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Un negocio con futuro: te pagan (y muy bien) por ir a llorar a funerales de desconocidos
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CUANDO HACER BULTO ES PREFERIBLE AL VACÍO

Un negocio con futuro: te pagan (y muy bien) por ir a llorar a funerales de desconocidos

En China es habitual que se contrate a actores o plañideras para que acompañen a la familia cuando alguien muere, y parece que la moda ha llegado ahora a Europa

Foto: Siempre viene bien llorar sobre un hombro amigo, aunque sea el de un actor. (iStock)
Siempre viene bien llorar sobre un hombro amigo, aunque sea el de un actor. (iStock)

Perdonen el comentario morboso, pero todos hemos fantaseado en algún momento de nuestras vidas con nuestro funeral. Hemos pensado en cómo nos gustaría que se nos despidiese, quizá hemos imaginado a pareja, amigos o familiares llorando desconsoladamente por nuestra pérdida, puede ser que hayamos seleccionado alguna canción para que suene mientras el ataúd desciende a lo más profundo… pero, sobre todo, habremos visualizado a decenas y decenas de personas unidas por el duelo.

En realidad, es probable que cuando llegue el momento los bancos de la iglesia estén mucho más vacíos de lo que pensamos. Para eso han abierto sus puertas empresas como Rent a Mourner en Inglaterra, que ofrece figurantes y actores para hacer bulto en funerales. Como señala la página web de la compañía, “se nos suele invitar para ayudar a incrementar el número de asistentes a los funerales donde puede haber una afluencia menor a la esperada. Puede tratarse de un problema de popularidad o de ser nuevo en un área o país determinado. Tenemos un número importantes de plañideros para llamar cuando surja la necesidad”.

Por 57 euros, uno puede disponer de un compungido plañidero que se habrá informado de la vida del finado por si a alguien le da por intercambiar anécdotas

Es una tradición más o menos común en los países asiáticos, donde estos servicios están mucho más extendidos. Sin embargo, es algo que existe en Europa desde hace siglos. Por ejemplo, en la novela de Honoré de Balzac 'Papá Goriot', el protagonista es llorado por dos trabajadores de la funeraria que asisten al funeral junto a sus hijas. Inglaterra es el país donde más ha calado este nuevo negocio: como explicaba un reportaje publicado en 'The Telegraph', por unas 45 libras a la hora (unos 57 euros) uno puede disponer de un compungido plañidero que, además, se habrá informado debidamente de la vida del finado por si a alguno de los asistentes le da por intercambiar anécdotas con él.

Mi vida como un llorón

Gracias a un reportaje publicado en 'Cracked', podemos saber un poco mejor cómo es la vida diaria de uno de estos plañideros. El autor del artículo es Owen Vaughan, que admite que la información publicada por 'The Telegraph' es cierta: antes de la ceremonia, estos actores (aunque a veces no sobrepasan la categoría de figurantes) se reúnen con la familia para conocer la vida del muerto y establecer unos límites.

“Mi historia de fondo necesita ser efectiva y convincente, e introducir razones de peso por las que no conocía a ninguno de los asistentes antes del funeral”, explica. En el caso más extremo, señala Vaughan, se vio obligado a aprender tiro con arco, puesto que debía hacerse pasar por uno de los antiguos alumnos de un arquero. En otros casos, es importante conocer al dedillo todos los entresijos de los rituales funerarios de cada una de las religiones (y a Vaughan le ha tocado un poco de todo, del funeral anglicano tradicional al budista pasando por el judío o el musulmán) para que no le pillen en un renuncio, como ocurrió cuando se le olvidó depositar una piedra en la lápida de un judío. Menos mal que el hijo del fallecido estuvo al quite y explicó a un desconfiado invitado que el actor no era más que un judío reformista.

El plañidero admite que una vez fue descubierto. Sin embargo, el hallazgo no causó gran controversia (no parece buen momento para ponerse a discutir sobre la idoneidad de este procedimiento), y simplemente fue recibido con la respuesta “es lo típico que haría la tía Eugenie”. Por lo general es sencillo pasar desapercibido, puesto que estos peculiares trabajadores cuentan con el mejor cicerone (la familia directa), aunque es conveniente trabajar a fondo el personaje para no dar lugar a situaciones violentas. Eso y estimular la lágrima fácil: Vaughan admite seguir el método Stanislavski y evocar algún momento triste de su pasado para forzar el puchero. Eso o “volver a ver 'La lista de Schindler”.

La familia, contenta, gracias

Aunque es probable que el plañidero que va a recibir unos cuantos euros por aparentar ser quien no es durante unas horas se sienta extraño, mucho más probable es que los que se sientan extraños sean los miembros de la familia del finado, que no sólo no están acostumbrados a estos sainetes, sino que además se les acaba de morir alguien muy cercano. De ahí que cada cual reaccione de una manera distinta. Unos, por ejemplo, “convirtiéndose en Stanley Kubrick”, es decir, dictando hasta el más mínimo detalle de la interpretación del actor.

“De lejos, mi peor funeral (en el que tuve que fingir ser un oficial de la marina, con uniforme y todo) fue el dirigido por un familiar que no dejaba de venir durante el maldito funeral para decirnos qué hacer”, recuerda. “Nos susurraba 'llora más fuerte' o 'gime más alto', que son cosas que nadie quiere oír en un funeral (ni en otro contexto, si te paras a pensarlo)”. Sin embargo, por lo general, las experiencias son satisfactorias, y a veces es suficiente con charlar un poco con los entristecidos familiares del muerto.

"Mi historia de fondo necesita ser convincente e introducir razones por las que no conocía a ninguno de los asistentes antes del funeral"

Una pequeña historia resume bien la importancia que pueden tener estos trabajadores. En uno de los funerales, Vaughan se quedó sentado junto a una niña que acababa de perder a su abuela, después de que el resto de invitados se levantase. Nada de “todo saldrá bien” ni las típicas frases de las películas: más bien, prefirió hablar de viejas anécdotas y de los buenos tiempos. Cuando se marchó, los padres de la niña le preguntaron qué había hecho, porque esta llevaba sin pronunciar palabra desde que su abuela murió.

“De acuerdo, es un trabajo muy extraño”, concluye el plañidero. “Sí, estás fingiendo ser otra persona para aumentar el tamaño del público de lo que debería ser un evento solemne y sagrado. Pero de vez en cuando uno se convierte en el misterioso extraño que puede ayudar a aliviar el dolor antes de desaparecer entre la gente”.

Perdonen el comentario morboso, pero todos hemos fantaseado en algún momento de nuestras vidas con nuestro funeral. Hemos pensado en cómo nos gustaría que se nos despidiese, quizá hemos imaginado a pareja, amigos o familiares llorando desconsoladamente por nuestra pérdida, puede ser que hayamos seleccionado alguna canción para que suene mientras el ataúd desciende a lo más profundo… pero, sobre todo, habremos visualizado a decenas y decenas de personas unidas por el duelo.

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