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Los peores juegos de mesa de la historia (sí, está el Monopoly): ¿por qué son tan malos?
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Los peores juegos de mesa de la historia (sí, está el Monopoly): ¿por qué son tan malos?

Ahora que se han vuelto a popularizar, conviene recordar que los juegos más conocidos no son siempre los mejores. ¿O es que ahora vamos a volver al Juego de la Oca?

Foto: No sientas nostalgia, seguro que más de uno de estos juegos acabó con tu paciencia. (iStock)
No sientas nostalgia, seguro que más de uno de estos juegos acabó con tu paciencia. (iStock)

En los últimos años se han vuelto a poner de moda en España los juegos de mesa, tanto los más serios y complicados como aquellos que conocemos de toda la vida. Hoy en día, uno puede empollarse las reglas del Dead of Winter o del Battlestar Galactica y pasarse la tarde (y noche, y madrugada) intentando pillar al traidor o, simplemente, tomarse un batido en algún bar mientras juega al Trivial. Sea como sea, los juegos de mesa se han deshecho de los viejos estigmas, como que eran “solo para frikis” o que se trataba de un entretenimiento para niños.

No ocurría lo mismo en otros países europeos o en Estados Unidos, donde existe una tradición más arraigada de juegos de mesa, con sus correspondientes locales de juego, páginas web y diversos 'rankings' que echan una mano a aquel que quiera ampliar su paleta de juegos (y el que es fan, lo es de verdad). El más famoso de todos seguramente sea BoardGameGeek, referencia internacional que lista (virtualmente) cualquier juego de mesa que uno pueda imaginar.

Actualmente, la lista de los mejores está encabezada por Pandemic Legacy: Season 1, variación en forma de campaña del clásico Pandemic, al que acompañan clásicos y juegos más recientes como Twilight Struggle, Through the Ages, Terra Mystica y Caverna: the Cave Farmers. Al que le suenen los títulos, se dará cuenta rápidamente de que la mayor parte de ellos son de estrategia bélica. Sin embargo, hace un tiempo, Oliver Roeder de la página 'FiveThirtyEight' decidió darle la vuelta a la tortilla y centrarse en los peores juegos y aquello que los distinguía.

A medida que el juego sigue, se convierte en un triste reflejo de la situación del mundo: los pobres se hacen más pobres mientras que los ricos se hacen más ricos

Como es (estadísticamente) previsible, los juegos que ocupan los peores puestos son, por lo general, muy conocidos, incluso en España. El autor recuerda que, al igual que ocurre en el cine o la música, los puestos bajos de los 'ranking' suelen estar ocupados por aquello que conoce todo el mundo. Sin embargo, su podio del deshonor nos desvela gran cantidad de cosas no solo sobre lo que hace bueno o malo a un juego, sino también sobre lo que buscamos en nuestro tiempo de ocio. Que no es solo pasarlo bien, sino también ver cubiertas ciertas necesidades (emocionales).

Monopoly

Todos hemos jugado en un momento u otro al Monopoly. Otra cosa es que hayamos conseguido terminar una partida, una hazaña al alcance de unos pocos privilegiados. Sin embargo, como bien afirma el artículo, se ha convertido en la bestia negra de muchos jugadores. Basta con echar un vistazo a los foros de BoardGameGeek para encontrar un puñado de comentarios devastadores: “El juego es largo”, explica un usuario llamado RedArmyIan. “Puede llevarte tres horas terminar una partida. Donde 'Monopoly' se va al garete es en que el resultado del juego puede verse a millas de distancia, como la entrada de Omar Sharif en 'Lawrence de Arabia'. A medida que el juego avanza, se convierte en un triste reflejo de la situación financiera del mundo: los pobres se hacen más pobres mientras que los ricos se hacen más ricos. No pasa mucho tiempo hasta que un jugador se escapa y es imposible pillarlo. No hay espacio en las mecánicas del 'Monopoly' para que otro jugador pueda resurgir”.

Esa es precisamente una de las reservas planteadas por Roeder. “Hay siempre un líder que va por delante”, explica. “Alguien puede sacar adelante un jugoso monopolio muy pronto, y se acabó. El resto del juego es formulaico y aburrido. Y se supone que los juegos no deben serlo”. Ese es uno de los grandes problemas de un juego que, por si fuera poco, requiere mucho tiempo: el hecho de que, en lugar de avanzar hacia un clímax, se alarga renqueante hasta que el resto de jugadores terminan arruinándose o, directamente, dándose por vencidos.

Hoy en día, el Monopoly fracasaría. Por eso tantos jugadores han diseñado sus propias reglas: ¿habéis conocido a dos personas que sigan las mismas?

Hay otros problemas con el Monopoly, que le sonarán al que lo haya jugado. Por una parte, es posible ser eliminado; de hecho, es probable que ocurra relativamente pronto, por lo que alguien tendrá que quedarse un par de horas (o tres, o cuatro) en el sofá esperando a que la partida termine (aunque habrá quien argumente que es preferible a aguantar la interminable agonía del que va cayendo en hotel tras hotel del afortunado jugador líder). Además, cabe la posibilidad de que un tercer jugador pueda decidir quién gana, vendiendo sus propiedades a un buen precio, algo que puede hacer el juego completamente injusto; no se trata de una cuestión de estrategia, sino simplemente, de favoritismo.

Como el propio Roeder explica, se trata de problemas que los juegos actuales intentan sortear. Al fin y al cabo, los orígenes del Monopoly se remontan a comienzos del siglo XX, cuando Elizabeth Magie diseñó 'The Landlord's Game', que en los años 30 sería patentado con el nombre que ya conocemos por el vendedor de calefactores Charles Darrow. A pesar de que parte de su mecánica se ha revisado, es la clase de juego que sería impensable hoy en día. Quizá por eso tantos jugadores han diseñado sus propias reglas caseras: ¿habéis conocido a dos personas que jueguen igual al Monopoly?

Tres en raya

Otro juego que se encuentra en el fondo de la lista. ¿Por qué?, se preguntarán la mayoría de lectores. Al fin y al cabo, no hace daño a nadie, y uno se puede ventilar una partida en menos de medio minuto. Quizá se deba a que los jugadores de BoardGameGeek son expertos a los que les van los juegos de estrategia y, aquí, estrategia poca. Como señala un usuario llamado Stexe, se trata de un juego fácil (que puede ser resuelto de manera sencilla) y repetitivo. Y, como añade Roeder, “la habilidad requerida es meramente trivial. Es un juego resuelto: si ambos jugadores tienen más de cinco años, van a empatar”.

Sin embargo, otros usuarios son algo más benévolos con este sencillo pasatiempo. Como recuerda un usuario llamado Wyll, “aunque puede que no sea un juego para adultos, las tres en raya es uno de los mejores juegos para enseñar a un niño pequeño”. En realidad, afirma, se trata de un primer paso para aprender juegos más complejos, como Conecta 4. Como recuerda potterama, es un juego muy fácil que enseña al pequeño a entender el funcionamiento de los turnos, cómo anticipar los movimientos del oponente, el diseño de estrategias básicas… Habilidades esenciales para otros juegos más complejos.

Serpientes y escaleras

¿Qué es lo que diferencia a juegos como este, el juego de cartas llamado War o Candy Land, que también aparecen en la lista? ¿O a otros juegos populares en España, como El Juego de la Oca y, en menor medida, el parchís? Que en todos ellos el factor más importante es el azar, a veces el único factor en juego. Y si hay algo que no nos gusta cuando jugamos a algo es sentir que el resultado del juego no depende de nosotros, lo que lo convierte en “aburrido o frustrante”, según Roeder. Al fin y al cabo, ya nos sentimos lo suficientemente impotentes en nuestra vida diaria (laboral, personal) como para que ni siquiera en nuestro tiempo libre podamos cambiar nuestro destino.

Nadie quiere evadirse de la realidad mientras le recuerdan que la diferencia entre ser un perdedor o un ganador se encuentra en una tirada de dados

Lo explicaba Ananda Gupta, el creador de Twilight Struggle, cuando en otro artículo le preguntaban qué es lo que hace bueno un juego. “Tienes que sentir que has hecho algo significativo”, recordaba. “Tienes que sentir que el juego tiene un comienzo, una parte media y un final, y que has participado en ello”. Por el contrario, estos juegos detestados, a pesar de su relevancia cultural, no lo consiguen. Nuestro viejo conocido potterama lo resume bien: “Se vende como un juego 'competitivo', con un ganador y un perdedor, lo que significa que el pobre niño que no deja de caer en las escaleras que bajan se sentirá fatal aunque no haya sido su culpa, mientras que el niño con más suerte presumirá de su gloria como 'ganador' sin ningún esfuerzo, habilidad ni participación”.

Y, en un mundo tremendamente injusto y cruel, nadie quiere evadirse de la realidad mientras le recuerdan que la diferencia entre ser un perdedor o un ganador se encuentra en una tirada de dados.

En los últimos años se han vuelto a poner de moda en España los juegos de mesa, tanto los más serios y complicados como aquellos que conocemos de toda la vida. Hoy en día, uno puede empollarse las reglas del Dead of Winter o del Battlestar Galactica y pasarse la tarde (y noche, y madrugada) intentando pillar al traidor o, simplemente, tomarse un batido en algún bar mientras juega al Trivial. Sea como sea, los juegos de mesa se han deshecho de los viejos estigmas, como que eran “solo para frikis” o que se trataba de un entretenimiento para niños.

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