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El lugar secreto y mágico que esconde la tercera planta de la Torre Eiffel
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se convirtió en la envidia de francia

El lugar secreto y mágico que esconde la tercera planta de la Torre Eiffel

La mayoría de la burguesía parisina de la época ofreció pequeñas fortunas a Gustave Eiffel para pernoctar una sola noche en su paraíso en las nubes

Foto: A 285 metros de altura sobre el Campo de Marte, Eiffel creó su pequeño paraíso. (iStock)
A 285 metros de altura sobre el Campo de Marte, Eiffel creó su pequeño paraíso. (iStock)

Algunos de los siete millones de turistas que hormiguean cada año por la estructura de hierro de más de 300 metros –314 si contamos su antena– más emblemática de París, la Torre Eiffel, tal vez desconozcan que su constructor Gustave Eiffel, a quien tan mítico monumento debe su nombre, creó un apartamento secreto en su tercera planta. Y decimos “secreto” porque, aunque la prensa de la época se hizo eco de su singular existencia, pocos afortunados visitaron este pequeño 'globo aerostático', esta casa en la luna, que Eiffel reservó para él y sus amigos más íntimos.

De este pequeño estudio, a casi 285 metros sobre el Campo de Marte, el escritor Henri Girard explicaría en un volumen dedicado a 'La Tour Eiffel de Trois Cent Métres' que estaba “amueblado en el sencillo estilo que gusta a los científicos” y decorado con armarios y mesas de madera, sofás de terciopelo, papel pintado en las paredes y que contrastaban por su diseño burgués con la modernidad de la estructura de hierro que lo acogía.

Thomas Edison fue una de las pocas personas que visitó el estudio de Eiffel, que sobrevolaba el Campo de Marte desde casi 300 metros de altura

Fue un “objeto de envidia generalizada” y años después de su construcción –la torre se presentó en la Exposición Universal de 1889– las personas más adineradas de París ofrecieron “pequeñas fortunas”, dijo Girard, por pasar una sola noche en su lujoso 'pied à terre', aunque fueron rechazados. El mismo Eiffel, ingeniero fanático de la aerodinámica y la ciencia del vuelo, lo utilizaba para reunirse con otros científicos, como Thomas Edison, de quien los turistas avezados encontrarán un maniquí, junto al del propio anfitrión, en este apartamento que hoy puede verse a través de una cristalera.

Cuando los hombres vivían en las nubes

“Durante el día puede contemplar los esplendores de París… Por la noche, en las nubes y acariciado por el sonido del viento, cae dormido bajo la luz de las estrellas. ¿Alguien puede describirnos los sueños que tiene en su residencia celestial?”, escribiría Henri Girard. Y es probable que Eiffel soñase con inventos que escapan al entendimiento de muchos, con viajes a la luna como el que también soñó Julio Verne, en un París de finales de siglo imbuido por dos pasiones que superaban a las del Moulin Rouge: los avances científicos y la exploración de los confines del mundo. Por ello, dice Girard, la Torre Eiffel, hoy símbolo de un país y también del amor, fue el epicentro de una “constelación de sueños colectivos” de progreso, modernidad y, por supuesto, de poder nacional. Irónicamente, su construcción estuvo rodeada de polémica y no pocos artistas de la época la consideraron un monstruo de hierro.

En los laboratorios que acogía la torre se llevaron a cabo experimentos de transmisión de radio, telegrafía e incluso sobre el péndulo de Foucault

Para personajes como Víctor Hugo o Graham Bell fue un prodigio y un imán para nuevos descubrimientos. Junto al pequeño apartamento, en el que también, cuenta Girard, había un gran piano, Eiffel hizo construir tres laboratorios –uno pequeño aledaño a la habitación– para realizar experimentos sobre los principios de la aerodinámica, algunos de ellos bastante arriesgados –en 1912 el sastre francés Franz Reichelt falleció en un intento de testar un prototipo de paracaídas–, aunque hubieron otros mucho más sobrios: investigaciones sobre comunicación telegráficas, radio transmisión, meteorología, astronomía e incluso sobre el péndulo de Foucault. La aviación, no obstante, fue una obsesión para el ingeniero francés. En sus memorias, escribió: “Durante toda mi carrera el viento fue un tema que me embebía; era un enemigo contra el que tenía que anticipar una constante batalla”.

Otros muchos secretos

El apartamento “volador” de Eiffel no es la única singularidad de esta torre. Concebida durante la Tercera República francesa, un periodo de gran inestabilidad política, bajo el pilar sur de la estructura de hierro se haya un búnker militar que conecta con otros muchos túneles, que recorren las catacumbas de la ciudad igual que un queso de Gruyere. Hoy en día, y mientras no ocurra ninguna catástrofe, este refugio acoge un pequeño museo.

Otra de las curiosidades de la torre, que se descubrió después de una primera restauración, es el nombre de al menos 72 ingenieros y científicos que participaron en su creación, además de sabios y pensadores como Foucault o Fournier, cuyas placas bordean la primera planta. Por otro lado, la torre nos reserva un pequeño honor: pocas veces se nos da el derecho a decidir sobre un monumento, pero todo aquel que la visita puede dirigirse al primer piso y votar de qué color quiere que la pinten. Ocurre cada cinco años y su color original fue amarillo y el último, gris metalizado.

Durante el ascenso, y si queremos subir sus 700 escalones –hay 1.600, pero los turistas no tienen acceso a todos los tramos– podremos observar la escalera original por la que ascendían a la torre antiguamente, una joya de finales del siglo XIX cuyos peldaños y giros arquitectónicos nos llevan irremediablemente de vuelta al pasado.

Una casa en las estrellas, un híbrido entre barco y avión, o el sueño de un hotel en las alturas… Sea como fuere, el apartamento de Eiffel supuso, más que una curiosidad, la demostración de que se puede vivir con un 'pied à terre' y otro en el aire.

Algunos de los siete millones de turistas que hormiguean cada año por la estructura de hierro de más de 300 metros –314 si contamos su antena– más emblemática de París, la Torre Eiffel, tal vez desconozcan que su constructor Gustave Eiffel, a quien tan mítico monumento debe su nombre, creó un apartamento secreto en su tercera planta. Y decimos “secreto” porque, aunque la prensa de la época se hizo eco de su singular existencia, pocos afortunados visitaron este pequeño 'globo aerostático', esta casa en la luna, que Eiffel reservó para él y sus amigos más íntimos.

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