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El lado oscuro de Las Vegas (y es mucho más perturbador de lo que parece)
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LA CIUDAD DEL PECADO, EN BUSCA DE REDENCIÓN

El lado oscuro de Las Vegas (y es mucho más perturbador de lo que parece)

A simple vista, parece que la fama de ciudad sin ley del lugar más amoral de Nevada ha desaparecido con el tiempo. Nada más lejos de la realidad: el barro puede al 'glamour'

Foto: Fremont Street Experience. (CC/John Phelan)
Fremont Street Experience. (CC/John Phelan)

Es probable que este verano, Las Vegas reciba más turistas españoles que nunca. No solo se ha convertido en un destino vacacional aceptado para lunas de miel y escapadas románticas, más allá de las consabidas juergas apocalípticas; los atentados que han tenido lugar en Europa probablemente han provocado que muchos descarten destinos del Viejo Continente para centrarse en el otro lado del Atlántico. Como señalaba la oficina turística de Las Vegas en España, el perfil medio del turista español en la conocida como 'ciudad del pecado' es un hombre cuarentón de un poder adquisitivo medio-alto.

Se trata de una de esas ciudades que viven por y para el turismo. Como señala Las Vegas Convention and Visitors Authority, el 41% de la fuerza laboral de la ciudad (unas 368.900 personas) se dedica a dicho sector. Una nimiedad comparado con los más de 42 millones de visitantes que recibió la ciudad durante 2015. En algunos casos, habrán visitado alguna de las 21.306 convenciones que allí se celebraron; en otros, habrán gastado su dinero en el juego, para contribuir a los 9.600 millones que cada año se ingresan por dicho concepto.

Un infiel hombre maduro explica que pasó del "qué bien me siento" al "¿por qué no siento ningún remordimiento por lo que hago?"

Mucho ha cambiado la ciudad desde que fuese refundada por Bugsy Siegel a mediados de los años cuarenta, con la apertura del Flamingo, el primero de centenares de casinos que darían a ese oasis de champán en mitad del desierto su actual categoría. Un cambio más palpable desde finales de los años ochenta, cuando la ciudad pasó de ser una urbe del pecado a un megaresort casi familiar de proporciones bestiales, una especie de Disneylandia del juego, mucho más inocente y menos peligroso. ¿O no?

Drogas, sexo y fascinación

Debajo de la actual pátina de amabilidad y respetabilidad de Las Vegas, aún late una realidad oscura y oculta que ríete tú de Magaluf. Para internarse en ella, resulta revelador un reportaje publicado en 'Narratively' por el periodista Anthony Taille, que describe con precisión quirúrgica y estilo envidiable el submundo de la ciudad, en el que siguen abundando las orgías carburadas a base de drogas de diseño, el esclavismo sexual y los campamentos de mendigos. Hay otros mundos, pero también están en Las Vegas.

Su primera parada en el camino es una fiesta a todo trapo, a la que es introducido de mano de Hari Keng Joo, un emprendedor malasio aficionado al juego. O, mejor dicho, a perder y ganar espuertas de dinero; se puede llegar a dejar millones de dólares en las mesas de la ruleta a cambio de ganar unos cuantos cientos de miles de dólares. Sin embargo, su verdadera diversión son las fiestas en una suite de 185 metros cuadrados que suele quedar al borde de la destrucción absoluta. “Una vez tuvimos que contratar un equipo completo para limpiar la suite”, explica un conserje. “Había sido arrasada. Es decir, colchones volcados, sillas tiradas por el suelo y purpurina por todas partes”.

Taille detalla uno de los encuentros sexuales que tuvieron lugar en dicha suite entre una chica de 25 años llamada Hazel (una 'escort' que cobra unos 2.000 dólares cada noche como mínimo; si forma parte de una fiesta, la tarifa sube) y un hombre maduro. Este está casado y tiene dos hijos en California. Sin embargo, actualmente está probando cómo es tener una relación abierta, ya que afirma que no tiene tiempo para un divorcio. Nada de remordimiento: el hombre explica al periodista que ha pasado de “esto es genial” (en referencia a sus relaciones con 'escorts') al “¿por qué no me siento mal?”, hasta llegar al “¿por qué no puedo sentirme mal?”.

No puedes fingir que la abuela muerta que está sentada en el bufé con patas de cangrejo saliendo de su boca no existe

Ese es uno de los puntos centrales del panorama que pinta Taille, una especie de 'Jardín de las delicias' del vicio. Entre las viñetas presentadas por el autor, se encuentran varios personajes que explican lo que han hecho a lo largo del día. Uno dice que ha conducido un Lamborghini Gallardo. Otro, que visitó el Gran Cañón en helicóptero. Otro, que ganó mucho dinero jugando al póquer pero perdió con el bacará. Por su parte, un empleado de hotel describe algunas de las peores cosas que vio el día anterior, uno no especialmente movido: de una pareja medio desnuda en el ascensor a un jugador anciano que había arrojado sus propias heces a un grupo de solteras, pasando por una enana que había sido detenida después de ser pillada practicando sexo oral en un baño público.

Eso es lo típico del día a día, lo mejor que te puedes encontrar. El mismo conserje también cuenta que el mes anterior, un visitante de Sacramento se había ahorcado después de gastar el dinero de su jubilación. “No puedes fingir que la abuela muerta que está sentada en el bufé con patas de cangrejo saliendo de su boca no existe”, le explica al autor. “Es como en todas partes, pero un poco más loco”. Una locura espoleada por las drogas. En su camino, Taille también se encuentra con varios traficantes que trabajan para un cártel llamado La Eñe, y que le hacen un resumen de quién toma qué drogas: los turistas, los estimulantes como la cocaína o el speed; los más jóvenes, un cannabis sintético o sales de baño; solo los que viven en Las Vegas consumen crack, y, eso sí, un opioide sin refinar llamado alquitrán negro se encuentra en pleno auge.

Quizás el mejor resumen de ese universo ballardiano lo proporcione un mánager de un fondo de inversión llamado Ralph Molina (no confundir con el batería de Neil Young), que le explica que, en realidad, la cultura americana se basa en ello: “Somos una nación cuyo éxito se basa en las fiestas que te pegues”, señala. “¿Pensabas que eran la libertad y los valores familiares? No, hombre. Solo queremos más fiestas. Nos regodeamos en la autogratificación como los perros en su propia mierda”.

Debajo del túnel

El último destino del periodista seguramente no figure en los itinerarios turísticos habituales, aunque sí en los retratos alternativos de la gran ciudad. Se trata de North Las Vegas, una zona con una población de más de 200.000 habitantes (algo más que Móstoles) que absorbe toda la pobreza de la ciudad de Nevada. Entre ellos, son tristemente famosos los túneles construidos en los años setenta para servir de desagües a la gran capital del juego, y en los que actualmente viven unas 5.000 personas, quizá la ciudad de mendigos más grande de todo Estados Unidos.

En los túneles viven veteranos de Vietnam, hombres de mediana edad a los que la vida les ha dado un revés y adolescentes en busca de experiencias al límite

Muchos medios se han fijado en dicho complejo interminable de túneles en un momento u otro. 'Vice', por ejemplo, publicó uno de sus famosos reportajes en primera persona en que el autor narraba cómo se había internado en un “turbio vacío lleno de escorpiones, riesgos para la salud y adicción”. En ellos vive un heterogéneo grupo conformado por veteranos de Vietnam, hombres de mediana edad a los que la vida les ha dado un duro revés y adolescentes en busca de experiencias al límite. Se trata de una red de casi 500 kilómetros que dan cobijo contra la lluvia -pero también contra los ataques nocturnos- a los sin techo.

El periodista explica que los habitantes de los túneles suelen ayudarse mutuamente, sobre todo después de que empezasen a llenarse tras la crisis económica de 2008. Otro reportaje, esta vez publicado en 'The Daily Mail', explicaba que cada vez que llueve (algo muy infrecuente, pero posible en la ciudad), el agua puede acabar con todas las posesiones de las personas que allí viven. Y, en ocasiones, con sus propias vidas. Cuando Taille abandona la ciudad subterránea, se da cuenta de que ni siquiera duchándose puede acabar con el olor que le impregna.

“Las Vegas no quiere cosas bonitas, pero su lado más oscuro y desesperado es un duro recuerdo de que, para empezar, los seres humanos nunca fueron un asunto limpio, y que siempre van a fracasar y perderse, que tendrán que combatir el barro y la sangre y los escupitajos, y deteriorarse en forma de huesos y dientes hasta que nos convirtamos en polvo”, concluye. Sin embargo, el reportaje no termina con esta reflexión, sino con otra fiesta en el loft de Keng Joo. Una más en la noche de Las Vegas, que tiene mucho más que ver con una novela de James Ballard que con la amable trilogía de “Resacón en Las Vegas”.

Es probable que este verano, Las Vegas reciba más turistas españoles que nunca. No solo se ha convertido en un destino vacacional aceptado para lunas de miel y escapadas románticas, más allá de las consabidas juergas apocalípticas; los atentados que han tenido lugar en Europa probablemente han provocado que muchos descarten destinos del Viejo Continente para centrarse en el otro lado del Atlántico. Como señalaba la oficina turística de Las Vegas en España, el perfil medio del turista español en la conocida como 'ciudad del pecado' es un hombre cuarentón de un poder adquisitivo medio-alto.

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