Es noticia
Por qué hay mujeres que ocultan que están casadas, explicado por ellas mismas
  1. Alma, Corazón, Vida
El anillo al bolsillo

Por qué hay mujeres que ocultan que están casadas, explicado por ellas mismas

El matrimonio significa que has encontrado a alguien que te amará para siempre. Pero a veces se presenta una oportunidad en la que de pronto desearíamos no estar 'atados' a ninguna relación

Foto: Lo de guardarlo, también lo hacen ellas. (iStock)
Lo de guardarlo, también lo hacen ellas. (iStock)

Lo hemos visto en infinidad de películas: el tipo trajeado, que tras una intensa reunión de negocios, llega a la barra del bar y desliza su anillo de casado de su dedo para guardarlo en el bolsillo del pantalón tras, como cabría esperar, haber fichado a una rubia despampanante que está sentada en la otra punta del mostrador. La realidad tiende a superar a la ficción, así que es probable que incluso alguno de tus amigos o conocidos –el primo del vecino de alguno de ellos– haya protagonizado una de estas escenas que no tienen por qué desembocar en una infidelidad, pero parten de la ocultación de datos.

Fuera de toda creencia generalizada, los hombres no son los únicos que mienten deliberadamente.

“Estar casado es algo impresionante: significa que has encontrado a alguien que te amará para siempre y ¡nunca más tendrás que ir a una cita a ciegas! Pero a veces se presenta una oportunidad en la que de pronto nos gustaría no estar 'atados' a ninguna relación”, explica Korin Miller en 'Women's Health', donde recoge los relatos en primera persona de cinco mujeres que reconocen haber fingido ser solteras y ocultar sus alianzas matrimoniales en determinadas circunstancias. Estos fueron sus motivos.

Unas copas gratis

“Algunas de mis amigas y yo quedamos siempre en un restaurante. La mayoría de nosotras estamos casadas, por lo que es realmente genial salir juntas, sólo nosotras”, comienza relatando Laura P..

“Una noche, había un grupo de chicos muy guapos (y aparentemente ricos) solos en una mesa cercana a la nuestra bebiéndose una botella de champán caro”, continúa. Es todo un clásico –tanto que roza el comportamiento retrógrado y machista– que un hombre decida invitar a una copa a una mujer para poder hablar con ella. Invierten en compañía, y algunas lo saben tan bien que juegan sus cartas y van a por todas: “Pensamos que no les gustaríamos mucho si sabían que estábamos casadas, así que todas deslizamos de nuestros dedos los anillos de boda ... y las bebidas empezaron a aparecer”, recuerda Laura P, quien reconoce que después de las invitaciones, se sintieron un poco mal por haber fingido ser solteras “pero no tuvimos que pagar por alcohol durante el resto de la noche”, añade como broche final a su historia.

Incómodas casualidades

El caso de Liz S. difiere bastante de la idea de querer sacar beneficio de alguien bajo la apariencia de ser una mujer soltera, pero tampoco quiso reconocer al joven atractivo que se sentó a su lado en la barra de un bar y comenzó a hablar con ella, que estaba casada. “Cojo frío muy fácilmente, así que para mantener las manos calientes las tengo casi todo el tiempo metidas en los bolsillos”. Liz aprovechó que la prueba condenatoria, su alianza, era invisible para el interesante galán.

Pensamos que no les gustaríamos mucho si sabían que estábamos casadas, así que todas deslizamos de nuestros dedos los anillos de boda...

“Era más entretenido que mirar mi teléfono y tuvimos una conversación muy interesante. Hacia la mitad de la charla me di cuenta que probablemente él no sabía que estaba casada porque tenía la izquierda en el bolsillo, pero no quería que se incomodase así que la mantuve guardada”, continúa Liz, quien aprovechó la llegada del amigo con el que había quedado para 'salir por patas' de la situación. “Me entró pánico y, literalmente, huí lejos de él”. Claro que, si solo estaban hablando… ¿Tanto le habría incomodado al joven saber que ella no era soltera? Ya Liz, ya.

Objetivo: mover el 'cucu'

No todas las parejas comparten los mismos 'hobbies'. De hecho, en ocasiones, las aficiones de unos y de otros son totalmente opuestas. Ese era el caso de Amanda C., quien, ante la ausencia de su esposo por un viaje, vio la oportunidad de salir a bailar con una amiga y su novio. “Me dejé mi anillo de casada accidentalmente en su casa antes de salir. Íbamos a un sitio de baile de parejas y yo tenía pensado quedarme mirando, pero un chico me invitó a salir a la pista”. Aunque probablemente habría bailado con ella de todos modos, Amanda se convenció de que si hubiese sabido que ella estaba casada “habría sacado a otra persona”, pero se dejó llevar por el ritmo y no quiso cambiar de pareja en toda la noche.

Integrarse en el ambiente

“Una noche fui a una cena por un amigo de un amigo y terminé rodeada de solteros”, complicada situación en la que Ann B. optó por callar su realidad de feliz esposa y madre. “La conversación empezó a girar en torno a lo mala idea que era casarse, que a quién se le ocurriría hacerlo, etc. Me quedé muy sorprendida al ver que no me mencionaban, pero entonces me di cuenta de que me pongo un montón de anillos y no debieron darse cuenta de que uno de ellos me delataba y aguanté toda la conversación sin decir nada. Dejé de acudir a aquellas reuniones”, relata Ann, quien, por otro lado, no debía tener demasiado claros los pros de la vida matrimonial y fingió ser una más, una mujer soltera que aborrece el matrimonio.

Cuando la noche se da (demasiado) bien

El combo perfecto entre la historia de Laura y Liz lo cumplió Lucy B.. “Mi marido tenía planes con sus amigos la misma noche que había un concierto al aire libre al que realmente quería ir y al final fui sola. Estaba bastante oscuro y terminé sentada junto a un grupo de chicos. Uno de ellos estuvo hablando conmigo toda la noche y hasta me invitó a una cerveza. No pensaba que estuviésemos ligando pero cuando terminó el espectáculo me pidió mi número de teléfono. No me lo esperaba en absoluto, así que dejé escapar un 'esto... no' y me fui. Probablemente todavía se está preguntando qué es lo que hizo mal”, recuerda Lucy, quien, como las anteriores, omitió la información acerca de su estado civil para disfrutar de la velada, cuando realmente nadie dijo 'hasta que la vida social os separe'.

Lo hemos visto en infinidad de películas: el tipo trajeado, que tras una intensa reunión de negocios, llega a la barra del bar y desliza su anillo de casado de su dedo para guardarlo en el bolsillo del pantalón tras, como cabría esperar, haber fichado a una rubia despampanante que está sentada en la otra punta del mostrador. La realidad tiende a superar a la ficción, así que es probable que incluso alguno de tus amigos o conocidos –el primo del vecino de alguno de ellos– haya protagonizado una de estas escenas que no tienen por qué desembocar en una infidelidad, pero parten de la ocultación de datos.

Relaciones de pareja Matrimonio
El redactor recomienda