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Que dios nos coja confesados: las 5 historias reales que revelan qué ocurre en Wall Street
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CONTADAS POR MICHAEL LEWIS

Que dios nos coja confesados: las 5 historias reales que revelan qué ocurre en Wall Street

'La gran apuesta' será una de las películas de la temporada. Pero el libro en el que se basa describe los males de las finanzas de una manera muy precisa. Y asusta

Foto: Un trader en el parqué neoyorquino, el pasado 6 de enero. (Reuters/Brendan McDermid)
Un trader en el parqué neoyorquino, el pasado 6 de enero. (Reuters/Brendan McDermid)

La semana próxima se estrenará en España 'La gran apuesta', la versión cinematográfica realizada por Adam MacKay del libro homónimo de Michael Lewis. Más allá de la valía formal de la obra y de las consideraciones airadas que ha provocado, de las cuales ya dio noticia 'El Confidencial, importa reparar en algunos de sus hechos de cara a extraer lecciones para el futuro. Es lugar común que la industria de la inversión no ha aprendido nada de lo ocurrido, y que continúa manejándose con los mismos esquemas, lo cual resulta preocupante.

Sin embargo, hay un aspecto que suele pasar desapercibido: la mayoría de críticas se centran en aspectos como la avaricia y en la eliminación de los incentivos que la desatan, en la necesidad de regulación que la contenga o en el establecimiento de líneas rojas para que el ciudadano de a pie no tenga que pagar el rescate de bancos demasiado grandes para caer. Pero lo que el libro de Lewis subraya es la enorme ineficiencia, y las dosis increíbles de mala gestión que imperan en Wall Street y que se aliaron con el deseo de hacerse ricos.

Lo que Lewis viene a decir en esta historia real en la que unos pequeños inversores avispados anticiparon lo que estaba llegando y lograron conseguir grandes beneficios de ello, es que si en las finanzas trabajan los tipos más brillantes e inteligentes del mundo, que dios nos coja confesados. Los siguientes extractos de la obra, todos reales, señalan algunas de las situaciones que corroboran su tesis:

“¡Pero si es tonto!”

Steve Eisman, uno de los miembros del equipo de Cornwall Capital (la empresa que apostó contra las hipotecas basura y que es el centro de la obra) estuvo presente en una reunión entre el director financiero de Merril Lynch y los principales accionistas del banco, en la que aquél explicaba que ese pequeño problema con las hipotecas basura que aparecía por el horizonte estaba firmemente controlado por los modelos de riesgo que la firma utilizaba. Cuando Eisman afirmó categóricamente que estaban equivocados y que su sistema no funcionaba en absoluto, lo tomaron como un simple intercambio de opiniones y le ignoraron por completo. No era la primera vez que eso ocurría, o que se reían de ellos por ser una pequeña firma que iba a contracorriente. De hecho, ese desprecio y esa ignorancia corporativas fue lo que permitió a estos pequeños inversores astutos hacerse ricos.

Estaba allí sentado escuchándole y tuve una revelación. Me dije ¡el tipo que controla uno de los mayores bancos del mundo es tonto!

Como cuenta Lewis, “A primera vista, aquellas grandes firmas de Wall Street parecían robustas; pero Eisman empezaba a pensar que, en el fondo, era posible que sus problemas no se limitaran a una potencial pérdida de ingresos. Si de verdad no creían que el mercado de las hipotecas basura fuese un problema para ellos, entonces el mercado de las hipotecas basura podría ser su final... No sabían con certeza si aquellas firmas estaban de algún modo al otro lado de las apuestas que él había estado haciendo contra los bonos basura, pero cuanto más observaba, más se convencía de que ellos tampoco lo sabían. Asistía a reuniones con presidentes de empresas de Wall Street y les formulaba las preguntas más básicas en relación con sus balances generales. 'No los conocían -explicaba-. ¡No conocían sus propios balances generales!'. En una ocasión se hizo invitar a una reunión con el presidente de Bank of America, Ken Lewis. 'Yo estaba allí sentado escuchándole y tuve una revelación. Me dije, ¡Dios mío, pero si es tonto! ¡El tipo que controlaba uno de los mayores bancos del mundo era tonto!”. De modo que Eisman y sus compañeros vendieron en corto Bank of America, junto con UBS, Citigroup, Lehman Brothers y algunos otros, con grandes resultados.

El inversor tras una noche de juerga

La historia de John Devaney es reveladora de hasta qué punto se puede conocer la situación y estar ciego respecto de sus consecuencias, incluso para uno mismo. Devaney sabía cómo nadie lo que estaba ocurriendo y, a pesar de ello, acabó perdiendo buena parte de su dinero. Así lo cuenta Lewis:

“Devaney patrocinaba una conferencia en Las Vegas denominada Foro de Titularización Estadounidense, en parte porque sonaba más solemne que Asociación de Préstamos Subprime. En la medida en que el mercado de bonos hipotecarios basura, podía tener líderes morales, John Devaney era uno de ellos. Y era también una persona muy entusiasta a la hora de hacer ostentación de su riqueza. Tenía un Renoir, un avión privado, un helicóptero y, desde luego, un yate. Ese año había pagado una suma enorme para aparecer en el show de Jay Leno llegando en avión fin de dar espectáculo.



Ahora, con el aspecto de alguien que acabara de llegar de una noche de juerga sin hacer una pausa para dar siquiera una cabezada, Devaney pronunció lo que era claramente una improvisada diatriba sobre el estado del mercado 'subprime'. “Fue increíble -decía Charlie- ¡Menuda verborrea! No paraba de machacar que las agencias de calificación eran unas putas, que los títulos carecían de valor y que todos ellos lo sabían. Dijo en voz alta lo que nosotros sólo sospechábamos. Era como si hablara de asuntos que no debía. Cuando terminó, se produjo un completo silencio. Nadie intentó contradecirle. Simplemente pasaron a hablar de otras cosas. Era como si todo el mundo fingiera que no había dicho aquello”.

Tiempo después de esa conferencia, cuenta Lewis, cuando el mercado se desplomó, Devaney quebró y se vio obligado a vender su yate, su avión y su Renoir, a cambio de un jugoso beneficio, eso sí.

“¿Eh? ¿Cómo? Te pierdo”

Otro de los aspectos sorprendentes es el grado de desconocimiento real de lo que estaban vendiendo. En realidad, muy pocas personas dentro de los bancos que inventaron y comercializaron las CDO (Collateralized Debt Obligation u Obligación garantizada mediante deuda) sabían en qué consistían verdaderamente esos productos, qué contenían y cuál era su nivel de riesgo. Lewis reproduce en su libro una conversación entre John Mack, entonces CEO de Morgan Stanley, y el analista de Goldman Sachs William Tanona, después de que el primero anunciara públicamente pérdidas de su empresa por valor de 9200 millones de dólares.

Es tan sencillo como eso. Fueron grandes riesgos de curtosis que nos pillaron con fuerza, de acuerdo


Tanona: Una pregunta más sobre el riesgo a la que sé que todo el mundo ha estado dando vueltas… Ayúdanos a entender cómo ha podido ocurrir que tuvierais tan grandes pérdidas. Quiero decir que yo imaginaba que teníais límites de posición y límites de riesgo de por sí. Sólo me desconcierta pensar que pudierais tener una mesa que podía perder 8.000 millones.

Mack: Esa es una una pregunta errónea.

Tanona. ¿Perdón?

Mack. ¿Hola? ¿Hey?

Tanona: Te había perdido…

Mack: Mira, Bill, vamos a ser claros. Uno: esta operación se reconoció y se introdujo en nuestras cuentas. Dos: se introdujo en nuestro sistema de gestión de riesgos. Es muy sencillo… Resulta muy doloroso, así que estoy siendo sincero. Cuando aquellos tipos acentuaron las pérdidas del escenario de adoptar esa posición, no previeron que pudiéramos tener ese volumen de impagos, de acuerdo. Es justo decir que nuestra división de riesgos tampoco acentuó aquellas pérdidas. Es tan sencillo como eso. Fueron grandes riesgos de curtosis que nos pillaron con fuerza, de acuerdo. Eso fue lo que pasó.

Es pedir demasiado que la gente de Wall Street hable un lenguaje normal, ya que dependen de que la gente crea que lo que hacen no puede traducirse

Esta conversación podría ser reveladora si sus términos fueran comprensibles. Pero no lo son, en parte por su retórica, en parte por sus oscuros conceptos. Por eso Lewis la ha traducido en el pie de página, de forma que resulte accesible a todo el mundo. Esto es lo que comenta el autor:

“Es pedir demasiado que la gente que controla las grandes firmas de Wall Street hable un lenguaje normal, ya que una gran parte de su sustento depende de que la gente crea que lo que hacen no puede traducirse al lenguaje normal. Lo que John Mack estaba tratando de decir, sin venir a afirmar claramente que nadie más en Morgan Stanley tenía ni idea de los riesgos que corría Howie Hubler (el trader de bonos de MS cuyas apuestas llevaron a tan grandes pérdidas), era que nadie en Morgan Stanley tenía ni idea de los riesgos que corría Howie Hubler, ni siquiera el propio Howie Hubler.

En resumen, que no sólo no habían sabido entender lo que sus operadores de bonos se traían entre manos, sino que no sabían qué estaban vendiendo y sobre qué estaban apostando, sino que no tenían ni idea de lo que ocurría después de haber perdido 9.000 millones de dólares. Lo cual llama especialmente la atención, asegura Lewis, porque John Mack había sido operador de bonos antes de dirigir la firma.

Da igual, siempre sales ganando

Lo extraño y complicado de esta historia, sin embargo, es que casi todos los tipos importantes de ambos lados de la apuesta se levantaron de la mesa ricos. Obviamente, Steve Eisman, Michael Burry y los jóvenes de Cornwall Capital que apostaron contra las CDO y las hipotecas basura ganaron cada uno de ellos decenas de millones de dólares. Pero también, señala Lewis, los que estaban enfrente.

¿Cuáles son las probabilidades de que la gente tome decisiones inteligentes sobre el dinero si pueden enriquecerse tomando decisiones estúpidas?

“Todas estas personas habían tenido razón: habían estado en la parte ganadora de la apuesta. El negocio de gestión de CDO de Wing Chau se fue a pique, pero también él se llevó decenas de millones de dólares y tuvo el valor de tratar de montar un negocio dedicado a acaparar, a bajo precio, los mismos bonos hipotecarios basura con los que había perdido dinero de otra gente por valor de miles de millones de dólares. Howie Hubler perdió más dinero que ningún otro operador en toda la historia de Wall Street y, sin embargo, le permitieron quedarse con las decenas de millones de dólares que había ganado. Los presidentes de todas las grandes firmas de Wall Street también estaban en la parte equivocada de la apuesta. Todos ellos, sin excepción, o bien llevaron a sus empresas a la bancarrota o bien dichas empresas fueron salvadas de la bancarrota por el gobierno estadounidense. Pero también todos ellos se enriquecieron. ¿Cuáles son las probabilidades de que la gente tome decisiones inteligentes sobre el dinero si resulta que no necesitan tomar decisiones inteligentes, si resulta que pueden enriquecerse tomando decisiones tontas? Los incentivos de Wall Street eran incorrectos y todavía siguen siéndolo".

Un gestor tuerto con síndrome de Asperger

Como señala Lewis, “las personas que estaban en situación de resolver la crisis financiera eran, obviamente, las mismas que habían sido incapaces de preverla: el entonces secretario del Tesoro, Henry Paulson; el futuro secretario del Tesoro, Timothy Geithner; el presidente de la Reserva Federal, Ben Bernanke; el presidente de Goldman Sachs, Lloyd Blankfein; el presidente de Morgan Stanley, John Mack; el presidente de City Group, Vikram Pandit, etc. Unos cuantos presidentes de Wall Street habían sido despedidos por su papel en la catástrofe de las hipotecas basura, pero la mayoría conservaban sus empleos y ellos, entre todos, se convirtieron en personajes importantes, actuando a puerta cerrada para tratar de determinar qué hacer ahora, Les acompañaban unos cuantos funcionarios públicos, los mismos funcionarios que antes deberían haber estado mucho mejor informados sobre qué estaban haciendo las firmas de Wall Street cuando lo estaban haciendo. Todos ellos compartían una distinción: habían demostrado ser mucho menos capaces de captar las verdades básicas que subyacían en el corazón del sistema financiero estadounidense que un gestor de cartera tuerto con síndrome de Asperger”.

Lo absurdo de este asunto quedó aún más de manifiesto en el encuentro que Lewis tuvo con la Comisión de Investigación sobre la Crisis Financiera que el gobierno estadounidense llevó a cabo. El autor de 'La gran apuesta' se entrevistó con una persona encargada de tomar declaración oficial a los testigos.

Al rato, señala Lewis, era bastante evidente que el investigador sabía mucho más que él sobre el asunto. Sin embargo, “cuando llevábamos más o menos una hora de conversación me preguntó con quién más había hablado en el gobierno estadounidense sobre la crisis financiera. Le recité de un tirón la larga lista de dignatarios con los que me había reunidos en los últimos meses.

-Y qué le dijeron?, me preguntó.

- ¿Qué me dijeron ellos a mí?

- Sí, cualquier idea sobre lo que pasó. Cualquier cosa que pudiera resultar perseguible.

- No, no, no lo entiende: ellos me llamaron a mí para preguntarme qué había pasado.

Al oírme decir eso, se echo a reír”.

La semana próxima se estrenará en España 'La gran apuesta', la versión cinematográfica realizada por Adam MacKay del libro homónimo de Michael Lewis. Más allá de la valía formal de la obra y de las consideraciones airadas que ha provocado, de las cuales ya dio noticia 'El Confidencial, importa reparar en algunos de sus hechos de cara a extraer lecciones para el futuro. Es lugar común que la industria de la inversión no ha aprendido nada de lo ocurrido, y que continúa manejándose con los mismos esquemas, lo cual resulta preocupante.

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