio la orden de salida con la solemnidad y liturgia de quienes atisban la aproximación del más allá mientras se despiden de lo terrenal.

Cervera sabía que si salía a combatir en mar abierto perdería todos sus buques y hombres. Impertérrito como era su sello, decidió presentar cara a la escuadra americana y embocó el océano a la luz del día. Utilizó su buque insignia para trabar combate directo con el buque norteamericano más cercano, el Brooklyn, y provocar así una acción separada del resto para permitir a los demás que le seguían escapar al cerco. Cuatro horas más tarde, finalizaba el combate con la escuadra española destruida y un saldo de 323 muertos por tan solo uno del bando norteamericano, todos los supervivientes serían hechos prisioneros.

"Un caballero español"

Pero lo más curioso de este trágico episodio –y lo mas sorprendente si cabe– sería el respeto popular por el almirante que, como un reguero de pólvora, se extendería por EEUU hasta cotas insospechadas. Este respeto hacia la persona de Cervera creció aún más si cabe en el seno de la milicia profesional norteamericana. Múltiples casos de demostración de simpatía llegarían a colapsar la base naval de Annapolis en la que el marino estaba recluido. Las multitudes se acercaban para darle la mano y saludar a un "caballero español". Como anécdota, se llegó a crear un clavel de diseño que se comercializó en las floristerías de Nueva York con el nombre de “clavel de Cervera”, de color amarillo con los bordes de los pétalos en rojo, simulando los colores nacionales de España.

España no supo cerrar con inteligencia su etapa colonial y la historia de su decadencia corre unida a la irresponsabilidad de su prensa y líderes

Y es que, aparte del valor literalmente suicida con que afrontó la batalla, las noticias sobre el tratamiento que daba a los prisioneros norteamericanos y el halo de militar culto, serían muy celebrados por la misma prensa que meses antes demonizaba a España. El almirante llegaría a ser solicitado para dar conferencias por cifras astronómicas en varias universidades norteamericanas, ofertas que declinaría una tras otra. Era un marino de altura, un hombre infrecuente, una referencia moral en un entorno de pobreza.

La guerra, en su tramo final y decisivo, no fue contra Cuba, sino contra EEUU, que fue la gran potencia emergente que no toleraba que otra nación en abierta decadencia –como era España-, se le cruzara en su camino expansionista. Era un relevo entre el viejo imperio y el nuevo imperialismo. Lo que se perdió en Cuba no fue, en definitiva, valores materiales, que sí, sino la ficción de ser todavía uno de los grandes poderes coloniales. Pero si algo ocurrió de manera manifiesta fue la desastrosa e inapelable derrota moral.

España no supo cerrar con inteligencia su etapa colonial y la historia de su decadencia corre estrechamente unida a la de la progresiva irresponsabilidad de su prensa y sus líderes, comportamiento este que, a pesar de los años, no ha cambiado en absoluto.

Cervera, un héroe para el recuerdo; Cuba, un episodio para el olvido.

P.D. Para la elaboración de este articulo fueron consultadas fuentes adscritas a la entrañable y extensa familia Cervera y, en particular, las referentes al general José Cervera Pery.

"Cuando hay vientos de cambio, unos construyen muros y otros, molinos".

William Randolph Hearst
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