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La batalla que humilló a los ingleses y puso el Canal de la Mancha bajo control castellano
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Los BRITÁNICOS SUFRIERON 8.000 BAJAS

La batalla que humilló a los ingleses y puso el Canal de la Mancha bajo control castellano

El 22 de junio de 1372, las dos grandes coronas de la época se enfrentaron en las costas de la ciudad de La Rochelle. La derrota de los británicos fue épica

Foto: La batalla de La Rochelle, inmortalizada en una miniatura de la época.
La batalla de La Rochelle, inmortalizada en una miniatura de la época.

“Nunca en mi vida he amado a ningún pueblo ni colectivo, ni al pueblo alemán, ni al francés, ni al norteamericano, ni a la clase obrera, ni a nada semejante. En efecto, sólo amo a mis amigos y el único género de amor que conozco y en el que creo es el amor a las personas”.

Hannah Arendt.

La palabra "orden" puede ser entendida como sinónimo de secuencia. Al mismo tiempo, va asociada a una relación causa efecto y, a su vez, a un desencadenante y a una precipitación. Existe una antigua afirmación de Kant que habla de la violación de un concepto de larga tradición, la ley del tercero excluido, cuyo contenido, sea este deleite o tortura, es solo apto para mentes filosóficas, y que habla de las proposiciones contradictorias. Puede tener que ver algo con el principio de incertidumbre de Heisenberg, que fuera de los algoritmos matemáticos no adaptados a una demanda concreta y de la visión clásica de la mecánica de Newton, a veces causa algún susto de campeonato incluso a los más previsores.

Y digo esto porque viene a colación con la historia de hoy. Allá por el siglo XIV, Castilla, que estaba a lo suyo, mercadeando tranquilamente con Flandes, el Ducado de Aquitania, Portugal o Aragón, entre otros, sufrió un revés inesperado por parte de un elemento contable no contemplado 'a priori' y que hizo cambiar la doctrina militar del Reino de Castilla para adaptarla a las nuevas exigencias creadas por un pueblo de predadores muy seguro de sí mismo gracias a su sempiterna insularidad y a la alegría con que se dedicaban a afanar y expropiar lo ajeno. Pero para su desgracia habían encontrado la horma de su zapato en un reino pujante, mil millas más al sur.

Una flota de Castilla compuesta por 20 naves contra un número de bajeles ingleses que les doblaban en cantidad obtuvo una resonante victoria

El 22 de junio de 1372, una escuadra inglesa y otra castellana se enfrentaron en las costas de la ciudad de La Rochelle, al norte de la importante y estratégica ciudad de Royan, tomada en el contexto de la Guerra de los Cien años por los anglos. En medio de un asedio despiadado, que concluiría dos meses más tarde con un soberano apalizamiento de los osados insulares, fuerzas terrestres y navales franco-castellanas tomaron la ciudad, hasta entonces en poder de Inglaterra.

Pero no fue fácil, y además hay que destacar que gracias al ingenio y astucia del almirante al mando de los castellanos, Ambrosio Boccanegra, mercenario genovés al servicio de Enrique II de Castilla, se trocó la manifiesta inferioridad de la flota peninsular en un revés para los anglos absolutamente inesperado. La flota inglesa estaba instalada cómodamente en la bahía y sus naves de alto bordo, más propias para la navegación bronca de los mares del norte, impresionaban por su porte. Boccanegra ideó una estratagema desconcertante, que 'a priori' fue calificada de cobardía inapelable por parte de propios y extraños.

Una resonante victoria

En una maniobra de distracción muy ingeniosa, esperó a la mañana siguiente en que la bajamar pillaría varadas a las naves de los ingleses, para aprovechar la coyuntura y arrearles a placer con las bombardas, siendo que las naves castellanas tenían menor calado (bastantes de ellas eran galeras mediterráneas) y podían maniobrar a placer. La mortandad entre los ingleses alcanzó cotas de escándalo y si no se pudo conseguir redondear fue porque la noche se echó encima.

Una flota de Castilla compuesta por 20 naves contra un número de bajeles ingleses que les doblaban en cantidad obtuvo una resonante victoria que marcó entre otras cosas, por defecto, una adecuación y renovación de la armada castellana a la par que un salto espectacular en las técnicas de combate navales del Reino de Castilla, que los harían imbatibles durante los próximos doscientos años. Las viejas galeras fueron paulatinamente dadas de baja o dedicadas a otros menesteres, introduciéndose naves tipo naos y además artilladas. La flota inglesa quedó totalmente destruida en la batalla de La Rochelle y tardaría en volver a recuperar un mínimo de eficacia más de tres siglos. Los anglosajones perdieron íntegramente su flota, entre barcos hundidos o capturados. Si a esto se le añade las ocho mil bajas –que se dice pronto– entre muertos y apresados, estaríamos hablando de una derrota escandalosa; por el contrario, los castellanos no perdieron ni una sola nave. Una victoria rotunda.

Tras el desastre naval de la Rochelle, declina el control inglés del Canal de la Mancha

Para redondear la humillación, se hicieron con una ingente cantidad de dinero que el rey de Inglaterra había embarcado para pagar las soldadas a los combatientes en el asedio. Como colofón, durante el viaje de regreso hacia Santander, Boccanegra apresaría a la altura de Burdeos otros cuatro barcos ingleses despistados que seguían creyendo que andaban todavía por el patio de su casa.

A pesar de que las leyes de la guerra en esa época no acostumbraban a hacer prisioneros, el almirante de Castilla tuvo con los vencidos un gesto humanitario inusual en aquellos tiempos, pues la costumbre entonces era rebanar el pescuezo o arrojar al agua a todos los adversarios, eso sí, bien lastrados para que fueran al más allá y a los más profundo, a la mayor celeridad posible. Pembroke, a la sazón el arrogante almirante inglés y setenta caballeros "de espuelas doradas" fueron enviados a Burgos, ante la presencia del rey Enrique, que, no queriendo profundizar más en la herida, entregó a la alta oficialidad al condestable francés Bertrand du Guesclin, que pondría a buen recaudo a los estirados sajones en las mazmorras de sus castillos.

Los soldados capturados serían más tarde enviados por el rey castellano a Inglaterra, en un acto de buena voluntad, en naves con pabellón parlamentario, eso sí, acompañados de unos 400 caballeros capturados en los combates de La Rochelle a los cuales, aparte de aligerarles de algunas pertenencias personales, se les había requerido previamente un buen rescate para poder ver la hermosa campiña inglesa otra vez.

El inicio de la hegemonía castellana

El cronista Fernández Duro, basándose en la crónica belga, calcula en cerca de 8.000 los muertos en ese día trágico para la marina inglesa. Quizás la cifra esté algo inflada (otros cronistas locales hablan de “solo” 5.000 entre muertos y desparecidos), sin desmérito de la victoria arrolladora de los castellanos. Lo que sí está claro es que la carnicería fue memorable gracias a la argucia de un enorme e inspirado Boccanegra.

La flota, ya muy subida tras encadenar victorias por aquí y por allá, ataca Londres en 1380, remontando el Támesis

Tras el desastre naval de La Rochelle, declina el control inglés del Canal de la Mancha que pasa a manos castellanas. Boccanegra, en todo su esplendor, galopa sobre delfines y de paso saquea Wight, Dover, Rye, Portsmouth, Folkestone, Hastings y Plymouth en el mismo año y de una tacada. Los puertos del Cantábrico y de Vizcaya se llenan de mercantes ingleses apresados que deambulan mareados y sin protección alguna. Los llamados corsarios de la Hermandad del Cantábrico (vascos, bretones, aquitanos y santanderinos) se ponen las botas al apresar toda la mercadería que pululaba fluidamente hasta la histórica derrota de La Rochelle.

La flota castellana, ya muy subida tras encadenar victorias por aquí y por allá, ataca Londres en 1380, remontando el Támesis al mando de Sánchez de Tovar, que incendia sin tregua las dos riberas del Támesis y Gravesend, el puerto más grande de todo el Canal de la Mancha. El saqueo es de tal magnitud que en el caso de algunas de las naves de bajo bordo –el de las galeras–, obliga a deshacerse de una buena parte del botín al salir a mar abierto, so pena de embarcar agua y dejarse la vida en el intento. Para los franceses, una ventana de esperanza se abre, pues aprovechando la falta de aprovisionamiento para las tropas invasoras en tierra francas tomarán varias plazas inglesas, recobrando la iniciativa en la guerra.

Castilla había lanzado una clara advertencia a Inglaterra.

“Nunca en mi vida he amado a ningún pueblo ni colectivo, ni al pueblo alemán, ni al francés, ni al norteamericano, ni a la clase obrera, ni a nada semejante. En efecto, sólo amo a mis amigos y el único género de amor que conozco y en el que creo es el amor a las personas”.

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