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Cuatro hombres que han perdido 50 kilos cuentan cómo lo han hecho
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Cuatro hombres que han perdido 50 kilos cuentan cómo lo han hecho

Si padeces obesidad o estás ayudando a alguien que ha perdido el control de su peso, sabes que no hay fórmulas mágicas, pero estos testimonios personales tienen cosas en común

Foto: Parecen cuatro, pero solo son dos.
Parecen cuatro, pero solo son dos.

A partir de un momento, la gordura se convierte en enfermedad y solo el hecho de plantearse cambiar requiere un esfuerzo titánico. Estos cuatro lectores de 'Men's Health' lo han conseguido.

Para los que están en ello, y aún más para los que aún no se atreven a fijarse esa meta, estas personas pueden ser una inspiración. Nada motiva más que lo vivido en primera persona, sobre todo si hay fotos para demostrarlo.

Estos cuatro protagonistas nos dan sugerencias concretas, pequeños apoyos en el camino hacia un cuerpo en el que sentirse más a gusto. Con sentido común y con salud, algunas de estas herramientas pueden ser el empujoncito final.

Marcus Bailey, 48 kilos

Bailey ha caminado lento pero seguro los últimos tres años y medio y ahora va 48 kilos más ligero por la vida. Es un amante de la moda y la estética, estudiaba en el Fashion Institute of Technology de Nueva York: "Caminando por el campus con gente delgada, yo era el tipo negro que medía 1,80 y pesaba 130 kilos. No encajaba". Pero lo que le hizo darse cuenta de la magnitud del problema fue el diagnóstico de prediabetes, después de graduarse.

No era cuestión solo de "encaje" estético, sino de estilo de vida. Así lo explica: "No tenía dinero para apuntarme a un gimnasio guay, comprar batidos de proteínas y todo eso. Solo hice pequeños ajustes durante el día. Cuando podía caminar, caminaba, y cuando podía subir por las escaleras, lo hacía".

Caminando por el campus con gente delgada, yo era el tipo negro que medía 1,80 y pesaba 130 kilos. No encajaba

Empezó a ver vídeos de ejercicios en Facebook y probaba en un parque cercano los movimientos que iba aprendiendo. En cuanto a la dieta, había mucho que mejorar, porque una de sus costumbres era comerse un paquete de regalices en una sentada. Empezó a evitar los postres y el alcohol.

"Ahora soy el típico que lleva comida preparada a todas partes", dice. "Siempre hablo con los cocineros en los restaurantes y pido que me enseñen las etiquetas".

Tras su viaje, Bailey no es prediabético, sus niveles de energía han subido astronómicamente y por fin se nota el coxis bajo la piel: "¡Ni siquiera sabía que los delgados lo tenían diferente! Ahora debo encontrar nuevas formas de sentarme y tumbarme. Creo que ya las he averiguado".

Estando en la industria de la moda, sabía cómo mejoran las cosas para los que están en un peso medio, pero vivirlo en las propias (y disminuidas) carnes es otra cosa: "Es agradable poder acceder a la ropa que me gusta y no tener que ir siempre a la sección XXL. Aunque no es lo más importante, es bueno poder tener el aspecto que deseas".

Matthew Reynolds, 51 kilos

Matthew ha perdido un par de kilos más que Marcus y en menos tiempo, solo 16 meses. Había intentado muchas veces adelgazar sin conseguirlo. Pero tiene cinco hijos y cuando se acercaba a su 40 cumpleaños su doctor le dio un aviso que nunca olvidará: "El médico me miró a la cara y dijo que si seguía como hasta entonces no llegaría a los 60. Pesaba 116 kilos. "Volví a casa preocupado, enfrentándome a la idea de dejar a mis hijos sin padre. Decidí que aquel día sería el principio de un cambio".

Comenzó a correr todos los días por la mañana en su pueblo, Hendersonville, en Carolina del Norte, y yendo al gimnasio mientras su hija estaba en clase de natación. Hace poco, incluso, participó en una media maratón.

En cuanto a la alimentación, tampoco hizo ningún milagro de la noche a la mañana. Simplemente, dejó de comer todo lo que le apetecía y se puso un límite de 1.200 calorías diarias, siempre en comida no procesada.

"Esta transición radical ha sido dura", reconoce. Pero ahí está. Más de 50 kilos y la friolera de 35 cm de cintura en un año y cuatro meses: "Me siento genial. Aún quiero tonificarme más, pero es como una nueva oportunidad en la vida. Ahora puedo hacer cosas de las que jamás me había sentido capaz".

Chris De'Cort, 47 kilos

Dieciocho meses es el tiempo que tardó Chris en cambiar de arriba abajo. El hito que le hizo espabilar no fue médico, sino romántico, una boda en ciernes. Dos meses antes, se miró al espejo y se le cayó el alma a los pies: "¿Qué demonios de pinta es esta? No quiero toda esta gordura en mis fotos de boda".

En el instituto era un buen nadador, pero se había abandonado mientras estudiaba por las noches en la universidad y trabajaba en una oficina como ingeniero de infraestructuras. Con 28 años, pesaba 143 kilos: había que hacer cambios drásticos.

Las azafatas buscaban un extensor para el cinturón de seguridad de Eric y otro pasajero gruñó: "Voy a llegar tarde a mi otro vuelo por lo gordo que estás"

Vetó los alimentos grasos, las bebidas gaseosas y el chocolate, excepto los viernes por la noche, cuando se permitía algún capricho para no perder la moral. Quizá no quieres saberlo, pero lo mejor es empezar a contar, aunque sea aproximadamente, las calorías. De'Cort dice que comenzó a comer más o menos un tercio de lo que ingería antes.

Tanto sacrificio tuvo premio, 13 kilos largos menos desde aquel bajón en el espejo hasta el día de su boda. Después, siguió en la brecha y en un año de 'running' por su zona y montar en bicicleta se quedó en 93 kilos. Parece otra persona, y lo mejor es que todo esto sucedió hace cinco años y actualmente sigue delgado. A sus 35 está mucho mejor que a los ventitantos.

"Cuando alguien ve una foto antigua mía, suele decir: "No eres tú, ¿no? ¿Sí? ¡Estás muy distinto!". Nos lo creemos.

Eric O'Grey, 72 kilos

Hemos dejado para el final al que más mérito tiene de todos, porque pesaba 154 kilos y llevaba una vida totalmente descontrolada e insana.

A los 56 años, no hacía ejercicio, medía 130 cm de cintura y gastaba cientos de euros al mes en tratamientos para la diabetes y la presión arterial. Cenaba dos pizzas grandes él solo y se dirigía hacia la muerte a velocidad de crucero.

Trabajaba en marketing y la llamada de la delgadez le asaltó en un avión por boca de un pasajero antipático. Las azafatas estaban buscando un extensor para poderle poner a Eric el cinturón de seguridad y desde el asiento de al lado llegó un gruñido visionario: "Voy a llegar tarde a mi otro vuelo por lo gordo que estás".

Pidió hora para una cirugía de estómago, pero un médico naturópata le sugirió algo menos agresivo: buscarse un perro. Adoptó a Peety, una mascota al que también le sobraban kilos y algunos años, y empezó a caminar con él cada vez más kilómetros y más rápido.

Otro truco importante fue aprender a hacer batidos caseros de proteínas con frutas y verduras para no tener hambre a todas horas y evitar fuentes peores de energía. Cuando has llegado a pesar 150 kilos, perder uno o dos todas las semanas es una diferencia tremenda: "No fue nada extremo, solo ejercicio moderado y dieta".

En diez meses, O'Grey llegó al peso que se había propuesto, unos 80 kilos. Tras contribuir a un cambio tan grande, el perro Peety murió, y Eric adoptó a otro, Jake. Siguen con el 'running', llegan a correr de 60 a 80 kilómetros a la semana y nuestro amigo (humano) ya tiene 15 maratones en su haber.

"Me siento como si tuviera 25 años", dice. "Y parezco más joven que nunca. Ya sé lo que se siente siendo normal".

A partir de un momento, la gordura se convierte en enfermedad y solo el hecho de plantearse cambiar requiere un esfuerzo titánico. Estos cuatro lectores de 'Men's Health' lo han conseguido.

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