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Esto es lo primero que debes hacer al salir de la ducha (y no es secarte)
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Según los psicólogos

Esto es lo primero que debes hacer al salir de la ducha (y no es secarte)

Ya lo hagas a primera hora del día para espabilarte o por la noche para irte a la cama relajado, te aseas a diario. Claro que si no haces esto estás sacando muy poco partido a tu baño

Foto: ¿Será quitar el vaho del espejo con la mano? (iStock)
¿Será quitar el vaho del espejo con la mano? (iStock)

Es probable que esta situación te resulte familiar: sales de la ducha y te envuelves inmediatamente en una toalla que colocas alrededor de tu cuerpo antes de correr el riesgo de que un atisbo de carne quede expuesta. Puede que lo hagas porque en tu piso hace un frío inaudito durante el invierno o porque sencillamente es la manera más rápida de evitar que chorree agua al suelo. Sea por el motivo que sea, los expertos en psicología están de acuerdo en que estás cometiendo un error fatídico para tu autoestima.

“Observarnos a nosotros mismo en cueros ayuda a dejar de ser tan negativos sobre nuestro cuerpo”, explica en 'Yahoo Health' la psicóloga experta en imagen corporal Amy L. Flowers. En realidad tiene bastante sentido hacerlo porque, normalmente, el espejo suele estar justo ahí delante de nosotros, “pero lo cierto es que la mayoría de nosotros hace un esfuerzo para evitar mirar nuestros cuerpos desnudos” asegura la experta, quien aconseja que poco a poco convirtamos esta dinámica en un hábito diario hasta conseguir que “se normalice la experiencia”.

Reforzar tu aseada autoestima

Por lo general, tenemos la tendencia a concentrarnos en nuestros defectos en lugar de en nuestras virtudes. Que si cuánta celulitis tienes, que si tu calva ha crecido de un mes para otro o los 'menudo barrigón he echado', son algunas de nuestras frases tipo al vernos sin ropa.

Para la inmensa mayoría se cumple la máxima de que 'cualquier tiempo pasado fue mejor' y empezamos a recordar lo bien que teníamos la piel antes, a qué altura estaban nuestros muslos y pechos hace tan solo un par de años o lo arrugado que se nos está quedando el rostro. “Nos paramos a pensar de qué maneras podríamos mejorar, pero cuanto más nos centramos en nuestras imperfecciones más las magnificamos y a la larga tratamos de evitar mirar nuestro cuerpo”, explica Flowers, quien recomienda no caer en la crítica –aunque la creamos constructiva– y no dejar de ser partícipes de cómo cambia y evoluciona nuestro cuerpo.

Las comparaciones nunca fueron (ni serán) buenas

Pero aún hay más. “Como es natural, nos comparamos con los demás”, incide la psicóloga. Y no es la única que subraya este hándicap como otro de los grandes errores que cometemos al vernos recién duchados: “El instinto comparación es también un problema porque nuestras mentes tienden naturalmente a buscar lo que la sociedad asume como la perfección, y cuando no nos vemos con cuerpos de modelos –cosa que raramente ocurre– sentimos que físicamente no damos la talla”, añade la también psicóloga Sari Shepphird.

Cuanto más nos centramos en nuestras imperfecciones más las magnificamos y a la larga tratamos de evitar mirar nuestro cuerpo

Así, ambas insisten en la necesidad de introducir en nuestra rutina el truco del espejo. No sólo nos ayudará a reconocer y aceptar nuestro cuerpo, sino que además puede reforzar nuestra autoestima si, por ejemplo, tras observar nuestro reflejo cada día enumeramos cinco cosas sobre nuestro cuerpo que nos gustan o que han mejorado. “Puede ser algo tan pequeño como que nos guste la forma en la que llevamos pintadas las uñas. Parece poco pero puede suponer un cambio transformador”, asegura Shepphird. Adquiriendo este sencillo hábito que apenas nos llevará unos pocos minutos –tampoco vayamos a quedarnos helados contemplando nuestro desnudo integral–, al poco tiempo no tendremos que 'echarnos flores' cada vez que salgamos de la ducha, “seremos mucho más positivos con nuestro aspecto al natural”, sin complejos.

Es probable que esta situación te resulte familiar: sales de la ducha y te envuelves inmediatamente en una toalla que colocas alrededor de tu cuerpo antes de correr el riesgo de que un atisbo de carne quede expuesta. Puede que lo hagas porque en tu piso hace un frío inaudito durante el invierno o porque sencillamente es la manera más rápida de evitar que chorree agua al suelo. Sea por el motivo que sea, los expertos en psicología están de acuerdo en que estás cometiendo un error fatídico para tu autoestima.

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