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Así viven los niños pijos chinos en el extranjero (y el gobierno está enfadadísimo)
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UNA EXISTENCIA DE LUJOS Y DESPREOCUPACIÓN

Así viven los niños pijos chinos en el extranjero (y el gobierno está enfadadísimo)

Mientras que sus padres, empresarios del sector privado, amasan fortunas, ellos se dedican a dilapidarla en carreras de coches y grandes mansiones

Foto: Los 'fuerdai' son niños bien de segunda generación. ('The Ultra Rich Asian Girls of Vancouver')
Los 'fuerdai' son niños bien de segunda generación. ('The Ultra Rich Asian Girls of Vancouver')

Si Mao Zedong levantase la cabeza volvería seguramente a iniciar otra larga marcha, porque su querida China revolucionaría ha pasado en poco más de 30 años de empobrecido país de arrozales a una de las grandes súper potencias mundiales, con más millonarios por kilómetro cuadrado que ladrillos en la muralla china –más de un millón de personas cobran el equivalente en yuanes a 1,1 millones de euros anuales–, e incluso se ha dado nombre a una clase social, 'tuhao', a la que nosotros llamamos 'nuevos ricos', de gustos realmente estridentes.

Si bien nadie les quita el mérito a los empresarios chinos que desde finales de los setenta han luchado para hacer crecer sus negocios, pese a la exasperante burocracia del país, sus hijos, niños de papá o 'fuerdai' la están liando y gorda dentro y sobre todo fuera de su país. Su estilo de vida extravagante y su convencimiento de que la vida les sonríe y no tienen que dar nada a cambio –'ninis' orientales–, supone un problema no ya para sus padres, que les han dado todos los caprichos que Mao nunca les permitió, sino para el gobierno chino, que ahora se queja no solo de la mala fama que le están dando al país, sino de que, acomodados en el extranjero, se niegan a volver a casa. Y a ellos ya les va bien eso de andar provocando odios, porque son, a todas luces, las nuevas 'celebrities' del país.

Se van, pero no quieren volver

Es una escena que se repite en ciudades como Singapur, Londres y, sobre todo, Canadá; jóvenes chinos de un glamour tirando a lo 'kitsch' pasean en sus Ferraris de color rosa haciendo carreras, se enfundan unos altísimos tacones rojos y usan fundas de móvil de oro con incrustaciones de piedras preciosas… Los vemos presumir de sus lujos delirantes en las redes sociales, como Wang Sicong, el hijo del hombre más rico de China, que publicó en internet una foto de su perro con dos relojes de Apple en sus patas. E incluso, algunos de estos 'fuerdai' que residen en el extranjero tienen sus propios shows de YouTube, como el llamado 'The Ultra Rich Asian Girls of Vancouver', donde capítulo a capítulo estas chicas hacen alarde de su vida canadiense a todo tren.

No se sienten parte del sistema y tampoco conocen el negocio de sus padres. "En China soy vista como una niña ingenua, una marciana", dice una 'fuerdai'

Y viviendo tan bien, ¿quién piensa en volver a casa? Sus padres, no todos, esperan que les sucedan en sus negocios en cuestión de cinco a diez años, como explicaba Yumen Wu en la BBC; sin embargo, no solo no quieren volver, porque alegan no sentirse parte del sistema, sino que tampoco, explica el periodista, están preparados para asumir el reto de llevar una compañía y esto, cree el gobierno, afectará al sector privado chino.

Episodio 1 de 'The ultra rich asian girls'

“No estoy completamente segura de que vaya a encajar en mi país”, dijo Pam, una de las protagonistas de las correrías de pijos en Vancouver. “No sé nada sobre el negocio de mis padres. Los occidentales son más directos y claros. Cerrar un acuerdo en China tiene más que ver lo que no dices que lo que quieres en realidad. En mi país soy vista como una niña ingenua y me siento muchas veces como una marciana”, afirmó.

Adaptarse o morir

Su falta de sentimiento patriótico se ha convertido en una cuestión de estado. Según 'Beijing Youth Daily', las autoridades de la provincia de Fujian, en el sur del país, pusieron en marcha una clase especial para 70 hijos de súper ricos, donde se les obligaba a estudiar desde Confucio hasta gestión empresarial moderna, lo que suscitó airadas críticas entre la población. “¿Es justo que estas clases estén abiertas a los ricos, pero no al resto?”, se preguntaba en la red social Weibo.

Convencidos de que el país solo puede ser potencia empresarial si todo el mundo rema en la misma dirección, las autoridades no quieren que los 'fuerdai' se expatrien y se lleven consigo la fortuna de sus padres. El propio presidente Xi Jinping se ha propuesto internacionalizar la identidad china y que allá donde vayan no olviden sus raíces. Pero, ¿cómo? Adaptando la versión filosófica del materialismo dialéctico de Mao, que recogió en un ensayo en 1937, a los tiempos modernos y sustituir cualquier atisbo de pensamiento occidental de los colegios, las universidades e incluso los círculos empresariales. “Los 'think tank' deberían unirse a la ideología marxista, respetar el liderazgo del partido y apoyar intelectualmente para ayudar a rejuvenecer la nación”, declaró Jinping a la agencia 'Xinhua'.

El gobierno comunista ha iniciado una campaña educativa para llevar la doctrina de Mao más allá de sus fronteras y que los ricos recuerden quiénes son

Y la presión está surtiendo su efecto. El niño bonito de China, Wang Sicong, que disfrazaba a su perro con relojes de Apple, ha declarado recientemente a la BBC que “escapar” y vivir al margen del estricto sistema político de su país sería “un suicidio”. Algo que de manera más eufemística y patriótica viene a decir, según 'The New York Times', un documento del partido: “Imbuir al gran número de estudiantes chinos en el extranjero de energía patriótica positiva; crear puentes entre el hogar y otros países –la patria, embajadas y consulados, grupos de estudiantes...– para que ellos sientan que deben cuidar a su patria”.

Si conseguirá el Partido Comunista chino meter o no a estos chicos ricos en vereda será algo que veremos próximamente. Y mientras tanto, en las calles de las principales ciudades del mundo se pasean ricas asiáticas disfrutando del erasmus más caro de sus vidas y se cruzan con otros adolescentes rubios e 'indies' con sudaderas estampadas con la cara de Mao, que, seguramente, no son 'made in China'.

Si Mao Zedong levantase la cabeza volvería seguramente a iniciar otra larga marcha, porque su querida China revolucionaría ha pasado en poco más de 30 años de empobrecido país de arrozales a una de las grandes súper potencias mundiales, con más millonarios por kilómetro cuadrado que ladrillos en la muralla china –más de un millón de personas cobran el equivalente en yuanes a 1,1 millones de euros anuales–, e incluso se ha dado nombre a una clase social, 'tuhao', a la que nosotros llamamos 'nuevos ricos', de gustos realmente estridentes.

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