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Los chistes clandestinos de la URSS: así se reían de Stalin, Brezhnev y el sistema
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Humor político

Los chistes clandestinos de la URSS: así se reían de Stalin, Brezhnev y el sistema

La publicación en España de 'Proletarios de todos los paises...¡Perdonadnos!" pone de relieve cómo se utiliza el humor en las épocas totalitarias

Foto: En la Unión Soviética también se reían. En serio. (Efe)
En la Unión Soviética también se reían. En serio. (Efe)

En los socialismos realmente existentes, los chistes políticos eran muy populares. Constituían un medio de subversión y protesta, de exteriorización del hartazgo y de crítica directa. El humor, como suele ocurrir allí donde opera la censura, termina por convertirse en el vehículo que expresa aquello que no puede ser dicho. En el mundo soviético era particularmente activo, ya que la diferencia entre la realidad y la propaganda era enorme.

Como cuenta el profesor de teoría política Tomás Várnagy en 'Proletarios de todos los países...¡Perdonadnos!' (Ed. Clave intelectual) los funcionarios del partido comunista utilizaban un discurso que enfatizaba un futuro utópico e ignoraba la dura realidad presente, aplicando una retórica sin ninguna relación con el contexto cotidiano. La gente adoptaba pragmáticamente el “doble pensamiento”, una aceptación fingida de las normas que ayudaba a la autopreservación. El humor suponía la ruptura de esa simulación, y con él se profanaba el idealismo utópico de la retórica oficial. Era el espejo a través del cual se podía mostrar la realidad, esa en la que vivían pero de la que no podían hablar, la de un mundo distópico donde la irracionalidad funcionaba como la norma y en el que gobernaban los menos capacitados.

Los líderes, en la diana

Según las épocas, los chistes iban cambiando su tono, ya que los aspectos de la realidad que más preocupaban o que eran más dados a las chanzas se transformaban sustancialmente. La época de Brezhnev fue bastante fructífera en lo que se refiere al humor, ya que el dirigente soviético era percibido como una persona con escasa capacidad intelectual, lo que le convirtió en una de las dianas preferidas.

Discurso de Brezhnev

Brezhnev da un discurso que se suponía iba a durar unos veinte minutos. Pasan treinta, cuarenta minutos, y el dirigente continúa. “Es culpa mía”, dice uno de sus ayudantes. “Le di tres copias del discurso”.

Lenin en Polonia

Brezhnev quería que se pintase un cuando titulado “Lenin en Polonia”. Los pintores soviéticos, dentro de la estricta escuela del Realismo Socialista, no podían pintar algo que nunca había ocurrido.

“Camarada Brezhnev, quisiéramos hacerlo, pero no podemos, va en contra de nuestra educación”, contesta uno de los artistas. Desesperado, Brezhnev recurre al viejo pintor judío Levy.

“Por supuesto, preferiría retratar un suceso real, pero haré el cuadro para usted, camarada. Será un gran honor”. Y Levy comienza a trabajar en la pintura.

Finalmente, llega el día de la presentación. Todo el mundo observaba la tela que se corría para ver el cuadro, que mostraba a un hombre en la cama con una mujer muy parecida a la esposa de Lenin. Brehnev, horrorizado, pregunta:

-¿Quién es ese hombre?

- Es Trotsky.

- ¿Y quién es esa mujer?

- Nadezhda Krupskaia, la esposa de Lenin, caramada Brezhnev.

- Pero...¿dónde está Lenin?

- En Polonia.

Delación y escasez

La época de Stalin había sido más oscura, por razones obvias, y en ella proliferaron las bromas acerca de los encierros masivos (“Si te han caído 25 años, algo habrás hecho; a los inocentes sólo les meten 5”), pero también sobre la escasez o la crueldad del dictador. Los chistes siguientes abordan la atmósfera de delación reinante, los saqueos del Ejército Rojo o la colectivización de la economía.

• La pereza

En una prisión, le preguntan a un recién llegado:

-¿Por qué estás preso?

- Por pereza

-¿Y cómo es eso?

- Contamos chistes en el trabajo, y después me fui a dormir. Uno de los camaradas no perdió el tiempo y nos denunció.

• La pitillera

Churchill, Roosevelt y Stalin se encuentran en Yalta. El primero toma un cigarro de una cigarrera de cuero y la deja abierta sobre la mesa. Los otros dos advierten la inscripción: “Al primer ministro Churchill, salvador del imperio”. Más tarde, Roosevelt enciende un cigarrillo y deja su cigarrera de plata sobre la mesa, en la que aparece esta inscripción: “A nuestro presidente Roosevelt, que nos sacó de la gran depresión". Finalmente Stalin saca una cigarrera de oro, la deja abierta sobre la mesa y puede leerse: “Al Conde Esterházy, del Jockey Club de Viena”.

• El paraíso

En una escuela de Moscú, una maestra pregunta a los alumnos:

-¿Dónde viven los niños más feices del mundo?

-¡En la Unión Soviética!, responden todos a coro

- ¿Dónde tienen los niños todo lo que quieren?

- ¡En la Unión Soviética!

- ¿Dónde crecen los niños sanos, alegres y seguros del futuro?

- ¡En la Unión Soviética!

De repente, la maestra interrumpe la clase porque escucha un llanto. Una niña, Verushka, está llorando.

-¿Por qué lloras, Verushka?

- Ay, maestra, yo quiero vivir en la Unión Soviética.

• Antes de la revolución

Stalin, solo con con su chófer, le dice:

-Déjame preguntarte y, por favor, respóndeme con honestidad. Desde la revolución, ¿estás mejor o peor?

-La verdad es que estoy peor.

-¿Y por qué?

-Bueno, antes de la revolución tenía dos trajes. Ahora solamente tengo uno.

-Deberías estar contento -replica Stalin- ¿Sabías que en África andan desnudos?

- ¿De veras? ¿Y cuánto hace que tuvieron su revolución?

• La granja colectiva

Stalin se quejaba ante un colega en el Kremlin de que su oficina estaba infestada con ratones, y que había probado con veneno y trampas y no había podido librarse de ellos.

- Ningún problema. Simplemente declare que su oficina es una granja colectiva. La mitad de los ratones se irá y la otra mitad se morirá de hambre.

El comunismo existente

No sólo los dirigentes eran objeto de chanza. También existían un montón de chistes sobre el sistema en sí mismo, que se repetían a lo largo de los años y que señalaban algunas de las disfunciones más comunes. Estos son algunos ejemplos, ligados a la imposibilidad de la crítica, a la constante ineficiencia o al deseo de escapar de un régimen político rígido y empobrecido.

• El sistema no funciona

Dos presos intercambian experiencias en una cárcel. Uno pregunta:

-¿Por qué te arrestaron, delito común o político?

-Delito político, por supuesto. Me llamaron del Comité local del partido para que arreglase la cañería del desagüe. La revisé y les dije: “Lo que hay no sirve, hay que cambiar todo el sistema”. Y me cayeron siete años.

• El espía

Un espía soviético es cuidadosamente entrenado para infiltrarse en Estados Unidos. Tiene pasaporte, habla inglés a la perfección y domina cada detalle de su falsa biografía. Pero es detectado y detenido el primer día de su estancia. ¿Cómo? Al estacionar su automóvil le quitó las escobillas de los limpiaparabrisas y se las llevó consigo.

• El japonés

Un trabajador japonés fue enviado a la Unión Soviética para arreglar una máquina fabricada en Japón. El japonés trabajaba ocho horas diarias sin hablar con nadie. En un mes terminó su trabajo y, antes de regresar, dijo con lágrimas en los ojos: “Yo pedir disculpas. Yo ser buen trabajador. Conocer solidaridad con trabajadores, pero yo tener contrato y tener que trabajar. Pedir disculpas por no particpar en vuestra larga huelga”.

• ¡Viva París!

Mandan a Rabinovich al exterior por temas laborales.

Llega a Polonia y envía un telegrama: ¡Viva Varsovia libre! Rabinovich”.

Llega a Checoslovaquia y envía otro telegrama: “¡Viva Praga libre! Rabinovich”.

Finalmente llega a París y telegrafía “¡Viva París! Rabinovich libre”.

En los socialismos realmente existentes, los chistes políticos eran muy populares. Constituían un medio de subversión y protesta, de exteriorización del hartazgo y de crítica directa. El humor, como suele ocurrir allí donde opera la censura, termina por convertirse en el vehículo que expresa aquello que no puede ser dicho. En el mundo soviético era particularmente activo, ya que la diferencia entre la realidad y la propaganda era enorme.

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