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Cinco chistes sobre el sexo en el matrimonio, y las verdades que encubren
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Cinco chistes sobre el sexo en el matrimonio, y las verdades que encubren

Decía Freud que el chiste era, como los actos fallidos, una de las maneras en que el subsconsciente puede manifestarse. O, como en este caso, también el consciente

Foto: "Cariño, estoy sin calzoncillos". "Anda, Manolo, déjame en paz y mañana te lavo unos". (Debrocke/Corbis)
"Cariño, estoy sin calzoncillos". "Anda, Manolo, déjame en paz y mañana te lavo unos". (Debrocke/Corbis)

Existe un subgénero de chistes dedicado única y exclusivamente al matrimonio; en particular, al papel que el sexo (y, por extensión, la infidelidad) juega en él. “Papá, ¿cuánto cuesta casarse?”, le pregunta el hijo al padre. “No tengo ni idea, ¡aún estoy pagando las consecuencias!” O aquel en el que la esposa interroga a su marido sobre con cuántas mujeres ha estado: “Déjame que cuente: una, dos, tres, cuatro, cinco, seis, tú, ocho, nueve...” Al fin y al cabo, es terreno fértil para el chiste machista y el codacito en las costillas del colega.

Aunque ellas también tienen su justa venganza: “María se quitó de encima 70 kilos de grasa inútil”, le cuenta una amiga a otra. “Se divorció”. Más allá de la chanza, hay determinados chistes que retratan bien los misterios de la relación de pareja o, al menos, nos ayudan a entender un poco mejor qué está pasando en la larga convivencia. La psicóloga experta en relación de pareja Madeleine A. Fugère ha recopilado en 'Psychology Today' un puñado de ellos. Y, más allá de que sean divertidos o no, arrojan un poco de luz sobre la oscuridad en los rincones del matrimonio.

El matrimonio afecta a la pasión. De repente te descubres en la cama con un pariente”

Bueno, entre vivir juntos y estar casados no hay una gran diferencia, ¿no? Simplemente, existe un papel más en algún archivo que afirma que nuestra situación legal ha cambiado. Parece ser que en realidad cambian más cosas, como asegura la autora: basándose en las investigaciones de Scott T. Yabiku y Costance T. Gager, dar ese gran paso por el que los suegros rezan cada noche merece la pena, ya que las parejas casadas reportan una mayor felicidad. Además, en el caso de que la vida sexual no vaya muy allá y la frecuencia de los encuentros se haya reducido sensiblemente, es más probable que la relación se vaya al garete si uno no está casado, quizá porque consideran que las ventajas de la relación son otras. Así que parece ser que está muy bien acostarse con un familiar, a poder ser, con el que no tengas ninguna relación de sangre.

Aquellos que rehicieron su vida con otra pareja multiplicaron sus relaciones, quizá porque buscaron una pareja más fogosa

El sexo cuando estás casado es como ir a la tienda 24 horas: no hay mucha variedad, pero a las tres de la mañana siempre está abierta”

Solemos identificar el matrimonio (y, en definitiva, las relaciones a largo plazo) con el tedio sexual. Como recuerda Fugère, así suele ser: la novedad desaparece y ya sabemos de antemano quién va a meter el qué en qué agujero y en qué posición. La buena noticia es que, como señaló una investigación publicada en 'Journal of Marriage and Family', los casados suelen necesitar menos relaciones para sentirse satisfechos, en la la línea de lo expuesto en el punto anterior. ¿Un truco para disparar la vida sexual? Divorciarse y volverse a casar: como aseguraba la misma investigación, aquellos que rehicieron su vida con otra pareja multiplicaron la frecuencia de sus relaciones, tanto por pasiva (es posible que la fuente del deseo se hubiese secado) como por activa (quizá, en esta nueva relación, se buscaba una pareja más fogosa).

Alguna gente dice 'sexualmente es más excitante cuando eres soltero'. No sé, ¿has probado a hacer el amor con dos hijos en la misma casa?”

Muchas parejas achacan a su descendencia las dificultades que experimentan a la hora de acostarse con su pareja: pueden entrar en cualquier momento en la habitación experimentando una extrema versión de lo que Freud llamaba la escena originaria, estás agotado de aguantarlos –perdón, cuidarlos– durante todo el día, no puedes hacer mucho ruido… Como recuerda la terapeuta, este chiste de Jeff Foxworthy (un monologuista americano de envidiable mostacho) recoge bien lo que investigaciones como la de Yabiku y Gager han demostrado. Aunque aún mejor es la frase de su amigo Matt a su mujer: “Esta noche no me apetece, cariño. Estoy tan cansado que solo quiero irme a dormir y soñar que hago el amor contigo”.

¿Tiene un bigote maravilloso o no?

Los gais también tienen derecho a estar tan tristes como el resto”

En la salud y en la enfermedad, hasta que la muerte os separe. Sin embargo, los hombres homosexuales tardan más tiempo en notar los devastadores efectos del matrimonio sobre el deseo. Como sugirió una investigación realizada por Letitia Anne Paplau de la Universidad de California, las parejas de hombres gais son los que hacen el amor con más frecuencia, seguidos por las parejas heterosexuales y, en último lugar, por las parejas lesbianas. ¿Por qué? La autora señalaba que todo se explica a la mayor urgencia sexual de los hombres.

¿Qué es sexo seguro para un hombre? Cuando su mujer está fuera de la ciudad”

Je, je, je. ¿Lo pillan? Je, je. Je. En fin, como nos recuerda la autora aludiendo una vez más al trabajo de Yabiku y Gager, que valen tanto para un roto como para un descosido, aquellas parejas que viven juntas tienen más posibilidades de ser infieles que las que se han casado, suponemos que porque estas tienen miedo a la condena eterna por aquello de haber roto su pacto ante los ojos de Dios. No hace falta alzar la vista hacia el Altísimo para ser fieles a nuestra pareja: desde aquí recordamos que, además de que moralmente es muy discutible, puede causar efectos devastadores, tanto para el engañado como para el que engaña; no digamos ya los hijos de la pareja.

Existe un subgénero de chistes dedicado única y exclusivamente al matrimonio; en particular, al papel que el sexo (y, por extensión, la infidelidad) juega en él. “Papá, ¿cuánto cuesta casarse?”, le pregunta el hijo al padre. “No tengo ni idea, ¡aún estoy pagando las consecuencias!” O aquel en el que la esposa interroga a su marido sobre con cuántas mujeres ha estado: “Déjame que cuente: una, dos, tres, cuatro, cinco, seis, tú, ocho, nueve...” Al fin y al cabo, es terreno fértil para el chiste machista y el codacito en las costillas del colega.

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