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Los seis principios japoneses para mejorar en la vida y en el trabajo
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Los seis principios japoneses para mejorar en la vida y en el trabajo

Ante las dificultades que parecen inabordables hay a veces una solución. Un pequeño paso puede ofrecer el giro definitivo para resolverlas

Foto: Los momentos fuera del trabajo son también importantes para el kaizen. (iStock)
Los momentos fuera del trabajo son también importantes para el kaizen. (iStock)

Si tienes un problema que no consigues superar, divídelo en fracciones más pequeñas y abórdalas por separado, una a una. De manera muy resumida esta es la idea general sobre la que se cimienta la filosofía del kaizen, una forma de pensar a la que se asocian los éxitos de la industria japonesa durante la década de los ochenta.

El término fue acuñado en 1986 por Masaaki Imai un teórico y economista nipón especializado en la gestión de empresas. Compuesta por los conceptos kai (cambio, acción de enmendar) y zen (bueno, mejor, beneficioso) la palabra se suele traducir en nuestro idioma como “mejora continua” y su motor vital son las acciones concretas, simples y poco onerosas.

La estrategia del kaizen es la de la renovación a través de pequeños pasos, día tras día, con constancia y continuidad, en contraposición a los conceptos occidentales de revolución y conflicto. La base de la reforma que se propone es, en definitiva, la de invitar a la persona a aportar cada día pequeños cambios en pos de mejorar el grupo al que pertenece.

El cerebro se maneja mejor ante retos sencillos. El objetivo es esculpir la mente con pequeños golpes de cincel. Los grandes cambios conllevan estrés

Masaaki Imai fundó en los años ochenta el Kaizen Institute para ayudar a introducir en Occidente tales ideas. Friederike Fabritius y Hans W. Hagemann recogen seis principios derivados de esta filosofía en su libro ‘The Leading Brain: Powerful Science-Based Strategies for Achieving Peak Performance’. Veamos cuáles son y cómo pretenden hacernos más fácil nuestro día a día.

1. Hazte pequeñas preguntas

Si en la vida o en el trabajo te encuentras frente a una dificultad de auténtica transcendencia, acercarse a la misma en su conjunto puede conducir a la inhibición y al miedo. Deshazte, por tanto, de los grandes ideales demasiado pretenciosos. El remedio pasa por dividir el problema, definir cuál es el primer paso que se debe dar y trabajar desde allí.

Si faltan las ideas, la primera pregunta que te puedes hacer a ti mismo es tan simple como: “¿Qué pequeño movimiento puedo realizar para estar solo un poco más cerca del fin que estoy persiguiendo?

2. Desarrolla pequeñas soluciones

En cuanto se halla la pregunta correcta toca encontrar una respuesta acorde. El cerebro se maneja mejor si se le ponen delante retos sencillos. El objetivo es esculpir la mente con pequeños golpes de cincel, pues los grandes cambios suelen ir acompañados de estrés, tensión y ansiedad.

Un error importante es la consecuencia de otros fallos de menor alcance. Poner el foco en la totalidad solo conduce al círculo vicioso de la culpa

De esta manera, nos permitimos pensar en positivo y evitar que aparezcan grandes obstáculos que conducen a la aparición del pensamiento automático del “no puedo”.

3. Lleva a cabo pequeñas acciones

Pequeñas preguntas y pequeñas respuestas llevan a la consecución de pequeñas acciones. Veamos un ejemplo: es absurdo que en una empresa se impongan a un trabajador los mismos objetivos que a una persona que lleva en el mismo puesto cinco años. Si los empleados de un ‘call center ‘deben realizar 50 llamadas al día, el propósito será irrealizable para quien entra por primera vez. Obligarle a alcanzar esos números solo conduce a la frustración, y a un prematuro ‘burnout’. Si los propósitos se dividen en metas parciales, la cosa cambia. Quizás diez llamadas durante la primera semana sean un objetivo asequible. Desde esa base se puede ir trabajando progresivamente: veinte en la segunda, treinta en la tercera, etc.

4. Corrige pequeños yerros

Un error importante es casi siempre la consecuencia derivada de otros desaciertos de menor alcance. Poner el foco en un fallo de grandes dimensiones solo lleva al círculo vicioso de la culpa, el arrepentimiento y el pesimismo.

El objetivo es llevar una vida con sentido el mayor tiempo posible y los pequeños premios facilitan la sintonía con nuestra existencia

Si, por el contrario, lo que se acometen son las equivocaciones parciales, las mismas aparecen, de repente, como enmendables. Retocando esas pequeñas faltas podemos mejorar tanto en la vida como en el trabajo, teniendo siempre muy presente que la perfección no existe y lo que nos toca es vivir siempre un continuo avance.

5. Date pequeñas recompensas

Trabajamos como mulas durante un año y cuando llegan las vacaciones nos permitimos, con todo lo ahorrado, un viaje de dos semanas a la otra punta del planeta. Obrar de esta manera conlleva que vivamos un momento de plenitud durante esas dos semanas, mientras que el resto de nuestras jornadas se convierten en una completa tortura.

El objetivo, sin embargo, debería ser el de llevar una vida con sentido durante el mayor tiempo posible y los pequeños premios facilitan que nos sintamos más en sintonía con nuestra existencia. Piensa si no es mejor tomarse el aperitivo con los amigos con frecuencia en vez de renegar de él para reunir el dinero suficiente con el comprar objetos costosos o vivir exóticas experiencias.

6. Identifica los pequeños momentos

No se trata solo del trabajo o de cumplir nuestro objetivo vital. Toda nuestra existencia no se centra solo en eso. Durante la misma surgen instantes de distensión, de apertura, de relax que apoyan nuestro bienestar y que favorecen situaciones para el cambio de experiencias o para salir de un bloqueo cuya solución no habría aparecido si estas ocasiones no estuvieran presentes.

Respecto al intercambio de pareceres, considera que muchas veces dos cabezas piensan mejor que una sola. Nuestras capacidades son limitadas y apoyarnos en la sabiduría de otra persona puede ser ese pequeño paso que posibilite el progreso.

Si tienes un problema que no consigues superar, divídelo en fracciones más pequeñas y abórdalas por separado, una a una. De manera muy resumida esta es la idea general sobre la que se cimienta la filosofía del kaizen, una forma de pensar a la que se asocian los éxitos de la industria japonesa durante la década de los ochenta.

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