Es noticia
Los hombres que viajan en primera y mandan a sus mujeres a turista
  1. Alma, Corazón, Vida
DISCRIMINACIÓN EN LAS NUBES

Los hombres que viajan en primera y mandan a sus mujeres a turista

Uno pensaría que a la mayor parte de la gente desea compartir todo un viaje con su pareja, pero no siempre es así

Foto: "¿Qué tal estará mi mujer?" (En realidad está en clase turista, a apenas unos metros). (iStock)
"¿Qué tal estará mi mujer?" (En realidad está en clase turista, a apenas unos metros). (iStock)

Solo una cortinilla separa el edén del mundo terrenal. La primera clase de la zona turista de un avión. En la clase económica están el minibaño, los asientos estrechos -en los cuales cuesta sentarse si se mide más de 1,75 metros-, una carta que ofrece escuetos e insípidos menús precocinados que se sirven en bandeja y caros bocadillos o 'snacks' -desde un mini Kit Kat a un diminuto bote de 'Pringles'-. En cambio, la primera clase combina un distinguido diseño, aderezado de confort, con todo tipo de amenities que hacen del vuelo un viaje de relax: televisiones de plasma, platos a la carta, varios enchufes para conectar dispositivos electrónicos, almohadas, sábanas de seda y un largo etcétera. Ofrece más y mejores servicios, pero el billete puede llegar a costar hasta diez veces más que en las plazas de clase turista por el mismo trayecto. Sin embargo, hay quienes no contemplan un viaje si no es en esta área de lujo.

Arrun Kumar, un hombre de negocios que viaja con frecuencia, explicó que “la primera clase es la única manera de volar”

Si quien lee estas líneas es una mujer que abraza el feminismo puede que las siguientes historias le pongan los pelos de punta. Pero son reales. Varias confesiones al diario 'Daily Mail' ponen de manifiesto un hecho conocido entre la 'business society': el marido siempre viaja en primera, mientras que la mujer lo hace en turista. Para algunas parejas, esta situación es normal y habitual. “John encuentra la clase económica insoportable”, explicó Michelle Sedgemore al 'Daily Mail'. A su marido no le gusta que le hablen, odia que demasiadas personas estén muy cerca de él y no puede soportar estar metido en su miniasiento. Cuando ambos volaron en clase económica a las Maldivas, en 2001, fue un “desastre”: “John no dejó de quejarse y quejarse. Yo tomé un par de copas de vino para tratar de aguantar sus protestas”. En otro viaje, Michelle reservó un asiento en primera clase para él, y uno en turista para ella. “Por desgracia, no podíamos pagar dos asientos cómodos, ya me gustaría. Pero simplemente no puedo soportar sus quejas”.

Salen de casa como pareja, facturan su equipaje juntos y acceden al avión de la mano. Pero una vez dentro sus caminos se separan: “Te veré cuando lleguemos”. Michelle revela que pasaron una semana fantástica en Barbados y su marido John fue especialmente atento, “quizás porque se sentía un poco culpable”. Desde entonces, Michelle ha preferido viajar tan lejos de su marido como sea posible.

Él, con chófer; ella, en taxi

Pero Michelle no es la única. Arrun Kumar, un hombre de negocios que viaja con frecuencia, explicó al tabloide británico que “la primera clase es la única manera de volar”. En cambio, su esposa Tina debe estar aprendido a concebir que hay más formas de viajar que no sean en business. Ella le acompaña, viajando en clase económica, y cuando Arrun finaliza sus reuniones de trabajo ambos aprovechan para conocer la ciudad. “Incluso cuando nos bajamos del avión somos como extraños el uno para el otro. Arrun tiene un chófer esperándole que le llevará directamente a las reuniones, mientras que yo debo buscar un taxi”. En su caso, Tina argumenta que es difícil de justificar económicamente volar en primera, a su marido la empresa le paga los billetes y ella solo es su acompañante.

A la pregunta que le formula el periodista sobre si alguna vez se ha sentado al lado de su marido durante un vuelo, Tina puntualiza que la única vez que lo hicieron fue en turista a Egipto. “Simplemente no funcionó. Yo quería conversar, mientras que Arrun estaba totalmente preocupado con su trabajo. Él me pedía que estuviera en silencio y me sentía muy incómoda”.

Mientras tanto, Arrun no tiene problemas en la separación de su pareja durante el vuelo: “Me encanta viajar de esta manera, ceno bien y siempre consigo una buena noche de sueño”, explicó al periodista. No obstante, Tina admite que “cuando vamos a destinos románticos como Italia o Sri Lanka el avión está repleto de parejas y los observo con melancolía”. A veces se siente sola y mira con nostalgia como otros maridos, por ejemplo, ayudan a guardar el abrigo a sus mujeres o les preguntan si están cómodas.

Vuelta al mundo en turista

Seis meses después de conocer a su marido Philip, Sarah-Jane Killick estaba en un avión con él dirección Brasil. Dos semanas al mes vuelan de un sitio a otro. Como Tina, Sarah-Jane acompaña a su marido en los viajes de negocios, el cual trabaja en el sector del transporte marítimo y vuela por todo el mundo a todo confort. Él lo hace en 'business class' o primera, mientras que ella va en clase económica.

"Me entregó una bolsa, y en su interior había una botella de champán y chocolates. Un billete de primera clase hubiera sido mejor"

“Una vez trató de animarme cuando estábamos volando a Suiza. Él estaba en primera y envió una azafata a la zona turista con un regalo para mí. Fue un poco alarmante al principio –me entregó una bolsa de mareo–, pero en su interior había una pequeña botella de champán y chocolates. Fue un detalle. Sin embargo, un billete de perimera clase hubiera sido mejor”, puntualiza la mujer.

No fue hasta que dio a luz al hijo de Philip que ella finalmente tuvo su primera experiencia de un viaje de lujo en avión. “Philip finalmente cedió, y aunque Bertie era bastante bueno no pudo evitar las miradas de desdén de algunos de los pasajeros incomodados con la presencia de un bebé. “Después de todos esos años de miseria agobiante fue una maravilla estar sentada en un asiento de primera clase”, espetó Sarah-Jane.

Transcurridos unos meses, sin embargo, Sarah-Jane y Bertie vuelan en clase económica, mientras que Philip lo sigue haciendo en 'business'. Este asegura no sentirse incómodo al viajar por separado, su objetivo es –como el de muchos que cogen un vuelo–, conseguir dormir tanto como le sea posible. La diferencia es la comodidad.

Además de las confesiones al 'Daily Mail', una exazafata, Mandy Smith, narra otro caso donde la mujer volaba en turista, en esta ocasión con lío de faldas incluido. Smith recoge en el libro 'Cabin Fever. The sizzling secrets of a Virgin air hostess' (Thistle Publishing) la experiencia de 12 años en la compañía británica 'Virgin Atlantic', que une Londres con el resto del mundo. En una de las historias explica que un hombre que viajaba en primera clase se lio con otra pasajera, mientras su esposa viajaba en turista. ¡Esta los pilló 'in fraganti'!

Solo una cortinilla separa el edén del mundo terrenal. La primera clase de la zona turista de un avión. En la clase económica están el minibaño, los asientos estrechos -en los cuales cuesta sentarse si se mide más de 1,75 metros-, una carta que ofrece escuetos e insípidos menús precocinados que se sirven en bandeja y caros bocadillos o 'snacks' -desde un mini Kit Kat a un diminuto bote de 'Pringles'-. En cambio, la primera clase combina un distinguido diseño, aderezado de confort, con todo tipo de amenities que hacen del vuelo un viaje de relax: televisiones de plasma, platos a la carta, varios enchufes para conectar dispositivos electrónicos, almohadas, sábanas de seda y un largo etcétera. Ofrece más y mejores servicios, pero el billete puede llegar a costar hasta diez veces más que en las plazas de clase turista por el mismo trayecto. Sin embargo, hay quienes no contemplan un viaje si no es en esta área de lujo.

Machismo
El redactor recomienda