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Ni siquiera Oxford da trabajo: por qué ir a una gran universidad no garantiza nada
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¿DECADENCIA O RENACIMIENTO?

Ni siquiera Oxford da trabajo: por qué ir a una gran universidad no garantiza nada

Un informe revela una tendencia que puede cambiar de arriba abajo cómo entendemos la universidad: los niveles de empleabilidad de los centros más importantes descienden

Foto: No saben lo que les espera: recién graduados de la Universidad de Oxford. (Reuters/Paul Hackett)
No saben lo que les espera: recién graduados de la Universidad de Oxford. (Reuters/Paul Hackett)

Las universidades nacieron entre mediados del siglo XII y principios del XIII de la mano del desarrollo de las urbes europeas. Nunca antes en la historia del hombre habían existido centros que intentaban formar en las diferentes ramas del conocimiento a los habitantes de las incipientes ciudades-Estado. Una nueva institución para una nueva era: no solo se trataba de proporcionar educación superior a los jóvenes, sino también de crear comunidades, fomentar la investigación y alumbrar nuevo saber científico, artístico y filosófico.

Estos centros han evolucionado a lo largo de los siglos, aunque probablemente nunca habían sufrido una crisis semejante a la actual. Durante gran parte del siglo XX se convirtieron en la vía más rápida al empleo, lo que provocó que las aulas se llenasen. Muchos padres que no habían gozado de la posibilidad de estudiar enviaron a sus hijos a la universidad, vista como una tabla de salvación cultural y social, pero ante todo, laboral. Sin embargo, la crisis económica proporcionó un duro revés a los que pensaban que tener una carrera garantizaba un trabajo: aunque tener una carrera seguía siendo mejor que no tenerla, el paro de los universitarios en España triplica los niveles de la OCDE.

La London School of Economics se encuentra en el décimo puesto... empezando por la cola

Los datos de una nueva encuesta inglesa señalan que incluso las universidades con más solera de Europa están perdiendo la potencia que tuvieron antaño. En principio, nadie dudaría que la Universidad de Oxford, una de las señeras de Europa (hay quien dice que sus primeros cursos se remontan a 1006) sería inmune, simplemente por su reputación, a estos vaivenes. Sin embargo, como pone de manifiesto la última edición de Destinations of Leavers, un informe realizado por la Higher Education Statistics Agency, ni siquiera los centros de mayor renombre garantizan nada a estas alturas.

El derrumbe de la empleabilidad

El informe, al que 'The Daily Mail' ha accedido antes de su publicación, refleja que no hay ninguna de las universidades más conocidas en Inglaterra en el top 10 de los centros que garantizan la empleabilidad en los seis meses posteriores a la graduación. Para más inri, la London School of Economics, se encuentra en el décimo puesto… empezando por abajo. La LSE forma parte del Russell Group, la asociación de universidades inglesas que genera el 60% de los doctorados del país.

Hay unas cuantas universidades históricas que se encuentran por debajo de la media a la hora de proporcionar a los estudiantes su primer trabajo. Es el caso del Imperial College de Londres (también parte del Russell Group), especializado en ciencia y medicina y que suele considerarse la tercera gran universidad inglesa, detrás de Cambridge y Oxford. O de la Universidad de Edimburgo, el principal centro educativo de Escocia, fundado a finales del siglo XVI y el tercero que más solicitudes recibe en Reino Unido, o de la Universidad de Bristol, también parte del Russell Group y donde estudiaron doce Premios Nobel como Winston Churchill. También la Universidad de Warwick que, aunque abrió sus puertas durante los años sesenta como un intento de impulsar la educación de vanguardia y suele figurar entre los primeros puestos de la educación de calidad, no es capaz ni siquiera de alcanzar la media británica.

El caso más revelador es, no obstante, el de Oxford, que ha visto cómo las tasas de empleabilidad de sus estudiantes se reducían un 2% respecto al año anterior: es la universidad que ha registrado una mayor caída. Y aunque con un 92% el dato es aún alto, la tendencia sugiere que ni siquiera haber pasado por el condado de Oxfordshire es garantía para encontrar trabajo. Los centros que aparecen en el informe se han defendido recordando que los datos no quieren decir que sus egresados no hayan recibido ninguna oferta de trabajo, sino que, quizá, estas no eran lo suficientemente atractivas, por lo que han preferido rechazarlas. Siguiendo esa lógica, los licenciados de universidades de élite pueden ser más exigentes que sus compañeros de otros centros.

La Universidad de Keele es la que mejores datos obtiene y, además, se encuentra en la ciudad más barata para estudiar de Reino Unido

Aún más llamativo resulta que muchas de las universidades menos conocidas de Inglaterra proporcionen tan buenos resultados. Esta misma semana, una encuesta señalaba que la Universidad de Keele, en Staffordshire, era la ciudad más barata para estudiar de toda Inglaterra. Quizá por eso resulte irónico descubrir que es, al mismo tiempo, la que mejores datos presenta, con un 97,5% de sus graduados consiguiendo un trabajo en los primeros seis meses. ¿Qué pensarán los egresados de la London School of Economics, cuyo porcentaje desciende hasta el 89,8%? La escuela recordaba que sus estudiantes se dedicaban a sectores altamente competitivos, como el de las finanzas, por lo que les resultaba más difícil encontrar su primer empleo, pero una vez lo hacían, obtenían un sueldo muy superior al resto.

¿Calidad o cantidad?

Estos datos –y, especialmente, su interpretación– añaden un argumento más en la acuciante discusión sobre el futuro de la universidad: ¿debe ser su función formar a trabajadores, por lo que la capacidad de insertar a sus licenciados en el mundo laboral sería un factor esencial a la hora de valorar su rol en la sociedad? ¿O, por el contrario, deben fomentar las comunidades de aprendizaje, la investigación y el intercambio de ideas, aunque sea retornando a su antiguo elitismo?

Algunas de las universidades que han visto cómo sus resultados empeoraban son, al mismo tiempo, las que siguen conservando su reputación como las mejores de Reino Unido según diversos rankings, como el de Times Higher Education. Es lo que ocurre con Oxford, que permanece inalterable en el primer puesto. La historia manda: pocos centros educativos pueden presumir de haber contado con 26 Premios Nobel en sus aulas. Ocurre lo mismo con el Imperial College, una de esas universidades que se encuentran por debajo de la media pero que figura en el tercer puesto en cuanto a reputación, o con la London School of Economics, en el puesto número cinco.

Hay otra posible interpretación para estos datos. Quizá no se trate de un fracaso, sino un síntoma de los cambios en la financiación universitaria en el siglo XXI. Como hemos explicado en anteriores ocasiones, la necesidad de proporcionar buenos resultados en los 'rankings' es cada vez más acuciante –y Reino Unido es el mejor ejemplo de ello– para conseguir una mayor financiación. Es posible que los centros consolidados (como Oxford) no necesiten tal ayuda tanto a la hora de recibir apoyo en sus presupuestos como estudiantes que paguen sus altas matrículas, por lo que la empleabilidad del alumno no sería un factor prioritario (en Inglaterra, los centros que producen demasiados egresados que no encuentran trabajo pueden ser castigados económicamente). O quizá se trate, a fin de cuentas, de que las cosas en la universidad ya nunca volverán a ser como eran.

Las universidades nacieron entre mediados del siglo XII y principios del XIII de la mano del desarrollo de las urbes europeas. Nunca antes en la historia del hombre habían existido centros que intentaban formar en las diferentes ramas del conocimiento a los habitantes de las incipientes ciudades-Estado. Una nueva institución para una nueva era: no solo se trataba de proporcionar educación superior a los jóvenes, sino también de crear comunidades, fomentar la investigación y alumbrar nuevo saber científico, artístico y filosófico.

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