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El método para ser más inteligente del físico más importante del siglo XX
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LA LIBRETA DE RICHARD FEYNMAN

El método para ser más inteligente del físico más importante del siglo XX

¿Cómo puede un hombre normal y corriente convertirse en uno de los matemáticos más innovadores de todos los tiempos? Los métodos marcan la diferencia y, a veces, un pequeño detalle lo es todo

Foto: El Premio Nobel Richard Feynman en 1983. (Kevin Fleming/Corbis)
El Premio Nobel Richard Feynman en 1983. (Kevin Fleming/Corbis)

En 1965, el físico estadounidense Richard Feynman se alzó con el Premio Nobel de Física junto a Julian Schwinger y Sin-Itiro Tomonaga. Para otros sería el culmen de su carrera. Para alguien como Feynman, no es más que un eslabón en la larga lista de descubrimientos y reconocimientos que alumbran su currículo, quizá el más importante de todo el siglo XX. Figura clave en la mecánica cuántica, la electrodinámica y la física de la superfluidez, participó en el Proyecto Manhattan y desarrolló los diagramas de Feynman, esenciales para la teoría de cuerdas.

Y, sin embargo, el físico no tenía un cociente intelectual superior a la media, como asegura la leyenda. Si de verdad era de 125, apenas destacaba de entre el resto de humanos. ¿Cómo consigue un hombre común convertirse en uno de los pensadores esenciales de las ciencias más complejas? La respuesta la puede tener su biógrafo James Gleick, autor de 'Genius: The Life and Science of Richard Feynman' (Vintage Books).

Feynman dedicaba mucho tiempo y esfuerzo a desarmar todas las ramas de la física, darle pegamento a las partes y juntarlas todas de nuevo

Como explica en un fragmento del libro que ha recogido recientemente 'Business Insider', la clave se encuentra en su cuaderno, que empezó a utilizar durante su segundo año en Princeton y que no le abandonaría a lo largo del resto de su vida. En su portada se podía leer “El cuaderno de todas las cosas que no sé” y su objetivo era “reorganizar su conocimiento”. El biógrafo señala que Feynman dedicaba mucho tiempo y esfuerzo a “desarmar todas las ramas de la física, darle pegamento a las partes y juntarlas todas de nuevo, buscando durante el proceso las inconsistencias”. En definitiva, el cuaderno le permitía saber qué sabía, pero también aquello que desconocía.

Aprender lo que no se sabe

“Sólo sé que no sé nada” es el lema socrático por excelencia. Un reconocimiento de la propia ignorancia que servía como antídoto a la autocomplaciencia de los sofistas, pero también, una condición inexcusable para poner en marcha nuestro aprendizaje. Por lo general, tendemos a afianzarnos en lo que sabemos y profundizar en nuestra área de conocimiento. Sin embargo, la ciencia tiene como objeto –o debería tenerlo– alumbrar aquello que no entendemos.

'The Fantastic mr. Feynman', documental sobre el físico realizado por la BBC.

El problema de este método es que requiere un gran esfuerzo, especialmente de voluntad. La mayor parte de cuadernos que conservamos de nuestros estudios probablemente estén llenos de anotaciones de cosas que ya hemos aprendido; se trata de una mera guía de referencia. Por el contrario, Feynman tenía como objetivo descubrir un tema que le inquietase y desarrollarlo, por su propia cuenta, a lo largo de páginas y páginas. Era su propio libro de texto, sólo que escrito con sus propias manos. Y, al parecer, estaba muy orgulloso de él. Como ocurre con la escuela moderna, este método no sólo le permitía llegar a una conclusión más o menos acertada, sino ser el propio protagonista de su aprendizaje.

Un 'paper' publicado por la Universidad Vanderbilt de Nashville (Tennessee) llamado 'Investigando la mente de Richard Feynman: el estudio de caso de un genio' apuntaba en la misma dirección cuando su autor, Ryan McPherson, aseguraba que “la insaciable curiosidad de Feynman era la fuerza motora en su método científico”. Para el físico, la ciencia está obligada a dudar de todo: “Feynman mantenía que el resbalón más grande que podía cometer un científico era engañarse para creer en sus propias conclusiones”.

La marca del genio

Su compañero Marvin Minsky, ingeniero informático, tenía claro que si Feynman era un genio lo era por las siguientes características: no respondía a la presión del grupo (lo que garantizaba su independencia y su cartesiana duda de todo); mantenía un registro sobre el problema tratado y no se hacía ilusiones (algo de lo cual el famoso cuaderno era la mejor expresión); y tenía muchas maneras de representar las cosas. A veces, el problema se encuentra en algo tan sencillo como dar forma a lo que pasa por nuestra mente, y que, como ocurre cuando escribimos las cosas en un cuaderno, nos permite fijarnos rápidamente en los errores que estamos cometiendo.

Después de su muerte quedó escrita la siguiente frase en la pizarra de su oficina: “No puedo entender aquello que no puedo crear“

Steve Hsu, un joven y prometedor profesor de física de Caltech y Berkeley, señala en 'Psychology Today' que “Feynman es reconocido universalmente como uno de los teóricos de pensamiento de mente más ágil y creativos de su generación”, algo que atribuye a su “ilimitada curiosidad”. El profesor llama la atención sobre un aspecto crucial de los cuadernos de Feynman: a pesar de que en ellos trataba temas muy complejos para un estudiante de su edad, como la relatividad general, también contenía gran cantidad de palabras mal escritas y errores gramaticales. “Dudo que Feynman se preocupase mucho por esas cosas”.

La creatividad es, para McPherson, otro de los factores que definen a este genio. El autor explica cómo después de su muerte quedó escrita la siguiente frase en la pizarra de su oficina: “No puedo entender lo que no puedo crear”. Es la generación de ideas originales lo que distingue a la gente verdaderamente talentosa, pero la historia del cuaderno de Feynman nos ayuda a entender cómo sólo a través de la comprensión y el análisis de la realidad podemos aportar algo nuevo.

En 1965, el físico estadounidense Richard Feynman se alzó con el Premio Nobel de Física junto a Julian Schwinger y Sin-Itiro Tomonaga. Para otros sería el culmen de su carrera. Para alguien como Feynman, no es más que un eslabón en la larga lista de descubrimientos y reconocimientos que alumbran su currículo, quizá el más importante de todo el siglo XX. Figura clave en la mecánica cuántica, la electrodinámica y la física de la superfluidez, participó en el Proyecto Manhattan y desarrolló los diagramas de Feynman, esenciales para la teoría de cuerdas.

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