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Esto es lo que ocurre en tu cuerpo (y tu cabeza) cuando haces una dieta 'detox'
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Esto es lo que ocurre en tu cuerpo (y tu cabeza) cuando haces una dieta 'detox'

Es uno de los regímenes más populares, pero también uno de los más radicales. Antes de embarcarse en él conviene saber que lo vas a pasar mal, y quizá no te va a servir para perder peso

Foto: ¿Te parece poco? En este régimen se come aún menos. (iStock)
¿Te parece poco? En este régimen se come aún menos. (iStock)

Es uno de los regímenes de moda, pero eso no quiere decir que sea precisamente lo mejor para nuestro organismo. Ahora que hemos vuelto a nuestra vida cotidiana después de los excesos de la Navidad, y que vemos en el horizonte el buen tiempo y la escasez de ropa, es probable que nos lancemos a perder los kilos que nos sobran de la manera más rápida que encontremos.

La dieta 'detox' será, quizá, nuestra opción. Pero debemos tener mucho cuidado con ella puesto que, como ya hemos explicado en otras ocasiones, es uno de los peores regímenes, ya que se basa en un ayuno extremo en el que sólo se admiten zumos (por lo general, de limón o manzana). Supuestamente, nos ayuda a eliminar las toxinas y grasas sobrantes. Y aunque es probable que perdamos peso (¿quién no lo haría si no se llevase nada al estómago durante semanas?), lo que es seguro es que nos sentiremos fatal durante el proceso y muy probablemente recuperemos el peso perdido poco después.

Su piel desprendía olor a “cadáver de pollo y leche cortada”, algo que sus amigos también percibían

Para entender mejor los riesgos no hay nada como escuchar a quien la ha llevado a cabo. Es el ejemplo de la periodista de la edición australiana de 'The Guardian' Brigid Delaney, que en un reciente artículo pone en aviso a los valientes que quieran seguir su ejemplo detallando todos y cada uno de los efectos desagradables que causó en su cuerpo. Y que, además, no sirvieron para nada, puesto que terminaría recuperando los 14 kilos que perdió por el camino rápido.

Mal sabor, mal olor

No sólo los únicos alimentos que se nos permite ingerir son desagradables –en su caso, hierbas chinas que sabían como “colillas de cigarrillo flotando en agua estancada, acompañadas de un poco de pollo y pimiento–, sino que el cuerpo comienza a desprender un desagradable olor. Es una de las consecuencias más ampliamente conocidas de seguir al pie de la letra una dieta como esta, causada por la rápida deshidratación que sufrimos. En el caso de Delaney, su piel desprendía olor a “cadáver de pollo y leche cortada”. Algo que también percibían los amigos de la periodista, que evitaban el contacto físico con ella.

La primera semana es la peor...

El primer día es aceptable. El segundo, también. Las complicaciones empiezan a partir del tercero, cuando empiezas a sentirte aguachinado a causa de todo el líquido que has ingerido. Delaney empezó a sufrir algún dolor de cabeza, que achacaba al mono del café, pero pronto se le pasó. Eso sí, le faltaba lo peor: para el cuarto día experimentaba una mezcla de mal humor, hambre, cansancio y entumecimiento mental que le quitó las ganas de hacer cualquier cosa que no fuese descansar o dormir. La cosa, no obstante, mejoró durante la segunda semana, cuando su memoria y concentración volvieron a ser los de antes.

...Aunque el décimo día te sientes fatal

Apenas habían pasado una semana y tres días cuando Delaney se despertó con un intenso dolor en el pecho, que la llevó a pensar que estaba sufriendo un infarto. Obviamente, no era así, y para su sorpresa, el médico de cabecera le dijo que el ser humano está mejor preparado para pasar grandes períodos de tiempo sin comer de lo que pensamos. Para resolver sus dudas, la periodista consultó con un profesor de nutrición de la Universidad de Queensland que le explicó que no iba a morir por no alimentarse, simplemente su metabolismo se ralentizaría.

Ver una fotografía de pizza en mis noticias de Twitter me hacía sentir tanto deseo que no podía dormir

Tienes mala cara

Las consecuencias de perder peso a las bravas no se dejan notar sólo en el sentido del olfato, sino también en el de la vista. En las primeras semanas de dieta aparecen ojeras, hinchazón en la lengua, ojos inyectados en sangre y caída del pelo. Eso sí, Delaney reconoce que, una vez se ha superado el calvario, la piel termina adquiriendo un brillo y una salud que provocaba que apenas se pudiese reconocer frente al espejo. “Un buen día me me levanté y todas las arrugas habían desaparecido”, asegura. “Mis uñas eran más fuertes, el pelo brillaba, el blanco de mis ojos era luminoso”. Al menos se puede decir que eliminó esas toxinas que empeoran nuestro aspecto. Pero ¿merece la pena?

Me comería un caballo, pero sólo tengo un zumo

Por supuesto, hace falta una gran fuerza de voluntad para aguantar semanas sin llevarse casi nada sólido al estómago. Aunque Delaney lo consiguió, su estabilidad mental se vio seriamente perturbada durante el proceso. Por ejemplo, “ver una fotografía de pizza en mis noticias de Twitter me hacía sentir tanto deseo que no podía dormir”. La autora lo compara con estar “cachonda, multiplicado por mil.

Hay que reconocer el autocontrol de la periodista, que admite que lamía la comida de su nevera antes de dejarla en su sitio o, incluso, las patatas fritas de la guarnición de sus amigos, ante el asco de estos. Además, “paraba delante de los restaurantes para ver comer a la gente” y fantaseaba durante horas con algunos de sus platos preferidos. Eso sí, una vez el régimen hubo terminado, su relación con la comida había cambiado por completo: con un puñado de alubias o un trozo de pescado, la autora ya se sentía saciada… y además, apreciaba todo su sabor. Quizá eso fuese lo mejor de la dieta: deshacerse de la constante necesidad de comer cada dos o tres horas.

El lado social de hacer dieta

Todo régimen extremo tiene sus consecuencias fisiológicas, psicológicas… y sociales. Para evitar sentirse tentada por la comida, Delaney dejó de salir a comer o cenar con sus amigos, pero también de cocinar, lo que le ahorró mucho tiempo. “Estaba aburrida.Terriblemente aburrida”, reconoce. Ello provocaba que cada vez que quedaba con alguien, se sintiese excesivamente excitada y llegase hasta con una hora de antelación a la cita. Su vida se había reducido increíblemente, puesto que apenas tenía energía para hacer otra cosa. Además, había dejado de organizar su vida según las diferentes comidas del día –desayuno, almuerzo, cena– y, por ello, “el tiempo había adoptado una dimensión diferente. ¡Había mucho!”

Una última y turbadora cuestión: Delaney comprobó que, a pesar de no estar comiendo nada sólido, su cuerpo seguía expeliendo desechos.“Era desagradable”, recuerda. “¿Qué era? ¿De dónde venía?” Para obtener la respuesta se metió en Google donde descubrió algo “horrible” pero “extrañamente cautivador”.

Es uno de los regímenes de moda, pero eso no quiere decir que sea precisamente lo mejor para nuestro organismo. Ahora que hemos vuelto a nuestra vida cotidiana después de los excesos de la Navidad, y que vemos en el horizonte el buen tiempo y la escasez de ropa, es probable que nos lancemos a perder los kilos que nos sobran de la manera más rápida que encontremos.

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