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El cura dijo "que hable ahora o calle para siempre". Y ellos hablaron
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"¡YO OBJETO!"

El cura dijo "que hable ahora o calle para siempre". Y ellos hablaron

Invitados a bodas comparten las historias que sucedieron en la iglesia después que alguien se hubiese opuesto al futuro matrimonio

Foto: La frase que ha protagonizado tantas escenas dramáticas tiene su origen en el siglo XVI. (iStock)
La frase que ha protagonizado tantas escenas dramáticas tiene su origen en el siglo XVI. (iStock)

Es una de las desdichas favoritas de Hollywood. Ese momento en el que el cura pronuncia las palabras infames “que hable ahora o calle para siempre” y un amante ofuscado irrumpe por la puerta principal, salta al pasillo central entre los bancos de madera oscura y grita ante los rostros de sorpresa de los invitados: “¡Yo objeto!”.

Seguro que se te ha pasado por la cabeza soltar algo así durante una ceremonia. Por sana curiosidad. Para ver si pasa como en las telenovelas, en las que utilizan este giro narrativo para retrasar la boda 400 episodios más tarde. Desengáñate, lo harías, siempre y cuando luego pudieses rebobinar los minutos posteriores de drama y desconcierto; tampoco es plan de arruinarle a alguien el día más feliz de su vida. Sin embargo, tenemos malas noticias. El famoso (y tan temido) latiguillo eclesiástico ya no se suele pronunciar entre las paredes de las iglesias, al menos en España.

Foto: Si ya el día de la boda no todo es perfecto, mala cosa. (iStock)

Infidelidades y amores sin confesar

La manida frase tiene su origen en el siglo XVI, cuando la Iglesia de Inglaterra la introdujo en el primer Libro de Oración Común (texto fundacional de la Comunión Anglicana) como parte de la liturgia matrimonial. Se incluyó con el fin de proteger el contrato del matrimonio. Por ejemplo, si un padre no había pagado la dote convenida, la frase daba a la familia contraria la oportunidad de hablar y oponerse a la unión. Asimismo, también servía para poner en tela de juicio la virginidad de la novia, indispensable para el matrimonio de aquella época.

Aunque nuestras costumbres e incluso el papel del matrimonio en la sociedad haya cambiado, hoy en día la frase se asocia con los mismos problemas que hace cinco siglos: infidelidades inesperadas, amores ocultos y obstáculos familiares.

El "que hable ahora o calle para siempre” todavía perdura en algunas ceremonias de ámbito anglosajón y las escenas que suceden a la réplica no tienen precio. Por fortuna, los miembros de la comunidad digital de Reddit han compartido qué pasa en el interior de las iglesias en los minutos después de que alguien o ellos mismos hubiesen objetado el futuro matrimonio y muy posiblemente arruinado el buen ambiente para el resto del día.

Ante semejante impresión inesperada, lo más común es el estado de shock: “Se hizo el silencio. El silencio absoluto”, dice uno de los usuarios. Sin embargo, hay reacciones e historias mucho más jugosas. Uno de ellos vio como su primo se levantó, y en cuanto comenzó a hablar, su tío desde el otro lado de la iglesia le gritó: “Cállate la boca, Bobby”. Los invitados rompieron a reír, y Booby, cabizbajo, se sentó. No volvió a abrir la boca.

Sin saber muy bien qué hacer, el cura simplemente respondió 'ok' y continuó la ceremonia como estaba planeado

Otro invitado compartió la historia de la boda de uno de sus mejores amigos. Al parecer, los padres de la novia eran “muy conservadores” y no les gustaba el hecho de que su futuro marido estuviese divorciado y fuese 10 años mayor que ella. Ya habían soltado un par de comentarios sutiles (y no tan sutiles) antes de la ceremonia. Un aviso previo de lo que estaba por venir: “Todo iba bien hasta que el cura le preguntó a los invitados si alguien tenía alguna pega por la que no se debieran casar… y, en toda su seriedad posible, el padre de la novia se levantó y dijo : “Su madre y yo objetamos”. Y, tras vacilar durante un tiempo, volvió a sentarse”.

“Nadie podía creer lo que acababa de suceder. Así que, sin saber muy bien qué hacer, el cura simplemente respondió “ok” y continuó la ceremonia como estaba planeado”. “No puedo ni imaginar cómo se deberían haber sentido los novios en ese momento. Mi amigo dice que la tensión era increíble. Aun así, se casaron de todos modos".

Como era de esperar, no podían faltar las anécdotas relacionadas con el alcohol. “Uno de los invitados llegó unas horas antes de que empezase la ceremonia, así que fue a un bar cercano y tomó unas cuantas bebidas”, señala uno de los usuarios de la comunidad virtual. El hombre en cuestión gritó: 'No lo hagas, es un cabrón'. Se sucedieron los cuchicheos típicos de la multitud y luego se hizo el silencio mientras le escoltaban por la puerta". Qué incómodo...

Sí, me gustaría decir algo. Quiero darle las gracias a mi dama de honor por haberse acostado con mi prometido anoche

“Estaba en la boda de un compañero de universidad cuando un amigo de la infancia de la novia, borracho perdido, intentó levantarse y confesar su amor por ella. El padre de la novia, en un arrebato, le cogió de la oreja para llevárselo del sitio con tanta fuerza que... Digamos que no terminó bien", señala otro de los comentarios.

Los niños, siempre tan oportunos

Un usuario de la red social escribe sobre una anédocta familiar que siempre consigue hacerles reír: “Mi hermanastro y yo estábamos en la iglesia. Él tenía unos 6 años y yo 10. Cuando el cura hizo la pregunta, él levanto la mano con mucha educación. Acto seguido mi padre le preguntó por qué, y él respondió: 'Porque quiero que antes me prometas que me llevarás a pescar cuando yo quiera'”.

La peor sin duda fue cuando tras las palabras del cura una novia en el altar no se lo pensó dos veces: “Sí, me gustaría decir algo”. Se volvió hacia sus invitados y dijo: “Me gustaría darle las gracias a mi dama de honor por haberse acostado con mi prometido anoche”. Dicho esto, tiró su ramo y salió disparada por la puerta.

Es una de las desdichas favoritas de Hollywood. Ese momento en el que el cura pronuncia las palabras infames “que hable ahora o calle para siempre” y un amante ofuscado irrumpe por la puerta principal, salta al pasillo central entre los bancos de madera oscura y grita ante los rostros de sorpresa de los invitados: “¡Yo objeto!”.

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