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“Debemos ser desconfiados con la ciencia. Muchas marcas financian estudios”
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ENTREVISTAMOS A perE estupinyÀ

“Debemos ser desconfiados con la ciencia. Muchas marcas financian estudios”

Es uno de los divulgadores científicos españoles más conocidos y uno de los que sabe debatir sobre más cuestiones. Hablamos con él de la ciencia y sus demonios

Foto: Pere Estupinyà en Madrid tras la entrevista. (M. A.)
Pere Estupinyà en Madrid tras la entrevista. (M. A.)

En un mundo en el que dedicarse a la escritura parece mucho menos rentable que hacer investigación, es curioso conocer a personas que han realizado el camino contrario, y no precisamente en detrimento de la ciencia. Pere Estupinyà abandonó su doctorado en genética para dedicarse a la difusión del conocimiento científico, como periodista en el MIT, editor del mítico programa de TVE 'Redes' y como autor de varios libros de divulgación, como 'S=EX2, la ciencia del sexo' (Debate), con motivo del cual ya contestó las preguntas de El Confidencial.

Esta semana Estupinyà, que reside en Nueva York, ha visitado Madrid para una doble promoción, la de su último libro 'El ladrón de cerebros. Comer cerezas con los ojos cerrados'. (Debate) y la de su inminente programa de divulgación científica en TVE, del mismo nombre, que espera estrenar en los próximos meses.

En un día de perros meteorológicamente hablando el científico ha contestado a todas nuestras preguntas sobre salud, nutrición, transhumanismo, vida extraterrestre y, en definitiva, sobre la ciencia y sus demonios.

PREGUNTA. En uno de los primeros capítulos del libro habla de una de las grandes obsesiones científicas de la humanidad de los últimos siglos: la existencia de vida extraterrestre. Como apunta, hace no tanto la mayoría de la comunidad científica pensaba que Marte estaba habitado y el contacto era solo cuestión de tiempo. Hoy, aunque muchos siguen creyendo que encontraremos vida, somos mucho más escépticos. ¿Hemos perdido un poco la ilusión o es que somos menos crédulos?

RESPUESTA. Creo que contamos con más información y al saber más de las condiciones de los planetas que tenemos cercanos vemos más dificultades para encontrar sobre todo vida inteligente, que es la gran obsesión de la ciencia ficción, pero también de la ciencia a finales del siglo XIX, cuando vieron las primeras imágenes de la superficie de Marte y obsevaron lo que parecían unos canales artificiales hechos por seres inteligentes. Y Marte es más antiguo que la tierra. Por un lado hay menos optimismo de encontrar vida cercana, inteligente, sofisticada… pero sí hay más optimismo en que haya vida extraterrestre en el cosmos y que podamos descubrirla. Por varias razones.

La ciencia defiende el viaje a Marte porque amplía el conocimiento y desprecia un poco la pregunta de para qué sirve. Y no se debe menospreciar

La primera es el descubrimiento de exoplanetas. La mayoría son demasiado grandes para albergar vida, pero los hay que parecen rocosos como la tierra, y están a una distancia de la estrella que permite la existencia de agua líquida. Los astrobiólogos también están viendo que no es tan complejo eso de que se junten moléculas orgánicas para producir macromoléculas y que se pueda formar algún tipo de vida pseudobacteriana o primitiva. No es una cosa que sea tan rara desde el punto de vista de la biología. El tercer punto es que ya se están empezando a planificar y construir telescopios que pueden medir atmósferas de los planetas que se están descubriendo y tengan condiciones que puedan albergar vida, y se podría saber mediante bioindicadores si tienen vida o no. Si sumas estas tres cosas no parece para nada inviable que en 20 o 30 años se descubra vida extraterrestre.

P. Aun así todo va más lento de lo que pensábamos. A mediados del pasado siglo la mayoría de la gente pensaba que a estas alturas viajaríamos a otros planetas y tendríamos robots inteligentes. Por supuesto, tenemos otros avances que nadie habría imaginado pero ¿no tendemos, en general, a tener expectativas poco realistas o en campos equivocados, lo que acaba haciendo que la gente pierda la ilusión por la ciencia?

R. En general no se está perdiendo ilusión, porque cambian las disciplinas. Mira los avances en biología, genética y curación de enfermedades… En el caso concreto de encontrar vida extraterrestre tendríamos que plantearnos para qué estamos buscando una vida tan lejana, tan imposible de encontrar y de contactar. Es una pregunta muy lícita. La ciencia normalmente defiende el viaje a Marte porque amplía el conocimiento y desprecia un poco la pregunta de para qué sirve. Y no se debe menospreciar. Está bien que la gente se pregunte si merece la pena ir a Marte y que los científicos intenten dar una buena respuesta. Y no siempre se da, porque bajo mi punto de vista quizás ir a Marte no está tan justificado. Si tú analizas las motivaciones que tiene un viaje tripulado… Ten en cuenta que a Marte ya hemos llegado. ¿Qué diferencia hay entre que vaya un rover o un humano? Es una cuestión más poética que científica.

Tráiler de 'El ladrón de cerebros'.

P. A menudo a los científicos les cuesta mucho comunicar el objetivo de sus investigaciones, entre otras cosas porque hay asuntos, como el bosón de Higgs, que son enormemente complejos de explicar, por lo que se prefiere decir aquello de “no lo vas a entender”. ¿No cree que, en ocasiones, la comunidad científica peca de arrogancia?

R. Bueno, sí… Pero tampoco es fácil. Mira el mundo de las matemáticas, por ejemplo, que es aparentemente más distante y menos atractivo. Sí es verdad que la comunidad científica tradicionalmente ha creado una distancia respecto al público y ha menospreciado la labor de divulgar. Esto está cambiando mucho y en el mundo anglosajón todavía más, pero es cierto que la ciencia llega a un grado de complejidad intrínseca y es muy difícil explicar al público ciertas cosas de manera rápida y sencilla.

Europa se está gastando un dineral en el Brain Project, un proyecto que ha sido mal diseñado y con unos objetivos irreales

Lo del bosón de Higgs es un buen ejemplo. Se puede presentar como un gran hallazgo, y está muy bien, pero si pretendes explicar exactamente las motivaciones a cada línea de más vas perdiendo público. Sí puede haber una distancia, pero creo que la tendencia es la de un acercamiento ciencia-sociedad. La ciencia es cada vez más compleja, pero la actitud de los científicos es cada vez más positiva.

P. Es curioso que algo como la ciencia, que es aparentemente tan apolítica, provoque tantas controversias. La nutrición es un buen ejemplo, todo los días se lanzan mensajes contradictorios. ¿Cree que hay mucha mala ciencia detrás de intereses económicos o políticos?

R. Debemos ser desconfiados con la ciencia. El ejemplo de la nutrición es muy claro. Hay muchas marcas financiado estudios. Yo hice mi trabajo de fin de carrera de bioquímica en la Universidad Rovira i Virgili en la que estaban haciendo estudios sobre el vino y había marcas financiándolos, y buscaban, claro, los efectos positivos, no los efectos negativos. Hay ciencia que está sesgada desde el principio. Una labor del periodista científico, del divulgador también, es ser crítico con la propia ciencia.

En el libro hay momentos en los que soy crítico. Europa se está gastando un dineral en el Brain Project, un proyecto que ha sido mal diseñado y con unos objetivos irreales, lo que está perjudicando a otras áreas de investigación, incluidas otras partes de la neurociencia. Y de esto no se habla lo suficiente. Como dices, hay presiones políticas. La ciencia es una actividad social como cualquier otra, tiene sus imperfecciones y debemos ser críticos con ella. Yo adoro la ciencia, me apasiona, pero también te enfadas con la gente que amas.

P. Muchas veces entramos en dinámicas un poco perniciosas en las que parece que solo hay blanco y negro. Cuando escribes sobre fraudes de las farmacéuticas o la industria alimentaria te critican unos y cuando dices que la homeopatía no sirve para nada otros. Es muy fácil entrar en embrollos en los que se tiende a mezclar churras con merinas.

R. Es que tu labor es meterte en embrollos. Si las farmacéuticas no te critican: mal. Hay mucho que criticar. Las farmacéuticas es obvio que van a por el dinero. En EEUU hay un montón de literatura sobre cómo se sacan “nuevos fármacos”, que son en realidad recetas reformuladas para vender más. Se tiene que ser crítico con la homeopatía, pero también con la industria farmacéutica convencional, con los lobbies de unas energías y otras y con la propia ciencia.

P. Muchos de los grandes científicos de la historia cometieron errores y creían en cosas que hoy tacharíamos de pseudociencias o patrañas. ¿Puede estar ocurriendo esto hoy en día con cuestiones que damos por sentadas?

R. Sí. La verdad en ciencia tiene fecha de caducidad. En muchas áreas hay dogmas que históricamente se ha visto que van cambiando. Nadie pensaba, por ejemplo, que la expansión del universo se estuviera acelerando por la materia oscura. Nadie lo creía hasta que unos datos lo demostraron. Ocurre en muchos temas. Ahora estamos viendo que hay muchos cánceres que se pueden dar no por mutaciones genéticas sino por señales del exterior. Esto es muy nuevo. La neurogénesis es otro buen ejemplo, hace un tiempo se pensaba que las neuronas no se reproducían, y ahora sabemos que sí lo hacen en diferentes áreas del cerebro. El grafeno ha existido siempre, pero no lo habíamos detectado, y ahora sabemos que es conductor, resistente, plano… con unas características que pueden transformar la electrónica.

P. Está claro que la ciencia es sobre todo un método para entender la realidad, pero ¿no cree que es también una manera de reflexionar acerca de la vida y, sobre todo, un tipo de actitud crítica frente a esta?

R. Absolutamente. La ciencia es la aplicación del método científico, un método de poner a prueba hipótesis y evaluar los resultados de manera objetiva. Eso es ciencia. En lugar de ideas tengo hipótesis, hago experimentos para ver cuál de estas hipótesis es cierta y después analizo los resultados de manera objetiva, no en función de lo que yo quiera que sea.

Los progresos de la biomedicina tienen ya un impacto. El 70% de los cánceres que hace tres décadas eran mortales ahora son curables

He reflexionado mucho sobre cómo trasladar este pensamiento científico a la vida cotidiana. Yo no le puedo ir pidiendo a la gente que vaya haciendo experimentos, pero sí que tenga una visión objetiva de la información que le llega. Si estuviéramos más sujetos a cambiar la manera de pensar, a asumir que nuestras ideas pueden estar equivocadas, y a tener en cuenta los datos de manera objetiva, tendríamos un pensamiento más científico, y seríamos más sabios y más inteligentes, porque iríamos renovando lo que pensamos. La belleza de la frase “he visto más lejos porque estaba subido a hombros de gigantes” es esa: se va sumando cada vez más el conocimiento.

P. En el libro recopila algunos de los más interesantes campos de estudio de la ciencia en la actualidad. Si tuviera que escoger solo uno ¿cuál cree que tendrá un impacto más inmediato en nuestras vidas?

R. El 70% de los cánceres que hace tres décadas eran mortales ahora son curables. Los progresos de la biomedicina tienen ya un impacto. En pocas décadas la personalización de lo que llaman medicina de precisión o personalizada, tendrá un impacto bastante radical en la forma en la que iremos al médico. No iremos tanto cuando tengamos una enfermedad, si no antes para predecirla.

Hay otro campo que yo creo fundamental que es la transición a otro modelo energético, lo que pasa es que por desgracia creo que no va a ser tan inmediato como necesitamos. Si miras la cantidad de energía que generan los combustibles fósiles y lo barata que es comparada de momento con las renovables, ves que, aunque están alcanzando un ritmo tan positivo, la transición no será lo suficientemente rápida.

Una entrevista con Pere Estupinyà en el marco del Hay Festival.

P. En el epílogo del libro habla de una joven de 17 años a la que quitaron un fragmento de corteza cerebral porque su hiperactividad neuronal provocaba ataques epilépticos constantes. Al margen de lo increíble de la operación, destaca lo emocionante que fue observar la cara de los padres de la paciente, una modestísima pareja marroquí dueña de una tiendecita en la periferia de Barcelona, cuando uno de los mejores neurocirujanos de España (Jordi Rumià) les confirmó que la operación había sido un éxito, algo imposible de imaginar, por ejemplo en EEUU, pero sí, de momento, en un sistema sanitario como el español. Todos estos progresos científicos de los que estamos hablando dependen también de la forma en que logremos implementarlos en la sociedad, y no tengo claro si en esto también estamos avanzando o está ocurriendo todo lo contrario.

R. Sí, se está avanzando. Por ejemplo hay un montón de prototipos de grafeno, el reto es hacerlos a gran escala y a un precio barato. La revolución en genómica, tener tu genoma secuenciado y poder interpretarlo, ya está aquí, el tema es hacerlo barato y a gran escala. La ciencia necesita invertir mucho en prototipos y terapias experimentales para entenderlas y aplicarlas a todo el mundo. ¿A qué te refieres a no avanzar?

P. Me refiero, por ejemplo, a lo que dicen personajes de los que también hablas en el libro, como Ray Kurzweil o Peter Thiel que están seguros de que van a vivir 100 o 150 años. Y quizás ellos puedan, pero porque son millonarios. La amenaza es que la ciencia beneficie solo a aquellos que puedan pagar por ella.

R. Que la ciencia al principio solo favorece a las élites es seguro, y los primeros que van a tener terapias antienvejecimiento más sofisticadas son aquellos que puedan pagarlas. Pero también es cierto que esto puede repercutir de manera positiva en un sector más amplio. Mencionando a Kurzweil, y todo el asunto de la inmortalidad, en el libro también hago una crítica y es una cosa que me ruboriza. Hace unas semanas estuvo en España José Luis Cordeiro [profesor de la Singularity University y fiel seguidor de Ray Kurzweil], diciendo cosas que son falsas. Y nos las cuelan y a muchos periodistas se las cuelan y no hacemos suficiente crítica de estos 'claims' que son exageraciones, algunas imposibles, por la propia complejidad de la naturaleza. Ellos hablan de la Ley de Moore y de que la complejidad es una cosa que solucionarán las nuevas tecnologías. Oiga, no, usted nunca vas a poder predecir el momento exacto en que va a empezar a llover dentro de tres meses, porque hay una complejidad en el sistema. El cerebro no vas a poder volcarlo en una computadora, por mucho que digan que se podrá. No. Puede que algunas ideas, pensamientos… Me estoy yendo por las ramas, pero creo que necesitamos ser más críticos con la ciencia.

P. Ya que saca el tema deberíamos hablar del transhumanismo, esto es, la ideología que defiende que el ser humano podrá mejorarse a sí mismo mediante la tecnología, alcanzando una nueva condición. Muchas de las personalidades relevantes de las que hemos hablado, con tirón mediático y un gran poder detrás, nos están diciendo que más pronto que tarde la inteligencia artificial superará a la humana y esto cambiará nuestra naturaleza. ¿Nos podemos creer algo de todo esto?

R. Yo creo que exageran mucho y a conciencia a pesar de saber que están equivocados en esas exageraciones. Es decir, que vamos a tener implantes en el cerebro, sí; que vamos a poder tener órganos artificiales, también; que vamos a poder extender nuestras vidas manipulando el genoma, también; pero que vamos a alcanzar la inmortalidad, tener colonias en Marte en 20 años, que vamos a poder volcar nuestra conciencia en el ordenador… No. Y algunas de estas cosas quizás se hagan dentro de 100 o 200 años, pero otras quizás nunca. Ellos subestiman la complejidad intrínseca de la naturaleza. Debemos ser más críticos con esta gente. La informática es más sencilla, son ceros o unos, la naturaleza no tanto.

P. ¿Cabe pensar que este ultraoptimismo en ciertas tecnologías es solo un farol para lograr mayor financiación en ciertas áreas científicas y no en otras?

R. Mira. No solo ellos. Los científicos en la fase de solicitar financiación exageran más que en la fase de explicar los potenciales logros. Si miras el debate de células madre alguien que quiere financiación te dará unas expectativas de para qué va a servir esto que se rebajaraán en cuanto tenga el dinero. Es algo muy natural, en la ciencia y en otras áreas. Esta exageración tiene un efecto positivo, pero creo que distorsiona la realidad, y si te preocupa un poco el rigor no puedes solo criticar la homeopatía, o las cosas que son obviamente pseudociencia, porque creo que ellos también están haciendo pseudociencia, utilizando la ciencia de una manera distorsionada para vender algo.

P. Estos intereses generan además cierta confusión. En su libro habla sobre los transgénicos, uno de los temas científicos más controvertidos de la actualidad, un embrollo espectacular, porque se confunde la técnica con la aplicación y comercialización de esta, y los intereses económicos detrás de su aplicación. ¿Por qué cuesta tanto arrojar luz sobre el asunto?

R. Debatir de manera genérica sobre los transgénicos no tiene sentido, porque no son todos iguales. Tiene que haber transgénicos, es absurdo que no los haya, tienen un lado muy positivo que no se puede frenar. Ocurre lo mismo con la energía nuclear, se puede hablar delugares y circunstancias concretas, pero no debatir de manera genérica "energía nuclear o no". Estos extremos son contraproducentes porque generan bloqueo. ¿Liberamos un mosquito transgénico para luchar contra el dengue o no? Es un caso concreto que puede tener pros y contras. ¿Ponemos maíz transgénico en México o no? Yo particularmente preferiría no ponerlo, porque puede amenazar una biodiversidad local, pero rechazar los transgénicos de cuajo es absurdo, como la superficialidad de decir “adelante con todo, que es el progreso”. La ciencia también ha tenido errores.

P. En parte es comprensible parte de la quimiofobia que existe hoy en día. No es lógico temer todo lo “químico” por sistema, pero hoy sabemos que la industria alimentaria ha usado históricamente aditivos o procesos que se han tenido que prohibir o que el plomo con el que se construían nuestras casas era peligroso.

R. Y ponían uranio radioactivo en la pasta de dientes…

P. Usted que es divulgador ¿cómo hace para explicar a la gente hasta dónde debe llegar su desconfianza?

R. El caso de la quimiofobia es más delicado que el de los transgénicos, porque es más difícil conocer 'a priori' los posibles efectos negativos de una sustancia. Yo soy químico, la defiendo, sobre todo a nivel industrial, pero asumo que puede tener unos riesgos, y deben evaluarse mucho, de la misma manera que hay un punto injusto, al comercializar productos naturales que por el hecho de ser naturales no se evalúen. Es absurdo. Hay gente capaz de meterse un concentrado de sustancias naturales que pueden tener de todo para que te dilaten las arterias y así a lo mejor tener mayor deseo sexual, pero no tomar Viagra. Es incoherente.

P. En el epílogo hace un alegato optimista sobre la ciencia, que nos pinta un futuro esperanzador. Y estaría genial, pero si miramos a nuestro alrededor no está tan claro que todo vaya a ir a mejor. Podemos poner mil ejemplos, pero sigue habiendo guerras, tenemos muchísimo paro, cada vez hay más desigualdad… ¿Cree realmente que podemos ser tan optimistas, que la ciencia va a librarnos de todas estas amenazas?

R. Hay cosas donde la ciencia tiene un poder limitado e, incluso, puede ser peor, como ocurrió al desarrollar el armamento nuclear. Pero si miras por ejemplo los índices de pobreza extrema, a nivel mundial se van reduciendo, al igual que suben los índices de educación. Yo creo que a nivel global el mundo va a mejor constantemente. Luego es verdad que cada cierto tiempo hay amenazas que salen de la capacidad de la ciencia para influir en ellas. Pero yo sí que creo que la ciencia tiene un fin humanitario, siempre va a intentar que mejoremos, y los grandes organismos internacionales de cooperación utilizan la ciencia, la innovación, en busca de mejoras para la población.

En un mundo en el que dedicarse a la escritura parece mucho menos rentable que hacer investigación, es curioso conocer a personas que han realizado el camino contrario, y no precisamente en detrimento de la ciencia. Pere Estupinyà abandonó su doctorado en genética para dedicarse a la difusión del conocimiento científico, como periodista en el MIT, editor del mítico programa de TVE 'Redes' y como autor de varios libros de divulgación, como 'S=EX2, la ciencia del sexo' (Debate), con motivo del cual ya contestó las preguntas de El Confidencial.

Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) Neurociencia
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