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Así va a ser la educación española en el año 2020, y no tiene muy buena pinta
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REINA EL PESIMISMO ENTRE LOS EXPERTOS

Así va a ser la educación española en el año 2020, y no tiene muy buena pinta

Un nuevo informe descubre la larga lista de problemas que, a juicio de los profesores, están perjudicando su labor y el rendimiento de los más pequeños. Y no es corta

Foto: Los profesores son poco optimistas con el futuro del sistema educativo de nuestro país. (Reuters/Rick Wilking)
Los profesores son poco optimistas con el futuro del sistema educativo de nuestro país. (Reuters/Rick Wilking)

El sistema educativo español vive en constante estado de transición desde hace décadas, cuando las reformas empezaron a sucederse sin parar. Para cuando una se ha asentado, otra está empezando a gestarse en los despachos del partido político contrario; y cuando finalmente parece que puede llegarse a un pacto, este termina saltando por los aires ante las presiones de los diferentes agentes sociales. Aunque se ha avanzado mucho desde los años de la Transición, teniendo en cuenta el tradicional hándicap histórico español, corremos el riesgo de quedarnos atrás entre batallitas que no llevan a ningún sitio y disputas sobre temas secundarios.

Un nuevo informe publicado por Acción Magistral (un proyecto de la FAD, BBVA y la Comisión Española de Cooperación con la UNESCO con el objetivo de apoyar a los profesores) añade unas cuantas dosis de pesimismo al asunto. La investigación, llamada 'La educación en España. Horizonte 2020', es demoledor en muchos aspectos, especialmente en lo que concierne al rol del profesor, al apoyo por parte de los poderes públicos y a la posibilidad de llegar a un acuerdo.

Los profesores lo tienen claro: el número de centros se va a reducir, con la excepción de los privados concertados

Puede parecer que en otros ámbitos haya más optimismo, especialmente en el de la innovación educativa (al fin y al cabo es un sector boyante en cuanto a inversión), pero no hay más que preguntarle a los profesionales para darnos cuenta de que la desesperanza es un sentimiento común. El informe ha consultado a 200 docentes y expertos relacionados de manera íntima con la actualidad educativa, y a partir de sus opiniones y la metodología Delphi, un grupo de expertos coordinado por Anna Sanmartín Ortí ha elaborado un breve diagnóstico y una prospección de lo que nos podremos encontrar en la educación española en 2020, el año que la Unión Europa ha determinado como fecha límite para alcanzar determinados objetivos educativos.

No hay dinero, ni lo habrá

Ha sido un proceso imparable desde los últimos años del gobierno Zapatero: cada vez se ha destinado menos fondos a la educación, aunque se hayan producido pequeños repuntes para recuperar el terreno perdido. Sin embargo, incluso después de que la crisis parezca haberse quedado atrás, los profesionales entienden que la reducción del apoyo económico a la educación forma parte de un movimiento global en el que no hay vuelta atrás.

Los profesores lo tienen claro: el número de centros se va a reducir, con la excepción de los privados concertados (apoyados fuertemente en comunidades como Madrid) y los centros de Formación Profesional, una de las apuestas más fuertes en tiempos recientes para equilibrar un mercado laboral saturado de universitarios. Según los consultados, la gestión privada crecerá enormemente, en detrimento del sector público. Malas noticias para interinos y temporales, si nos atenemos a sus palabras: prevén que se reduzcan las plantillas, que sean más inestables y que el ratio alumnos/docente aumente aún más, perjudicando la calidad de la enseñanza pública.

Si en el curso 2009/2010 había 673.505 profesores para 7.608.292 alumnos, en el 2014/2015 había 670.398 para 8.090.017 estudiantes

Actualmente, España invierte un 4,5% de su Producto Interior Bruto en Educación, por debajo de la media de la Unión Europea, que se encuentra en 5,3%. Tan solo Alemania (4,3%), Italia (4,2%) y Grecia (4,1%) invierten menos. Los países más generosos son Dinamarca (con un 7,9%), Suecia (6,8%) y Chipre (6,7%). Situación semejante es la de las ayudas financieras a estudiantes, que también se encuentran por debajo del conjunto de los países europeos. Chipre destaca sensiblemente en dicho aspecto, con un 52,6%, mientras que España se queda con 9,4% (muy cerca de Rumanía y Estonia).

Los datos recogidos por la investigación revelan que, a pesar de que cada vez hay más alumnos en Enseñanzas de Régimen General, el cuerpo de docentes no solo no ha aumentado, sino que en los últimos seis años se ha reducido. Si en el curso 2009/2010 había 673.505 profesores para 7.608.292 alumnos, en el 2014/2015 había tres mil profesores menos (670.398) para una cantidad sensiblemente mayor de alumnos (8.090.017, 400.000 más), lo que ha provocado que el ratio aumente sensiblemente. Actualmente, se encuentra en 10 alumnos por profesor, unas cifras semejantes a las de Portugal, un poco superior a las de Austria y Finlandia (con nueve) y por debajo de otros países como Francia, Luxemburgo o Alemania.

Los profesores, el último mono

No lo dicen ellos (que también), lo dicen cada vez más informes. Entre ellos, el 'Panorama de la Educación' realizado por la OCDE, que recientemente señalaba que uno de los grandes problemas era haber dejado de lado a los profesores, tanto olvidando cualquier posibilidad de desarrollo a través de la carrera docente como obviando los útiles de sistemas de incentivos.

A pesar de las recientes reivindicaciones del papel del profesor, el 61% de los consultados se muestra de acuerdo en que no se va a producir ninguna clase de reconocimiento ni de valoración de la labor docente. Como mucho, de producirse, será de carácter legal como figura de autoridad. Por ello deducen que la cosa solo puede provocar una tremenda desmotivación entre los cuerpos docentes (algo en lo que coincide más del 70% de los consultados). No obstante, un 82,5% considera que existirá una minoría de profesores activos y comprometidos, innovadores, rebeldes y combativos. Como los galos en la Francia de 'Asterix'.

Los docentes creen que poco a poco los padres empezarán a participar más en la vida escolar, especialmente en Primaria

Eso sí, al mismo tiempo que perciben con desilusión su desarrollo profesional, también consideran que poco a poco se endurecerán aún más los requisitos, criterios y pruebas de acceso a la función docente, especialmente en el caso de las oposiciones (comatosas durante los últimos años), que se exigirá una mayor formación en TIC e idiomas –el bilingüismo, guste o no, está para quedarse– y, probablemente, un sistema de evaluación del profesorado que, como todo sistema externo de diagnóstico, es percibido con cierto miedo.

¿Qué pasa con las familias, ese polémico agente educativo que parece cada vez más pasivo? Como recuerdan los datos de la encuesta, los padres participan menos de lo deseado, aunque España se encuentre un poco por encima de la media (74 sobre 72) respecto al resto de Europa. Sin embargo, los docentes creen que poco a poco empezarán a participar más en la vida escolar, especialmente en Primaria y sobre todo a través de las Asociaciones de Madres y Padres.

La comunidad educativa no será consultada ni participará de forma activa en las modificaciones de la normativa educativa

Los docentes con conscientes de que, como está ocurriendo a nivel global, su papel en la enseñanza cambiará sensiblemente. Serán guías, admiten, que lleven a los alumnos de la mano a través de los diversos itinerarios de aprendizaje. Las dinámicas grupales, el aprendizaje colaborativo, la mediación escolar y la desaparición de los libros de texto tradicionales serán algo común en menos de un lustro… si es que no lo son ya en determinados centros.

El Pacto que nunca llega

En este mismo medio, José Antonio Marina ha reivindicado durante los últimas meses un pacto de urgencia para llegar a acuerdos mínimos que permitan, al menos, ponernos de acuerdo en lo esencial. No es el primero ni muy probablemente sea el último, a juzgar por los datos de la encuesta. Un 79,6% de los consultados coincide en creer que no habrá ningún avance durante los próximos cinco años: el marco seguirá siendo inestable y poco consensuado, las leyes seguirán sustituyéndose al ritmo con que cambien los gobiernos y, sobre todo, sin que dé tiempo a que se pueda evaluar la verdadera eficacia de normas como la vigente LOMCE.

La tímida autonomía que han obtenido los centros potenciará las funciones del equipo directivo y permitirá la aplicación de pedagogías alternativas

En este sentido, el informe resulta lapidario. “La comunidad educativa no será consultada ni participará de forma activa en las modificaciones de la normativa educativa”, puede leerse en él. Además, consideran que la educación no pasará a ocupar un lugar prioritario en las agendas de las administraciones, ni económicamente, ni llevando a cabo un esfuerzo para dar prestigio a los profesores, ni fomentando el debate público. Así que si próximamente llega alguna clase de cantinela a sus oídos relacionada con este tema, no se preocupen: son cosas de las campañas electorales.

Atenuando el carácter apocalíptico de gran parte del informe, este también reconoce que “sobre ese fondo pesimista, se detectan multitud de señales de cambio que muestran que el campo educativo está vivo, que se abren paso dinámicas transformadoras y que hay una realidad social que cuestiona, interpela y rechaza la parálisis institucional”. Tan evidente como que cunde la desesperación, también lo es que hay pequeñas revoluciones educativas, incluso a pequeña escala, que al menos reflejan una tendencia cambiante en la realidad educativa española. La tímida autonomía que han obtenido los centros por la conocida como ley Wert potenciará las funciones del equipo directivo y permitirá la aplicación de pedagogías alternativas o experimentales.

Veremos mayor flexibilidad del currículo, el desarrollo de competencias como la iniciativa emprendedora o un mayor peso de las asignaturas más instrumentales

Hay, no obstante, razones para el optimismo en otros aspectos: la diversidad cultural se integrará fácilmente gracias a la multiplicación de los planes de convivencia y los niveles de absentismo se reducirán sensiblemente (¿es que acaso pueden aumentar?), aunque los profesores consultados consideran que el abandono escolar temprano y el fracaso escolar son problemas prácticamente endémicos que apenas van a variar. ¿Qué otras cosas podemos esperar para dentro de cuatro años? Una mayor flexibilidad del currículo escolar, el desarrollo de competencias como la iniciativa emprendedora o el trabajo en equipo, un mayor peso de las asignaturas más instrumentales frente a las Humanidades, y el conocimiento de idiomas. En otras palabras: den la bienvenida al mundo de la empresa en los colegios.

El sistema educativo español vive en constante estado de transición desde hace décadas, cuando las reformas empezaron a sucederse sin parar. Para cuando una se ha asentado, otra está empezando a gestarse en los despachos del partido político contrario; y cuando finalmente parece que puede llegarse a un pacto, este termina saltando por los aires ante las presiones de los diferentes agentes sociales. Aunque se ha avanzado mucho desde los años de la Transición, teniendo en cuenta el tradicional hándicap histórico español, corremos el riesgo de quedarnos atrás entre batallitas que no llevan a ningún sitio y disputas sobre temas secundarios.

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