Es noticia
"Dejé de ducharme y no me pasó nada": los peligros del exceso de higiene
  1. Alma, Corazón, Vida
de la teoría a la práctica

"Dejé de ducharme y no me pasó nada": los peligros del exceso de higiene

Los datos que tenemos lo confirman, todos los expertos parecen de acuerdo, pero pocos se atreven a llevarlo a su vida hasta las últimas consecuencias. Ninguno se arrepiente

Foto: ¿Y si es mejor lavarse solo con agua? (Corbis)
¿Y si es mejor lavarse solo con agua? (Corbis)

Hace unos días el periodista de 'The Atlantic', James Hamblin, que presenta una serie de vídeos llamada “Si nuestros cuerpos hablaran”, ha contado cómo decidió dejar de usar jabones después de hablar con un par de personas autorizadas que se han lanzado a vivir sin depender de los productos de higiene que tan imprescindibles nos parecen.

Geles, jabones de manos, champúes, acondicionadores, cremas hidratantes… El jabón nos quita todos los aceites naturales del cuerpo, así que nos vemos obligados a hidratarnos con crema. Con el pelo lo mismo. Hamblin dice en su último artículo sobre el tema que estamos usando unos productos para contrarrestar el efecto excesivo de otros. Y propone no comprar ninguno.

Contra la lucrativa industria de los jabones y los cosméticos perfumados hay otra corriente, más minoritaria pero tampoco altruista —y a menudo más cara para el usuario—, de productos 'naturales', sin 'químicos' y otras etiquetas no del todo claras. Estos relatos en primera persona van mucho más allá: ¿necesitamos algo más que agua (y ni siquiera mucha)?

Este chico tan pulcro ahora solo se lava el pelo con agua. (vídeo de 'The Atlantic')

¿Cómo lo hacen?

No son personas asociales, ni despreocupadas por su salud, todo lo contrario. Sin embargo, en cuestiones de higiene diaria, viven mucho más acordes que la media a nuestra naturaleza más básica, lo que evolutivamente somos.

Martin Blaser, microbiólogo pionero y director del Human Microbiome Proyect de la Universidad de Nueva York, entrevistado por Hamblin, lo dice tal cual en este vídeo: “Podemos decir que prácticamente no me ducho nunca”. Sí se baña, pero no con la frecuencia que publicitan las marcas de gel, y hace énfasis en ser delicado. En sus propias palabras, en el cuerpo hay muchos “bichos buenos” además de los malos, y con la forma actual de lavarnos lo que estamos haciendo es arrasar con todos. Esos bichos buenos son parte de nuestro sistema inmunitario, y evitan infecciones.

Las esponjas agresivas y los tratamientos exfoliantes pueden hacer que huelas bien o estés más suave, pero no son lo más sano

El doctor C. Brandon Mitchell, profesor de dermatología en la universidad George Washington —entrevistado por 'Time'— concreta: por lo que él sabe, lo mejor sería ducharse solo una o dos veces a la semana. Y ni siquiera con esta frecuencia deberíamos frotar fuerte, algo que puede hacer que nos sintamos más profundamente limpios pero que en realidad no tiene sentido desde el punto de vista de las bacterias que necesitamos.

Las esponjas agresivas y los tratamientos exfoliantes, que raspan la epidermis para eliminar la piel muerta, para estos expertos pueden ser muy contraproducentes. Se generan pequeñas grietas en la piel que son ideales para cobijar gérmenes infecciosos. Puede dar impresión de suavidad a corto plazo, puede oler bien o ser agradable estéticamente, pero no es lo más sano. Ya lo decía Sheldon, el personaje escéptico, y no precisamente poco higiénico, de la serie 'The Big Bang Theory': 'Prefiero que mis células muertas se caigan solas cuando me muera”.

Mitchell reconoce que a veces la política anti ducha puede ser poco cómoda para los que trabajan cerca de uno en sitios cerrados, pero no es en absoluto absurda en términos médicos. Nos duchamos por estética y por oler como nos parece mejor, no por salud. Otra pregunta básica que debemos hacernos es si no deberíamos retroceder culturalmente, igual que se ha hecho por ejemplo con la lactancia materna —que hace unas décadas era considerada algo pasado de moda y ahora ha vuelto al prestigio anterior: es casi obligada para las autoridades sanitarias— y reconocer que el olor natural no es un mal olor. Cuando no olemos a rosas, o a aceite de almendras, o a miel… olemos bien también, olemos a persona.

La doctora Elaine Larson, experta en enfermedades infecciosas e investigadora en la escuela de enfermería de la Universidad de Columbia, ha demostrado con su investigación que los jabones antibacterianos no son mejores que las pastillas de jabón de toda la vida, y en algunos aspectos son peores.

Hamblin asegura que ahora no usa champú, se lava el pelo solo con agua, y sus seres queridos no lo notan

Otra que dice sin sonrojarse que ha dejado casi todos los productos modernos de higiene corporal es la periodista Julia Scott, que aparece también en el vídeo. Hace un par de años dejó de usar, en sus palabras, “todo eso que hace que uno huela remotamente bien y parezca limpio” y lo sustituyó por una bacteria llamada nitrosomonas eutropha, que es una especie de limpiadora natural porque vive del amoniaco de la piel. Al principio reconoce que fue un poco asqueroso, y hubo quien le dijo que olía a cebolla, pero después se empezó a sentir bien y le pareció que el resultado era una hidratación natural. Y, añadimos, mucho más barata. Al final del experimento, sabía que tenía una colonia sana de esta bacteria acogida en su organismo y le pareció triste ducharse y terminar con ella. No solo por haberse, diríamos, encariñado, sino porque con solo tres duchas terminó con esa vida útil como capa protectora que había tardado un mes en generar, tan agresiva es nuestra forma normal de lavarnos.

Desde entonces, vive con muchos menos tratamientos y en la cara solo usa agua. Ni una sola cosa más.

¿Por qué seguimos duchándonos con jabón?

Quizá piensas que has demostrado que son excéntricos y no tienen razón si has pasado uno o dos días sin ducharte y has notado un aumento del olor casi insoportable. Lo que sucede es que el cuerpo necesita un tiempo para estabilizarse, y aunque no todo el mundo puede conseguirlo en la misma medida, estamos en posición de asegurar que desde luego puedes terminar tirando a la basura al menos dos o tres botes de tu balda del cuarto de baño.

Hamblin entró él mismo en el reto de la no-ducha y al principio vio cómo aumentaban alarmantemente las bacterias que se alimentan de nuestro sudor. Las glándulas sebáceas se ponen a trabajar a destajo, preparándose para el ataque de detergentes que no llega y generan más olor y suciedad. Es una pequeña fauna que se repuebla con fuerzas renovadas cada vez que la derrotamos con los cañonazos de gel, champú y esponja. Pero, ¿y si lo dejas del todo? Con el tiempo la piel va equilibrándose y huye tanto del exceso de grasa como de la sequedad. Hamblin asegura que ahora no usa champú, por ejemplo, se lava el pelo solo con agua aunque haya hecho ejercicio intenso. Y dice que sus seres queridos no notan la diferencia.

De todas formas, te aconsejamos lo mismo que este periodista: no dejes de lavarte las manos. Está demostrado que es a través de las ellas como más se propagan todo tipo de enfermedades. En los transportes públicos, en los muebles, al darnos la mano… Sea cual sea el elemento patógeno que necesites evitar, la primera medida que el médico te recomendará es que te las laves muchas veces con jabón.

Otra cosa muy distinta es la bañera. Según estos casos reales, bien respaldados por la teoría científica, no hace falta para nada que te metas en ella una vez al día. Será bueno para tu salud y ahorrarás agua, dinero y años de tu tiempo.

Hace unos días el periodista de 'The Atlantic', James Hamblin, que presenta una serie de vídeos llamada “Si nuestros cuerpos hablaran”, ha contado cómo decidió dejar de usar jabones después de hablar con un par de personas autorizadas que se han lanzado a vivir sin depender de los productos de higiene que tan imprescindibles nos parecen.

Microbiología
El redactor recomienda