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Así son las fiestas de los clubes VIP, contado por una mujer que las ha vivido
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Así son las fiestas de los clubes VIP, contado por una mujer que las ha vivido

Pasan la noche en los bares, beben, se ríen y en ocasiones se drogan. No suelen cobrar, pero su papel es fundamental para que los más ricos se lo pasen bien por las noches

Foto: En todo cóctel de las fiestas de la élite no pueden faltar chicas guapas y divertidas. (iStock)
En todo cóctel de las fiestas de la élite no pueden faltar chicas guapas y divertidas. (iStock)

La historia de Ashley Mears es peculiar. Hace tan sólo unos años se la podía ver desfilando en las pasarelas de todo el mundo, gracias a su trabajo en una agencia de modelos de Nueva York. Hoy en día se ha convertido en una de las grandes teóricas sobre la belleza y el trabajo de las modelos, como muestra su libro 'Pricing Beauty: the Making of a Fashion Model' (University of California Press). Una línea de investigación que ha prolongado en diversos estudios, desde su puesto como profesora asistente en la Universidad de Boston, pero también desde su privilegiada posición como mujer con fácil acceso a círculos que a la mayor parte de investigadores –y mortales– les están vetados.

Ya dimos noticia de su último trabajo, publicado en 'American Sociological Review', en un artículo que explicaba las relaciones laborales entre las mujeres que acuden a las fiestas VIP y sus clientes y contratantes. Sin embargo, hay otra vertiente en dicha investigación que resulta muy reveladora, y es la que describe con todo lujo de detalles, testimonios e información el circuito de fiestas VIP que abarca Nueva York, los Hamptons, Miami y Cannes. Es decir, las “zonas urbanas de glamour” que transitan los VIP globales.

En los clubes exclusivos no se piden copas, sino que se encargan botellas, que se toman en grupo en los reservados o las mesas dispuestas a tal efecto

Es posible que Mears no hubiese tenido éxito sin su pasado como modelo, pero hay que reconocer su habilidad para escurrirse en 17 clubs de todo el mundo (Milán o Cannes incluidos) durante 120 noches donde pudo entrevistar a 84 personas, entre promotores, mujeres y clientes, llegando incluso a convivir con algunas de ellas. Tomar notas era sencillo, explica: todo el mundo tecleaba continuamente en sus móviles.

“Los VIP son altamente móviles y tienen grandes cantidades de ingresos listo para gastar”, explica la autora para referirse a todos aquellos hombres que viajan por el mundo disfrutando de los placeres de la vida, entre los que se encuentran, claro, las chicas que adornan el club. “Tienen acceso a grandes cantidades de 'cosas gratis' gracias a su historial de gastos”. Ello se traduce, por ejemplo, en salas VIP en los aeropuertos, una atención especializada u otras ventajas. “Los VIP circulan a través de un calendario transatlántico de eventos y fiestas que van de San Bartolomé en enero a San Tropez en julio”, explica la autora.

Bares, qué lugares

En los barrios altos de las grandes ciudades o en los resorts vacacionales de lujo se encuentra el sumum del recreo del 1%: los clubes nocturnos más exclusivos. En ellos, no se piden copas, sino que se encargan botellas que se toman en grupo en los reservados o las mesas dispuestas a tal efecto. Son portadas por las “chicas de las botellas”, que describe como “atractivas camareras en ropas reveladoras”, con precios que oscilan entre los 250 de una botella de Absolut a 5.000 por una botella de champán Cristal. El coste medio por mesa es de unos 1.500 dólares (1.300 euros) en los sábados por la noche. Las acompañantes, por su parte, se benefician de las “copiosas cantidades de alcohol y a veces drogas que se les proporcionan de manera gratuita”. Algo de lo que Mears no participó, como explica: se limitaba a dar pequeños sorbos de champán, lo que provocó que en alguna ocasión tuviese que llevar a casa a alguno de los promotores borrachos.

La profesora Ashley Mears sobre el 'capital corporal'.

La descripción de los clubes de Mears pone de manifiesto que, como en todos los entornos basados en la economía de la experiencia, hay sutiles discriminaciones y clasificaciones creadas por la práctica, pero sobre todo, por el objetivo de “crear un ambiente excitante en el que los clientes se gasten dinero en alcohol”. Pero no todos sirven como clientes. Las “ballenas” son los más preciados, y pueden llegar a gastarse 200.000 dólares en una noche. Un poco más abajo están los turistas y hombres de negocios de posibles, que se pueden gastar entre 1.000 y 2.000 euros una noche loca. Les sigue el “relleno”, que no gastan mucho pero hacen bulto y tienen cierto capital simbólico. Ni oír hablar de los “puente y túnel”, esos hombres de bajo nivel económico y capital cultural que tienen prohibida la entrada.

Para captar a estas ballenas y otros hombres dispuestos a gastarse grandes cantidades de dinero en alcohol, los clubes recurren a “una gran cantidad de bellas mujeres”, cuyo objetivo es, básicamente, atraer a más hombres sin que el ratio entre varones y hembras se incline a favor de los primeros. Es decir, estas mujeres suelen estar en el bar en una proporción de 3 a 2 y con su mera presencia animan a los hombres a beber más. “Los clubes buscan a mujeres cuyos cuerpos se corresponden con aquellos que se valoran en el mundo de la moda”, explica Mears. “En la escena VIP, las chicas son jóvenes (de 16 a 25 años), delgadas (tallas 34 a 40), altas (al menos 1,80 sin tacones) y sobre todo, aunque no sólo, blancas”.

Las menos valiosas son mujeres bajas y gordas, a las que se les considera despectivamente responsables de las malas reputaciones de clubes y promotores

También hay otra jerarquía entre las mujeres, aún más denigrante que la de los clientes. Por una parte, están las mejor valoradas, las “buenas ciudadanas” que suelen ser modelos profesionales por su delgadez y altura. En el siguiente nivel se encuentran las “ciudadanas” y las “vulgares”, que se adaptan menos a los cánones de belleza oficiales y que, como ocurría con los “puente y túnel”, no pueden entrar en los clubes. “Las menos valiosas son mujeres bajas y gordas, a las que se les considera despectivamente responsables de las malas reputaciones de clubes y promotores”.

Las chicas, como ya explicamos, no cobran. Pero sí disfrutan de un gran número de ventajas no económicas aparte del alcohol y las drogas, como regalos, cenas, transporte gratuito e incluso viajes a entornos paradisíacos. “Una vez dentro del club, se espera que las chicas vistan ropa de moda, lleven tacones altos y se queden en la mesa del promotor mientras aparentan que están pasando un buen rato”, señala la autora. “Se supone que no pueden hablar o irse a casa con los clientes, aunque a veces lo hacen si ellas quieren”.

El potencial económico de su presencia no pasa desapercibido a estas mujeres. Como explicaba a la autora Claude, una francesa de 27 años, lo importante es “la calidad de las modelos”: “Entra en un club y es en plan '¡luces!' Está allí, lo sabes. Y los tíos que están al lado piensan 'joder, este club es caliente. Ponme otra botella”. Thibault, una keniata de 40 años, añade: “Es donde todo el mundo quiere estar, donde están las modelos, donde está la gente de la moda. Pagarán más por estar a nuestro lado”. Estos clubs invierten muy poco dinero en estas mujeres que maximizan sus beneficios, que en algunos casos, pueden llegar a superar los seis millones de dólares anuales (y entre 200 y 1.000 cada noche para los promotores).

Como explicaba uno de ellos, Mustafa, “para nosotros, lo importante es la calidad por encima de la cantidad. Tenemos dos chicas maravillosas esta noche”. El promotor se comparaba con Milo, que “trae a cualquiera”, y con ello se refiere a chicas que “aparentan ser prostitutas retrasadas, ya sabes, tetas grandes y morros de plástico”. La clave del éxito, explica Dre, se encuentra en una buena selección de la compañía femenina: “Acaba de aparecer en la portada de 'French Vogue'”, explica señalando a una de sus chicas. “La cualidad percibida de las chicas es un determinante clave del valor de un lugar y, a cambio, de la importancia económica y simbólica del promotor al que acompaña”, añade Mears.

Las cuatro fases del éxito

La autora recuerda que el proceso de captación y explotación de estas mujeres se produce a lo largo de cuatro pasos: reclutamiento, movilización, actuación y control. Cada uno de los cuales tiene sus propias particularidades, aunque determinadas características –como el sospechoso parecido de los promotores con un acosador sexual– se mantienen. La propia autora reconoce que, durante su trabajo de campo, recibió cada noche al menos dos invitaciones. En la mayor parte de casos, se llega a estas mujeres a través de invitaciones directas. “Para reclutar nuevas chicas, los promotores buscan en las redes de amigos y las presentaciones de boca oreja”.

Para muchas de las chicas entrevistadas, la cena gratis era una buena razón para unirse a estos grupos

No es el único método. Muchos de ellos aparcan sus coches en el Soho, donde se encuentra la mayor parte de agencias de modelos, para echar un vistazo al material y acercarse a aquellas que les interesan. “Algunos promotores acuden a los castings con chicas que ya conocen con la esperanza de conocer a otras nuevas”, añade Mears. A pesar de su aparente agresividad, suelen presentarse como hombres simpáticos que “organizan su vida para atraer a las chicas”. Como explica uno de ellos, “como promotor, todo lo que haces es trabajo”.

Una vez las chicas han sido captadas, hay que convencerlas para que acudan a los clubes. Eso lo consiguen a través de regalos que generan dinámicas de “reciprocidad y obligación”. “Una noche con un promotor suele empezar con una cena gratis a las diez de la noche, un paso importante que sirve para consolidar al grupo y por lo tanto ayuda a dar una buena impresión cuando se llega al club a las doce”, explica la autora. Para muchas de las chicas entrevistadas, la cena gratis –que suelen fotografiar y subir a redes sociales– era una buena razón para unirse a estos grupos. Sin embargo, las chicas no son ni especialmente pobres ni especialmente ricas aunque, eso sí, por lo general se trataba de jóvenes recién llegadas a Nueva York.

En ocasiones, los promotores flirtean con las chicas. En otras, directamente se acuestan con ellas. ¿Cómo? Como explica Duke, un haitiano de 45 años que lleva 10 en el negocio, apuntando alto: “Te diré cómo lo hago, encuentras a la chica más popular y te la follas. Perdón por la expresión. No la chica callada y aburrida, vas tras la popular y llamativa, porque hará que todo el mundo en el apartamento quiera hacer lo mismo”. A veces esto trae problemas, como le ocurrió a Sampson, que se divorció de su mujer tras tres años de matrimonio, después de que descubriese sus infidelidades.

El trabajo es sencillo: crear ambiente. Ello incluye un pequeño esfuerzo: “tener buena apariencia, bailar, aparentar que lo estás pasando bien y ayudar a crear una buena atmósfera de fiesta”. Como explica Eleanor, lo importante es que el cliente sienta que está en un ambiente de exclusividad y buen rollo. En palabras de Catherine, otra de estas chicas: “Nos dejamos llevar y literalmente nos lo pasamos en grande y todo el mundo en el club se gira cuando empezamos a gritar y aullar, y es en plan '¿qué pasa?' Nos volvemos locas”.

Todo tiene su lado negativo, obviamente. Las chicas viven constantemente presionadas por diferentes llamadas al orden por parte de los promotores, generalmente a través de la pregunta “¿qué te pasa?” que se escucha cada vez que se levantan o amenazan con marcharse. Como la propia Mears escuchó cuando intentó marcharse tras una fiesta, “sólo porque sois chicas no tenéis por qué pagar, pero tenéis que quedaros hasta el final. Ir al club, tomarte una copa y quedarte un rato”. La supervisión es también física, especialmente animándolas a vestirse de manera llamativa y, sobre todo, recordándoles la importancia de llevar tacones. Si no es así, te expones a una humillación pública, como ocurrió con Hannah, de 19 años, que no se había depilado correctamente la entrepierna. El promotor la mandó inmediatamente al baño para “arreglar” el problema. Y en eso sí que el trabajo de estas chicas se parece mucho más al empleo que todos conocemos.

La historia de Ashley Mears es peculiar. Hace tan sólo unos años se la podía ver desfilando en las pasarelas de todo el mundo, gracias a su trabajo en una agencia de modelos de Nueva York. Hoy en día se ha convertido en una de las grandes teóricas sobre la belleza y el trabajo de las modelos, como muestra su libro 'Pricing Beauty: the Making of a Fashion Model' (University of California Press). Una línea de investigación que ha prolongado en diversos estudios, desde su puesto como profesora asistente en la Universidad de Boston, pero también desde su privilegiada posición como mujer con fácil acceso a círculos que a la mayor parte de investigadores –y mortales– les están vetados.

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