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“Llegué. Maté alemanes. Me piré cagando hostias” y otras grandes frases bélicas
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“Llegué. Maté alemanes. Me piré cagando hostias” y otras grandes frases bélicas

No hace falta ser Bruce Willis, Sylvester Stallone o Arnold Schwarzenegger para chulearse frente al enemigo. Aquí recopilamos algunas de las sentencias más macarras

Foto: Roosevelt y sus 'Rough Riders' en el monte de San Juan. (CC/William Dinwiddie)
Roosevelt y sus 'Rough Riders' en el monte de San Juan. (CC/William Dinwiddie)

“Sayonara, baby” es una de las más célebres frases de la historia del cine o, al menos, lo es para los españoles. Se trata de la ingeniosa traducción de “hasta la vista, baby”, la sentencia que Arnold Schwarzenegger pronunciaba en 'Terminator 2' y que, al pronunciarse en el castellano en el original, no causaba el mismo efecto entre los hispanohablantes (algo con lo que no debieron estar de acuerdo en hispanoamérica, donde fue dejada tal cual).

La frase reúne algunas de las características de las sentencias memorables. Es corta, suena bien y representa con sutileza la chulería del que la pronuncia. Pero, aunque pensemos que estas sentencias memorables son coto exclusivo de los guionistas de Hollywood, nos equivocamos: muchos soldados reales han aportado su granito de arena a esta retórica del vacile. 'Cracked' ha reunido unos cuantos, a los que ha vestido con bonitas lecciones de historia.

“Llegué. Maté alemanes. Me piré cagando hostias”

Estas siete palabras –cinco si atendemos a su versión en inglés, “landed, killed germans, fucked off”– eran, según explica Damien Lewis en 'Churchill's Secret Warrriors' (Quercus) las únicas que podían leerse en los informes que el soldado danés Anders Lassen enviaba a sus superiores después de cada misión. Ni un detalle adicional, no había tiempo que malgastar en palabras vanas.

Lassen formaba parte del conocido como ejército secreto de Churchill, la SSRF (Small Scale Raiding Force), un comando secreto que actuaba sin piedad y se infiltraba tras las líneas enemigas para, básicamente, sembrar el terror y arrasar con todo. Sí, a lo 'Malditos bastardos' de Quentin Tarantino. Era un destino perfecto para un hombre duro y violento, un gran soldado al que, no obstante, le costaba plegarse a las convenciones militares.

Antes de morir, aún tuvo tiempo para lanzar una última granada y ayudar a su grupo a vencer

El danés no llegó a ver el fin de la guerra, pues su vida acabó el 9 de abril de 1945, después de que, tras rendirse ante un batallón alemán, este no respetase las reglas de la guerra y le hiriese de muerte. Eso sí, aún tuvo tiempo para lanzar una última granada y ayudar a su grupo a hacerse con el puesto. No podía esperarse menos del “bastardo” Lassen.

“¡Si hubiera parque, no estaría usted aquí!”

Antes de empezar, un matiz por si la expresión lleva a confusión: con “parque”, el bueno de Pedro María Anaya se refería, en argot castrense, a su munición. La frase fue pronunciada por el segundo del general Manuel Rincón el 20 de agosto de 1847 en el convento de Churubusco, donde lideró una heroica resistencia durante días hasta que finalmente las tropas estadounidenses los forzaron a una rendición inevitable. Cuando el general Twiggs entró en el convento y le pidió a Anaya el armamento restante, este, muy juiciosamente, le respondió que si les quedase aunque fuese una bala, la habrían empleado en acabar con su vida.

No se puede negar que la vida de Anaya da para unos cuantos artículos. Luchó contra los españoles en 1829, apoyó movimientos independentistas durante la década siguiente, vivió arruinado en la década de los 30 y de ahí, gracias a la mediación de su compañero de armas José Joaquín de Herrera, saltó a ser nombrado presidente interino de la República por Antonio López de Santa Anna.

“¿Tienes miedo de atacar a pie mientras yo monto un caballo?”

El responsable de esta frase es nada menos que Theodore Roosevelt, el vigésimo sexto presidente de los EEUU, célebre por su virilidad y falta de escrúpulos cuando tocaba remangarse y propinar unos cuantos derechazos (aunque fuesen dialéticos) a los enemigos. El bueno de Roosevelt la pronunció durante la captura de la colina de San Juan en Cuba en la guerra contra España de 1898.

El futuro Premio Nobel de la Paz había organizado a los Rough Riders, un grupo militar con el que consiguió unas cuantas victorias al otro lado del mar. Roosevelt encabezó aquel día la incursión a lomos de un caballo; era el único en hacerlo, lo que le convertía en un blanco fácil para sus enemigos. “¿Tienes miedo de estar de pie mientras yo monto un caballo?”, espetó antes de la carga. Como escribió el periodista Richard Harding Davis, “era lo más valiente y lo más estúpido que había visto jamás”.

“Los tengo donde quiero, rodeados desde dentro”

Si las historias de muchos de estos personajes parecen pertenecer a obras de ficción, es porque, en algunos casos, las han inspirado. Es quizá el caso de Jerry “Mad Dog” Shriver, el conocido como “el Rambo real”. Se dice de él que dormía con un rifle, que en combate llevaba seis armas siempre encima, que sobrevivió al doble de misiones que la media de su grupo y no sé cuántas cosas más. En resumen, se ha convertido en un estereotipo andante de la guerra de Vietnam, el guerrero acorralado capaz de vencer al enemigo sin ayuda externa.

La anécdota de la que proviene esta frase resume bien su ascensión a los altares bélicos. Se remonta a 1966, cuando el equipo de reconocimiento encabezado por Shriver –que, como ocurría con Lassen, era un gran luchador pero un mal soldado– se vio rodeado por el ejército vietnamita en Camboya. “Tiene mala pinta”, fue el mensaje que recibió en su radio, y que sólo pudo oír entre las ráfagas disparadas por las ametralladoras. “No”, respondió. “Los tengo exactamente donde quiero, ¡rodeados desde dentro!”

Daly ha sido el único en hacerse merecedor de dos Medallas de Honor por dos intervenciones diferentes, en 1901 y 1915

Como ocurre con tantos valientes, la existencia de Shriver no duraría mucho más. En abril de 1969 su pelotón fue abatido por las ametralladoras de un búnker. El militar tan sólo tenía 27 años, la misma edad a la que murieron otros ídolos de la época, como Jimi Hendrix, Jim Morrison o Janis Joplin.

“Vamos, hijos de puta, ¿queréis vivir para siempre?”

En su tema más popular, 'The Ace of Spades', Lemmy de Motörhead cantaba “nací para perder y jugar es para locos, pero así es como me gusta, porque no quiero vivir para siempre”. Quizá le influyó esta pregunta que dirigió el sargento mayor Dan Daly a su escuadrón durante la batalla de Belleau Wood. Esta enfrentó en la primavera de 1918 a la segunda y tercera divisiones de infantería estadounidense y a los alemanes, cerca del francés río Marne.

Como es previsible, cuando el pequeño Daly (apenas levantaba 167 cm del suelo) pronunció la frase no se encontraba en el mejor momento de su vida. Había sido rodeado por los alemanes, ante los que tenía poco que hacer. Así que hacía falta una buena arenga, y vaya si la dio. Después de preguntar por sus aspiraciones trascendentales a sus subordinados, estos consiguieron eliminar una división de ametralladoras armados con revólveres y unas cuantas granadas.

Llegó a estar nominado a una tercera medalla por esta bravuconada, pero no pudo ser y tuvo que conformarse con la Cruz del servicio distinguido

Descrito por el general mayor Smedley Butler como “el marine más destacable que jamás conocí”, fue también el único, junto a Butler, en hacerse merecedor de dos Medallas de Honor por dos intervenciones diferentes, en 1901 y 1915. Y llegó a estar nominado a una tercera por esta bravuconada de la batalla de Belleau Wood, pero no pudo ser y tuvo que conformarse con la Cruz del servicio distinguido.

“Sayonara, baby” es una de las más célebres frases de la historia del cine o, al menos, lo es para los españoles. Se trata de la ingeniosa traducción de “hasta la vista, baby”, la sentencia que Arnold Schwarzenegger pronunciaba en 'Terminator 2' y que, al pronunciarse en el castellano en el original, no causaba el mismo efecto entre los hispanohablantes (algo con lo que no debieron estar de acuerdo en hispanoamérica, donde fue dejada tal cual).

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