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El caso Avatar: así es el mayor de los males de la empresa actual
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LA TENDENCIA QUE ESTÁ MATANDO A LA ECONOMÍA

El caso Avatar: así es el mayor de los males de la empresa actual

Una firma exitosa y que está generando grandes beneficios termina en la ruina. Estas fueron las causas y las conoces muy bien, porque las vives a diario

Foto: Jefe, cuidadito con ponerte chulo que tus trabajadores pueden ir en tu contra sin que te des cuenta. (iStock)
Jefe, cuidadito con ponerte chulo que tus trabajadores pueden ir en tu contra sin que te des cuenta. (iStock)

Las grandes empresas están cerrando. Caen 'enfermas' de financiarización. Cambian a sus directores, llevan a cabo acciones arriesgadas y toman decisiones precipitadas con el único objetivo de aumentar sus ingresos. Todo ello con un optimismo desmesurado, sin contar con la opinión de sus empleados, siguiendo planes a corto plazo y atendiendo solo a los deseos de los accionistas de la compañía. Y no son casos aislados: las pacientes se multiplican por momentos.

Rana Foroohar, adjunta al director de la revista 'Time', analista económica de 'CNN' y autora de 'Makers and Takers' (Crown Business Ed), con quien charlamos hace unos días, ya advirtió de esta epidemia. Sus palabras y temores coinciden con lo concluido en el estudio 'Financialization in the workplace', realizado por Jean Cushen y publicado en 'Accountings, Organizations and Society'.

Un estudio demuestra cómo una empresa sana y exitosa puede llegar a fracasar siguiendo esta tendencia

¿Cómo saber si la empresa en la que trabajo está 'enferma'? Si soy trabajador, ¿debo salir huyendo antes de que sea demasiado tarde? ¿Por qué las compañías toman estas estúpidas decisiones? Atento a esta investigación, que demuestra que la financiarización es perjudicial a todos los niveles, donde uno de los mayores protagonistas son los empleados: "Esta tendencia causa inseguridad, intensifica el trabajo y suprime la voz de los trabajadores con mensajes falsos y optimismas; todo esto causa angustia e ira en los empleados, que dan lo mínimo de sí mismos".

Si los trabajadores no están contentos, no se implican en el proyecto, haciendo que este fracase. ¿Acaso van a llegar los accionistas de la compañía, a esos que tanto se les mima, a hacer su trabajo? No. Los empleados, hartos y desmotivados, siguen la ley del mínimo esfuerzo hasta que todo estalle. Eso mismo es lo que ocurrió en el caso real que presenta la investigación.

Un caso real: los accionistas toman el control

La empresa Avatar Ireland (nombre ficticio de una empresa real) cayó enferma de financiarización en 2003, pero no fue hasta 2007 cuando la dolencia llegó a ser mortal. La compañía que presenta el estudio es filial irlandesa de la multinacional Avatar Group, operativa desde 1980. La salud y estado financiero de la compañía madre estaba mejor que nunca: tenía las mejores calificaciones de las agencias y era considerada como una de las empresas más "innovadoras", "reconocidas" y "apetecibles para trabaja" a nivel mundial.

La filiar irlandesa también iba bien. Generaba grandes beneficios y cumplía con sus objetivos de abastecer con sus productos y servicios a los ingleses. No se preocupaba de los objetivos financieros de la compañía. Sus trabajadores, cerca de 850, estaban felices y comprometidos en su puesto de trabajo, dispuestos a utilizar sus conocimientos para innovar y mejorar los productos y procesos de producción de los mismos.

La financiarización hundió a la empresa, pues se volcó en cumplir los deseos de los accionistas y dejó de lado a los empleados

Todo ello cambió en 2003 con la llegada de un nuevo CEO y de numerosos cambios que pusieron patas arriba Avatar Ireland. El grupo madre estaba preocupado por el precio de las acciones de la compañía, al igual que los inversores. Estos estaban mosqueados, pero en vez de vender sus acciones optaron por presionar al nuevo CEO: le dijeron que frenase el gasto, asumiese la deuda y aumentase la rentabilidad. El director lo hizo, endeudando a Avatar Ireland e involucrándola en la recompra de acciones, una táctica utilizada por muchas empresas para aumentar el precio de las acciones, como viene haciendo Apple desde hace varios años.

Tener contentos a los accionistas tuvo su precio: se destinó mucho dinero a aumentar el precio de las acciones, a gastos operativos, a la construcción de nuevas narrativas que sostuvieran todo el plan... y todo ello reduciendo los costes al máximo. Al principio tuvo su efecto positivo: los mercados financieros reaccionaron positivamente, incluso subieron las acciones del grupo en bolsa.

Durante cuatro años todos estaban contentos, pero pasado el tiempo los accionistas querían más y más. Presionaban a la empresa para que creciese más rápido. Pero ya no podía expandirse: Avatar había destinado todos sus recursos al mercado financiero y no a la economía real, por lo que no pudo obtener nuevas fuentes de ingresos. La compañía se topó con la realidad de bruces y sus acciones se desplomaron bruscamente. A eso se sumó que los inversores presionaron a la empresa para que les dieran el 60% de los ingresos en dividendos, lo que acabó por condenar a la empresa.

Cuando el dinero es lo único que importa

"El caso de Avatar demuestra cómo los mercados financieros pueden dominar la organización del trabajo del conocimiento más allá del mercado de productos", detalla el estudio. Los directivos, que normalmente viven alejados completamente de la realidad, se adhirieron a comunicaciones tan positivas que se las acabaron creyendo. Disfrazaban la externalización y la reducción de costes como "una oportunidad para el desarrollo personal y positivo para el trabajador". Lo vendían como un desafío para los empleados. Obviamente, los altos cargos de Avatar no podían estar más equivocados: el descontento reinaba entre su equipo humano.

"Solo el 38% de los empleados tenía una opinión favorable de cómo se ha gestionado el cambio. En términos de empleo y seguridad, apenas el 34% sintieron que tenían un futuro en Avatar. El 25% creía que tenía oportunidad de promoción en la empresa y solo el 21% de los empleados del departamento de tecnología se sentían cualificados para desempeñar su trabajo". Además, los empleados aseguraron "tener menos confianza y seguridad en la labor de los directores que en la de los jefes de grupo inferiores". Sin embargo destaca un dato: el 84% estaba de acuerdo en que la rentabilidad fuese un objetivo estratégico clave para la empresa.

Los trabajadores no son tontos, saben que el dinero es importante para la empresa. El problema llega cuando eso es lo único importante

Los empleados no son tontos, saben que el dinero es importante para la empresa. Los trabajadores de Avatar Ireland así lo aseguraron. El problema llega cuando los objetivos financieros se convierten en lo único importante, anulando por completo la voz y el papel de estos. Los empleados afirmaron que la alta dirección solo se preocupaba del dinero, la reducción de costes y la mejora de la cotización de la acción. "Seamos honestos, si una empresa depende de su cotización en bolsa, la cual depende de los accionistas, y estos llegan a la conclusión de que los costes de mano de obra son demasiado altos y que tienen que reducir los gastos operativos es solo una cuestión de tiempo que esto se lleve a cabo (...) No obstante, debo admitir que Avatar no lo comunicó esa manera. Esa es mi opinión sobre la situación", explica un empleado.

Los trabajadores dieron el tiro de gracia

Avatar Ireland cometió numerosos errores con sus empleados que acabaron repercutiendo directamente en ella. Inconscientemente, los trabajadores acabaron de rematar una empresa que estaba muriendo por momentos:

1) No les consultó ningún cambio

Las reorganizaciones se hicieron muy rápido y sin hacer apenas consultas, lo que generó numerosos fallos. A veces, equipos enteros desaparecían para reaparecer más tarde. Todo esto creó una gran animadversión en los empleados, que "sentían que todo se iba haciendo sobre la marcha".

2) Remuneración baja a pesar de los beneficios

La inseguridad económica también reinaba entre el equipo humano. Los empleados se mostraron descontentos con su remuneración, dado el gran nivel de beneficios que estaba alcanzando Avatar Ireland. Esto les provocó mucha ira.

3) Los mensajes excesivamente optimistas

La inseguridad económica y el descontento entre la plantilla chocaban con la comunicación corporativa excesivamente optimista de la empresa, lo que empezó a generar una desconfianza total. "Esta narrativa optimista fue interpretada por los trabajadores como una falta de respeto, pues no les consideraban suficientemente importantes como para considerarles en las tomas de decisiones y para reconocer cualquier consecuencia negativa. El exceso de optimismo es considerado como un insulto hipócrita, pues falta el respeto a su inteligencia, a su profesionalidad y a su formación".

Un empleado expresó su descontento así de claro: "Un día te dicen lo importante que eres para la empresa y te reconocen que no hay suficiente gente para hacer el trabajo, pero aseguran que la están buscando. A los pocos días ves cómo están despidiendo a gente y no están trayendo a nadie para remplazarlos. Esto es hipocresía pura". Otro trabajador describió cómo el director de Recursos Humanos de Avatar afirmaba que "los despidos debían considerarse como un logro que debían gritar a los cuatro vientos".

4) Supresión de su voz

Los empleados estaban inseguros, enfadados y sabían que sus intereses no importaban a la empresa. No obstante, no se quejaron. Los trabajadores sentían que no tenía sentido poner resistencia o criticar las medidas de Avatar, ya que no pensaban que pudieran cambiar las cosas. La encuesta que realizaron fue la principal y única vía para capturar la voz de los empleados.

Esta dejadez y 'pasotismo' afectó a la producción de la compañía. "La reticencia de los empleados a criticar las nuevas gestiones hizo que se distanciaran de los objetivos. La tranquilidad y la evitación del trabajo se convirtió en su forma de resistencia con la que hacer frente a estos cambios. Muchos trabajadores vieron que era posible encontrar soluciones a determinados problemas, pero no hicieron el más mínimo esfuerzo para llevarlo a cabo o trasmitirlo a sus superiores".

"No es mi problema, no me importa si el proyecto es un gran éxito o se cae de bruces", destacó un empleado. Numerosos proyectos llevados a cabo en Avatar Ireland fracasaron. Los fallos nunca fueron identificados. Para los empleados, no dar todo en su trabajo era una forma de autoprotección ante la invisibilidad a la que les había sometido la empresa.

Lo que hunde a las empresas

Hemos visto cómo la financiarización acabó por hundir a Avatar Ireland. La alta dirección buscaba una rentabilidad financiera más elevada de lo que el mercado podía darle. Los inversores tomaron el control y presionaron a la compañía a hacer cambios que anularon por completo a los trabajadores. Estos dejaron de hacer bien su trabajo, lo que acabó repercutiendo en la compañía, pues la mayoría de proyectos que se ponían en marcha acababan fracasando.

Avatar destinó mucho esfuerzo y dinero en justificar sus nuevos cambios. Se centró únicamente en generar ingresos y reducir costes a corto plazo en detrimento de los intereses y sentimientos de los empleados. En un lugar de trabajo asolado por la financiarización los inversores son los reyes, los objetivos financieros lo son todo y los trabajadores del conocimiento no valen nada, asegura la investigación. Si esta situación te es familiar, sal huyendo y busca otro trabajo. Y no solo por ti y tu salud mental, sino porque la empresa acabará fracasando.

Las grandes empresas están cerrando. Caen 'enfermas' de financiarización. Cambian a sus directores, llevan a cabo acciones arriesgadas y toman decisiones precipitadas con el único objetivo de aumentar sus ingresos. Todo ello con un optimismo desmesurado, sin contar con la opinión de sus empleados, siguiendo planes a corto plazo y atendiendo solo a los deseos de los accionistas de la compañía. Y no son casos aislados: las pacientes se multiplican por momentos.

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