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El secreto inconfesable del soldado que murió en Vietnam y volvió 40 años después
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¿QUIÉN ES JOHN HARTLEY ROBERTSON?

El secreto inconfesable del soldado que murió en Vietnam y volvió 40 años después

Durante cuatro décadas, el ejército le dio por desaparecido tras ser derribado en la jungla de Laos. Sin embargo, la realidad no se lo iba a poner fácil a sus familiares y amigos

Foto: John Hartley Robertson, poco antes de desaparecer en la jungla de Laos.
John Hartley Robertson, poco antes de desaparecer en la jungla de Laos.

El 20 de mayo de 1968, John Hartley Robertson, de 36 años, se embarcó en la que sería su última misión como boina verde. Un grupo de soldados estadounidenses estaba siendo atacado cerca de la frontera con Laos. Uno de ellos había muerto y varios de sus acompañantes del ejército de Vietnam del Sur también habían perecido. Así que se montó en un helicóptero CH-34D Seahorse y acudió cual caballería. No llegó muy lejos. Un cohete surgió de la nada, golpeó el aparato y este cayó ardiendo a un valle cercano.

El cuerpo de John Hartley Roberston nunca fue encontrado, al menos hasta 40 años después. Aunque la búsqueda de su nombre proporciona miles de resultados en Google (muchos de ellos relacionados con el documental 'Unclaimed' de 2013), la historia definitiva sobre su caso ha sido publicada en 'The Atavist Magazine' por Matthew Shaer, en uno de los trabajos periodísticos más apasionantes de los últimos tiempos. No solo por su capacidad de sintetizar años y años de pruebas, sino también por añadir el giro final más sorprendente a la historia.

Al parecer, en Laos vivía un soldado americano que se había casado con una enfermera vietnamita y llevaba décadas viviendo en Dong Nai

El nombre de John Hartley Roberston vuelve a ser pronunciado durante la primavera de 2008, cuando un misionero cristiano llamado Tom Faunce, veterano de Vietnam, destinado en Camboya y autor de las memorias 'A Soldier's Story' (Sarge Publications), escuchó de boca de un compañero un peculiar rumor. Al parecer, en Laos vivía un soldado americano que en 1968 había sobrevivido a un accidente de helicóptero, se había casado con una enfermera vietnamita, había usurpado la identidad de su marido y llevaba décadas viviendo en Dong Nai bajo el nombre de Dang Tan Ngoc. Sin embargo, su verdadero nombre, aseguraba, era John Hartley Roberston.

Rápidamente, Faunce se las arregló para visitar a ese tal Dang Tan Ngoc, aunque se le advirtió que debido a las heridas sufridas y a las torturas del Viet Cong, ya no era capaz de hablar inglés. “¡No es americano, es vietnamita!”, le advirtió su mujer en cuanto llegaron a la casa. Pero el misterioso hombre rápidamente emergió de entre las sombras y, finalmente, la esposa confesó que se trataba de un soldado americano y que no lo confesaba por miedo a su familia. Durante las siguientes horas, Ngoc, transformado en Robertson, les explicó su recorrido vital y se interesó por su familia estadounidense.

Retorno a América

La única manera de saber si decía la verdad era a través de un test en la embajada americana. Una vez en el consulado estadounidense de Phnom Penh, Ngoc/Roberston se hizo una prueba de huellas dactilares, pero no coincidían con las que se conservaban del soldado desaparecido en combate. La gran pregunta era: si no era él, ¿cómo podía saber tanto de Robertson y sus vidas pasadas? Faunce empezó a sopesar otra posibilidad: que fuese en realidad otro soldado americano.

"Me quedé helado", explicó Ed Mahoney, antiguo compañero. "Supe al instante que era él. No había espacio para la duda"

Para la siguiente fase de su investigación, Faunce pidió ayuda al cineasta Patrick Portelance, al que la historia le interesó tanto que pronto se decidió a rodar un documental sobre su vida. Tal y como ha confesado a la prensa, el cineasta estaba “un 50% seguro” de que se trataba de Robertson antes de conocerle, y un 75% después de hacerlo en un viaje al otro lado de la Tierra. Las inconsistencias en la historia del misterioso hombre (de una indefinida apariencia que podía ser tanto vietnamita como americana) eran, probablemente, producto de la confusión causada tras sufrir un grave accidente de helicóptero, algo que le había ocurrido al propio cineasta.

Este percance había dejado al documentalista graves secuelas físicas, por lo que recurrió al director canadiense Michael Jorgensen para que completase el trabajo que había comenzado. Para identificar correctamente al soldado desaparecido, Jorgensen contó con la ayuda de Ed Mahoney, uno de los reclutas que Robertson había entrenado casi medio siglo antes. “Me quedé helado”, explicó el soldado. “Supe al instante que era él. No había espacio para la duda”. En el documental final, se puede ver a Mahoney diciendo: “Este es John Hartley Robertson, el hombre con el que serví a la compañía Delta 1503, división aérea 82, entre 1959 y 1961”.

A pesar del en apariencia definitivo reconocimiento de su antiguo compañero, aún faltaban evidencias forenses de que se trataba de verdad del soldado desaparecido. Y las encontraron en el laboratorio de Salt Lake City de Lesley Chesson, una experta forense. Según los niveles de esmalte encontrados en los dientes de Ngoc/Robertson, era prácticamente imposible que el hombre fuese de Vietnam o Francia, y era muy probable que hubiese pasado su infancia en EEUU.

Una vez seguro de que se trataba del verdadero Robertson, Mahoney decidió llamar a casa y comunicar a la familia el hallazgo. El padre del soldado, destrozado, murió apenas dos años después de la desaparición de su hijo; la interlocutora fue Jean Holley, su hermana mayor, que llevaba 40 años añorando a su hermano favorito. En diciembre de 2012, unos y otros se las arreglaron para preparar un encuentro ante las cámaras de Jorgensen, que mostraron un tierno abrazo entre familiares. “Nunca te hemos olvidado”, le decía la mujer, ya anciana, a su hermano perdido. Como explica la hija de Jean, Gail: “Mi madre creía que había encontrado a su hermano, y estaba feliz”.

La historia perfecta

Los titulares de los periódicos dan fe de la sorprendente historia de Robertson y su retorno de entre los muertos 40 años después. Especialmente los sensacionalistas: 'The Mirror' hablaba de que “un soldado americano dado por muerto hace 44 años ha sido encontrado viviendo en una remota aldea vietnamita”. 'The Daily Mail' titulaba: “Se encuentra un veterano del ejército 44 años después de su desaparición, pero sus hijas se niegan a hacer un test de ADN para demostrar su identidad”.

Si no era él, ¿cómo había llegado Dang Tan Ngoc a conocer tanta información sobre Robertson?

Parecía una gran publicidad para la película de Jorgensen, pero pronto, y a través de un artículo de 'The Huffington Post', la historia empezó a hacer aguas. El artículo cayó en las manos de Rodney Miller, un profesional de las Fuerzas Aéreas que conocía muy bien a Robertson. Apenas unos años antes, en 2009, había realizado un informe sobre la supuesta reaparición de un soldado americano en Laos, y todos los resultados habían sido negativos. No solo eso, sino que el hombre que actualmente se ocultaba bajo la identidad de Dang Tan Ngoc había utilizado con anterioridad otros nombres americanos, como Larry Stevens (desaparecido en 1969). En el año 2006, un investigador que entrevistó al supuesto Roberston consiguió de él la confesión de que, en realidad, siempre había sido Dang Tan Ngoc.

Antes de su estreno, la película de Jorgensen ya había sido desmentida, especialmente después de que 'The Independent' publicase el informe de 2009 de Rodney Miller. El cineasta se defendió recordando que era una historia sobre Faunce, un veterano en busca de redención, y no sobre el supuesto soldado desaparecido. Sin embargo, aún había muchas preguntas por resolver: ¿cómo había llegado Dang Tan Ngoc a conocer tanta información sobre Robertson? El periodista lo averiguó preguntando a investigadores sobre desaparecidos en combate. Al parecer, es terriblemente sencillo obtener información sobre soldados desaparecidos a través de revistas muy populares como 'Task Force Omega', que recopilaban historias sobre la guerra.

El corazón de las tinieblas

Aquí es donde Shaer recoge el testigo de sus predecesores. ¿Cómo es posible que el análisis molar diese tales resultados si habían analizado a un francovietnamita? Una segunda opinión aseguró que, aunque el test señalaba que podía ser americano, tampoco descartaba otras posibilidades. Otros análisis de ADN realizados a los sobrinos del soldado desaparecido no mostraron ninguna relación entre la familia americana y Dang Tan Ngoc. Sin embargo, su sobrino John Michael Roberston estaba seguro de que había encontrado a su tío, y que había algo que el gobierno ocultaba.

El siguiente paso para el periodista era acudir a su fuente original, que era la pieza clave del enigma por resolver el misterio de una vez por todas. Se topó con la desconfianza de Faunce, que estaba seguro de que su amigo decía la verdad, y que le recordó que no confiaba en ningún americano que no fuese él mismo o su primo Joe, que le había acompañado a lo largo de todo el viaje. Al parecer, Dang Tan Ngoc no quería reunirse con ellos por problemas de salud como un fortísimo dolor de piernas.

Shaer decidió hacer la guerra por su cuenta y contactar con un dentista que afirmaba conocer al misterioso soldado. Fue fácil y sencillo: una vez el periodista se reunió con el profesional, este cogió su teléfono, le llamó y en apenas 10 minutos el propio Dang Tan Ngoc se presentó en la consulta, ya que vivía a 10 minutos a pie. Shaer lo describe de la siguiente manera: “No fue la única vez que me sorprendió su conducta plácida: la sonrisa despreocupada, el largo resto de ceniza en el cigarro”.

"¿No quieres volver a Estados Unidos?". "Sí, a Boston". Era allí donde su hermana, "la señora mayor", vivía

Efectivamente, por tamaño encajaba con la vieja descripción de John Hartley Roberston, pero apenas se parecía a las fotografías que Shaer había visto. Seguía manteniendo la teoría de que era un soldado americano; su amigo dentista explicó que en su pueblo decía que era francés porque temía las represalias de sus vecinos. El propio Ngoc/Robertson señaló al periodista que había trabajado como taxista-motociclista, y le explicó cómo se estrelló: “Estaba preparando artillería para disparar, y había entre tres y cinco americanos conmigo. Entonces nos golpeó un misil”.

Shaer siguió indagando. “¿No quieres volver a Estados Unidos?”. “Sí, a Boston”. Era allí donde su hermana, “la señora mayor”, vivía. El periodista desveló que había gente en su supuesto país natal que no creían en su historia. “¿Es posible que no seas Robertson?”, le preguntó. “No lo sé”. “Quizá eras otro soldado americano”. “OK”. “¿No es posible que fueses vietnamita?” “OK. Sí”. Empezaba a sentirse mal, así que se marchó después de que el periodista le garantizase que no le perseguiría. Pero aún faltaba la pieza final del misterio.

Epílogo: dentro de la mente

El periodista siguió preguntando a familiares y amigos, hasta que finalmente dio con un hombre mayor que afirmaba haber conocido a Ngoc desde 1976. Este le recomendó ponerse en contacto con Tan Som, yerno de Ngoc durante 20 años. Como había ocurrido con el soldado unos días antes, este acudió rápidamente y le contó toda la historia. Ngoc nació en un orfanato de Saigón en 1947 (Robertson lo hizo en 1936), combatió con el ejército de Vietnam del Sur durante la guerra, llegó a jefe de policía y tenía dos hijos.

Lo que no sabía Som es que, en un documental rodado en inglés, su antiguo familiar político defendía la teoría de que era un soldado americano. Esto le dejó helado, y contraatacó con la pregunta definitiva: ¿y si estaba confundiendo ficción con realidad? A finales de los años setenta, explicó, su suegro había protagonizado una película que trataba sobre un soldado americano que se había estrellado en un helicóptero en la jungla y se había casado con una enfermera vietnamita. Exactamente la historia que había contado bajo su identidad de Robertson.

“Escuchando al hombre en la hamaca, me sentí terriblemente desorientado, la misma sensación que uno tiene al subir unas escaleras que conoce bien y de repente falta un escalón”, recuerda el periodista. “La realidad, de repente, tartamudea”. Fue un archivista de cine vietnamita, Do Thuy Linh, quien confirmó las peores sospechas: el amor entre un piloto americano y una enfermera vietnamita fue un subgénero habitual durante los años setenta y ochenta.

Faunce finalmente confesó que siempre había dudado de la veracidad de la historia

Aún faltaba, no obstante, una última cuenta que saldar: se trataba de Tom Faunce, el hombre que más había creído en la historia del francovietnamita, y quien no estaba al tanto del encuentro entre su amigo y el periodista. En abril del año pasado, este le contó la verdad. Finalmente, Faunce reconoció que, a pesar de sus esfuerzos por dar a conocer la historia, nunca había estado completamente convencido. Tampoco se sintió traicionado por el hombre al que había protegido durante casi una década. “Alguien que miente una vez es capaz de mentir sobre muchas otras cosas”.

El 20 de mayo de 1968, John Hartley Robertson, de 36 años, se embarcó en la que sería su última misión como boina verde. Un grupo de soldados estadounidenses estaba siendo atacado cerca de la frontera con Laos. Uno de ellos había muerto y varios de sus acompañantes del ejército de Vietnam del Sur también habían perecido. Así que se montó en un helicóptero CH-34D Seahorse y acudió cual caballería. No llegó muy lejos. Un cohete surgió de la nada, golpeó el aparato y este cayó ardiendo a un valle cercano.

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