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La decadencia de la clase media alta nacional (y quiénes vendrán a sustituirla)
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UNA SOCIEDAD EN TRANSFORMACIÓN

La decadencia de la clase media alta nacional (y quiénes vendrán a sustituirla)

Los debates sobre la clase media han sido comunes en los últimos años. Pero hay un sector, el más favorecido de ella, sometido a cambios. Seguirá existiendo, pero no serán los mismos

Foto: Las personas que se sentarán en esas sillas serán otras en breve. (iStock)
Las personas que se sentarán en esas sillas serán otras en breve. (iStock)

E. F. y M. A. son un matrimonio de arquitectos con tres hijos en edad escolar, que lleva más de dos años en paro. Sus ingresos les permitían un nivel de vida cómodo, su trayectoria profesional les hacía prever una vida laboral sin demasiados altibajos y la ocupación de ambos les ofrecía seguridad: si los tiempos se torcían, al menos uno de ellos podría aportar los recursos precisos para la subsistencia. Muchos meses después de su entrada en el desempleo, y sin muchas perspectivas de que el ladrillo florezca de nuevo, su posición social dista mucho de la que una vez ocuparon, como también sus expectativas de regresar a ella.

Esta pareja de arquitectos es un síntoma evidente de las transformaciones sociales en que estamos inmersos. La crisis, y el cambio de modelo económico en que vivimos, ha generado un sustancial adelgazamiento de las clases medias en al menos 3 millones de personas. El ascensor social se ha detenido y la brecha entre la parte alta de la pirámide social y el resto está aumentando, y esa dualización, de la que se creía que las capas medias altas de la sociedad estaban protegidas, también las está afectando.

Los millonarios están sacando partido de esta situación acelerada, pero la gente simplemente adinerada no

Las señales de que las cosas están cambiando provienen mucho más de los procesos sociales en marcha que de cambios ya concluidos. Como narraba la periodista Linette López en su cobertura de SALT 2016, una célebre convención de inversores, donde se citan anualmente algunas de sus figuras más importantes, la creencia en que hay que poner el capital a trabajar mucho más que la industria está creando nuevos ricos y nuevos perdedores.

Como un multimillonario explicó a López, si las políticas económicas cambian, por ejemplo por la llegada de Trump al poder, ellos no tendrían ningún problema. Podrían subirse a sus jets privados e ir donde quisieran, trasladar el dinero a las Islas Caimán o a las Bahamas, e invertir en cualquier lugar del mundo. Pero las personas simplemente adineradas no pueden hacer eso: tienen que pagar la universidad (de la Ivy League) de sus hijos, la hipoteca de su casa de los Hamptons y los bienes de lujo que han adquirido. Están más atados a su territorio y vinculados a su suerte que ellos. Los millonarios pueden estar sacando partido de esta situación acelerada, pero la gente con dinero está mucho más limitada.


Y algo de verdad hay en sus afirmaciones En primera instancia, porque esta clase de inversión volátil arroja continuos ganadores y perdedores. Según el economista Eduardo Garzón, “el crack financiero afectó a muchísimas familias muy acomodadas, incluso situadas en el 20% más alto de la escala social. Las enormes pérdidas financieras afectaron sobre todo a las capas más altas, que son fundamentalmente las que invierten en esos mercados. Según la Encuesta financiera de las familias, sólo el 11% de los españoles invierten en bolsa y la mayoría pertenecen al 40% más rico de la población. En los mercados financieros, cuando alguien gana mucho dinero, también hay alguien que pierde mucho. Los operadores financieros son conscientes de que hay mucha competitividad incluso dentro de los estratos sociales más altos, y que algunas familias han dejado de ser ricas aunque sigan estando muy acomodadas”.

La clase alta cosmopolita

En segundo lugar, porque como asegura Rana Foroohar en su libro 'Makers and Takers', en una economía financiarizada, Wall Street se está imponiendo a Main Street, y cada vez las clases cuyos recursos provenían de economías tradicionales ligadas a la producción y al patrimonio territorial lo tendrán más difícil frente a la clase alta cosmopolita y ligada a lo financiero.

Las clases medias altas españolas, sin embargo, no están dando muchas señales de desclasamiento, según Pau Mari-Klose, sociológo de la universidad de Zaragoza, en tanto “no ha habido grandes sectores de ella que hayan vivido procesos de movilidad significativos. Quizás han sentido ansiedad en algún momento, han atisbado una cierta amenaza de desclasamiento si perdían sus empleos, pero generalmente la sangre no ha llegado al río, y cuando lo ha hecho han tenido recursos para 'reinventarse'. A veces les ha costado un poco, han tenido que hacer algún ajuste, pero los estudios sugieren que las experiencias de adversidad han sido poco comunes. Sí que ha habido dosis considerables de angustia y ansiedad frente a la posibilidad de caer en la escala social y de frustración ante expectativas truncadas, pero poca privación material real”.

La supervivencia de los miembros de la clase media alta actual dependerá de hasta qué punto estén o no vinculados con el gran capital internacional

Pero más allá de situaciones coyunturales y de que las pérdidas sean soportadas por la red patrimonial y el capital relacional con el que cuentan, en España estamos en un momento de transición en el que las clases medias altas están separándose de los resortes que hasta la fecha les permitían gozar de una posición de privilegio. Según Garzón, “son clases que se van a transformar, como ha ocurrido siempre tras importantes cambios políticos, institucionales, económicos o culturales. Dependiendo del capital relacional y del poder de cada una de las familias, lograrán adaptarse mejor o peor a sectores económicos diferentes que les permitan mantener unas condiciones de vida similares. Algunas familias descenderán en la escala social, pero muchas serán sustituidas por otras”.

En el fondo lo que estamos viviendo es la decadencia de la clase media alta tradicional basada en el patrimonialismo

Para Luis Enrique Alonso, catedrático de sociología de la Universidad Autónoma de Madrid, esta transformación está ya produciéndose, y de modos muy similares a lo que está aconteciendo en otros países. “La supervivencia de los miembros de la clase media alta actual dependerá de sus relaciones cosmopolitas y de hasta qué punto estén o no vinculadas con el gran capital internacional. Hasta ahora, esas capas sociales, como vimos en el franquismo y en la Transición, eran clases patrimoniales y funcionariales, y estaban basadas en un colchón histórico construido sobre la base del capitalismo nacional. Y ahora eso se queda en nada, porque gran parte de ese capital nacional está siendo atacado directamente”.

Clases subordinadas

Aunque las clases patrimoniales nacionales sigan agarrándose a sus anclajes tradicionales, como los del sector inmobiliario, ocupan hoy una posición muy subordinada a las clases financieras internacionales, que son las hegemónicas. “En el fondo lo que estamos viviendo es la decadencia de la clase media alta tradicional basada en el patrimonialismo, en el puesto del funcionario y en las rentas urbanas ligadas a los alquileres de locales y pisos. Su situación es cada vez menos segura, ni siquiera para obtener esas rentas de situación que les permitían mantener su posición”.

Y no sólo el capital nacional es mucho más débil que el internacional, sino que el tipo de instrumentos con el que obtenían sus recursos, como las empresas locales, las constructoras o los puestos de alta dirección en firmas españolas parecen hoy menos seguros y más difíciles de transmitir. Y eso sin contar con que las empresas ligadas a la economía productiva, y entre ellas muchas pymes, lo van a tener difícil en los próximos tiempos, dado que se ven sometidas a gastos fijos elevados, a retribuciones y márgenes cada vez más estrechos y a una concentración del mercado que les hace un daño notable, además de un sistema impositivo que no las beneficia.

La pregunta, por tanto, es qué va a pasar con la clase media alta nacional ligada al territorio, y si desaparece, qué vendrá a sustituirla

Esta es la primera parte del reportaje 'La decadencia de la clase media alta nacional'. La segunda se publicará mañana.

E. F. y M. A. son un matrimonio de arquitectos con tres hijos en edad escolar, que lleva más de dos años en paro. Sus ingresos les permitían un nivel de vida cómodo, su trayectoria profesional les hacía prever una vida laboral sin demasiados altibajos y la ocupación de ambos les ofrecía seguridad: si los tiempos se torcían, al menos uno de ellos podría aportar los recursos precisos para la subsistencia. Muchos meses después de su entrada en el desempleo, y sin muchas perspectivas de que el ladrillo florezca de nuevo, su posición social dista mucho de la que una vez ocuparon, como también sus expectativas de regresar a ella.

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