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Lo mejor que se puede hacer con los pantalones puestos, según Arguiñano
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pasamos un día con el famoso chef

Lo mejor que se puede hacer con los pantalones puestos, según Arguiñano

Nos fuimos a comer con el chef más popular de España a Guipúzcoa. Y no nos defraudó: buena comida, muchas anécdotas y un montón de chistes (hasta subidos de tono)

Foto: El cocinero, en las viñas de su bodega en Aia. (Moreno Esquibel)
El cocinero, en las viñas de su bodega en Aia. (Moreno Esquibel)

“Esto no es ir al súper a comprar comida que viene metida en plástico. ¿Dónde está el amor? Eso no es amor, eso es una mierda”. No le falta razón a Karlos Arguiñano, que ha querido contar con Roberto Ruiz (del Frontón de Tolosa, “el mejor cocinero de alubias de este país”) para la presentación de 'Sabores de siempre. Las recetas que no pasan de moda' (Planeta) ante la prensa en su bodega de Aia (Guipúzcoa). Con este libro, completa una trilogía que ha marcado un resurgir como fenómeno editorial gracias a ventas de 100.000 ejemplares cada volumen. “Ahora que parece que ya nadie lee”, añade.

En sus propias palabras, se trata de “un homenaje a la cocina tradicional española” a través de más de 300 recetas. “Unos chipirones, unas almejas, unas albóndigas, unas judías verdes con patatas, un flan, un arroz con leche… son platos que conocemos todos”. Ese es el grueso de su último trabajo, recetas de toda la vida reivindicadas con el objetivo de que no se pierdan. ¿Por qué otro libro ahora? “Pues porque se vende bien, porque Planeta lo hace bien y son recetas que no estaban en los anteriores”, añade con la llaneza que le caracteriza. “Este son aromas y sabores que tenemos en el recuerdo”.

Chistes subidos de tono

Queda claro que Arguiñano está feliz con su papel de (divertido) patriarca y protector. Los postres de la comida corren a cargo de su hijo Joseba, y la presentación sirve para reivindicar a su amigo Ruiz. El cocinero, a sus 68 años, vive en un estado de semijubilación. “Yo estoy a la tele, a la bodega y al jijijijajaja”, explica durante la comida, en la que corren el 'K' y el 'K Pilota', los dos vinos que produce. Además, claro, de su equipo de Moto2 y los chistes, que no falten. Eso sí, un poco más subidos de tono que en la televisión. “¿Sabéis ese que dice ‘mira, debajo de ese árbol hice yo el amor por primera vez, y su madre estaba delante”, cuenta. “’Pero, cómo, ¿y qué dijo la madre?’, le responde otro‘¿La madre? Be-e-e-e-e-e-e”, e imita el sonido de una oveja. Hay hasta quien tarda en cogerlo.

No puedes comprarte una papada de panceta y comértela en tres días. Es igual que con la cocaína si tienes 30 gramos, descansa un poco

El presentador está preocupado por que los españoles comamos bien, en todos los sentidos. También en el saludable, y nos explica su fórmula. “Comer bien no es comer mucho ni caro, sino variado”, explica. “Un 50% de verduras y ensaladas, un cuarto de hidratos y un cuarto de proteína, es lo que digo yo siempre”, expone. “Un poco de todo y mucho de nada”. ¿Comemos peor los españoles que hace años? El cocinero no lo considera así, y cree, a juzgar por sus hijos, que hacen el esfuerzo por alimentar bien a los más pequeños. “Pero eso de bajar al bar a las siete de la tarde y darle un pincho de tortilla mazacote no es cenar, hombre. Dale al crío una tortillita francesa, o un poco de jamón de york con queso”.

Parece difícil decirlo cuando el menú ha consistido en judías pintas, morcilla, guindilla y merluza rebozada con patatas. ¿Dónde está el límite para esas cosas? “Ocasionalmente, cada 15 días”, explica. “No puedes comprarte una papada de panceta y comértela en tres días, hombre. Es igual que con la cocaína si tienes 30 gramos. ¡Ten cuidado, chaval, no te la metas toda de golpe! Te das una vuelta, te tomas una caña.." añade con su característico humor.

El cocinero dedica un capítulo de su libro a la despensa, que a su parecer es esencial en todos los hogares. “Pues poder salir por la mañana, que tienes médico o dentista, y tener algo para preparar. Como unas lentejas, que a la olla son 20 minutos”, señala. Eso sí, recomienda no comprar de más. ¿Y a la hora de hacer la compra? El truco fundamental es no ir con hambre. “Te haces una tortilla, te bebes una caña o un vino y a comprar, que si vas con el estómago vacío vas a coger que si unas gallletitas, que si no sé qué...”, razona. Eso sí, aunque la mayor parte de gente sigue haciendo compra semanal (“hay algunos que van con carros que parece que tienen dos restaurantes”), él es de los que van, miran, y lo que les gusta, se lo llevan. “Como cuando era joven e iba al baile”, añade antes de otra carcajada.

La peculiar dieta Arguiñano

Un buen día, después de los 55 años, el cocinero se dio cuenta de que no podía atarse los cordones, o que le costaba ponerse los calcetines, como ilustra delante de los periodistas. Hora de perder peso, algo que ha conseguido ahora, cuando ha logrado deshacerse de seis kilos en muy poco tiempo. ¿Cómo lo ha hecho? “Me he quitado el ibuprofeno, que lo tomaba como si fuese cocaína, para darme un empujoncito por las mañanas”, desvela. En apenas un par de semanas se quitó de encima cuatro kilos, principalmente por retención de líquidos. También las nueces: “Te dicen que son buenas, claro, pero son buenas dos”, señala. “Si te tomas ocho al día, haz la cuenta, te has tomado en tres meses 700 nueces”. Cómo no, se ha quitado también el alcohol. “Pero nunca me ha gustado mucho ni he bebido demasiado”.

"La única espina que tengo clavada es la de no tener un nieto negro. Imagínate, ¡Arguiñano Jackson!"

¿Cómo es un día en la vida de Arguiñano? Se levanta sobre las siete o las siete y media, se toma un vaso de agua, desayuna una tortilla francesa y un yogur. Coge el coche, baja a Zarauz y se toma un cortado en el restaurante. Luego, paseo de ida y vuelta a Getaria, 11 kilómetros, y después, ducha y maquillaje (“soy de los pocos españoles que se maquillan todos los días”) y listo para grabar el programa, que termina sobre las dos del mediodía. Y luego a comer en casa con su mujer, a la que le prepara la comida. Ve un poco la ETB, y a las seis se da una vuelta por el mercado y para las siete y media u ocho, otra vez a la cocina para la cena, generalmente “verdura y pescado, blanco o azul, o tortilla”. Otra vez con su mujer: “Fíjate, le di un beso a una rubia y ahora somos 26”, bromea. “A mí ella no me hizo la cobra”. Tan solo se ha quedado con la espina clavada de no tener un nieto negro: “Con la ilusión que me hacía, que mi hija se juntó con uno y pensaba que iba a tener un nieto negro, pero no, ¡me ha salido blanco con cara de negro! Imagínate: ¡Arguiñano Jackson!”.

Foto: Arguiñano enseña a los periodistas que acudieron a Zarauz dos cebollas gigantes. (Enrique Moreno Esquibel)

El universo del cocinero criado en Lazcao sigue siendo completamente reconocible. Ha sido el único que ha reunido a amas de casa, abuelos a los que la expresión "comida moderna" les da retortijones y nietos haciendo los primeros pinitos en la cocina gracias a su sentido del humor y, sobre todo, a no engañar a nadie: lo que es, es lo que ves. A pesar de que ya se siente liberado del hotel y del restaurante, quiere seguir “activo”: “Sigo sintiéndome útil, y la gente lo expresa, porque siempre espera algo de ti: una receta, un chiste...”. ¿Y una lapidaria frase final, Karlos? “Solo hay una forma de gozar con los pantalones puestos: comiendo”.

“Esto no es ir al súper a comprar comida que viene metida en plástico. ¿Dónde está el amor? Eso no es amor, eso es una mierda”. No le falta razón a Karlos Arguiñano, que ha querido contar con Roberto Ruiz (del Frontón de Tolosa, “el mejor cocinero de alubias de este país”) para la presentación de 'Sabores de siempre. Las recetas que no pasan de moda' (Planeta) ante la prensa en su bodega de Aia (Guipúzcoa). Con este libro, completa una trilogía que ha marcado un resurgir como fenómeno editorial gracias a ventas de 100.000 ejemplares cada volumen. “Ahora que parece que ya nadie lee”, añade.

Vinos Karlos Arguiñano
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