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El canon real del hombre que viene: así son los machos hoy
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crisis de la masculinidad

El canon real del hombre que viene: así son los machos hoy

Se nos exige asumir roles que antes eran patrimonio femenino y, al mismo tiempo, que mantengamos lo esencial de nuestro antiguo papel

Foto: Muchos caminos contradictorios. (iStock)
Muchos caminos contradictorios. (iStock)

Es probable que si se quiere llegar a un “hombre del futuro”, a una especie de prototipo hipotético de masculinidad, a un conjunto teórico de las virtudes físicas y morales que un hombre debería congregar para ser un hombre excepcional, primero tengamos que conseguir que el hombre normal, el ciudadano común, sobreviva a la montaña de pespectivas absurdas que pesan hoy sobre él. Es muy dudoso que lo consiga y bastante más probable que el peso de tales expectativas difusas le rompa el cuello, mientras nuevas industrias se forran a su costa.

Hasta hace unos años (una o dos generaciones) lo que se esperaba del ala masculina de nuestra sociedad era difícil de conseguir, quizá, pero definido y nítido, y casi podía resumirse en las dos primeras líneas del archiconocido poema “If”:

“Si puedes mantener intacta tu firmeza
cuando todos vacilan a tu alrededor …”

La ventaja de la mujer es que se ha convencido de que está consiguiendo algo, hay una liberación. El hombre es un rey destronado

En efecto, la firmeza y el liderazgo, aun a costa del error puntual, era un valor supremo. Un ejemplo magistral de ello puede verse en el cierre de la película 'Mystic River', de Clint Eastwood, profunda reflexión sobre el papel de la masculinidad ‘clásica’. En definitiva, como sucede con el personaje que allí interpreta Sean Penn, tanto si eras un integrado como si eras un asocial, los requerimientos venían a ser los mismos: claridad de intenciones, fuerza de carácter, espíritu eficaz y dominante y capacidad para atenerse al canon moral elegido, fuere este el que fuese. Es decir, integridad. Ahora todo ha cambiado. De hecho es dudoso que la gente siga sabiendo qué significa integridad: la palabra, tan degradada que apenas la usan ya los políticos, comparte armario apolillado con el “hombre de pelo en pecho” y otros mitos: ya no hace falta.

Pero ¿qué les hace falta entonces? Un publicista, probablemente, se frotaría las manos ante la actual crisis de la masculinidad y respondería: “todo lo que yo diga”.

“La ansiedad en torno a la virilidad”, comentan con relativa precisión en este artículo, “se manifiesta de un milllón de maneras. Al colapsar la economía, los medios comenzaron a volverse locos con la ‘man-cession’, la dificultad que los hombres encontraban para mantener sus trabajos mientras las mujeres los conseguían de modo más claro, al tiempo que los sobrepasaban en número en las universidades. La cultura nos traía series como 'Mad Men', con la nostalgia de una era en la que ‘los hombres eran hombres’, mientras otras como 'Juego de Tronos' externalizaban el concepto de lo masculino contra lo femenino, en un reino donde las reglas que conocemos habían sido dejadas de lado y cada día era un esfuerzo literal para sobrevivir. Las películas celebran el hombre niño, y los hombres están desesperados por encontrar una fuente externa que les ayude a superar sus inseguridades y el sentimiento de que algo se ha perdido. Y ahí aparecen los grupos que prometen recuperar el sentimiento de virilidad (…) La sociedad nos dice que hemos perdido algo…”

Las series televisivas son, sin duda, un buen medidor de la obsesión que existe en torno a esa supuesta pérdida. Casi cualquiera que se nos ocurra plantea en buena medida el problema de la virilidad, su crisis y sus posibles reformulaciones, si bien es cierto que la crisis queda siempre mejor definida que las vías de salida. 'Breaking Bad', por ejemplo, tiene como punto de partida al hombre que se ve ante la imposibilidad de seguir dando lo que su familia necesita y toma un giro radical (como un hombre a la antigua y conviertiéndose, por tanto, en “héroe”, aunque sea un héroe paradógico). En 'Los Soprano', por su parte, se evalúan los roles clásicos y la tensión a la que se ven sometidos en un mundo moderno pero dentro de la más tradicional de las familias: la criminal.

En busca del payaso ninja

Lo cierto, reflexiona Javier, un psicólogo de 35 años, “es que tanto a las mujeres como en el de los hombres, las últimas décadas nos han sacado de nuestra zona de confort, en la que habíamos permanecido muchos siglos: a las mujeres se les ha exigido tomar papeles que habían sido tradicionalmente masculinos. A los hombres, adoptar roles que antes eran patrimonio femenino, llegar a comprensiones que habían quedado tradicionalmente por encima o por debajo de sus atribuciones. Y al mismo tiempo, a ambos se les exige que mantengan lo esencial de su antiguo papel. La maternidad y cierta delicadeza en un caso, la capacidad de liderazgo en el otro. Es decir: a ambos se les está exigiendo ser todo al mismo tiempo, y eso es esquizofrénico”.

Las exigencias se han duplicado, y si la mujer no tiene clara la posición que desea, el hombre aún menos: un nido de problemas mentales

“Ahí la ventaja de la mujer”, continúa, “es que colectivamente se ha convencido de que está consiguiendo algo, con lo cual su teoría de liberación viene siendo engrosada por mucha literatura y mucha praxis desde hace décadas. Otra cosa es que sea tal liberación, pero hay un debate interno que es sano. El hombre, en cambio, siente por lo general que ha perdido algo, no que avance: es un rey destronado, y así la resistencia instintiva que ofrece impide que fluya y llegue a posiciones mejores. No existe ese debate interno. En todo caso, las exigencias se han duplicado, y si la mujer tiene poco clara cuál es la posición que desea, el hombre la tiene menos clara aún. Es un nido potencial de todo tipo de problemas mentales”.

En todo caso, parte del vacío y la ansiedad que conlleva todo esto han sido creados. Norma uno de la venta: convence al potencial comprador de que hay algo que le falta y que necesita desesperadamente. Hecho. Número dos: inventa todo tipo de cosas que llenen ese hueco, asegurándote de que con cada una llegue una nueva necesidad. En proceso.

Acorde con esto, la brecha entre lo que se pide que un hombre tenga y lo que un hombre puede tener (no entre lo que podríamos ser y lo que somos) es enorme y rentable. Y casi siempre incide no en criterios internos de justicia o moralidad (que podrían desarrollarse de modo personal), sino en parámetros estéticos que puedan llenar las precariedades narcisistas y las necesidades de “caza”. Cómo sentirnos mejor y cómo gustarles a ellas, en definitiva: abran cualquier artículo de internet sobre lo que “ellas” piden de “ellos” y encontrarán a un hombre que ni existe ni puede existir en su totalidad, pero que se describe con toda la naturalidad de lo alcanzable: “Educado, que acepte los retos, que sea atento, generoso, un maestro de la sexualidad y del romance, con un punto dominante (inevitablemente sexy) pero siempre con clase y humor”. Es decir, que sea el de antes y el de ahora, una especie de Thor depilado y comprensivo con las debilidades del corazón y las políticas de género, pero al que no le tiemble el pulso a la hora de la verdad.

Un hombre no tiene miedo al fracaso, un hombre no busca excusas, un hombre acepta sus limitaciones pero intenta superarlas...

Lo definía bien una pintada reciente (qué seríamos sin el Street Art): “Las mujeres quieren alguien que las proteja y las haga reír: algo así como un payaso Ninja”.

Es en el intento de convertirse en payaso ninja, claro, donde todos fracasamos, ahí sí, plenamente. Y mientras, la industria, como decíamos, se frota las manos. El sector de cosmética masculina, por ejemplo, está en plena explosión, habiendo crecido un 300 por ciento, nada menos, en 2015: “desde 2013 se venden más productos de belleza que de afeitado y el mercado sigue creciendo. En el top de mercados emergentes están Brasil, Corea del Sur, Estados unidos, Alemania, India y el reino Unido”.

No ayuda a solucionar todo el lío que cuando se mira al lado opuesto, a quienes quieren que el hombre “vuelva a ser hombre”, la lista de requerimientos parezca igual de psicótica: “Un hombre no tiene miedo al fracaso, un hombre no busca excusas, un hombre acepta responsabilidades, un hombre acepta el reto de ser el mejor hombre posible, un hombre acepta sus limitaciones pero intenta superarlas, un hombre está en paz con sus emociones, un hombre no define a los demás por el sexo, ni a sí mismo…”. 'Gimme a break'.

Será pues mejor, a la espera de un canon factible que no llegará, hacer una mínima lista de cosas que debemos aceptar (que cada cual construya la suya propia):

1. Esto es un mercado…

… y por tanto se te intentará vender cualquier cosa usando tu confusión. Así que trata de llegar a un acuerdo contigo mismo sobre lo que quieres ser. E intenta que no implique gastar en ello una fortuna que no tienes, los hombres nunca fueron hombres por lo que tenían. En todo caso pese a lo que tenían.

2. El heteropatriarcado fue ayer

Asume que el concepto de patriarca ha desaparecido (aunque sea ahora cuando más se hable de “patriarcado”). La familia clásica ha explotado y un porcentaje altísimo los núcleos familiares son guiados por padres y madres solteros. El abuelo sabio que aconseja a una familia extensa es más falso que Judas y apenas sobrevive en las factorías de mitos como Disney o los fabricantes de embutidos.

3. Estar a la moda es sencillo

La idea estética de cómo debe ser un hombre (aunque no es muy masculino que eso te importe, la verdad) cambió hacia un canon femineizante en algún momento del fin del siglo XX, pero no te preocupes, ha pasado varias veces en la historia y además hace falta vender de modo constante y por tanto las modas cambian a velocidad de vértigo. Te basta con quedarte quieto para ser un hombre estéticamente aceptable más o menos cada dos años.

4. El proovedor no eres sólo tú

El hombre que provée económicamente a la familia ha desaparecido. La realidad económica implica que una familia, por pequeña que sea, necesita dos sueldos, al menos, para sobrevivir. No intentes imponerte a esa realidad. No ser el que paga todas las facturas no te disminuye. Asume que con ese cambio económico han caído todos los modelos previos de sostenimiento y estructura. Un campo nuevo es una oportunidad, y como excusa también es válida.

5. No hagas caso a los extremismos

Porque son eso, extremismos. Si una teoría de liberación de género, por ejemplo, acaba pareciéndose demasiado a un libro de Jomeini, algo huele a podrido en Dinamarca. El sueño del puritano engendra monstruos. Si necesitas terapia de reafirmación, lee a Camille Paglia.

La lista podría continuar eternamente, pelando capas de una cebolla innecesaria de exigencias: liberando progresivamente al hombre potencial de las culpas que no son suyas. Pero eso ya es trabajo personal. En resumen, los modelos de masculinidad han desaparecido o se han multiplicado reflejando realidades contradictorias. Pero quizá eso no deba importarnos tanto, por nuestra propia sanidad mental.

Liz Taylor era la mujer que todas las amas de casa americanas querían ser y la que todas han acabado siendo”, escribió, malicioso, Truman Capote. Otro tanto puede pasarle al hombre del futuro, si se descuida. Y es que a veces, la mejor manera de no equivocarse es confinar a todos esos modelos al estante adecuado: el de las fantasías ocasionalmente útiles para la realidad. Pero no el de la realidad.

Es probable que si se quiere llegar a un “hombre del futuro”, a una especie de prototipo hipotético de masculinidad, a un conjunto teórico de las virtudes físicas y morales que un hombre debería congregar para ser un hombre excepcional, primero tengamos que conseguir que el hombre normal, el ciudadano común, sobreviva a la montaña de pespectivas absurdas que pesan hoy sobre él. Es muy dudoso que lo consiga y bastante más probable que el peso de tales expectativas difusas le rompa el cuello, mientras nuevas industrias se forran a su costa.

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