Es noticia
El Imperio Vaughan
  1. Alma, Corazón, Vida
luces y sombras del método más Popular

El Imperio Vaughan

Empezó organizando clases para el personal de una central nuclear, se sirvió de emisoras piratas y creó un sistema de enseñanza único, tan cuestionado como alabado. Así es el Imperio Vaughan

Foto: Richard Vaughan
Richard Vaughan

A escala sectorial, con Richard Vaughan ocurrió como con Chiquito de la Calzada. Pasabas fuera de España unos meses y, al volver, todo el mundo intentaba imitarlo, lo criticaba, o ambas cosas a la vez. Su popularidad ha revolucionado la enseñanza de inglés en España y, por el camino, han surgido legiones de admiradores y detractores. Y aunque su progresión se frenó en los años de la crisis, sigue ganando cuota de mercado. Hoy factura alrededor de 22 millones de euros, tiene señales de radio y televisión por todo el país y sus profesores imparten 40.000 horas mensuales de clases presenciales.

Su cuartel general en la madrileña Calle Orense sostiene, entre otras cosas, un departamento de I+D donde trabajan 20 personas. Tienen 348 publicaciones registradas y varios pueblos (Vaughantown), convertidos en pequeños parques temáticos del inglés a los que acuden cientos de voluntarios nativos que no cobran nada y que incluso pagan un billete de avión para pasar una semana charlando con alumnos. A estos últimos, ahora sí, se les cobran cerca de 2.000 euros por la experiencia de “inmersión total”.

Entrevistar a Richard Vaughan en su despacho es enfrentarse al mejor marketing estadounidense. Gran conversador, provocador, tiende de manera natural al ejemplo concreto y la conclusión axiomática; y genera de inmediato empatía y expectativas de éxito. Su personalidad ayuda a entender cómo ha conseguido crear un imperio de la nada y, aparentemente, sin grandes respaldos institucionales.

Sueño americano

Vaughan llegó a España a estudiar en 1972 procedente de Texas y Oklahoma (de la “América profunda”, como dice él). Las primeras clases las dio por ‘turismo laboral’, para costearse la estancia. “Enseguida aprendí que la clave es el entusiasmo y habilidad del profesor; y entendí que en España la educación es horrible. Los alumnos que sabían algo de inglés llegaban, y aún hoy siguen llegando, como si hubiesen tenido un accidente y tuviesen los huesos mal. Yo lo primero que tenía que hacer era romperlos, retorcerlos hasta quitarles los malos hábitos, para poder reconstruirlos después”.

En un panorama inicipiente donde abundaban las malas praxis, a Vaughan pronto empezaron a irle bien las cosas. En 1977 se constituyó como empresa y empezó a dar trabajo a otros profesores. Pasó un año enseñando en la central nuclear de Zorita de los Canes y poco después firmó sus dos primeros grandes contratos, los únicos que menciona sin hacer memoria: con una multinacional de tecnología (Ericsson) y otra de maquinaria agrícola (John Deere). “Me especialicé en empresas porque tienes un solo cliente al que facturar las clases de muchos alumnos”.

Vaughan pasó de gestionarlo todo desde un rincón de su dormitorio (1977-86) a ver como crecían los metros cuadrados de su oficina. Tenía 50 m2 en 1987, el triple en 1992 y 500 en 1996. En 2002 amplió hasta los 800 y los duplicó cuatro años después. Hoy gestiona 7.200 entre propiedad y alquiler, en varias ciudades de España.

Profesor bueno, profesor nuevo

Lo más cuestionado de Vaughan Systems es, precisamente, lo que él establece como su seña de identidad. “Nuestro producto es el profesor. Ellos son la clave, ya que el método puede ser el mejor pero todo da igual si la clase la imparte un mediocre”. Habla de “vitalicios” o “vocacionales”, torciendo el gesto, para referirse a los profesionales en sentido estricto, a aquellos profesores formados durante años para dedicarse a la enseñanza y que planean dedicar su vida a ello.

Su empleado ideal, confirma, tiende a ser lo opuesto: alguien sin demasiados conocimientos previos, preferentemente joven, y que quiera dar clases durante un tiempo para después dedicarse a otra cosa.

Su empleado ideal es aquel que quiera dar clases durante un tiempo para después dedicarse a otra cosa

“Creo que la rotación de empleados es beneficiosa para mantener el entusiasmo y las ganas. Descubrimos talentos y los explotamos en el buen sentido de la palabra. Aunque hay gente aquí que no está de acuerdo, yo prefiero que estén tres años conmigo hasta que se den cuenta de lo que realmente valen y que después emprendan otro rumbo. Algunos de mis antiguos profesores son hoy directivos de grandes empresas, otros pianistas de concierto, o jugadores profesionales de rugby. Si tienes éxito aquí, puedes tener éxito en cualquier cosa”, desafía.

Matt es uno de esos profesores brillantes y fugaces a los que hace referencia. Trabajó con Vaughan en los años 90 y después se puso a estudiar otra especialidad. Hoy vive en Londres, se desempeña con éxito en una multinacional y tiene un recuerdo tirando a positivo de su antiguo jefe.

“Nunca me fie del todo de él porque sientes que te está mirando siempre como un empresario, pero eso es todo lo malo que puedo decir de aquellos años. Yo tengo un gran recuerdo y le estoy muy agradecido. Cuando llegué a España la enseñanza de inglés dejaba bastante que desear por no decir que era un timo casi siempre. Y Vaughan ofrecía unas condiciones mucho más profesionales y mucho mejores salarios. No había color con otras academias”, dice.

Repetir y repetir

La experiencia de Matt pertenece a la prehistoria. Hoy Vaughan Systems es una gran empresa que forma a sus propios profesores en cursos intensivos y gratuitos de dos semanas, a los que se accede tras un periodo de selección y cuyo sistema recibe muchas críticas dentro del gremio.

Hace algunos meses lo hizo Carol (nombre ficticio), una profesora con experiencia en cinco países que aún hoy da clases para Vaughan Systems. "El entrenamiento consiste en cuatro horas de teoría y tres de práctica cada día, con alumnos a los que hay que das clases gratis. Es muy duro y van eliminando gente, como en Gran Hermano. Solo algunos consiguen acabar. De los elegidos que yo conozco, ninguno ha logrado un contrato estable, sino que se tienen que hacer autónomos y les ofrecen paquetes de clases a unos 20 euros brutos la hora, como en muchas academias".

Aunque también hay alabanzas, los foros de profesores están repletos de críticas negativas a Vaughan Systems. Cierto es que en muchas de las más vehementes se ven las costuras del orgullo herido, de profesores que fueron rechazados o despedidos. En otras, sin embargo, se cuestiona de manera más articulada el propio método, algo que también hacen algunos profesores en activo.

No dejan ningún resquicio a la iniciativa del profesor, ni a las técnicas que has aprendido antes

"Básicamente”, describe otro profesor que exige anonimato para no perder su trabajo, “en el curso te enseñan a aplicar al pie de la letra su sistema. Y eso se mantiene. No dejan ningún resquicio a la iniciativa del profesor, ni a las técnicas que has aprendido antes, aunque estén en boga en universidades americanas o británicas. Se penaliza la iniciativa y se insiste en seguir un esquema de repetición y corrección, con técnicas muy machaconas que recuerdan a cosas que estaban de moda en los años setenta y ochenta en el mundo anglosajón. Mi experiencia, desde luego, es que el método está por encima del profesor y no al revés".

Los defensores del sistema repiten argumentos que también forman parte del dietario corporativo de la empresa. La enseñanza del inglés en España es tan mala, afirman, que es mejor un profesor con ganas y que empiece de cero aplicando un método que está probado que funciona, antes que un profesional enterrado en gramática, acomodado a su estilo o aburrido de enseñar el verbo ‘to be’.

“Lo que hago es darles un entrenamiento intensivo y extremo”, sostiene Vaughan, “igual que hacen los marines. Quiero que deconstruyan su forma de enseñar. A muchos les falta humildad y capacidad de autoanálisis para saber que lo hacen mal y por eso fracasan. Pero nosotros trabajamos la estructura del idioma y eso es cierto que es pesadísimo, pero para el alumno es estimulante que le den caña porque así avanza, necesita que el profesor no le da tiempo ni de respirar. Y por algo somos los primeros en España”.

Al preguntar en el mundo académico, también encontramos diversidad de opiniones. Críticas y alabanzas que se pueden sintetizar en el capítulo de conclusiones de una tesis de la Universidad de Santiago de Compostela firmada por la filóloga Betsabé Navarro Romero donde se asegura que “el sentimiento general es que este método es indudablemente efectivo (…) pero tiene un efecto negativo sobre la motivación de los estudiantes, que se aburren fácilmente por las constantes y automáticas repeticiones”.

Radio pirata

Lo que resulta difícil de cuestionar es el instinto de Vaughan para hacer negocios. Aunque ya era un empresario de éxito, el punto de inflexión hacia la popularidad llegó a finales de 2003, justo cuando en España acababa de pinchar la burbuja de la enseñanza de inglés, inflada por grandes academias (como Opening, Oxford o Wall Street Institute) que quebraron dejando en la estacada a miles de alumnos que tenían las clases pagadas.

“Hasta entonces”, recuerda Vaughan, “yo había huido del inglés a particulares. Facturaba cuatro millones de euros con las empresas y no quería oír ni hablar de aquello. Pero después de ese escándalo pensé que podría dignificar un sector que era una chapuza. Pensé que la única forma de entrar en ese mercado era conseguir una señal radiofónica”.

Vaughan dice que acudió a la Comunidad de Madrid pero le cerraron la puerta en las narices y asumió que sin contactos en las altas esferas sería imposible arrancar su proyecto. Alguien le aconsejó entonces dirigirse a lo que él llama cariñosamente “el hampa radiofónico” de las emisoras sin licencia.

Empezamos a levantar señales pirata y pronto teníamos tantos oyentes aprendiendo inglés que ya no me podían parar

“Empezamos a levantar señales pirata y fue un fenómeno sociológico. Tenía tantos oyentes aprendiendo inglés que ya no me podían parar. A los tres días vinieron del Ministerio de Industria a preguntar que qué estábamos haciendo. Pero nunca nos cerraron”, recuerda. Con los años, compró por cerca de un millón de euros una señal para emitir en Madrid, pero en muchos sitios sigue emitiendo de manera “alegal”.

Pasaron muchos meses antes de lanzarse a la televisión, donde empezó emitiendo una hora a la semana en Popular TV y acabó con canal propio después de una larga relación con Unedisa en la que terminó por comprar todas las acciones. Entre medias llegaron muchos otros éxitos, como los coleccionables por fascículos.

Aunque el conglomerado mediático es deficitario (las pérdidas declaradas rondan el millón y medio de euros anual), constituye una herramienta de marketing colosal. Tanto es así que la facturación se multiplicó por cinco en los años que transcurrieron entre las dos burbujas: la del inglés (2003) y la de todo lo demás (2008). “Casi morimos de éxito", concluye, echando mano de otro de los aforismos con los que ha ido adornando toda la conversación. "Todo crecimiento demasiado rápido es siempre peligroso".

A escala sectorial, con Richard Vaughan ocurrió como con Chiquito de la Calzada. Pasabas fuera de España unos meses y, al volver, todo el mundo intentaba imitarlo, lo criticaba, o ambas cosas a la vez. Su popularidad ha revolucionado la enseñanza de inglés en España y, por el camino, han surgido legiones de admiradores y detractores. Y aunque su progresión se frenó en los años de la crisis, sigue ganando cuota de mercado. Hoy factura alrededor de 22 millones de euros, tiene señales de radio y televisión por todo el país y sus profesores imparten 40.000 horas mensuales de clases presenciales.

El redactor recomienda