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"Decidí no beber nunca cuando tenía una cita: esto es lo que me pasó"
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UNAS COPAS LO CAMBIAN TODO

"Decidí no beber nunca cuando tenía una cita: esto es lo que me pasó"

El alcohol se había convertido en el antídoto para la timidez y para dejar atrás los nervios. Sin embargo, pasó por alto las contraindicaciones

Foto: Que no te engañe la botella de champán: en realidad están bebiendo agua para acordarse de todo. (iStock)
Que no te engañe la botella de champán: en realidad están bebiendo agua para acordarse de todo. (iStock)

Un buen vino es el mejor acompañante para una cita. Es garantía de éxito. De hecho, no hay encuentro, ya sea con amigos, en familia o en pareja, donde alguno de los comensales no aparezca con una botella. Para ellos, el vino marida con la vida, pero el problema viene cuando a una copa le sigue otra, otra y otra.

Esto era lo que le sucedía a Eden Blackman, experto en citas y fundador del portal 'Would Like to Meet', asiduo bebedor social que empezó a notar que el alcohol cada vez le afectaba más al no ser capaz de recordar qué había hecho en sus propias citas o qué le habían explicado. Después de tomarse unas cuantas copas, al día siguiente le costaba mucho más recuperarse, por lo que él mismo decidió retarse y empezar a salir sin beber. El resultado han sido 10 años de ley seca: desde 2002 hasta 2012 no probó ni una gota de alcohol, una experiencia que ahora explica al portal The Independent.

Empezó a recordar

Como si de un elixir mágico se tratara, el alcohol se había convertido en el aliado de todas sus citas y en el antídoto para la timidez y para dejar atrás los nervios. Sin embargo, pasó por alto las contraindicaciones. No solo las graves consecuencias para la salud que comporta un consumo excesivo de alcohol, sino el poder de desinhibición de estas bebidas, que le hacían hablar más de lo necesario y, a veces, abordar temas que no eran muy apropiados para un primer encuentro. Sin olvidar que comenzaba a tener una visión distorsionada de sus salidas y era incapaz de recordar detalles, anécdotas e incluso nombres.

La otra persona se da cuenta de que eres buena persona, puedes entablar una conversación y poco a poco empieza a confiar en ti

Parece obvio, pero recordar lo que la otra persona te dice en una cita es fundamental para que la relación, aunque sea de amistad, prospere. Blackman era incapaz de ello, sin embargo, señala que “cuando dejé el alcohol empecé a recordar más y ya no tenía que formular preguntas embarazosas todo el tiempo acerca del lugar en el que vivía la otra persona o si tenía hermanos”.

Blackman se mostraba más interesado en lo que sus interlocutores le decían y era capaz de interactuar y seguir el hilo de la conversación. Empezaba a darse cuenta de que sus acompañantes se sentían más respetadas. “Al dejar de beber era mucho más consciente de todo lo que sucedía y yo mismo notaba como estaba más atento a lo que me estaban explicando. Si estás constantemente mirando hacia otros lados... Es normal que las mujeres acabaran preguntándome si estaba más interesado en ellas o en ver la televisión”.

Reconoce que los primeros encuentros sin alcohol fueron muy complicados, pero pronto entendió que beber era un ritual social. Sus citas ahora son mejores. Blackman sostiene que no es necesario tomar varias copas para parecer más simpático o gracioso: “La otra persona se da cuenta de que eres buena persona, puedes entablar una conversación y poco a poco empieza a confiar en ti, lo cual es muy gratificante”, ya que sabes que te está conociendo tal y como eres y no bajo los efectos del alcohol.

Si nuestro compañero de mesa se desanima porque no estamos tomando una copa con él, añade Blackman, “nunca hay que pedir disculpas o decir ‘lo siento’, ya que sugiere que nos sentimos mal por ello y dejar de beber es algo de lo que estar orgulloso”. Se lo toma con buen humor y asegura que su temporada sobria siempre puede ser un buen tema de conversación.

El alcohol, asociado a los buenos momentos

Como Blackman, son muchos quienes asocian una cita, una cena o una reunión familiar con las bebidas alcohólicas. Son la droga por antonomasia en las sociedades occidentales y, con frecuencia, aparecen vinculadas a festividades culturales, como el vino en las fiestas patronales o en las religiosas –durante la Eucaristía- o el cava en los tradicionales brindis. En nuestro país, también. Los españoles somos grandes bebedores y cualquier ocasión es buena para acompañar con una cerveza, una copa de vino o un cóctel.

Lo dicen las estadísticas: cada español bebe 1,96 litros de alcohol a la semana, cifra que está por encima de países como Suecia, Italia, Portugal o Francia, según revela el informe 'El gasto en tabaco y alcohol y juego 2016' que acaba de publicar EAE Business School. El problema, según los expertos, radica en que las personas beben más alcohol de lo que se creen y, además, no tienen conciencia del riesgo en torno a su consumo. No se percibe como nocivo, tal y como pone de manifiesto el 'I Estudio Lundbeck: Percepción y Conocimiento del Alcoholismo en España'. 

Un buen vino es el mejor acompañante para una cita. Es garantía de éxito. De hecho, no hay encuentro, ya sea con amigos, en familia o en pareja, donde alguno de los comensales no aparezca con una botella. Para ellos, el vino marida con la vida, pero el problema viene cuando a una copa le sigue otra, otra y otra.

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