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La revolución tranquila en las escuelas de negocios (sí, también tienen su Podemos)
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La revolución tranquila en las escuelas de negocios (sí, también tienen su Podemos)

Los académicos díscolos del mundo del 'management' han sido bien acogidos por las propias 'business schools' por razones de conveniencia, pero también por motivos de higiene ideológica

Foto: Algunas escuelas de negocios se han situado en la vanguardia de la investigación social. (iStock)
Algunas escuelas de negocios se han situado en la vanguardia de la investigación social. (iStock)

Uno de los paradójicos efectos de la crisis fue el aumento del prestigio de las 'business schools'. Todo el mundo pensó que la formación era el mejor camino para resituarse laboralmente, bien como instrumento para ascender en la empresa, bien para permanecer o regresar. Sus titulaciones eran percibidas como realmente útiles frente a otras obsoletas, como los posgrados universitarios, y desde luego mucho más pragmáticas para construir una buena carrera profesional. En el Reino Unido, en el año 2011 había 360.000 personas estudiando en alguna de sus Escuelas de negocios, y el número sigue aumentando. En España, si bien la formación para empresas sufrió un parón, un título como el MBA sigue siendo cotizado, aunque el creciente número de personas que cuentan con él lo haya devaluado en cierta medida.

Las 'business schools', además, son percibidas como uno de los puntales de nuestro sistema económico. Ofrecen formación alineada con las necesidades de las empresas, su sistema pedagógico está orientado a la utilidad inmediata y la clase de ideas que se manejan en ellas son un buen alimento para el capitalismo del siglo XXI. Precisamente por ello, y sobre todo en el entorno anglosajón, han sido acusadas de haber ayudado a provocar la crisis por la ideología que generaban (es decir, por su apología del egoísmo). “Los MBA forman a la gente equivocada con métodos equivocados y traen consecuencias equivocadas”, llegó a afirmar uno de los más importantes gurús del 'management', Henry Mintzberg.

Pero ese tipo de críticas provienen de entornos que en nada han afectado a su prestigio y a su cuenta de resultados. Las escuelas de negocios que están en la parte de arriba de los 'rankings' siguen yendo muy bien, como siempre.

Muchos de los profesores británicos de ciencias sociales encontraron una estupenda vía de escape a la reforma de la universidad en las escuelas de negocios

Sin embargo, señala Martin Parker, profesor de Organización y Cultura en la Universidad de Leicester, algo ha cambiado radicalmente en unos centros de formación que se distinguían por dar forma a las ideas dominantes en las empresas. Parker lo denomina revolución tranquila, y alude con ese término a los efectos de una tendencia que se inició hace más de veinte años. La transformación thatcherista de la universidad británica llevó a que muchos departamentos de sociología, psicología y economía vieran reducidos en gran medida sus recursos y muchos de sus profesores, que contaban con un buen número de publicaciones y con una trayectoria consolida, buscaran una vía de escape. La encontraron en las escuelas de negocios, que les dieron acogida porque podían beneficiarse de sus trabajos a la hora de ascender en los 'rankings'.

La tarea que desarrollaron en esas instituciones fue a contrapelo de las creencias dominantes. No acudieron allí a ofrecer una enseñanza acorde con la ortodoxia de los negocios, sino a ofrecer un punto de vista totalmente distinto. Así nacieron los Critical Management Studies (Estudios críticos de la gestión), un movimiento donde académicos como David Knights, Hugh Willmott o Mats Alvesson, entre muchos otros, utilizaron las posiciones teóricas de filósofos como Adorno, Horkheimer, Foucault, Deleuze o Derrida, e incluso de psicoanalistas como Lacan, para configurar un corpus teórico heterodoxo en el que ponían en cuestión que las escuelas de negocios eran un espacio “al que son bienvenidos todos los ricos y poderosos que quieren hacer carrera en las finanzas y obtener trabajos de élite", como asegura Parker.

Una revolución que no ha llegado a España

Hoy los Estudios críticos de la gestión están completamente instalados y se han extendido hacia el norte de Europa, encuentran su espacio en revistas académicas como 'Organization' y 'Organization Studies' o en publicaciones digitales afines, como 'Ephemera', cuentan con páginas de recursos como 'Critical Management' y publican un buen número de libros y textos académicos. También cuentan con manuales, como 'Introducing Organizational Behaviour and Management', esencial para que cualquier estudiante de la materia posea una visión acertada y realista de lo que significa la vida en las firmas contemporáneas.

Para que una disciplina se mantenga viva, precisa de un diálogo interno permanente entre las ideas dominantes y las alternativas

Entre las ideas que manejan en la actualidad aparecen algunas típicas de la izquierda, referidas al trabajo en cooperativas, la importancia de las economías locales o la desigualdad, pero las más interesantes son las que dan cuenta de las dinámicas internas de la empresa, de las formas de gestión y de su realidad cotidiana. Lo peculiar de este asunto es que su visión, que recoge lo que ocurre de un modo bastante más preciso que la mayoría de la literatura del 'management' (perdida entre ideas metafísicas y conceptos a los que cada cual le da el contenido que quiere como “cambio”, “estrategia” o “cultura organizativa”), ha sido bien acogida por las propias escuelas de negocios, por razones de conveniencia, pero también por motivos de higiene ideológica. Sus lecturas son muy distintas de las que consultorías, gurús y profesionales del 'management' difunden, y sin embargo, tienen espacio en los mismos lugares.

En España esto no ha ocurrido hasta la fecha. Las escuelas de negocios más prestigiosas, y tenemos tres entre las más importantes mundialmente, como IE, IESE y ESADE, no han dado cabida a una crítica necesaria. Pueden cultivar temas como la diversidad o la responsabilidad social corporativa, pero distan mucho de acoger elementos verdaderamente críticos. Lo cual es complicado, porque con disfunciones graves en la economía, en las finanzas y en la gestión de las empresas que estamos viviendo en los últimos tiempos, desde Enron hasta Volkswagen, desde el caso Kerviel hasta la ballena de Londres, desde Lehman Brothers hasta Bankia, y con las crecientes acusaciones de corrupción y fraude, es preciso que las 'business schools' den un paso adelante y no se comporten conforme a la acusación de Martin Parker, “como vendedores de droga que culpan a los adictos pero que ganan mucho dinero con lo que les venden”.

Que los Estudios críticos de la gestión sean amparados en el caso británico por las propias escuelas, demuestra que, para que una disciplina se mantenga viva, precisa de un diálogo interno permanente entre las ideas dominantes y las alternativas, entre las nuevas y las viejas y entre las que dicen lo que se quiere oír y las que deben ser escuchadas.

Uno de los paradójicos efectos de la crisis fue el aumento del prestigio de las 'business schools'. Todo el mundo pensó que la formación era el mejor camino para resituarse laboralmente, bien como instrumento para ascender en la empresa, bien para permanecer o regresar. Sus titulaciones eran percibidas como realmente útiles frente a otras obsoletas, como los posgrados universitarios, y desde luego mucho más pragmáticas para construir una buena carrera profesional. En el Reino Unido, en el año 2011 había 360.000 personas estudiando en alguna de sus Escuelas de negocios, y el número sigue aumentando. En España, si bien la formación para empresas sufrió un parón, un título como el MBA sigue siendo cotizado, aunque el creciente número de personas que cuentan con él lo haya devaluado en cierta medida.

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