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“No se valora a los 'profes': dicen que tenemos demasiadas vacaciones y trabajamos poco”
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“LA LEY DE LAS AULAS” DE HÉCTOR G. BARNÉS

“No se valora a los 'profes': dicen que tenemos demasiadas vacaciones y trabajamos poco”

Para asomarnos al futuro, no hay nada como entender el pasado. En el fragmento de 'La ley de las aulas' que reproducimos a continuación, varios profesores cuentan su situación

Foto: Una profesora escribe en la pizarra de un colegio público madrileño. (Reuters/Sergio Pérez)
Una profesora escribe en la pizarra de un colegio público madrileño. (Reuters/Sergio Pérez)

Este año será crucial para el futuro de la escuela española. Paralizada la LOMCE, durante los próximos meses se intentará llegar a un pacto de estado que siente las bases de una nueva ley educativa, la octava desde la llegada de la democracia, y que a diferencia de lo ocurrido con la Ley Wert, intentará poner de acuerdo a todos los agentes de la comunidad educativa. Esta ha llegado a su límite: todos coinciden en que es necesario llegar a un acuerdo de mínimos para reforzar el sistema educativo, favorecer el trabajo de los profesores y ayudar a los más pequeños a integrarse en una sociedad en pleno cambio.

Para saber hacia dónde vamos, no hay nada mejor que entender de dónde venimos, algo que no ocurre con demasiada frecuencia en el ámbito educativo. Con ese objetivo, el periodista de El Confidencial Héctor G. Barnés ha publicado 'La ley de las aulas. La enseñanza española desde Franco hasta Wert' (Editorial UOC), en el que, con formato de reportaje largo realizado a partir de entrevistas con diversos profesores, intenta realizar un recorrido accesible sobre la realidad educativa española. En el fragmento que reproducimos a continuación, diversas voces analizan el papel del profesor en la sociedad española.

Los valores que se transmiten en la escuela son olvidados, incluso rechazados, en el mundo real

La sensación de desamparo ante las exigencias de la política educativa se amplifica a través de una de esas contradicciones en las que viven muchos profesores: la sensación de que los valores que se transmiten en la escuela son olvidados, incluso rechazados, en el mundo real. Algo que no solo viven los más veteranos. “La figura del profesor se ha devaluado completamente, tanto para nosotros como para el sistema educativo.” Es Pablo Poo, profesor interino y autor de 'La mala educación' (Triskel Ediciones), quien, a sus 32 años, se muestra de acuerdo. Aunque por perspectiva temporal no haya podido experimentar en primera persona los cambios, sí los descubrió en su paso de estudiante a profesional. “Han eliminado el desarrollo profesional desde el momento en el que eliminaron las cátedras de Secundaria. No puedo pasar de ser profesor. El doctorado no cuenta para nada, y la sociedad no valora para nada nuestra labor. Se piensan que el interino es el cara que quiere trabajar porque sí, y el profesor es uno que trabaja por las mañanas, que tiene libres las tardes y que disfruta de muchas vacaciones.”

Esta crisis puede entenderse tanto desde un punto de vista económico como de valores. Económico, porque la LOGSE, una ley ideal sobre el papel, vio dificultada su implantación en la década siguiente, y tuvo que ser matizada en la LOPEG de 1995, que, frente al principio de equidad planteado por la norma, intentaba favorecer la calidad que muchos sentían que se estaba perdiendo. “En 1992 hubo una crisis de caballo, pero como tuvimos unas Olimpiadas y una Expo en Sevilla, casi no nos dimos cuenta”, recuerda Pío Maceda, profesor, sindicalista y autor de 'Nada ha terminado. Crónica de cuatro décadas de escuela'. (Laertes) “Nunca hubo recursos para aplicar la ley.”

En su opinión, el gran error del PSOE durante los años noventa fue no haber sido capaz de dar marcha atrás al comprobar que las metas planteadas eran inalcanzables. Pío tenía a dos niños marroquíes en su clase que no sabían nada de castellano, por ejemplo, y no disponía de ningún maestro de apoyo que le ayudase a solucionar el problema. El Gobierno nunca reconoció su error, recuerda, algo que generó un malestar entre los profesionales de la escuela pública que solo empeoraría una vez llegase el PP al poder con sus políticas de calidad.

Foto: Vista de un aula del Instituto Padre Piquer de Madrid

Durante esos años, se produjo un cambio de valores, con la llegada de la bonanza económica y el boom de la construcción. Los hijos de aquellos que defendieron la enseñanza como la única herramienta que permitía el ascenso social crecieron en una realidad en la que para pegar un pelotazo no hacían falta estudios. Los profesores, sin embargo, no suelen compartir la tradicional visión de que las nuevas generaciones son cada vez peores. “Es totalmente mentira”, responde rotundo Borja, profesor en un colegio concertado en Leganés. “Los niños de ahora no se preocupan solo por los móviles. Es una imagen que hemos creado y que nosotros mismos fomentamos, pero con los niños de primero de la ESO puedo hablar tranquilamente de problemas psicológicos.” Mariano Sanz Montesa, director del Ramón y Cajal y bastante más veterano, se muestra de acuerdo: “Los chavales han cambiado, en muchas cosas a mejor. Simplemente, son diferentes”. Sanz cuenta cómo profesores veteranos (“y muy buenos”) que han vuelto al colegio dos años después de dejarlo se han visto superados por los cambios en el alumnado, tal es la velocidad de su evolución.

¿Sabes por qué no se ha difundido más la metodología de Faure o Freinet? Porque exige mucho trabajo por parte del maestro

La línea que separa ser una víctima del victimismo es delgada, y más en el caso de los profesores, a quienes regularmente se les acusa de corporativismo. Una anécdota contada por Carlota, de 2 profes en apuros, lo refleja bien. Una de sus compañeras no daba la asignatura que le tocaba, sino que repartía unos dibujos para colorear a los niños. Cuando preguntó en dirección si había una solución, la respuesta fue “es que es compañera”. Otro profesor de Educación Física se sentaba en un banco con los auriculares puestos para utilizar su teléfono móvil. Tampoco se hacía nada: era compañero. “No podemos apelar siempre a lo mismo. Si es mal profe, habrá que tomar medidas.”

Foto: En apenas 15 años, la educación de nuestro país dio un vuelco impresionante. Y el cambio no vino desde arriba. (Cordon Press)

En ese sentido, Francisco Bastida, que llevó a cabo en Palomeras Bajas un proyecto autogestionado durante los años setenta (experiencia que cuenta junto a Francisco Lara en 'Autogestión en la escuela: la experiencia en Palomeras') lo tiene claro. Si no se han producido más innovaciones educativas en España se debe, ante todo, a que los profesores acomodaticios le han ganado la partida a los más inquietos, apoyados por un sistema poco proclive al cambio. “¿Tú sabes por qué no se ha difundido más la metodología de Faure o Freinet?”, me pregunta retóricamente. “Simplemente, porque exige mucho trabajo por parte del maestro. Y, lamentablemente, en todas las profesiones, no solo la de maestro, existe el vocacional, al que todas las horas le parecen pocas porque le ilusiona, y el que utiliza su profesión para vivir. Echa sus horitas y a casa.”

Este año será crucial para el futuro de la escuela española. Paralizada la LOMCE, durante los próximos meses se intentará llegar a un pacto de estado que siente las bases de una nueva ley educativa, la octava desde la llegada de la democracia, y que a diferencia de lo ocurrido con la Ley Wert, intentará poner de acuerdo a todos los agentes de la comunidad educativa. Esta ha llegado a su límite: todos coinciden en que es necesario llegar a un acuerdo de mínimos para reforzar el sistema educativo, favorecer el trabajo de los profesores y ayudar a los más pequeños a integrarse en una sociedad en pleno cambio.

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