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"¿El poder hoy? La realidad es que nadie está a cargo y eso asusta a mucha gente"
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ENTREVISTA CON MOISÉS NAÍM

"¿El poder hoy? La realidad es que nadie está a cargo y eso asusta a mucha gente"

Ha sido elegido como uno de los intelectuales más influyentes del mundo por diversas publicaciones y es uno de los teóricos más prestigiosos sobre el poder. Sus tesis sorprenden

Foto: El ensayista venezolano Moisés Naím. (Foto: Casa de América)
El ensayista venezolano Moisés Naím. (Foto: Casa de América)

Moisés Naím se hizo popular en los tiempos de Facebook cuando Mark Zuckerberg recomendó como primer volumen de su club de lectura, 'A Year of Books', un libro del autor venezolano, 'El fin del poder' (Ed. Debate). Pero Naím ya contaba con gran prestigio fuera de la red, ya que su trayectoria incluía el paso por el Gobierno venezolano como ministro de Fomento, por el Banco Mundial como director ejecutivo o por la revista 'Foreign Policy' como máximo responsable, además de una incesante tarea como columnista. Esa fama se debía, entre otros factores, a una capacidad de análisis que le permitía dar la vuelta a numerosas certezas de sentido común. ¿Que la clase media desaparece? Al contrario, crece más que nunca. ¿Que hay desigualdad? Sí, pero mucho menos de lo que pensamos. ¿Que el entorno global va a peor? En absoluto, estamos avanzando. Acaba de publicar 'Repensar el mundo. 111 sorpresas del siglo XXI' (Ed. Debate), un texto en el que recoge ejemplos prácticos de los cambios en los que estamos inmersos, dándoles siempre esa vuelta de tuerca que tanto agradecen sus seguidores. El Confidencial conversó con él en Madrid acerca de cómo es el poder en el nuevo contexto y de los beneficios y perjuicios que trae consigo.

PREGUNTA. Los papeles de Panamá son un buen ejemplo de cómo los estados nación han perdido buena parte de su capacidad de acción, y de cómo la política se debilita gracias a la globalización. Al mismo tiempo, no hay una organización global que pueda dar respuestas serias y efectivas a grandes problemas, desde el fraude fiscal hasta el terrorismo internacional.

RESPUESTA. La esencia de lo que describes es el cambio. Todos estamos seguros de que el mundo está cambiando y, al mismo tiempo, tenemos una total incertidumbre acerca de cómo quedará después de todas las transformaciones. Esa brecha genera muchas de las ansiedades que sacan a la gente a las calles y crea mucha incertidumbre política. Este fin de semana ha tenido lugar el 'impeachment' de Dilma Rousseff, que dejará de ser presidenta de Brasil dentro de poco: es el fin del poder para ella. También se ha reunido la OPEP, algo que antes producía temor y hoy bostezos, lo que indica el fin del poder de la OPEP. Y han seguido publicándose los papeles de Panamá, lo que supone el fin del poder para muchas personas que han tenido que abandonar sus cargos. Todo en el mismo fin de semana. Esta es la tendencia que estamos viviendo, de la que ya hablé en mi anterior libro y que continúa en este a través de ejemplos concretos.

"Podemos es un ejemplo: apareció de pronto, acumuló un poder sorprendente, descubrió lo difícil que es usarlo y hoy tiene menos poder que hace un año"

P. Pero cuando un poder se marcha, llega otro. ¿Cómo es el nuevo?

R. El poder, al igual que la naturaleza, no tolera los vacíos. Y el que llega es un poder degradado. que es más fácil de obtener, más difícil de usar y más fácil de perder. Podemos es un buen ejemplo: apareció de pronto, acumuló un poder sorprendente, descubrió lo difícil que es usarlo y hoy tiene mucho menos que hace un año. El poder de Podemos es mucho menor del que tuvieron el PSOE o el PP en otras épocas. Pues esto mismo es lo que ocurre en el mundo de la empresa, de los militares, de la cultura o del deporte.

P. Puede que algunos actores, por ejemplo los políticos, estén perdiendo peso. Sin embargo, hay otros que lo ganan, como el sector financiero. Y hay empresas nuevas, como Amazon o Facebook, que poseen una capacidad de influencia enorme.

R. No digo que todo el mundo sea débil, no hay duda de que las empresas acumulan gran poder. Sería necio debatir eso, pero si esta conversación la hubiéramos tenido hace cinco años, el tema de conversación habría sido Microsoft, que era el actor que pensábamos que iba a dominar la tecnología durante muchos años; si hubiéramos hablado un poco antes, nos habríamos referido a Hewlett Packard, y un poco más atrás a Kodak, que parecía un monopolio. Los casos que mencionas son importantes, pero ¿te atreves a pronosticar que dentro de cinco años Alibaba no será un rival importante para Amazon? La familia Botín siempre ha sido importante y muy poderosa, ¿pero lo es hoy más que hace 10 o 20 años? No digo que no tengan poder, sino que se enfrentan a más restricciones para ejercerlo.

"Hay que ser muy cautelosos, porque lo que antes parecía permanente se ha hecho variable y lo transitorio se ha hecho permanente"

P. Sin duda, apostar por el futuro de una empresa en concreto es algo arriesgado. Pero a pesar de que puedan desaparecer grandes firmas, también es cierto que las estructuras en las que se insertan sí parecen perdurar. Las grandes consultoras eran cinco, y ahora son cuatro, pero siguen marcando la pauta. Los grandes bancos de inversión son menos, alguno tuvo que cerrar por las 'subprimes', pero siguen siendo la referencia. Y eso ocurre en muchos ámbitos.

R. Esto es estadísticamente incierto, las cosas no son tan estables. Existe la percepción de que los grandes nombres están ahí, pero los estudios econométricos señalan que la probabilidad de que perdurase una empresa que estaba en lo más alto de su sector era del 90% y ahora es mucho más baja. La variabilidad ha aumentado. Si te hubiera dicho hace años que la principal empresa de aseo del mundo iba a ser de la India, que la principal compañía cervecera iba a ser brasileña, o que una de las grandes empresas de comercio electrónico iba a a ser china, no lo hubieras creído. Hay que ser muy cautelosos, porque lo que antes parecía permanente se ha hecho variable y lo transitorio se ha hecho permanente.

P. Hay quienes afirman que por muchos cambios geopolíticos que se hayan producido con la aparición de los BRICS, EEUU sigue siendo la potencia hegemónica, y ahora más que nunca, porque carece de un rival que esté a la altura de su capacidad militar.

R. Los países que se suponía que iban a remodelarlo todo, los BRICS, están cayendo. Brasil está en mala situación, Rusia es débil y Putin no es el hombre más poderoso del mundo, China está en una etapa de desaceleración, y solo India cuenta aún el dinamismo suficiente. Uno de los debates más importantes en EEUU hoy es el del declive de su importancia en el mundo. Lo que quiero subrayar es que el tiempo de las hegemonías ha pasado. Por supuesto que hay actores internacionales que tienen importancia, como Europa, China o Rusia, pero todos cuentan con un poder que es más difícil de usar y que es más efímero. China dice que va a construir unas islas en el mar de China Meridional y ¿qué va a hacer EEUU? Nadie cree que vaya a la guerra con China por esas islas. Putin invadió Crimea y EEUU no fue a la guerra con Rusia. El problema es que hoy vivimos en un mundo en el que nadie está a cargo y eso es difícil de entender y asusta a mucha gente. Que no haya ningún jefe va en contra de todo lo que hemos vivido hasta ahora y le añade mucha incertidumbre. Publico mis columnas en diferentes países y eso me permite ver cómo reaccionan los lectores de lugares muy distintos. Todos comparten esa búsqueda de quién está detrás de todo esto, y lo cierto es que no hay nadie. 'No one is in charge', y eso es muy difícil de aceptar.

"El populismo es prometer lo que se sabe que no se puede cumplir o algo que es atractivo pero que se sabe que tendrá efectos negativos a largo plazo"

P. Usted ha sido ministro en Venezuela y conoce muy bien Latinoamérica, a la que dedica varios artículos de su nuevo libro. La desigualdad profunda en la que vive el continente ha provocado que surjan varias formaciones populistas que han triunfado y que la criminalidad se dispare. No sé si es una experiencia de la que Occidente deba tomar nota.

R. Hay conexiones entre los tres aspectos, pero preferiría darte tres respuestas, una para cada uno de los temas. En cuanto a la desigualdad, hay estadísticas definitivas que demuestran que el nivel mundial está bajando. En segundo lugar, hay estadísticas que señalan que la desigualdad en EEUU y Europa está subiendo a niveles sin precedentes, y EEUU es una potencia exportando sus angustias. Cuando algo es un problema para EEUU se convierte en un debate mundial. ¿Por qué discutimos sobre la desigualdad en América Latina hoy y no cuando era más baja? Porque EEUU está exportando sus ansiedades y ha impuesto ese debate al mundo. Es un problema importante, sin duda, pero sobre el que no hay consenso acerca de cuáles son los remedios para afrontarlo. Las causas son diferentes en cada país. En EEUU tiene mucho que ver el peso del sector financiero, en Venezuela con la corrupción de Gobierno y militares, en Italia y Rusia tiene causas distintas. No puedes enfrentarte a ella con las mismas medidas en todas partes. Y esa es otra de las características de nuestro mundo: las generalizaciones sufren siempre, porque cuando las vas a aplicar a diferentes países, no funcionan.

"Rajoy, Hollande, nadie está inoculado contra el populismo. Está en la derecha, en la izquierda, en los verdes, en los industrialistas, en todos"

En cuanto al populismo, siempre ha existido, y no solo en América Latina. Allí ha habido maestros como Perón, Chávez, Lula o los Kirchner, pero no perdamos de vista a Donald Trump y a muchos de los nuevos líderes europeos. El populismo es prometer lo que se sabe que no se puede cumplir o prometer algo que es muy atractivo pero que se sabe que va a tener efectos negativos a largo plazo. Aparece cuando hay malestar económico y se degradan los estándares de vida, y eso provoca que surjan lo que llamo 'terribles simplificadores', que dicen a la gente lo que quiere oír. Trump dice que va a extraditar a 11 millones de personas si llega al Gobierno, lo que no es ni logísticamente posible ni financieramente viable, pero Trump lo repite y millones de personas le votan.

P. Entendido así, el populismo sería una característica de la política contemporánea, y no solo un arma electoral de los actores extrasistémicos. Por poner un par de ejemplos cercanos, el PP ganó el poder prometiendo que iba a bajar los impuestos cuando sabía que no era posible, y Hollande llegó al Gobierno francés prometiendo acciones económicas que no iba a poder realizar.

R. Rajoy, Francia, nadie está inoculado contra el populismo. Está en la derecha, en la izquierda, en los verdes, en los industrialistas, en los que creen en el cambio climático, en los que piensan que no existe… Ningún país es inmune al populismo: está demostrado que las naciones con mejor educación siguen creyendo en promesas que son imposibles de cumplir.

P. Estas promesas imposibles demuestran algo más. Porque si el poder político no puede hacer algo es porque otro poder se lo impide. En el caso europeo es evidente: Rajoy tuvo que subir impuestos y hacer reformas porque se lo exigía la UE y Tsipras tuvo que dar marcha atrás porque su país carecía de soberanía real. Quizás el poder actual sea débil en un sentido positivo, cuando se trata de hacer, y fuerte en el negativo, cuando se trata de impedir.

R. Así es, esa es mi tesis. Hay centros de veto en todas partes, en la política, en las empresas, en la cultura o en el entorno militar. Cada vez hay más protagonistas que no pueden imponer un punto de vista, pero que sí tienen en sus manos la capacidad de bloquear a los demás. Fíjate en el Tea Party, que nunca tuvo la opción de llevar a cabo sus políticas, pero bloqueó el Congreso estadounidense. Vivimos en una proliferación de bloqueadores, que tienen mucho impacto y que se salen con la suya con mucha más frecuencia que quienes tratan de construir.

"Tiene que haber un movimiento nacional que repudie la glorificación de los asesinatos y el sicariato como estilo de vida en América Latina"

P. Le quedaba por contestar un tercer punto, el de la delincuencia.

R. En América Latina es un tema importantísimo, porque cuenta con el 8% de la población mundial y el 31% de los homicidios. Es la campeona de los asesinatos: mueren más personas en un mes por armas de fuego que en las zonas de guerra. Desde luego, hay factores importantes, como la producción, el tráfico y consumo de drogas o la debilidad institucional de la policía, pero la principal es la vergonzosa coexistencia pacífica con el asesinato. La criminalidad y la delincuencia no tienen que ver con la pobreza, porque si fuera esta la explicación, países como India o China tendrían más homicidios que América Latina. Son las sociedades las que deben romper esta coexistencia pacífica con el asesinato: no lo puede hacer ningún Gobierno actuando en solitario, sino que tiene que ser apoyado por ONG, las escuelas, las universidades, el sector privado y quienes escriben telenovelas. Tiene que ser un movimiento nacional, donde la glorificación de los asesinos y de los sicarios, y del sicariato como estilo de vida, sea repudiada.

P. También hay una dimensión ligada a esa ausencia del poder que citaba. Cuando nadie está a cargo, surgen inmediatamente poderes locales que lo ocupan, y las bandas y los narcos representan esos poderes en determinados países. En China puede haber pobreza, pero existe un Estado fuerte muy represivo, lo cual podría explicar también por qué allí no hay tanta delincuencia existiendo gran desigualdad.

R. Eso es así, tienes razón, pero no es el único factor. Si solo contase eso, Rusia tendría índices de homicidio similares a los de América Latina, o Japón con la Yakuza o Italia con la 'Ndrangheta.

"Hay que cuestionar que los europeos hoy vivan peor. La gente cree que lo que ha pasado en los últimos 10 años es lo que va a pasar siempre"

P. Con esta nueva clase de poder, ¿el mundo va a ir a peor o a mejor?

R. A mejor, sin duda. Uno de los artículos del libro habla del milagro del año 2000, cuando los países se reunieron y firmaron un documento con los objetivos del milenio. No se le hizo mucho caso, porque las declaraciones de la ONU no producen grandes terremotos mediáticos, pero esa declaración cambió el mundo para mejor: identificó un número concreto de objetivos sociales y les puso fecha, como disminuir la pobreza y la desnutrición infantil, y resulta que no solo se alcanzaron sino que se fue incluso más allá. En el mundo hoy hay menos pobres, y tenemos la clase media más grande que ha existido en la Historia de la humanidad. Por supuesto que hay tragedias cotidianas que siguen horrorizándonos, como la de los inmigrantes, pero es intelectualmente mucho más fácil hacer la lista de los horrores que la de las cosas que van bien. Lo difícil es escribir una columna para demostrar que a pesar de las tareas que están pendientes, el mundo está progresando.

P. Es difícil porque la gente no lo cree. En Europa, y en Occidente en general, la gente tiene la percepción muy asentada de que se han reducido las opciones vitales, de que los hijos vivirán peor de lo que han vivido sus padres y de que el ascensor social se ha parado. Quizás haya gente con más dinero en China que antes, pero piensan que se debe a que las fábricas que antes estaban aquí ahora están allí. Es complicado percibir los avances.

R. Tienes razón, y la tienes aún más cuando dices que es una sensación muy europea. Pero, como tercer aspecto, habría que cuestionar que los europeos hoy viven peor. Hay que tener mucho cuidado con el 'parroquialismo' temporal, porque la gente cree que lo que ha pasado en los últimos 10 años es lo que va a pasar siempre. La crisis económica ha dejado a millones de familias en mala situación, el trabajo precario es la norma y los padres están convencidos de que sus hijos vivirán peor que ellos, pero no es razonable extrapolar esta situación al futuro. Creer que hay una línea directa entre lo que está pasando y lo que va a pasar es un suposición de la que hay que desconfiar. A mí me gusta escribir columnas optimistas, no todo lo que viene es negro, amenazante y malo. Hay mucho que celebrar.

Moisés Naím se hizo popular en los tiempos de Facebook cuando Mark Zuckerberg recomendó como primer volumen de su club de lectura, 'A Year of Books', un libro del autor venezolano, 'El fin del poder' (Ed. Debate). Pero Naím ya contaba con gran prestigio fuera de la red, ya que su trayectoria incluía el paso por el Gobierno venezolano como ministro de Fomento, por el Banco Mundial como director ejecutivo o por la revista 'Foreign Policy' como máximo responsable, además de una incesante tarea como columnista. Esa fama se debía, entre otros factores, a una capacidad de análisis que le permitía dar la vuelta a numerosas certezas de sentido común. ¿Que la clase media desaparece? Al contrario, crece más que nunca. ¿Que hay desigualdad? Sí, pero mucho menos de lo que pensamos. ¿Que el entorno global va a peor? En absoluto, estamos avanzando. Acaba de publicar 'Repensar el mundo. 111 sorpresas del siglo XXI' (Ed. Debate), un texto en el que recoge ejemplos prácticos de los cambios en los que estamos inmersos, dándoles siempre esa vuelta de tuerca que tanto agradecen sus seguidores. El Confidencial conversó con él en Madrid acerca de cómo es el poder en el nuevo contexto y de los beneficios y perjuicios que trae consigo.

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